Europa

Disparar a niños era más caro, pero matar ancianos podía salir gratis: Italia busca a los 'turistas de guerra' en la Sarajevo sitiada

La Fiscalía de Milán se convierte en la primera instancia judicial en investigar los llamados 'safaris humanos', viajes de ocio en los que alrededor de 200 turistas italianos dispararon contra civiles amparados por las tropas serbobosnias.

Más información: La Fiscalía de Milán investiga los 'safaris humanos' durante el sitio de Sarajevo: italianos que pagaron para disparar a civiles

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Es uno de los episodios más oscuros del genocidio bosnio. Un episodio enterrado durante décadas que flota ahora sobre la superficie de las conciencias en Italia. Pero no sólo en Italia. El muro de silencio terminó de venirse abajo a principios de esta semana, cuando la Fiscalía de Milán abrió una investigación penal sobre los llamados 'safaris humanos' a la Sarajevo sitiada por las tropas serbobosnias de principios de los noventa.

Estos 'safaris humanos' no fueron si no viajes de ocio que emprendieron al menos 200 ciudadanos italianos durante los 47 meses que duró el asedio a la ciudad. Un cerco brutal que causó la muerte de 11.000 personas entre los años 1993 y 1995. Entre las víctimas figuran 1.601 menores de edad.

Los turistas pagaban grandes sumas de dinero a estas macabras agencias de viaje –unos 90.000 euros, según las primeras hipótesis de la investigación– para jugar a la guerra durante los fines de semana. Matar niños era más caro, pero disparar contra mujeres y ancianos podía salir gratis.

Los turistas italianos viajaban ataviados con ropa de camuflaje desde las regiones del Triveneto, Piamonte o Lombardía. Volaban desde Trieste a Belgrado, utilizando las infraestructuras de la antigua compañía aérea serbia de vuelos chárter y turismo Aviogenex.

Cruzaban los puestos de control en minibuses, pagando sobornos con la excusa de estar asistiendo a misiones de carácter humanitario. Una vez en Sarajevo, se apostaban junto a las tropas serbobosnias sobre las colinas que encapsulan la ciudad para disparar desde las alturas contra población civil indefensa.

Eran personas que pagaban para recibir el permiso de herir o directamente matar a otras personas. Eran cazadores de seres humanos. Después de "vivir la experiencia", regresaban a sus casas, como si nada hubiera sucedido.

Un documental, una denuncia

La Justicia llegará con más de treinta años de retraso –aunque sólo para los culpables de nacionalidad italiana–, y eso que el SISMI, el extinto servicio secreto militar transalpino, habría tenido constancia de estos hechos desde principios de 1994, según recogen varios testimonios.

La Fiscalía de Milán empezó a trabajar en este asunto a raíz de la denuncia presentada el pasado 28 de enero por el periodista y escritor Ezio Gavazzeni, que contó con la asistencia jurídica del abogado Nicola Brigida y del exmagistrado Guido Salvini, especializado en la lucha antiterrorista.

El fiscal Alessandro Gobbis, que instruye la causa, trabaja ahora para dar con la identidad de estos 200 "turistas de guerra" a los que pretende acusar del delito de homicidio voluntario agravado por crueldad y motivos abyectos.

"Había empresarios y profesionales adinerados, procedentes del norte de Italia, pero también de España, Francia y otros países europeos, así como de Canadá y Estados Unidos que pagaban por ir a las montañas que rodean Sarajevo para disparar a la gente", subraya Gavazzeni en declaraciones recogidas por el diario Il Sole 24 Ore.

La denuncia de 17 páginas, que incluye un informe de la exalcaldesa de Sarajevo, Benjamina Karić, no recoge sus identidades –sólo menciona a tres hombres: uno de Turín, uno de Trieste y uno de Milán, propietario de una clínica privada de cirugía estética–, pero el escritor sospecha que eran personas "que conocían, en todo caso, muy bien el uso de armas y fusiles. Gente que hoy tiene entre 65 y 80 años".

Gavazzeni traza con mayor precisión el perfil del sospechoso: dueño de una gran fortuna, aficionado a los safaris tradicionales, en busca de adrenalina y trofeos "humanos", amante de las armas con rasgos psicopáticos o sádicos.

"Aunque reconforta ver que las autoridades italianas finalmente actúan sobre esta información, hace mucho tiempo que sabemos que este bárbaro 'turismo de guerra' estaba ocurriendo", señala en conversación con este periódico Georgio Konstandi, investigador del genocidio bosnio y fundador de Drina Voices, la primera herramienta educativa sobre la masacre.

Konstandi atribuye el mérito a miembros de la comunidad bosnia como Haris Imamović, que abordó este tema en su novela Vedran and the Fireman (Sandorf, 2022). "Además del libro de Imamović, el director esloveno Miran Zupanić estrenó su documental Sarajevo Safari a finales del mismo año en el Al Jazeera Balkans Documentary Film Festival", recuerda el investigador.

El propio Zupanić cuenta que tuvo conocimiento de esta historia a través del productor de cine Franci Zajc allá por 2019. Dedicó los siguientes cuatro años a trabajar en el documental. "Cuando me habló del safari, mi reacción fue que algo así era imposible. Que cazar personas era un cuento, una leyenda urbana", declaró tres años atrás el cineasta en una entrevista con el diario Balkan Insight.

"Lo que más tiempo nos llevó fue buscar testigos", reconoció entonces Zupanić. "Franci [Zajc] se encargó de eso, y así llegamos a otro oficial de inteligencia que entonces trabajaba en el servicio analítico del Ejército de Bosnia y Herzegovina y estaba investigando un caso que confirmaba la aparición de esos cazadores en el campo de batalla de Sarajevo". Esa es la fuente principal del documental.

Imamović, que asesoró al exmiembro bosniaco de la Presidencia tripartita de Bosnia y Herzegovina, Šefik Džaferović, comparte con EL ESPAÑOL otro testimonio determinante en esta historia: el que prestó el exmarine estadounidense John Jordan ante el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia durante el juicio al comandante del ejército serbobosnio Ratko Mladić, celebrado en 2007. 

"He visto en más de una ocasión a personas que no parecían del lugar por su vestimenta, por las armas que portaban, por la forma en que eran tratadas, guiadas por los locales", declaró Jordan, un bombero que trabajó como voluntario en la Sarajevo sitiada. "Era evidente que la persona guiada por hombres que conocían bien el terreno era completamente ajena a él, y su forma de vestir y las armas que llevaba me hicieron pensar que eran tiradores turísticos".

"Cuando un tipo aparece con un arma que parece más adecuada para cazar jabalíes en la Selva Negra que para el combate urbano en los Balcanes… cuando se le ve manejarla, se entiende que es un novato", sentenció hace dieciocho años.