Este viernes el ministro portavoz anunció que los próximos presupuestos generales del Estado incluirían la bajada del IVA a las entradas de cine. Se ponía fin así a un larguísimo contencioso entre Gobierno y sector, y a unas negociaciones políticas a cara de perro cuyos detalles contaré algún día si escribo mis memorias. Poco importan ahora los entresijos de la noticia, si España deja de ser el único país de Europa que grava la entrada del cine al tipo máximo.

El IVA del 21% no es el único problema de nuestro cine, pero sí el símbolo de su travesía del desierto. Pagar el mismo IVA por ver una película que por comprar un coche de lujo es de locos, más aún en un país que tiene en la cultura su mejor carta de presentación ante el mundo. Este retoque impositivo manda un mensaje de optimismo y confianza a una industria que camina desde hace tiempo por la cuerda floja. Ojalá que el anuncio de esta rebaja dé a nuestro cine el balón de oxígeno que necesita y que merece.

Aquí hay talento: una nueva generación de directores seduce dentro y fuera del país. Nuestra animación está a la cabeza del sector a nivel internacional. Las empresas españolas de efectos visuales son demandadas por productoras del mundo entero. Hay cientos de personas valiosas apuntalando un sector que puede darnos muchas alegrías, y la bajada del IVA es una inyección de ánimo. Distribuidores y exhibidores, en una demostración de responsabilidad y ganas de colaborar, anunciaron hace días su intención de repercutir la bajada del IVA en el precio de las entradas, y de convocar un día del cine sin IVA para celebrar esos once puntos de caída. La reducción del precio llevará más público a las salas, y sus propietarios encontrarán más incentivos para invertir en su mejora.

Llámenme romántica, pero no quiero que la supervivencia de los cines dependa de la venta de palomitas, como llegó a suceder en los peores años de esta crisis. A la cadena de valor de nuestra industria cinematográfica –productores, exhibidores, directores, distribuidores, actores, guionistas, dobladores…- le hacía falta un soplo de aire fresco, una luz al final del túnel, una palmada en la espalda, una muestra de confianza por parte de la administración en forma de ese 11% de bajada impositiva.

El sábado asistí en San Sebastián a la entrega a Antonio Banderas del Premio Nacional de Cinematografía. Dijo el malagueño que el cine “tiene un alma propia, rebelde, que puede ser usada por todos aquellos que tengan algo que decir”. Ojalá la bajada del IVA suponga el inicio de otra etapa para quienes están dispuestos a contarnos una historia.