Que en España no hay presos políticos ni delitos de opinión, y que gozamos de uno de los sistemas penales más garantistas del mundo. Que un juez de la Audiencia Nacional es independiente: in, inde, independiente, atributo inimaginable para el nacionalismo catalán, una de cuyas leyes golpistas de septiembre preveía el estricto control de una judicatura-guiñol, partisana y servil.

Cuéntaselo a los de la trama civil del golpe, a los voceros del magnate de las subvenciones y las suscripciones y la caprichosa publicidad institucional, que en el régimen catalán siempre toca a los mismos. Es una coincidencia del carajo, una sincronicidad jungiana digna de estudio: si eres de su palo, te toca el gordo siempre. Cuéntaselo a ese de allí, que pilló el año pasado dieciséis millones de euros de Generalidad y Ayuntamiento de Barcelona. ¡Qué chollo tan grande tienes, abuelita! ¡Es para cubrirte mejor los desmanes! Otro día hablamos del Lobo.

Cuéntales que los golpistas cabalgan sobre la corrupción. Diríase que se proponen experimentar con todos los delitos del Código Penal. Cuéntales que el partido del fugado Puigdemont es básicamente una ristra de chorizos larga larga. Desde la Banca Catalana, un reguero de mierda apesta el mundo de los negocios en Cataluña, donde nada ni nadie se ha movido sin que el Gran Arquitecto, el programador de Matrix, asintiera desde sus bajuras de megalómano ridículo. Eso sí: fue lo bastante convincente para arramblar con todo y poner en circulación esa espectacular bandada de opinadores unánimes que pía —¡más alpiste!— desde estudios y platós: “Lo negro es blanco y la basura de mis señoritos huele a rosas”. Y luego: “Franco, Falange, palco del Bernabéu”. (Nota heráldica: chorizo sobre fondo marrón con comodín de Franco, madre superiora y tertulianos gallináceos a los lados).

Cuéntales que el golpe de Estado lo dan por purita codicia. Porque la crisis redujo sus ingresos y así no hay quien alimente a semejante zoo. También contribuyó su proverbial incompetencia gestora (ahí está Mas, que ha hundido cuanto ha tocado), y que su deuda no colara. Cuéntales que pusieron el farol del procés en manos del estadista y bachiller Puigdemont, un muñeco andante de cuerda que solo puede avanzar.

Pregúntales por el famoso choque de trenes. ¿Dónde ha sido? Recuérdales las veces que les avisamos: ¡Que no hay dos trenes, que hay un tren y un carrito del helao! Pues ya os ha pillao. A ver. Coméntales también que Bélgica no existe más que en Simenon y Hergé.