La recuperación de la agenda diplomática del rey ha dado a Podemos una nueva oportunidad para desplegar su cinismo sin reparar en sus flagrantes contradicciones. Felipe VI viajará a Arabia Saudí el 12 de noviembre para solemnizar la firma de un contrato de más de 2.000 millones de euros entre Riad y la empresa Navantia, y Podemos ha aprovechado la expedición para hacer demagogia barata.

El régimen saudí va a encargar la construcción de cinco corbetas a la naviera española, lo que garantiza la creación de 2.000 empleos y el pleno rendimiento de los astilleros de El Ferrol y San Fernando los próximos cinco años. Pues bien, lejos de tener en cuenta el beneficio económico que este acuerdo puede generar a las economías coruñesa y gaditana, como defienden los alcaldes podemitas de ambas ciudades, Pablo Iglesias quiere abrir un nuevo frente a cuenta de la política exterior. La dirección de Podemos ha reprochado al Gobierno que organice viajes reales a "teocracias" y ha arremetido contra Felipe VI por "hacerse fotos con dictadores sangrientos".

Intereses creados

La posición de Podemos sobre el contrato de Navantia y las relaciones diplomáticas con el régimen saudí serían sólo hipócritas si no hubiera además motivos para sospechar que en este asunto el partido de Iglesias responde a los intereses de algunos de sus promotores.

La cúpula dirigente de Podemos ha cobrado cientos de miles de euros de Venezuela por asesorías poco creíbles, su fundación recibió en 2008 siete millones de dólares del régimen de Hugo Chávez, y el programa Fort Apache -que presenta el propio Iglesias- es una producción de la cadena pública iraní HispanTV. Con estos vínculos con democracias devaluadas y satrapías medievales, que Podemos cuestione este viaje diplomático resulta ridículo. Es obligado preguntarse si las críticas de Podemos a la relación diplomática con Arabia Saudí no están determinadas por el enfrentamiento histórico entre Riad y Teherán.

Un aliado

Arabia Saudí es un aliado histórico de España y esta expedición reportará beneficios inmediatos a España. Pero es que además, la política exterior debería ser un asunto de Estado. En un mundo globalizado, con alianzas entre países e instituciones supranacionales, la diplomacia responde a compromisos ajenos incluso al estricto parecer del Gobierno de turno. Podemos cometerá un error si pretende hacer política doméstica con la agenda exterior del Gobierno y la Casa Real. Sobre todo con sus padrinos y referentes internacionales.