Fue domingo. Claro domingo de diciembre, y en Barcelona hizo un domingo como para echarse novia formal y creer en el espíritu del 78 a pesar de Rufián y esos lugares comunes que escupe cuando embiste: la cal viva como justificante de sí. Puigdemont se arropaba con una bufanda del Girona, y veía el Girona-Getafe desde un cafetín de Bruselas. Una imagen que nos vale toda una campaña: la cosa -la pachanguilla de la jornada- acabó con un 1 para la Quiniela de @KRLES y todo un patriota, un exiliado, viendo el fúrbo a la orilla -dicen las malas lenguas- de un plato de nachos grasientos. Porque el golpismo es así, domingo con fútbol por evitarse la morriña del exilio. Que un poco más y lo tenemos -a Carles- en el Centro Gallego de Bruselas, donde ponen el partido del Dépor y los que entren en las apuestas.

También fue domingo cuando Zapatero, indiscutible muñidor de la pluriEspaña, fue a agachar la testuz ante el pedrosanchismo y a darle a Iceta cariño de telonero. A Iceta, sí, el prematuro libertador de Jordis; que ya se sabe que por Iceta hacia el catalanismo y por el catalanismo hacia refundar Convergència con cuatro pespuntes sociales: y la tercera vía, que es Iceta en misa y repicando, con su pesca de arrastre ideológico que agita y mezcla a un ZP con un Revilla y nos habla de afectos con la que está cayendo. A Iceta le faltó el canto de un duro para ponerse el lacito amarillo, y eso lo saben en el cinturón rojo de Barcelona, donde bien se conocen a sus clásicos.

Pero también fue domingo, como en el célebre verso de César Vallejo, cuando Rajoy, artífice por omisión, acción, caraja y paradinhas, fue a Cataluña a vanagloriarse de un 155 con el que pasteleó. Albiol dijo poco, quizá vio que Moncloa lo usó y lo tiró como un clinex de 1,90 de largo.

Fue domingo cuando Arrimadas se llevó a la chirigota del Selu a telonearle una campaña perfecta, enfrentada con las fuerzas vivas de una autonomía en el filo de la navaja. El sorayato no pudo con Arrimadas, ni pudo Rovira con su rancio penar. Y sin embargo, pase lo que pase el jueves, Arrimadas habrá envejecido una década en dos semanas, casi como le pasó a Suárez cuando la juventud viene cargada de futuro. El 21 a la noche se avecinan pedreas, quizá no pedradas, que andamos ya mayorcitos como para jugar a cuperos. El 21 algo habrá cambiado y recordaremos aquel domingo, aquellos tiempos. Aquellos tiempos que corrían malos pero que vistos a la distancia, como diría Alcántara, fueron "los más nuestros".