Alcanza el éxito levantándote a las 4.30, leía en Twitter hace un par de días. Y yo que pensaba que uno de los signos del triunfo en la vida era no tener que madrugar. Qué ilusa y qué ibérica soy a veces.

Si quieres convertirte en lo más de lo más, despiértate a las cuatro de la madrugada. O incluso antes. Eso cuentan los tropecientos libros y artículos sobre productividad que nos bombardean a diario. Hay quien se entrena para no dormir y así aprovechar el día a todo lo que da. Todo es cuestión de hábitos, tras veintiún días durmiendo cuatro horas, ya ni sientes ni padeces. Un poco como lo de las dietas de ayuno. La cosa me recuerda al asno de Buridán, pero sin duda de por medio, solo un poco de sinsentido. Pero poco.

Michelle Obama se levanta a esa hora y mírala: qué lozana, qué deportista y qué de todo. Tim Cook, CEO de Apple, a las 3.45 está arriba, llega el primero a la oficina, se va el último, qué crack. Mark Wahlberg pone el despertador a las 2.30 para comenzar su rutina deportiva. Así se explica que lleve tres décadas estando buenorro a tope, claro. El buenorro se acuesta, dice, a las 19.30.

Lo de madrugar en plan salvaje no solo te procura unas horas de total concentración alejado de llamadas y redes sociales, sino que te obliga a mantener unos hábitos saludables. Obvio, a ver quién es el guapo que encuentra un karaoke abierto a las cinco de la tarde o se pilla la gran taja antes de las nueve. Lo de acostarte a las once y levantarte a las seis, que es una hora mucho más terráquea, no se lo plantean. Dejar el móvil apagadito para que no te toquen las narices, va a ser que no, qué ordinariez más grande.

Porque lo que mola es tener una voluntad férrea, unos objetivos mega definidos y rematar la faena antes de que el planeta abra el ojo. Ser el que más madruga de toda la galaxia, un ejemplo a seguir. Sacrifícate sin pestañear. No te quejes.  No tengas ojeras. Dormir, remolonear: pecado mortal, caca, Satanás.

Y ahora llegan unos señores de la Universidad de Estocolmo y afirman que las personas que duermen cinco horas al día tienen un índice de mortalidad un 52% mayor que los que soban lo más grande. Ay, que os han jodido las teorías esas de los hábitos, los veintiún días y lo de "tú tira palante que lo de estar en la cama es una vulgaridad de lo más innecesaria".

Eso sí, según los escandinavos, puedes compensar: si duermes de lo lindo el fin de semana, ya no te mueres tanto. El estrés y la inflamación de tu cuerpo serrano disminuyen. Ah, pero entonces, eso de que el sueño no ser recupera, ¿era mentira?  A medias, porque no te mueres, pero tus funciones cerebrales no mejoran. O sea, si vagueas el finde, la palmas más tarde, pero sigues igual de atontao.

Vamos, que los suecos han llegado, como siempre, a traernos felicidad y poner un poco de cordura a tanta tontería. Lo mismo te amueblan un salón por trescientos euros, que te recuerdan que necesitamos dormir para no acabar en el hoyo. 

Porque el problema no es que un puñado de yankees se levanten antes, incluso, de acostarse, sino que hay quien cree que el camino a la felicidad pasa por martirizarse, escupir contra el sentido común e inventar teorías neomasoquistas. Matrícula de honor para los superhéroes. Bien por vosotros. Cuando os canséis de Krypton, venid a visitarnos. Después de las ocho, por favor.