La idea de la oficina abierta se populariza cada día más como una práctica que favorece la creatividad, la innovación y el intercambio de ideas. Sus detractores, que indudablemente los tiene, afirman que un área abierta es más ruidosa, incómoda, dificulta la concentración y es un freno a la productividad.

En realidad esas objeciones provienen, en prácticamente todos los casos, de una interpretación errónea del concepto: una oficina abierta, simplemente, no es o no debería ser un sitio diseñado para trabajos que requieren un nivel elevado de concentración. Para ese tipo de trabajos, el trabajador debe poder escoger su entorno, y lo ideal, de hecho, es permitirle que trabaje desde donde quiera, incluso desde su propia casa. Además, la oficina abierta debe necesariamente incluir infraestructuras comunes que satisfagan necesidades como reuniones, situaciones que requieran cierta discreción o privacidad, momentos de aislamiento, conversaciones telefónicas, etc., con una combinación de modelos bajo reserva y de uso abierto que fomente y agilice su utilización, pero evite que algunos se apropien de ellas de manera sistemática.

La oficina del futuro apunta a una tendencia fundamental: maximizar la creatividad favoreciendo entornos colaborativos y fomentando la serendipia, la conversación, el intercambio. Aquellos que consideren que su trabajo no precisa este tipo de cuestiones por tener un componente más mecánico tienen, en realidad, una preocupación mucho mayor que la disposición de su oficina: en un plazo de pocos años, serán seguramente sustituidos por un algoritmo o un robot.

Las compañías que superen indemnes la fase que conocemos como transformación digital serán, en general, estructuras ligeras, planas y muy poco jerarquizadas, prácticamente plataformas en las que algunos trabajadores fijos coordinarán su trabajo con muchas otras entidades externas, freelancers y colaboradores de todo tipo. La red, el mayor reductor de la fricción económica y de los costes de transacción jamás inventado por el hombre, favorece de manera inexorable este tipo de estructuras, y les otorga una ventaja competitiva insuperable.

Este tipo de configuraciones adaptadas al entorno red precisan de directivos mucho menos orientados al control. Encerrarse en un despacho convertido en almacén para cosas que no quieres en casa y considerarlo símbolo de algún tipo de poder es un reflejo trasnochado y de otros tiempos. Las compañías son más creativas, más dinámicas y más adaptadas al entorno cuando sus trabajadores salen del despacho y encuentran configuraciones que incentivan la colaboración, y que resultan suficientemente atractivas o agradables como para querer trabajar en ellas -independientemente de que haya tareas que se puedan realizar en otros sitios-.

Estas son las tendencias. ¿Encuentras a tu compañía reflejada en ellas?