La negociación que este viernes inician el PSOE y Ciudadanos en busca de un programa común con el que intentar gobernar abre un periodo absolutamente nuevo. Por ello, el CIS que se publicó en la víspera nació muerto.

La encuesta de intención de voto ya había quedado vieja tras los últimos acontecimientos. Elaborada a principios de enero, fotografió un momento que ya no existe, porque no incluye la espantada de Rajoy o el último gran escándalo de corrupción del PP en Valencia, ni recoge el impulso que para Sánchez ha supuesto su designación por el Rey como candidato a la investidura.

Como González y Suárez

Pero, sobre todo, la sintonía que han mostrado en las últimas horas Sánchez y Rivera puede cambiar las cosas. Ese CIS que beneficia a Rajoy y a Iglesias -al primero porque lo deja como estaba y al segundo porque lo sitúa por delante de Sánchez- se vuelve en contra de sus ganadores al explicar por qué ambos tratan de dinamitar cualquier pacto. Para su estrategia personal, aun en contra de los intereses del país, lo mejor es que haya nuevas elecciones.

Hoy relacionamos la imagen de complicidad que han dejado en su primer encuentro Sánchez y Rivera con la famosa escena del sofá y los pitillos de González y Suárez del 77. En ambos casos se aprecia la sintonía personal entre dos hombres de la misma generación que representan una España nueva. Para muchos españoles, la imagen del consenso quedó reflejada en aquellas entrevistas entre los dos presidentes de Gobierno, y juntos hicieron posible la confluencia del centroderecha y la socialdemocracia.

Igual que entonces hubo una química especial entre los protagonistas que contribuyó a superar una etapa muy complicada, hoy, en un contexto con tantas similitudes que llevan a hablar incluso de "segunda Transición", empieza a percibirse en el ambiente un clima parecido al que crearon los líderes de la UCD y el PSOE. Es fácil, por ello, que en las próximas semanas asistamos a todo tipo de intentos, a derecha e izquierda, por dinamitar cualquier pacto.

El acuerdo posible

Ahora bien, en el supuesto de que Sánchez y Rivera llegaran a un buen acuerdo de gobierno, con medidas sensatas y de regeneración asumidas por una gran parte de la ciudadanía, un acuerdo que fuera, además, del agrado de la Unión Europea, PP y Podemos tendrían muy difícil votar en contra sin ser penalizados después en las urnas. Rajoy viene alertando una y otra vez de los peligros de "un gobierno de radicales", pero ese discurso se disolvería como un azucarillo en el caso de que cristalizara una alianza entre PSOE y Ciudadanos.

A partir de ahora empiezan semanas de conversaciones que, para Sánchez y Rivera, tienen la virtud de que los sitúa en el centro del escenario. Ahora se ve el inmenso error de Rajoy al ceder la iniciativa a su adversario y, con ella, todo el protagonismo. Los resultados del CIS, en principio malos para Sánchez y Rivera, vienen a darles la razón y animan al acuerdo, pues su principal conclusión, más allá de porcentajes, es que unas nuevas elecciones darían como resultado un mapa muy parecido al que dejó el 20-D.

En esta nueva situación, Sánchez y Rivera tienen poco que perder y muchísimo que ganar. El tándem del no, que representan ahora Rajoy e Iglesias, pueden verse retratados en sus propias contradicciones.