Una persona observa las fotos de los asistentes al festival Nova que fueron víctimas de Hamás el 7 de octubre.

Una persona observa las fotos de los asistentes al festival Nova que fueron víctimas de Hamás el 7 de octubre. Reuters

Oriente Próximo

De profesores en Gaza a asesinos despiadados: así actuaron los miembros de la UNRWA en la matanza

La participación de trabajadores de la ONU en el 7 de octubre significa que Occidente necesita a un nuevo órgano a cargo de los refugiados.

30 enero, 2024 02:13

En diciembre de 2023, Phillippe Lazzarini, el director general de la UNRWA (Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos) criticaba duramente en rueda de prensa a los que vinculaban a su agencia con los intereses de Hamás y pedía encarecidamente a los medios de comunicación que chequearan los datos de sus informaciones antes de publicarlas. Poco más de un mes después, el propio Lazzarini apartaba a doce de los miembros de su plantilla ante la evidencia de que no solo simpatizaban con la banda terrorista, sino que habían participado activamente en la matanza del 7 de octubre que acabó con la vida de 1.200 israelíes.

Tanto Lazzarini como la agencia que dirige han sido durante este tiempo de oscuridad los encargados de dar validez a determinados relatos bajo el paraguas de la imparcialidad que se espera de la ONU. Lazzarini tardó un mes en condenar en redes sociales los atentados del 7 de octubre, aunque ha sido de gatillo rápido para otras cuestiones: tanto él como la UNRWA atribuyeron a Israel el estallido de un cohete en el hospital Al-Ahly de Gaza City cuando en realidad se trató de un error en el lanzamiento por parte de la Yihad Islámica. A lo largo de distintos conflictos, han ratificado todas las cifras de heridos, muertos y desplazados que ha ido dando el ministerio de Sanidad dirigido por Hamás.

En ocasiones, ha dado la sensación de que la simbiosis entre la agencia y el gobierno de Gaza ha sido absoluta, sin importar que en el gobierno de Gaza estuviera una banda terrorista. La UNRWA ha hecho un excelente trabajo durante años a la hora de canalizar los fondos recibidos por parte de los países miembros de la ONU para crear escuelas, hospitales, universidades y refugios para los civiles gazatíes. El problema es que luego ha hecho la vista gorda cuando en esas escuelas se promovía el antisemitismo y los hospitales se llenaban de túneles de acceso para refugiar a terroristas.

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Ni siquiera, como se ve, ha habido el más mínimo control sobre su propio personal. Había profesores como había médicos como había monitores para los niños… pero hasta el 10% de la plantilla de la UNRWA podría estar vinculada a Hamás, según informan varios medios independientes, entre ellos el Wall Street Journal. La cifra sube al 23% cuando se trata de empleados varones, es decir, uno de cada cuatro cooperantes masculinos tenía un vínculo directo con Hamás. Algo más que un puñado de manzanas podridas.

De profesores a asesinos

Ahora bien, de la simpatía a la acción hay un salto enorme. Toda la comunidad internacional era consciente de esos vínculos entre la UNRWA y Hamás. Es imposible que Lazzarini, desde luego, los desconociera, y muy improbable que no informara de ello a António Guterres, secretario general de la ONU. Si se ha tolerado durante todo este tiempo es, simplemente, por una cuestión de dejadez y de necesidad: la UNRWA es un relevante mediador entre Hamás, Israel y sus respectivos aliados.

Lo que ha provocado que decenas de países, empezando por el mayor donante, Estados Unidos, hayan congelado sus aportaciones económicas tiene que ver precisamente con ese salto. Una cosa es que se aplique la doctrina del "mal necesario", tan habitual en las relaciones internacionales, y otra muy distinta es darle dinero a una organización que tiene entre sus filas a asesinos despiadados capaces de matar a ancianos, a niños y a cualquiera que se le ponga por delante si tiene pinta de israelí.

El perfil de los participantes en la orgía de sangre y horror es, en apariencia, de lo más banal. Siete de ellos eran profesores de primaria y de secundaria. Dos enseñaban matemáticas, y otros dos lengua árabe. Seis de los doce participaron activamente en el asesinato de civiles en sus domicilios o en el festival Supernova. Otros dos ayudaron en el secuestro de rehenes, dos más transportaron a cientos de víctimas a los lugares donde serían torturados y asesinados, y los dos restantes se ocuparon de la coordinación de la logística necesaria para un ataque de esta magnitud.

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El eterno dilema moral de Occidente

El problema al que se enfrenta ahora la UNRWA es la sensación de muchos países de haber sido burlados. Es algo que va más allá de los hechos en sí y que tiene que ver con el empeño en negarlos y en ofenderse ante las acusaciones de complicidad. Una organización en la que los terroristas están infiltrados hasta ese punto es, en la práctica, una organización controlada por el terror. Un tipo con una pistola basta para controlar a los otros tres posibles díscolos. La UNRWA no ha cuestionado en ningún momento las prácticas de Hamás contra los civiles gazatíes a lo largo de estos años ni se ha preocupado en el uso que los terroristas hacían del drama de los refugiados a los que protegen. Ahora sabemos por qué.

El presupuesto para 2022, como se puede ver en la propia página de la agencia, fue de 1.600 millones de dólares. El 86% de ese dinero venía de las aportaciones de los países miembros de las Naciones Unidas. En consecuencia, el cese de esas aportaciones supondrá sin duda un daño enorme para las ayudas sobre el terreno. Esa ha sido la línea de defensa de la UNRWA a lo largo de este lunes: no se puede condenar a toda una organización y a los civiles a los que defiende por doce "excepciones".

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Aquí, Occidente se enfrenta al enésimo dilema moral, porque lo cierto es que tanto Estados Unidos como la Unión Europea… y por supuesto tanto Israel como sus países vecinos necesitan a la UNRWA. Necesitan a alguien que se encargue de esos cientos de miles de refugiados, que les procure un techo, les dé una educación y les permita una atención médica. Básicamente, porque nadie más está interesado en hacerlo. Prácticamente todo el dinero que entra en Gaza queda en manos de Hamás y se reinvierte en túneles y armas. Debe de ser la ONU quien ponga algo de cordura en ese sinsentido.

Ahora bien, el asunto es saber si en Gaza puede haber una organización neutral que se encargue solo de cubrir necesidades básicas mientras Hamás siga en el poder. Es necesario averiguar si para trabajar allí no es necesaria esa connivencia con los terroristas y todas sus consecuencias: desde libros de texto infames a profesores de matemáticas reconvertidos en asesinos a sangre fría. Lo ideal sería que empezara primero la purga y después se reanudara la financiación. El problema, como siempre, es que no hay tiempo. La ONU ha dejado engordar al monstruo y ahora nadie sabe qué hacer con él.