Sólo alguien a quien jamás le ha servido la Filosofía es capaz de acabar con ella. Escribimos mucho de los políticos todos los días, buscamos ángulos originales para despertar el sentimiento de la novedad en nuestros lectores. Pero, en este caso y después de mucho pensarlo, no encuentro vírgenes senderos, sino una triste y demoledora conclusión. Esos "alguienes" gobiernan hoy el país.

Aristóteles, ¡ayúdanos!

Aristóteles, ¡ayúdanos!

Tampoco es una cuestión de partido, ni de vibraciones ideológicas. La posibilidad de cursar Filosofía en 4º de la ESO, allá donde se ahorman las ideas y la capacidad crítica, ha desaparecido. La mayoría de las Comunidades autónomas, incluidas las gobernadas por el PSOE, han deslizado que aprovecharán sus competencias en Educación para incumplir el mandato.

Condenado a muerte, Sócrates se bebió la cicuta para mostrar a los ciudadanos la importancia de un Estado de derecho que dé sentido a una sociedad. Pudo huir, pero no quiso. Encarnó, con su sacrificio, una lección contra el salvajismo. La de la importancia de la norma.

En una de esas ucronías ahora tan de moda, me imagino al filósofo conociendo lo que iba a suceder en España siglos después: la elaboración de una norma que, a largo plazo, nos incapacitará para construir buenas normas. Quizá no hubiera ingerido la cicuta. Habría viajado a la península ibérica para sembrar algún antídoto. Porque lo sucedido no se trata sólo de una mutilación. Es algo peor. Dice la ministra de Educación que la Filosofía quedará recogida en la asignatura Valores éticos y cívicos.

¿Para qué reescribir la ética de Platón? ¿Por qué llamar de otro modo al "súperhombre" de Nietzsche? ¿Qué sentido tiene dibujar el imperativo categórico de Kant con "perspectiva de género"? ¿De qué nos servirá el escepticismo "ecosostenible" de Hume?

La neolengua de la que habló George Orwell se ve superada largamente por el invento de los Valores éticos y cívicos. Cuando un político levanta de la nada un sintagma demasiado largo y que no sabe explicar, está tratando de esconder una medida que le beneficia a él y perjudica a los votantes.

¿Cómo va a ser mejor para los alumnos el aprendizaje de un catecismo salpimentado de los dogmas de nueva creación que la Ética de Platón? Digámoslo (y perdonen el ejercicio de populismo) más claro. ¿Cómo va a ser mejor la Ética de Sánchez que la Ética de Platón? ¡Quién prefiere habitar la República de Sánchez a la República de Platón!

Sánchez se consuela: "Hombre, pero en bachiller la Filosofía seguirá siendo obligatoria". ¿Dónde quedó el apoyo a la Formación Profesional? ¿No merecen Filosofía aquellos que se marchan del instituto al concluir la educación secundaria? ¡Viva la igualdad de oportunidades!

Cuando tenía dieciséis años, escuché por primera vez en clase aquello de la "moral de los amos y la moral de los esclavos". ¿Qué es una sociedad que priva de la Filosofía a sus adolescentes? Una sociedad cuyos amos (el Gobierno) prefieren esclavos antes que ciudadanos.

"La Filosofía debe volver a las aulas y ese es el compromiso del Gobierno. Estudiarla resulta vital para entendernos unos a otros y para desarrollar un pensamiento crítico que nos ayude a hacer frente a las injusticias", escribió el propio Pedro Sánchez.

En mi tiempo, que es un tiempo muy cercano, Filosofía era uno de los cocos. Había que estudiar mucho, razonar más y memorizar algunos conceptos. Aprendíamos por autores. Recuerdo las grapas en los folios de santo Tomás de Aquino y Karl Marx. Era una asignatura que cosechaba bastantes suspensos, que obligaba. Sí, ese es el verbo. "Obligar".

La filosofía del nuevo decreto pasa justamente por lo contrario. No premiar el mérito (adiós a las calificaciones numéricas y las menciones extraordinarias), adiós a la memoria (recitar poesía, como solíamos con los diez cañones por banda, nos acercaba a un mundo que el Gobierno es incapaz de comprender) y adiós a la Historia.

¡Desaparece de esa asignatura todo lo sucedido antes de 1812! ¡Con qué cara van a mirar los chavales a la mezquita de Córdoba! ¡Cómo narices van a saber que Cataluña y Euskadi nunca fueron países independientes! ¡Ni les sonarán los escritores que acuñaron aquello del Siglo de Oro! Serán incapaces de lamentar que, al contrario que en Francia, aquí asesinamos la Ilustración.

Gobierno, profesores y padres (¡ay, los padres!) se han conjurado para confeccionar un perverso sistema de enseñanza que mima al alumno, lo aleja de cualquier frustración y lo libera de la cultura del esfuerzo. Se podrá hacer el bachiller en tres años y pasar de curso con un suspenso.

Estamos, por tanto, ante un cóctel peligrosísimo. Con la desaparición de la Filosofía se abole el único espacio que enfrenta al alumno con lo abstracto, con lo difícil de comprender, con un lugar donde son más las preguntas que las respuestas. Y, al mismo tiempo, con la desaparición de los criterios meritocráticos, se empuja a ese alumno al opiáceo de la distracción, a la inanidad. ¡Qué vulnerables seremos!

Casi como en un espejo, los chavales encontrarán en Valores éticos y ciudadanos los mismos valores binarios y populistas que encuentran en las redes sociales. Recuerdo una estatua de Aristóteles en plena pandemia. Le pusieron una mascarilla. El Gobierno no quiere quitársela. La prefieren así, amordazada. Porque amordazados quedarán quienes la miren.