Miembros de Hezbolá cargan el féretro de Abbas Shuman durante su funeral en Baalbek, en octubre de 2023.

Miembros de Hezbolá cargan el féretro de Abbas Shuman durante su funeral en Baalbek, en octubre de 2023. Amr Alfiky Reuters

Oriente Próximo

El nuevo Líbano busca el modo de librarse de Hezbolá sin caer en una guerra civil ni quedar desarmado ante Netanyahu

El tándem reformista que conforman el presidente Joseph Aoun y el primer ministro Nawaf Salam pretende desarmar a la milicia proiraní pese al riesgo de desatar un conflicto armado interno.

El 58% de los libaneses se oponen al plan de desarme, y el 71% considera que sus Fuerzas Armadas son incapaces de defender el país de los ataques israelíes.

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Líbano tiene ante sí una oportunidad histórica para impulsar su malogrado proceso de reconstrucción. Sólo Hezbolá supone un obstáculo. Y es que explorar esa vía requiere que el partido-milicia chií, que opera como un Estado dentro del frágil Estado libanés, entregue las armas antes de que acabe el año. De lo contrario, esa oportunidad histórica pasará a ser otra oportunidad perdida.

Cualquier bloqueo sostenido en el tiempo hará descarrilar un proceso que Líbano, económicamente arruinado, institucionalmente disfuncional y políticamente dividido, necesita con urgencia.

A principios de agosto, el Gobierno libanés encargó a las Fuerzas Armadas un plan para incautar el arsenal de Hezbolá en el plazo de seis meses. El nuevo presidente, Joseph Aoun, excomandante en jefe del Ejército, encabezó la reunión del Consejo de Ministros que alumbró una medida sin precedentes cuyo objetivo no es otro que recuperar la confianza de la Unión Europea, las petromonarquías del Golfo y Estados Unidos, sus principales fuentes de financiación.

De hecho, la propuesta para desarmar a Hezbolá que el Gobierno libanés aprobó hace tres semanas en el palacio presidencial de Baabda, a las afueras de Beirut, lleva la firma del diplomático estadounidense Tom Barrack, actual embajador en Turquía.

El plan de once puntos del enviado especial de Washington contempla acabar de forma gradual con "la presencia armada de todas las facciones no estatales, incluido Hezbolá, en todo el territorio libanés", así como "desplegar unidades del Ejército libanés en las zonas fronterizas y en regiones clave del interior".

Elegido el pasado mes de enero tras uno de los habituales vacíos de poder en las instituciones libanesas, en este caso de más de dos años, Aoun dice estar comprometido con la hoja de ruta del Departamento de Estado. "Líbano está en una etapa crucial, y debe elegir entre el colapso y la estabilidad", declaró el presidente, un general formado en las academias militares de Estados Unidos y Siria.

Su primer ministro, Nawaf Salam, expresidente de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), la máxima autoridad judicial de Naciones Unidas, rema en la misma dirección. "Muchos ven en este nuevo liderazgo una oportunidad para sacar a Líbano de su disfunción crónica", subraya la analista Hiba Hassan en conversación con este periódico.

"Aoun y Salam están liderando una agenda reformista", coincide Bassel Doueik, investigador libanés sobre conflictos armados. "El Gobierno ha estado trabajando en varias iniciativas, incluyendo la rehabilitación de infraestructuras y la adopción de reformas exigidas por la Unión Europea, Estados Unidos y la comunidad internacional, en general".

"Cuestiones clave como la reconstrucción del sur de Líbano y el valle de la Becá, así como la obtención de apoyo por parte de los países del Golfo, siguen estando estrechamente ligadas al tema del desarme de Hezbolá", apunta Doueik.

"Es cada vez más evidente que la reconstrucción de infraestructuras y viviendas destruidas por el Ejército israelí en zonas mayoritariamente chiíes de Líbano no será aprobada por los donantes internacionales sin garantías relacionadas con la implementación del desarme de Hezbolá, tal como estipula el acuerdo de alto el fuego entre el Líbano e Israel", comparte Rayan Haddad, investigador asociado del Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos de París.

Peregrinos musulmanes chiíes portan imágenes del máximo clérigo chií de Irak, el gran ayatolá Ali al-Sistani, el excomandante de la milicia iraquí Abu Mahdi al-Muhandis, el exjefe de la Fuerza Quds iraní Qassem Soleimani y el difunto líder de Hezbolá Hasán Nasrala, en Karbala, Irak.

Peregrinos musulmanes chiíes portan imágenes del máximo clérigo chií de Irak, el gran ayatolá Ali al-Sistani, el excomandante de la milicia iraquí Abu Mahdi al-Muhandis, el exjefe de la Fuerza Quds iraní Qassem Soleimani y el difunto líder de Hezbolá Hasán Nasrala, en Karbala, Irak. Thaier Al-Sudani Reuters

La cuestión de fondo es que, como explica Doueik, "el desarme sigue siendo una cuestión polémica: Israel y Estados Unidos insisten en que el grupo debe ser completamente desarmado; Hezbolá, en cambio, sostiene que sólo aceptó desarmarse al sur del río Litani, conforme a los términos de la tregua con Israel de noviembre de 2024".

La medida es inédita en la historia contemporánea de Líbano, pero no es demasiado popular.

Según una encuesta reciente del Centro Consultivo de Estudios y Documentación de Líbano, el 58% de los libaneses no ven con buenos ojos que Hezbolá se desprenda de sus armas sin que el Estado haya implementado con anterioridad un plan para defenderse de Israel. ¿Por qué? Porque el 71% de los libaneses consideran que sus Fuerzas Armadas, infrafinanciadas, son incapaces de hacer frente en solitario a los ataques israelíes.

Sin embargo, el Estado libanés quiere recuperar el monopolio de la violencia a toda costa antes del 31 de diciembre. El plazo de seis meses es ambicioso, quizá demasiado. Tanto, que el ministro para el Desarrollo Administrativo, Fadi Makki, el único miembro chií del Gobierno que no forma parte de la cuota de Hezbolá ni de sus socios del Movimiento Amal, expresó sus reservas. Makki, de perfil técnico, considera ineludible negociar previamente con la cúpula de la organización.

El nuevo Gobierno libanés no quiere caer en la inacción de sus predecesores. En junio, Salam anunció que las Fuerzas Armadas habían desmantelado medio millar de posiciones militares y depósitos de armas de Hezbolá en su bastión del sur del país. Un primer paso dado en coordinación con las fuerzas de pacificación de la ONU.

El proceso de desmantelar las dependencias del grupo entraña riesgos. El pasado sábado, seis militares libaneses perdieron la vida y varios más resultaron heridos tras la explosión de un depósito de armas —probablemente de Hezbolá— en la aldea de Zibqin, en la provincia de Tiro, cerca de la frontera con Israel. Otros tres soldados murieron en un incidente similar ocurrido el pasado mes de abril.

El presidente Joseph Aoun y el primer ministro Nawaf Salam asisten discuten los esfuerzos para poner todas las armas del país bajo el control del Estado, en el Palacio Presidencial de Baabda, Líbano.

El presidente Joseph Aoun y el primer ministro Nawaf Salam asisten discuten los esfuerzos para poner todas las armas del país bajo el control del Estado, en el Palacio Presidencial de Baabda, Líbano. Emilie Madi Reuters

División interna

Como recoge la encuesta del CCSD, no todos comparten la agenda del tándem reformista Aoun-Salam. De hecho, ni siquiera hay consenso en el seno del Gobierno. Además del propio Makki, los cuatro ministros de la cuota del Partido de Dios y sus socios de Amal se retiraron de la reunión del Gabinete de principios de agosto que ratificó el calendario del desarme.

Makki siguió sus pasos. "Abandoné la sesión después de la salida de mis colegas, y no fue una decisión fácil, pero no pude asumir la responsabilidad de tomar una decisión de tal magnitud en ausencia de un componente esencial del debate", se justificó el titular de Desarrollo Administrativo en la red social X.

"La decisión es poco realista y corre el riesgo de avivar tensiones sectarias si se lleva a cabo sin negociación ni garantías", advierte en este sentido Hassan. "Es importante recordar que esto no se trata solo de armas. Se trata de identidad, poder y supervivencia en un sistema político profundamente fragmentado".

Por eso, Aoun y Salam no movieron ficha hasta consultar con el veterano Nabih Berri, presidente del Parlamento y tercera autoridad del Estado. El líder de Amal, histórico aliado de Hezbolá, es la figura más influyente de la política libanesa. Su postura suele decantar la balanza en las habituales disputas internas. Nada sucede en Líbano sin su pleno conocimiento.

Berri, que preside el Parlamento desde hace más de tres décadas, no parece del todo conforme con la decisión del Gobierno de Salam, es cierto, pero tampoco está dispuesto a romper su relación con el presidente Aoun, que es "más sólida que una reunión o varias reuniones del Consejo de Ministros", deslizó a través de un comunicado de su oficina.

Preguntado por el diario Al Akhbar, en la órbita de Hezbolá, Berri ofreció a las nuevas autoridades un balón de oxígeno. "El periodo actual es muy delicado y debemos actuar de manera positiva y dedicar todo el tiempo necesario a las discusiones y negociaciones", expresó.

El líder de Hezbolá en Líbano, Naim Qassem, pronuncia un discurso televisado.

El líder de Hezbolá en Líbano, Naim Qassem, pronuncia un discurso televisado. Al Manar

Capitulación

Hezbolá no está por la labor de acatar el desarme. Naim Qassem, el gris sucesor del difunto Hasán Nasralá, dice que el grupo actuará como si la orden del Gobierno "no existiera". No entregarán las armas mientras tengan que defender el sur del país de los ataques israelíes. Hacerlo, dicen, sería una capitulación.

El líder parlamentario de Hezbolá, Mohammad Raad, amenazó en Al Manar, el canal de televisión de la organización, que el calendario del desarme que propone el Gobierno "podría transformar el conflicto libanés-israelí en un conflicto interno". "Entregar las armas es un suicidio, y no tenemos intención de suicidarnos", sentenció el miembro fundador de Hezbolá, un ideólogo que estuvo en las quinielas para suceder a Nasralá.

"Hezbolá hoy ya no es la misma fuerza que era hace un año. Tras la escalada de junio entre Irán e Israel y el asesinato de Nasralá, el grupo ha entrado en una nueva fase de confusión interna", señala Hassan. "Está luchando por aferrarse a lo que le queda de poder —sus armas— especialmente a medida que aumenta la presión tanto internacional como interna".

"Conviene no dar por muerto a Hezbolá", matiza la analista libanesa. "Conserva influencia simbólica e institucional, y cuenta con poderosas herramientas a su disposición. Podría agravar la crisis interna retirando a sus ministros del Gobierno, y también puede organizar una movilización popular para sumir a Líbano en una nueva ola de inestabilidad".

Una tregua inexistente

El pasado mes de noviembre, Israel acordó un alto el fuego con Hezbolá, pero desde entonces sus tropas han mantenido las operaciones militares en el sur del país. "El Ejército israelí continúa violando casi a diario la tregua, utilizando el desarme de Hezbolá como pretexto", denuncia Doueik.

Los ataques israelíes se han cobrado la vida de casi 300 personas en los últimos ocho meses, según el recuento del diario L'Orient-Le Jour. Como en Gaza, la mayoría de las víctimas mortales eran civiles.

"Israel afirma que la presencia militar de Hezbolá al sur del río Litani viola la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, y utiliza este argumento como justificación para sus ataques aéreos y de artillería", explica el consultor Sohaib Jawhar. "Además, Israel considera que cualquier falta de respuesta sería interpretada como una señal de debilidad, por lo que mantiene una política de disuasión preventiva, especialmente ante el aumento de la presión internacional sobre Hezbolá".

El radio de acción de las Fuerzas de Defensa israelíes en Líbano no se circunscribe al sur del país. La presencia de drones israelíes se ha vuelto una realidad cotidiana incluso en Beirut.

Ataques aéreos de las Fuerzas de Defensa de Israel en Líbano entre octubre de 2023 y octubre de 2024

Ataques aéreos de las Fuerzas de Defensa de Israel en Líbano entre octubre de 2023 y octubre de 2024 ACLED

"Además, la derecha israelí ha hablado abiertamente de planes que recuerdan la idea de un 'Gran Israel' y ha dejado claro que no tienen intención de retirarse de las cinco aldeas del sur de Líbano, lo que alimenta aún más la desconfianza, haciendo que el desarme sea especialmente arriesgado para Hezbolá y sus simpatizantes, que recuerdan los 22 años de ocupación israelí y atribuyen a Hezbolá su final en el año 2000", indica Hassan.

"La base de apoyo de Hezbolá cree que, incluso si el grupo se desarma, no hay garantía de que Israel dejará de violar la soberanía libanesa o se retirará de las zonas ocupadas", añade la analista. "En su lugar, podría continuar violando el espacio aéreo y el territorio libanés siempre que lo considere necesario, tal como lo hace en Siria".

La propuesta de Barrack, sin embargo, contempla en su quinto apartado que Israel deberá retirar a sus tropas de los "cinco puntos" que ocupa en el sur de Líbano y comprometerse a resolver las cuestiones fronterizas y de prisioneros "mediante negociaciones indirectas y medios diplomáticos".

Estados Unidos quiere atar en corto a Israel para que sus ataques sobre el sur de Líbano no frustren los planes de desarmar a Hezbolá. Según el digital Axios, la Administración Trump ha pedido al Gobierno de Benjamin Netanyahu que reduzca las acciones militares "no urgentes" en la zona y que retire sus tropas de una de las cinco aldeas que ocupa como gesto de buena voluntad.

Washington quiere instalar en el territorio libanés más próximo a la frontera con Israel una "zona económica Trump", siempre según Axios. Tanto Arabia Saudí como Qatar se han comprometido a invertir en cuanto finalice la retirada israelí.

Hezbolá, en horas bajas

El Partido de Dios vive sus horas más bajas. Qassem reconoció que el grupo había perdido el 45% de sus combatientes en los trece meses de guerra con Israel. El Estado hebreo diezmó la cúpula de la organización. Entre las víctimas figura el propio Nasralá, el líder carismático que convirtió a Hezbolá en la primera fuerza política y militar de Líbano.

"Hezbolá salió exhausto de su última guerra con Israel, sufriendo una derrota importante que destruyó gran parte de su arsenal militar. Esto coincidió con la caída del régimen de Bashar al Asad en Siria y el colapso del denominado Eje de la Resistencia liderado por Irán", explica Haddad. "Obtener armas y dinero de Irán se ha vuelto un proceso muy complicado, ya que las nuevas autoridades libanesas y sirias han reforzado el control fronterizo".

Los analistas calculan que, además, la milicia chií perdió cerca del 70% de sus capacidades militares. Cuando lanzó los primeros ataques aéreos sobre el norte de Israel el 8 de octubre de 2023, en respuesta a los primeros bombardeos israelíes en Gaza, derivados de los atentados de Hamás, los observadores tenían claro que su arsenal superaba con creces al del raquítico Ejército libanés.

Hezbolá tenía a su disposición cohetes, misiles balísticos, antiaéreos, antitanque y antibuque. Y el propio Nasralá aseguró que en sus filas combatían nada menos que 100.000 combatientes, el doble de las estimaciones de los servicios de inteligencia occidentales. Por ponerlo en perspectiva, las Fuerzas Armadas libanesas cuentan con 85.000 soldados.

Pero la capacidad de fuego real de la milicia proiraní es una incógnita.

Los hallazgos más recientes de la misión de Naciones Unidas ofrecen un punto de referencia. El portavoz de FINUL, Andrea Tenenti, anunció a principios de agosto que los cascos azules habían descubierto "una vasta red de túneles fortificados en las inmediaciones de Tayr Harfa, Zibqin y Naqura", en el sur de Líbano, que incluía "varios búnkeres, piezas de artillería, lanzacohetes múltiples, cientos de proyectiles y cohetes, minas antitanque y otros artefactos explosivos".

"Hezbolá no ha perdido la totalidad de su arsenal y aún posee misiles guiados de alta precisión, así como una fuerza de combate preparada para una confrontación con Israel", comenta Doueik.

¿Fin de la excepcionalidad?

El Partido de Dios ha perdido efectivos y armas; también influencia en la arena política libanesa. "Hezbolá se siente cada vez más aislado a nivel interno, dado que la mayoría de sus aliados tradicionales se han vuelto en su contra", señala Doueik.

"Actores políticos importantes, como el Movimiento Patriótico Libre y el Partido Socialista Progresista, han expresado su apoyo al desarme de Hezbolá, argumentando que es necesario para salvar a Líbano de una nueva guerra con Israel", añade. "Aunque su aliado histórico, Amal, no ha roto filas, ha adoptado una postura más cautelosa, apoyando el desarme solo después de una retirada israelí".

"Dentro de la comunidad chií de Líbano, tanto Hezbolá como Amal siguen contando con un apoyo organizativo y popular considerable. Aunque hay señales de una erosión parcial, particularmente entre los jóvenes y las élites independientes", apunta Jawhar. "Dicho esto, la ausencia de una alternativa creíble significa que este cambio aún no ha alterado el equilibrio real de poder".

Funeral del comandante de Hezbolá Al-Hajj Mustafa Abdel Latif al-Zein, después de que entrara en vigor un acuerdo de alto el fuego entre Hezbolá e Israel.

Funeral del comandante de Hezbolá Al-Hajj Mustafa Abdel Latif al-Zein, después de que entrara en vigor un acuerdo de alto el fuego entre Hezbolá e Israel. Reuters

Hezbolá fue la única milicia libanesa que esquivó la orden de desarme al término de la guerra civil en 1990. Conservar las armas, argumentó entonces la cúpula de la organización, era vital para garantizar la "resistencia" contra Israel, cuyas fuerzas ocuparon el sur de Líbano hasta el año 2000. El Partido de Dios mantuvo —y amplió— sus capacidades militares, vulnerando las posteriores resoluciones 1559 y 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU.

Un amigo en Teherán

El Partido de Dios no decidirá en solitario sus próximos pasos. "Irán sigue siendo el principal respaldo militar, financiero y político de Hezbolá", indica Jawhar. "No obstante, los recientes ataques israelíes contra su infraestructura nuclear y económica limitaron ligeramente su capacidad de dirigir a Hezbolá de forma tan directa como antes, lo que ha provocado discusiones internas dentro del grupo sobre la necesidad de una toma de decisiones más autónoma en lo que respecta a los asuntos libaneses".

Hassan hace hincapié en este último punto: "El papel de Irán está cambiando. Sus lazos con Hezbolá siguen siendo ideológicamente fuertes, pero, en la práctica, la capacidad de Teherán para financiar y dirigir al grupo es limitada. Irán enfrenta sus propias crisis y se ha retirado de varios frentes en la región".

Eso explica las recientes declaraciones del ministro iraní de Asuntos Exteriores, Abás Araghchi, que anticipó a principios de agosto que el plan del Gobierno libanés de desarmar a Hezbolá estaba destinado a fracasar, pero reconoció al mismo tiempo que "cualquier decisión sobre este asunto recaerá, en última instancia, en Hezbolá".

"A pesar del debilitamiento del papel de Irán, no puede haber una resolución seria o sostenible a la cuestión de las armas de Hezbolá sin la participación de Teherán. Y este es precisamente el camino que se está evitando", advierte Hassan.

Ali Larijani, el elegido del presidente Masud Pezeshkian para dirigir el Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, aterrizó el pasado miércoles en Beirut para reafirmar ante Aoun y Salam la postura de Teherán sobre el desarme de Hezbolá. "Consideramos que la unidad del Líbano es muy importante, pero no apoyamos las órdenes extranjeras que especifican un calendario determinado", trasladó a la prensa.

"La campaña de presión liderada por Estados Unidos y centrada en Israel ha bloqueado deliberadamente cualquier intento de diálogo con Irán, a pesar de que Irán es, indiscutiblemente, el actor clave en las decisiones estratégicas de Hezbolá", insiste Hassan. "Esto significa abordar el tema del desarme sin considerar la estructura real de poder que determina las decisiones del grupo".

"Irán —concluye Haddad— está, sin duda, tratando de elevar la apuesta en el tema del desarme de Hezbolá con el objetivo de obtener concesiones en sus eventuales negociaciones con Estados Unidos sobre el programa nuclear". La partida se juega en un tablero más amplio.