El primer presidente de la Junta de Castilla y León, Demetrio Madrid.

El primer presidente de la Junta de Castilla y León, Demetrio Madrid.

Opinión HABLANDO SOBRE ESPAÑA

Demetrio Madrid: "Ayuso ha reconocido unos hechos que podrían ser delictivos"

"No me incomoda que Sánchez pacte con Bildu si es por una causa justa" / "Iglesias sigue dirigiendo Podemos desde la sombra, el sol y el nublado"

20 febrero, 2022 02:33

El gesto de honradez del socialista Demetrio Madrid López (Villaralbo, Zamora, 1936) cambió el rumbo de la historia. Y sentó un precedente de ejemplaridad que pocos políticos imitan.

Demetrio Madrid es uno de los padres de la autonomía de Castilla y León, que contribuyó a diseñar primero como diputado en las Cortes Constituyentes de 1977 y luego como ponente de su Estatuto de Autonomía.

En 1983 se convirtió en el primer presidente de la Junta de Castilla y León, cuando todo estaba por hacer. Paradojas de la política, durante sus tres primeros meses trabajó en el mismo despacho del Palacio de la Isla de Burgos desde el que Franco impartía sus órdenes a los sublevados en la Guerra Civil. El vicepresidente de la Junta no tuvo mejor suerte: instalaron su despacho oficial en el antiguo vestidor de Carmen Polo.

Tan sólo tres años después, Demetrio Madrid dimitió del cargo al verse procesado por una acusación que se demostró falsa.

Nunca imaginó las consecuencias de aquel rasgo de honestidad: tras su dimisión, llegó a la presidencia de la Junta un joven de 34 años, llamado José María Aznar. Comenzaba una larga travesía del desierto para los socialistas, que no han conseguido recuperar el gobierno regional en 35 años.

Desde esta experiencia (todavía es una de las voces más influyentes del PSOE de Castilla y León), Demetrio Madrid analiza el resultado de las elecciones del 13-F y la convulsa guerra que Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso han desatado en el seno del PP.

Demetrio Madrid responde a las preguntas de EL ESPAÑOL desde su despacho de consejero emérito, en la sede del Consejo Consultivo de Castilla y León en Zamora, uno de los raros privilegios que le otorga su condición de expresidente.

Aguanta con infinita paciencia la sesión de fotos en la fría mañana de febrero porque, recuerda, tiene un hijo periodista. Aunque no menciona su nombre, se trata de Adrián Madrid, quien forma junto a Óscar Cornejo la pareja profesional de más éxito (y más poderosa) de la televisión: como responsables de  La Fábrica de la Tele ambos son los creadores de formatos como Aquí hay tomate, Sálvame, Todo es mentira y el docudrama de Rocío Carrasco.

Nada comparado con la tragedia griega que se vive a estas horas en la calle Génova, que obliga a cambiar el guion de la entrevista realizada el miércoles.

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso han desatado una guerra explosiva en el seno del PP. ¿Quién cree que acabará imponiéndose?

Había diferencias latentes desde hace tiempo, que no han sabido afrontar, aunque se sospechaba que detrás había cosas tremendas. No se trata de matices, que enriquecen a los partidos, sino de un enfrentamiento total, una lucha descarnada por el poder. ¿Hablamos de cuestiones ideológicas, o de intereses personales, grupales y económicos? Porque lo que hay detrás tiene un nombre: corrupción. Esta situación de enfrentamiento ha hecho implosión. Es algo peligroso para la democracia, no sólo para ellos, porque el PP es un partido comprometido históricamente con la democracia. Está afectando a la credibilidad del PP de una forma muy clara.

Usted dimitió por una denuncia menor, que resultó falsa. ¿Cree que Ayuso debe dimitir tras reconocer que su hermano cobró una comisión comercial (que cifra en 55.000 euros y Casado eleva a 286.000) en un contrato adjudicado por la Comunidad de Madrid?

Es un tema ético y moral, porque Ayuso ha reconocido unos hechos que podrían resultar delictivos. En condiciones normales, parece muy difícil compatibilizar esa situación con la representación popular. Pero en el PP es una práctica habitual que un político continúe en esas circunstancias. Mi caso fue muy distinto, no tuvo nada que ver con la corrupción.

¿El PP va a salir muy herido de esta situación?

La Constitución establece que el funcionamiento de los partidos debe establecerse sobre una base democrática, y eso ha fallado. También la transparencia. Hay dos personas enfrentadas, pero es como si fueran dos partidos distintos. Quizá el PP tendrá que refundarse. Deseo que se arregle cuanto antes, porque esa situación no beneficia a nadie.

Muchos ven a Isabel Díaz Ayuso como el futuro del PP. ¿Puede serlo tras lo ocurrido?

Ayuso es una incógnita, porque recoge los elementos más duros del PP. Hasta ahora creía que podía actuar como enlace entre el PP y Vox, haciendo equilibrios para no perder a una parte del electorado. Sin duda está intentando jugar al liderazgo nacional, con menoscabo y desgaste de Casado. Como ella dice: hay que ser de derechas sin complejos. Eso tiene una clientela evidente, porque hay gente a la que le gusta la contundencia de sus argumentos, que expone con todo el descaro del mundo. Es un grave problema de esta derecha, que debería cumplir un papel muy importante, como hizo en algunos momentos y en el propio origen de la Constitución.

El ex presidente de la Junta de Castilla y León Demetrio Madrid.

El ex presidente de la Junta de Castilla y León Demetrio Madrid.

¿La actual situación de debilidad del PP, provocada por este conflicto interno, puede facilitar que Alfonso Fernández Mañueco acabe cediendo y pacte con Vox en Castilla y León, en contra de las directrices de Génova?

Es posible, están en esa encrucijada. Las elecciones de Castilla y León han sido una convocatoria trampa. Ni siquiera los miembros de ese Gobierno sabían que Mañueco iba a disolver. La orden de interrumpir la legislatura, cuando no había ningún problema de gobernabilidad, vino de Madrid. Casado creía que así el PP podría obtener mayoría absoluta en Castilla y León para decirle a Ayuso que no sólo ella gana elecciones. Pero el resultado ha sido un fiasco para el PP.

Me ha molestado mucho como ciudadano, porque la convocatoria no respondía a una voluntad o una necesidad de la Comunidad. Es democrático, pero no todo lo democrático es justo. Hay que aceptar los resultados y felicitar al ganador. Pero aquí solo ha ganado uno, que es la extrema derecha.

Vox ya se ha adelantado diciendo que quieren estar en el Gobierno. El primer paso lo vamos a ver en 15 días, con la formación de la Mesa [de las Cortes]. Habrá que hacer acuerdos, porque nadie tiene mayoría: allí se verá lo que podemos esperar. Habrá que empezar a hablar ya, de inmediato. Pero tampoco descarto que tengamos que ir a nuevas elecciones.

¿Cómo se explica que Vox se haya convertido en tercera fuerza, con más de 200.000 votos?

Parece que una parte de los hijos del PP han votado a Vox, mientras Ciudadanos desaparece prácticamente. A nosotros se nos echa un peso encima, hemos perdido, pero el resultado no ha sido malo. Hemos quedado como la única izquierda que hay aquí, porque Unidas Podemos se queda con sólo un procurador. Ciudadanos está pagando no haber apoyado al que ganó en 2019, que era el PSOE. Lo de Vox merece una reflexión: después del esfuerzo que han hecho todos los ciudadanos de aceptar las condiciones de libertad, el papel de la mujer, la entrada en la Unión Europea, el Estado de las autonomías… poner todo esto en cuestión es una enmienda a la totalidad de la propia Constitución.

En los últimos años, la izquierda ha calificado como “extrema derecha” al PP, a Ciudadanos, a UPyD (fundado por Rosa Díez, que procedía del PSOE)... ¿Trivializar así el término “extrema derecha” no acaba inmunizando al votante y legitimando a la verdadera “extrema derecha”?

Puede que el exceso de atención a Vox le sirva de propaganda. Después, dentro de un colegio electoral de más de 30 millones de votantes, siempre hay un sector de cabreados, que a veces deciden no votar, o dicen: vamos a ver que pasa con estos. Tendrán que estudiarlo los sociólogos.

¿Sería partidario de que el PSOE se abstenga para que Mañueco sea presidente sin depender de Vox?

Debe tomar la iniciativa el que ha ganado: que se dirija al secretario general del PSOE, Luis Tudanca. Soy partidario de escuchar al PP, viendo cuál es su programa y su disposición, se decidirá. Mientras tanto, no quiero tener opinión hasta escuchar al candidato del PP.

Si al final no hay acuerdo y hay que repetir elecciones, ¿eso castigará más al PP o a Vox por no haber alcanzado un acuerdo?

Yo creo que castigaría a los ciudadanos. Para mí las elecciones son la fiesta de la democracia, pero estas elecciones los ciudadanos las hemos llevado mal, porque se convocaron por una decisión tomada desde Madrid. Reiterarlas ahora no sería bueno, pero si no hay posibilidad de encontrar la estabilidad institucional en las Cortes y la Junta, algo habrá que hacer. Habrá probablemente un peligro de mayor abstención, y eso es malo. Se puede votar en blanco, pero abstenerse es una mala costumbre, porque el voto es un derecho que ha costado mucho conquistar.

¿Dónde ve el futuro de Luis Tudanca? ¿En Castilla y León o en Madrid?

Tiene que estar aquí, afrontando esta situación, porque nadie como él conoce ahora mismo la Comunidad, y la Comunidad le conoce a él. Me consta que durante la campaña ha hecho un trabajo inestimable, se ha volcado y ha dado todo de sí. Es un gran valor tener a una persona con ese amor y con esa fe en la Comunidad.

Unidas Podemos sólo ha obtenido un procurador, y parece que también está en retroceso en el resto de España. ¿Qué futuro le ve?

Como todos los españoles, estoy esperando la creación de la plataforma que anuncian [encabezada por Yolanda Díaz]. Pero Podemos no termina de compactar muy bien con Izquierda Unida, y tampoco tiene mucha organización orgánica y territorial. Así ha sido la historia del PCE en sus distintas versiones desde su fundación, cuando salió del tronco común del socialismo en 1921. La creación de Izquierda Unida pareció un empuje importante, pero luego salieron disensiones en el propio partido. Lo veo con dificultades.

¿Cree que Pablo Iglesias se ha retirado de la política para siempre o está esperando el momento de regresar?

¡Si no se ha retirado nunca, está ahí! Lo retiraron en las elecciones de Madrid, ha hecho amago de que deja la política, pero está constantemente opinando. Creo que sigue dirigiendo Podemos.

¿Desde la sombra?

En la sombra y en el sol, las dos cosas. Y cuando está nublado.

Entrevista a Demetrio Madrid, expresidente de Castilla y León

Felipe González ha sido muy crítico con la entrada de Podemos en el Gobierno. ¿Qué le parece su posición?

Los socialistas hemos tenido que entendernos con Izquierda Unida a lo largo de los años, y al final nos hemos entendido. Pero la forma de irrumpir Podemos en la política española fue muy dura, insultando a los socialistas. Yo me sentí muchas veces insultado, y a Felipe le ha pesado mucho esta situación. Pero la política la tienen que hacer los que están ahora al frente de ella. Nosotros tenemos que estar para que se confunda lo menos posible, pero los que tienen derecho a confundirse son ellos.

¿Le incomoda que Pedro Sánchez se mantenga en el Gobierno mediante pactos con Bildu y los independentistas?

Intentó primero tener una situación mayoritaria con Ciudadanos, con una zona más templada del arco parlamentario, pero no pudo ser.

Los propios militantes del PSOE le gritaban “¡Con Rivera no!”, tras las elecciones de 2019. No pudo ser con Rivera y al final ha tenido que ser con Podemos y con esos apoyos.

La política es muy dura, muy dura. Hay que meterse en su pellejo: tiene que hacer que todos los días en cada hogar de España haya buenas condiciones de vida, que los chicos tengan escuela, que la sanidad funcione, que salgamos de la pandemia cuanto antes... para eso necesita una estabilidad de Gobierno. Y para conseguir que España sea el primer país de Europa en conseguir unos fondos para resolver la crisis económica que produce la pandemia. Mientras los votos que pida el presidente sea para causas nobles, yo haría lo mismo. Sánchez no es de tirar la toalla, sino una persona muy dura en sus convicciones y en los objetivos que se ha propuesto.

Usted fue diputado en las Cortes Constituyentes de 1977. ¿No echa en falta aquella capacidad de diálogo que permitió poner de acuerdo a partidos tan distintos como Alianza Popular y el PCE?

Desde luego. Antes se produjeron los Pactos de la Moncloa. España tenía entonces más de un 40% de paro y más del 30% de inflación. Los partidos lograron ponerse de acuerdo para resolver esa situación, pensando también en la futura integración en Europa. Luego, en las Cortes Constituyentes, ponemos encima de la mesa las últimas Constituciones europeas: la Carta de Bonn, la francesa, la italiana, la portuguesa y la de la Segunda República española. De ahí salió la Constitución del consenso. ¿Qué pasó? Que cedimos todos, no era la constitución de nadie, pero era la de todos. Eso permitió el acuerdo entre posiciones ideológicas tan distintas.

Parece imposible que ahora PP y PSOE sean capaces de alcanzar grandes acuerdos de Estado.

Sí, es tremendo. A mí me interesa mucho el pasado para no cometer los mismos errores, pero me interesa mucho más el presente y el futuro. No soy nostálgico, pero tengo presente que hubo un tiempo en el que nos sentábamos para las cuestiones de Estado. Y en este momento brilla por su ausencia.

Cuando se convierte en el primer presidente de la Junta de Castilla y León, en 1983, tenían muy pocos medios y todo por hacer.

Medios, ninguno, no teníamos ni sillas para sentarnos. El sitio donde aterrizamos fue en Burgos, porque en el período preautonómico el decreto de constitución decía que la sede estaría donde viviera el presidente. Y el entonces presidente, Raúl Tejada, vivía en Burgos. El artículo 2 del Estatuto de Autonomía, del que yo había sido ponente, decía que, reunidas las Cortes de Castilla y León, decidirán la sede o sedes de la Comunidad por una mayoría cualificada de dos tercios. Aunque los socialistas teníamos mayoría, no conseguimos que Alianza Popular nos apoyara.

Así que estuvimos tres meses en Burgos, en el Palacio de la Isla, donde Franco pasó la mayor parte de la Guerra Civil. Lo primero que hice fue retirar la inscripción que decía “Vencido y desarmado el Ejército rojo…” Estuve durante tres meses en el despacho del general Franco, en la misma mesa. Dentro de un Palacete que es muy bonito, pero muy pequeño, el vicepresidente Jaime González estaba en el vestidor de Carmen Polo.

Para usted debía ser bastante impresionante trabajar en el despacho de Franco.

Era terrible, pero en Burgos no nos daban otro sitio.

Y estaba todo por hacer.

La primera tarea fue nombrar una Junta de Consejeros. Por suerte en Castilla y León hay gente muy preparada, también ahora, con las mejores y más antiguas universidades de España. Pude elegir un grupo de consejeros, directores generales y delegados territoriales de gente magnífica. Como apenas teníamos presupuestos ni competencias, dedicamos bastante tiempo a negociar las transferencias con el Gobierno central, que era el de Felipe González, afortunadamente.

También hubo que crear el aparato político y administrativo, en una Comunidad de casi 100.000 kilómetros cuadrados y 2.248 municipios, y explicar a los castellanoleoneses que había una nueva organización territorial del Estado, con la capacidad de estar más cerca de los ciudadanos. Esa tarea fue inmensa y no nos permitía dormir, pero al mismo tiempo de una ilusión y un entusiasmo tremendo, porque era construir un país democrático con tres aspectos fundamentales: vivir en democracia, la nueva distribución territorial sin romper España, más bien al contrario, y estar a dos pasos de entrar en Europa.

Demetrio Madrid en su despacho de consejero emérito del Consejo Consultivo de Castilla y León, en Zamora.

Demetrio Madrid en su despacho de consejero emérito del Consejo Consultivo de Castilla y León, en Zamora.

De algún modo era una Comunidad diseñada artificialmente, por decisión política: se decide partir Castilla en dos, incorporar a León, dejar fuera a Madrid como una Comunidad propia...

En la etapa preautonómica actuamos de acuerdo con el Título VIII de la Constitución, que establece cómo se constituyen las comunidades autónomas: las provincias limítrofes que decidan unirse en un proyecto común constituyen la Comunidad autónoma. Aquí en las primeras conversaciones empezamos con 11 provincias, pero salieron Cantabria y La Rioja, y quedamos nueve.

Los ayuntamientos tenían que hacer una declaración de querer entrar en el proyecto, democráticamente. Hubo un problema porque un sector de la provincia de León, incluso de Segovia y Burgos, querían hacer otras unidades autonómicas. Al final se hizo el proyecto de Castilla y León como una Comunidad, que tiene todas las señas de identidad del mundo. Como decía Sánchez Albornoz, Castilla y León hizo a España, aunque al final deshizo a la propia Comunidad.

Hay una confusión tremenda con la propia identidad, porque unos dicen ‘yo soy sólo castellano’, y otros ‘yo sólo leonés’. Los que pensamos como yo, que soy castellanoleonés, tenemos un sentimiento de Estado que no retrocede cuando los problemas están en Sabadell, o en Tarrasa, o en Baracaldo o donde sea. Tenemos ese sentimiento globalizador, pero sin que nos quiten nuestro propio sentimiento castellanoleonés.

Algunas Comunidades autónomas presumen de “derechos históricos”, pero pocas tienen la historia de Castilla y León.

Como decía Sánchez Albornoz: si alguien tiene historia en España es Castilla y León, que además ha sido la fortaleza de unión de la propia España.

En 1986 usted dimite como presiente de la Junta, tras ser acusado de la venta fraudulenta de una cooperativa textil, Pekus. Pero la Justicia desestimó finalmente esa denuncia.

La fábrica entonces no era una cooperativa, sino una empresa personal que era mía. Cuando llego a la Presidencia, como es incompatible tener una actividad profesional, decido convertirla en una cooperativa con los propios trabajadores, que no funcionó. Llegó un momento que esa situación me impedía seguir adelante con ambas actividades y decido vender. Alguien presenta una denuncia que sostiene que ha sido una venta fingida, fraudulenta. Aquello no tenía ningún sentido, pero un juez admitió la denuncia. Cuando la causa llega a la Audiencia Territorial, resuelve que no hay ningún delito. La sentencia no es sólo absolutoria sino incluso laudatoria, porque reconoce que seguí pagando los salarios de los trabajadores durante bastante tiempo.

¿Quién puso esa denuncia contra usted?

Es complicado llegar a saber toda la verdad. Los que materialmente firmaron la denuncia fueron los trabajadores pero, ¿quién les incitó? Se dijo si fue un grupo de la derecha, de la extrema derecha…

¿A usted quién le aconseja que dimita como presidente de la Junta?

Cuando se va produciendo todo el desarrollo judicial, todo el mundo piensa, y yo el primero, que no va a prosperar. Pero cuando el tribunal de Valladolid decide procesarme, nos sorprende a todos y yo digo: el presidente de la Comunidad no puede estar procesado. Y llega un momento en que decido presentar la dimisión, pensando que como no tenía mucha importancia se iba a celebrar pronto el juicio. Pero en vez de tardar dos o tres meses, tarda tres años.

Aznar tuvo entonces un gesto poco elegante con usted.

Un día acudo a Madrid para informar a la dirección del partido de que voy a dimitir. Allí discutimos mucho si convenía o no, pero la última palabra era la mía. Yo había ido con el vicepresidente, Jaime González. Cuando regresábamos, desde el coche empezamos a preparar todo para hacerlo bien. Yo era el secretario general del partido en Castilla y León. Convoqué a la ejecutiva del partido, a la Junta de consejeros y una rueda de prensa. A Jaime González le dije: avisa al jefe de la oposición, José María Aznar, que no era procurador, sino diputado nacional por Valladolid. Pero era el presidente del PP de Castilla y León. Lo llama y le dice: oye, que sepas que el presidente va a anunciar su dimisión. Y entonces, sorprendentemente, nada más colgar el teléfono, lo que hace Aznar es convocar una rueda de prensa en la que me da 24 horas para dimitir. Algo que demuestra la capacidad humana, ética y moral del personaje.

Su caso es insólito en España: un presidente que dimite, aun sabiéndose inocente.

No le doy más importancia porque creo que cualquier persona que está en la vida pública no debe ser más importante que la institución a la que representa. Es más importante la institución que la persona. Otra cosa son las consecuencias que ha tenido luego la decisión. Yo no he nacido para ser presidente ni para ser concejal. En ese momento me pareció que lo correcto y lo ético era dimitir. Yo estimo mucho a la Comunidad y a mi familia, que es lo más importante de mi vida, después está el partido. Mis hijos están orgullosos de su padre y no está mal esa situación.

Ahora tenemos a políticos, como Isa Serra o Alberto Rodríguez de Podemos, que se han resistido a dimitir pese a ser condenados en firme por agredir a policías.

Eso no es nada comparado con lo que hay en el PP, pero cada uno es cada uno.

Otros políticos han sufrido un largo calvario judicial, como Francisco Camps o Rita Barbera, y luego han quedado completamente absueltos.

Nuestro Gobierno fue ejemplar, limpio absolutamente, y montó un sistema de relaciones entre la Administración y los ciudadanos muy positivo. Esa es una cierta herencia que dejamos.

Tras su renuncia, Aznar llegó a la Presidencia de la Junta en 1987.

Yo saqué 42 procuradores del PSOE (en 1983). En las elecciones de 1987 Alianza Popular sacó 32 y el PSOE, con Laborda como candidato, también 32. Pero el CDS de Suárez le dio los votos a José María Aznar. Fue presidente de la Comunidad durante dos años, pero no ganó las elecciones. Es democrático, claro. Al poco tiempo, Felipe [González] insistió y estuve tres legislaturas en el Congreso como diputado, otra en el Senado y luego regresé aquí.

Desde aquellas elecciones de 1987, el PP ha gobernado ininterrumpidamente en la región durante 35 años y el PSOE no ha sido capaz de recuperar el gobierno de la Comunidad. ¿A qué lo atribuye?

Por un lado, no tuvimos continuidad en el candidato. Laborda al poco tiempo se fue como presidente del Senado. Después tuvimos distintos candidatos. Alianza Popular no deja de ser una parte muy influyente de lo que había sido el antiguo régimen. Estaban allí los Siete Magníficos, que habían sido franquistas…

También la UCD: Adolfo Suárez fue jefe del Movimiento antes de pilotar la Transición.

Efectivamente. Castilla y León tiene más de 2.200 municipios, todos procedentes del antiguo régimen: tenían un control de familias, de cocinas… en aquel momento tenían un peso muy importante. Luego están las nueve diputaciones provinciales, que no supimos resolver en la Constitución. En Madrid, Murcia o La Rioja se convirtieron en comunidades autónomas. Aquí pervivieron las diputaciones, que han estado dando apoyo constantemente, porque durante buena parte del tiempo han estado controladas por Alianza Popular, luego por el Partido Popular. En 2019 ganó Luis Tudanca, pero no pudo gobernar porque Ciudadanos (Cs) apoyó al PP. Si hubiera gobernado Tudanca, otra cosa hubiera sido.

El PSOE ha gobernado más de 30 años en Andalucía, el PP en Madrid y Galicia, el PNV en el País Vasco, los nacionalistas en Cataluña… ¿No será que el sistema autonómico, con todas sus virtudes, también puede facilitar nuevas formas de caciquismo o de voto clientelar?

Puede ser. Pero creo que es más bien un problema sociológico.

[Suena el móvil, y se interrumpe la conversación para atender una llamada del presidente de las Juventudes Socialistas de Castilla y León].

Creo que somos producto de nuestra inmediata historia. En Castilla y León la despoblación ha hecho que el control político sea más directo. En cambio, Andalucía tiene generalmente pueblos más grandes, con actividad más industrial… El PSOE, con todos sus defectos, ha representado un proyecto de progreso y libertades que tenía más enjundia en las grandes poblaciones. En estas últimas elecciones, en Zamora, Benavente, Toro… en todos los municipios grandes ha ganado el PSOE. Pero en la provincia hemos perdido por dos décimas, porque después hay 2.000 pueblecitos que votan lo que votan.

Tras las elecciones del 13-F, parece que la intención de Alfonso Fernández Mañueco es explorar primero acuerdos con las plataformas provinciales (UPL, Soria ¡Ya! Y Por Ávila), para poder negociar desde una posición de fuerza frente a Vox. ¿Cree que conseguirá poner de acuerdo a estos partidos?

Está obligado a intentarlo. Pero la relación de Unión del Pueblo Leonés (UPL) con el PP siempre ha sido muy mala. Y por lo que conozco de Soria ¡Ya!, siempre ha sido bastante reacio a pactar con el PP. Pero depende de lo que les ofrezca.

En cambio, Por Ávila fue constituida por antiguos cargos del PP.

No lo tiene fácil tampoco, claro.

El PP sostiene que la plataforma España Vaciada es una “marca blanca” del PSOE, que quiere repetir la operación de Teruel Existe. Aunque parece que a quien ha restado más votos es al PSOE.

Basta ver los resultados para desmentir esa falacia, como tantas otras del PP en Castilla y León. En Soria tenemos alcalde del PSOE y en Soria capital ha sacado más del 50%. No son precisamente del PP.

Castilla y León ha perdido más de 200.000 habitantes en los últimos 10 años. ¿Qué puede hacer el futuro presidente de la Junta para que los jóvenes que se han marchado por falta de oportunidades puedan regresar y establecerse en la región?

La curva de despoblación empieza con Aznar, conmigo no ocurrió. Castilla y León tiene las mejores fábricas de coches, potencialmente es muy rica…

Y un patrimonio histórico único en el mundo.

De los mejores de Europa. Estás en la ciudad (Zamora) que tiene el Románico más rico de Europa. Aunque tiene una serie de riquezas enormes, a veces se ha dado la sensación de que somos el último lugar del mundo, y no es así. Necesitamos grandes acuerdos, como los que hubo en la Transición, para resolver esos problemas. Pero el PP se está comportando en algunas aspectos de una forma mezquina. Dice no a cuestiones como la reforma laboral, en la que los sindicatos y los empresarios se han puesto de acuerdo para mejorar las condiciones de trabajo. O se van todas las semanas a Bruselas a decir que los fondos no lleguen a España porque los estamos malversando, cuando todo el mundo sabe que no es verdad. Y no quiero decir más, tengo muchos más agravios que decir, pero no sé si tu periódico te lo va a permitir.

Seguro que me lo permite. ¿Cómo utilizaría los fondos europeos que van a llegar a Castilla y León para reactivar su economía y resolver el problema de la despoblación?

Deberían ser prioritarios en sectores como la industria, el turismo, la agricultura y la ganadería, y la industria del saber: las universidades. La idea de descentralizar la economía es muy importante, dada la dimensión geográfica que tiene la Comunidad. En Castilla y León hay 54 comarcas, cada una con una vocación distinta. Hay que fortalecerlas y darles contenido en función de esa vocación económica. Pero además los castellanoleoneses nos tenemos que aplicar creando proyectos, no tenemos que esperar a que el Gobierno nos diga lo que tenemos que hacer.

Como socialista, ¿es difícil explicar que para resolver las reivindicaciones de los independentistas haya que dar más dinero a regiones ricas como Cataluña, cuando necesitarían esos recursos regiones como Castilla y León?

En todo caso, hay que hacer una diferencia en positivo a favor de los que más lo necesitan, no de los que más tienen. Franco cometió muchos errores, pero hubo uno gordísimo que todavía estamos sufriendo: beneficiar a Cataluña, el País Vasco y Madrid como centros difusores de riqueza y empleo. Y cuando la industria allí creada estaba obsoleta, de los Presupuestos del Estado había que hacer una renovación del aparato productivo. En algunos aspectos se sigue haciendo así, en menoscabo de las comunidades como Castilla y León. En el nuevo sistema de financiación se tienen que poner sobre la mesa variables muy importantes como la dispersión, el envejecimiento de la población y otras que garanticen el equilibrio de toda España.

Por tanto, ¿esas reivindicaciones de los independentistas no se deben resolver dando más dinero a Cataluña?

No, a los independentistas hay que ponerlos en su sitio. Si no son solidarios con el resto de los españoles no se puede hacer ninguna otra concesión.