El de esta foto es Ahmed Manasra. Ahmed tiene trece años, es palestino y se recupera de sus heridas en un hospital israelí. Por poco no lo cuenta: Ahmed fue atropellado por un conductor israelí que se subió a la acera con la intención de matarlo. Su estado actual es estable aunque los médicos llegaron a temer por su vida. Tras el atropello, perdió mucha sangre. Pocos segundos antes su primo, de quince años, había muerto tiroteado por la policía a solo unos metros de donde Ahmed fue atropellado, en el barrio Pisgat Zeev de Jerusalén.

El párrafo anterior es un molde. Con ese molde se fabrican la mayor parte de las noticias sobre el conflicto palestino.

En realidad, el objetivo declarado de Ahmed y su primo era "apuñalar judíos". Primero acuchillaron a un chico israelí de trece años que salía de una tienda de golosinas. El dueño de la tienda intentó evitar el ataque pero no lo consiguió. El estado del chico es crítico. Después, Ahmed y su primo apuñalaron a un hombre al que dejaron malherido pero que a pesar de ello logró escapar.

El primo de Ahmed se dirigió entonces, cuchillo en mano, hacia un grupo de policías que acudían al lugar alertados por las llamadas de socorro de los vecinos. Los policías le dispararon. Murió en el acto. Un ciudadano israelí que había presenciado todo lo ocurrido se subió a la acera y atropelló a Ahmed, que todavía sujetaba su cuchillo.

El presidente palestino, Mahmoud Abbas, no tardó en poner en marcha la maquinaria propagandística divulgando la noticia de que Ahmed había sido ejecutado sumariamente en plena calle. La página web Intifada colgó un vídeo titulado Están matando a nuestros niños. En él puede verse a Ahmed en el suelo, con una pierna rota y la cabeza en un charco de sangre, siendo increpado por ciudadanos israelís. "Muere, hijo de puta", le chillan. La web Intifada dice que lo dejaron desangrarse en la calle.

Poco después aparecieron las imágenes de Ahmed vivo, hospitalizado e incluso lo suficientemente despierto como para dedicarle a las cámaras un gesto ritual musulmán cuya traducción aproximada sería "hay un solo Dios".

Según su religión, Ahmed ya es un adulto responsable de sus actos. Si en vez de apuñalar judíos hubiera apuñalado a un musulmán, Ahmed sería condenado a muerte. Si además fuera sospechoso de connivencia con los israelís, las mafias palestinas atarían su cadáver a una moto y lo arrastrarían por las calles de su barrio.

Gracias al sistema sanitario del Estado de Israel, Ahmed sobrevivirá sin problemas a sus heridas y, tras cumplir la condena que le corresponda según el código penal de la democracia israelí, podrá seguir acuchillando judíos.

En Palestina, Ahmed ya es un héroe. En Israel, nadie considera héroes a los policías que dispararon a su primo. En el mejor de los casos, son funcionarios que cumplían su obligación: la de evitar muertes (incluida la propia).

Hay que estar ciego para no ver el abismo moral que separa ambas posturas.