Aquello era un jaleo masivo de rayas, barras y estrellas. Wifredo el Velloso en el cogollo breaking news de la CNN y de la BBC. Ambiente y piterío de final de Copa. Telesoraya montó set televisivo con Sardá (el marciano). Y el barcelonés común, el que tomó el Cercanías desde el cinturón rojo, que vio que toda aglomeración es susceptible de ir a peor según las últimas estadísticas y las predicciones más melifluas. El muerto al hoyo y el vivo a la estelada. Que la pitada es democracia pura, piensa Pablemos, erigido ya en perejil de las manifas y los bodorrios riojanos.

Algunas horas después de la manifestación se digiere aun peor una realidad palpable, por ejemplo que Terra Lliure ha triunfado en el siglo XXI y por comando morito interpuesto. Ni siquiera cuando a los obispos les dio por zurrarle la badana a ZP en las avenidas ardientes de Madrid se vio tal sectarismo, tanta organización en eso de sacar el banderón y llevarlo con disciplina al vent; tan prietas las filas.

Lo avisó el editorial de este periódico y se cumplió: el rey fue a perder. Fue a salvaguardarle el cuello al Estafermo, a entrar en los barros y en los lodos que ha dejado Rajoy por indolencia, y otra media España que vota cuanto ignora. Y lo peor no fue eso, lo peor es que a ningún buen mahometano o cristiano o nómada -con apellido en Pi, en Jurado o en Valls- le dio por criticar mínimamente la bandería. Nada. Silencio cómplice y "todo es bueno para el convento", que diría el fraile o el abad con la meretriz al hombro. 

Yo voy comprobando que definitivamente hemos perdido el cuadrante Noreste, de La Seo a Tortosa, por la caraja malintencionada de Rajoy: por una España morcillona que acaba siempre en gatillazo moral y con gatitos en el muro.

Pero podré contar a mis nietos que viví aquel dia en TDT, y que las avenidas donde paseó el Pijoaparte con una moto robada parecieron el Berlín de Riefenstahl. Que vi una manifestación multitudinaria donde unos golpistas venidos de la burguesía corrupta y de la copia mediterránea de Jarrai empañaron el duelo a los muertos. 

El paisaje después de la batalla dejó a Messi fallando de penalti, y a Levy triste -me cuenta- por la jauría que la increpó con saña y prime time. El 155 no, pero diálogo y peluches estelados siempre. Y cuando atruene de verdad, que nos salve Trapero, ese Eastwood charnego que les alegra el día y nos va a salvar; como civilización y sin picoletos.

El miedo y la vergüenza ocultando al catalán de bien. A los muertos que vienen. Porque si los indepes han sobrepasado la decencia en el luto, piensen ustedes lo que pueden hacer en octubre ante el amor, y la pedagogía, de este Gobierno trotón y cochinero