Maia Sandu, presidenta de Moldavia, en las votaciones por el referendo proeuropeo.

Maia Sandu, presidenta de Moldavia, en las votaciones por el referendo proeuropeo. Reuters

Europa

La presidenta de Moldavia apuesta por el "todo o nada" en unas elecciones que Putin asume como propias

Sandu fía el proyecto reformista y proeuropeo de su país a que su partido conserve la mayoría parlamentaria. Las encuestas más fiables indican, sin embargo, que está cerca de perderla.

Más información: Moldavia se la juega en unas elecciones donde prorrusos pasan por proeuropeos y hay miles de votos a la venta

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Emmanuel Macron, Friedrich Merz y Donald Tusk. Los tres líderes con más peso geopolítico de la Unión Europea abrazaron a finales de agosto a la líder moldava Maia Sandu en el palacio presidencial de Chisináu. El objetivo principal de la visita era enviar un mensaje de unidad a Moscú con motivo del Día de la Independencia de la Unión Soviética.

El presidente francés, el canciller alemán y el primer ministro polaco saben de primera mano lo mucho que hay en juego en Moldavia. El país persigue una segunda independencia (o una independencia definitiva) de la entidad heredera de la URSS en las elecciones parlamentarias de este domingo.

La presidenta moldava había conseguido en ocasiones anteriores colocar a un país pequeño y periférico en el centro de la política europea. Ninguna demostración, quizás, tan simbólica. Sandu presumió que la visita conjunta de Macron, Merz y Tusk confirmaba que "Moldavia es importante, respetada y que no está sola".

Pero la adhesión a las instituciones comunitarias es todavía una meta lejana.

El país avanza a toda velocidad para introducir las reformas exigidas por la Comisión antes de 2030. Los moldavos saben que alargar el proceso demasiado es correr el riesgo del olvido. La guerra de Ucrania les brinda una oportunidad única. Montenegro y Serbia, por ejemplo, llevan más de una década en la lista de espera.

El Partido Acción y Solidaridad (PAS) de Sandu lidera las encuestas. Eso sí: los datos previstos son bastante peores que en 2021. Ahora tienen 61 de los 101 escaños. Pueden perder veinte asientos. Es decir: la mayoría. Y Sandu, confirma una fuente cercana a la presidenta, apuesta por el "todo o nada". Al menos es lo que transmite antes del domingo. No se ve gobernando en coalición con los otros partidos que se presentan.

Retener el Gobierno es decisivo porque, como explicaba en conversación con este periódico la analista Delia Dincă, el Ejecutivo es el encargado de "negociar los capítulos de adhesión, aplicar las reformas y gestionar los fondos europeos, mientras que el Parlamento inviste al Ejecutivo y adapta la legislación al acervo comunitario".

El principal apoyo de Sandu son los moldavos que viven en el resto de Europa. En Alemania, en Francia, en Italia, en España. En nuestro país, de hecho, habrá catorce puntos de votación. Cuatro más que en el referendo proeuropeo que Sandu ganó por el voto exterior y por sólo seis décimas. El proyecto de Sandu depende de si consigue movilizar o no al cuarto de millón de compatriotas que residen fuera.

Las elecciones legislativas del domingo cobran una importancia aún mayor por la amenaza potencial que representan para la seguridad moldava y europea. Una eventual victoria del bloque de oposición prorruso puede convertir el país, en concreto la región separatista de Transnistria, donde permanecen desplegados alrededor de 1.500 soldados rusos, en "una base militar contra Ucrania".

Rusia hace de las suyas

Hay 277.000 votantes registrados en Transnistria. El porcentaje de participación es siempre bajo. Moscú trata de espolearlo. Chisináu denuncia que Rusia destina el equivalente al 1% del PIB moldavo a adulterar las elecciones de la pequeña república.

"Sé que algunas personas dirán: ‘No es posible que Moldavia sea utilizada contra Odesa’. Es difícil imaginar un escenario así. ¿Saben qué les digo yo? ¿Cuántos de nosotros creíamos que podía haber una guerra en Ucrania? ¿Cuántos lo creímos antes del 24 de febrero? Probablemente muy pocos, o nadie", argumentó Sandu durante una entrevista publicada esta semana en YouTube con el periodista Dorin Galben.

La líder moldava también señaló en la entrevista la lacra de la compra de votos: "Hemos sabido que se están construyendo redes también en la diáspora, y les pido a nuestros compatriotas en el extranjero que no caigan en estas trampas. Entiendo que se ofrecen sumas elevadas, se habla de 300 euros o más".

"Por mucho que lo intenten nuestras instituciones, no es posible llegar a cada ciudadano y descubrir cada red", lamentó.

"Muchos compatriotas están pasando serios apuros", explicó el ministro moldavo de Exteriores, Mihai Popșoi, en una entrevista concendida a este periódico en abril. "Es muy difícil competir con el dinero contante y sonante. Puedo ir aquí y allá para explicar a los votantes las reformas que estamos haciendo, las oportunidades de entrar en la Unión, las generosas aportaciones que recibimos de nuestros amigos europeos. Pero, si alguien llega con cien euros dentro de un sobre, muchos están encantados de aceptarlo a cambio de darle su voto al representante ruso. Por pura necesidad".

La Comisión Electoral Central denegó este miércoles la acreditación a los observadores electorales rusos. El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso citó al embajador moldavo en Moscú, Lilian Darii, para entregarle una "enérgica nota de protesta" por el "rechazo injustificado". El Gobierno ruso denuncia que el veto a sus observadores "socava la legitimidad de los resultados electorales".

El primer ministro moldavo, Dorin Recean, denunció este jueves en rueda de prensa los métodos que Rusia niega pero utiliza para interferir en las elecciones de Moldavia.

Habló de millones de euros en financiación ilegal para comprar votos y financiar partidos, de reclutamiento de agitadores pagados, de ciberataques, de campañas de desinformación y de preparativos para fraude electoral mediante el método de "voto carrusel". Una práctica (¿extrañamente?) habitual en países del espacio postsoviético.

Una serie de investigaciones periodísticas revelaron a lo largo del año cómo Rusia, a través del oligarca Ilan Shor, desplegó una red de cientos de cuentas falsas en TikTok y Facebook para difundir propaganda antieuropea.

"Estas operaciones se coordinan desde Moscú mediante canales secretos de Telegram que reparten instrucciones sobre la manipulación de algoritmos y difunden narrativas prefabricadas", explica Dincă. "Los miembros más activos de estas redes han sido convertidos en actores remunerados, conformando una auténtica ‘armada digital’ del Kremlin".

El escenario que dibuja Sandu es aún más serio. La presidenta sostiene que "existen grupos criminales en la República de Moldavia, entre ellos el grupo de Borman, que actúan en coordinación con el sistema dirigido por la Federación Rusa con el objetivo de desestabilizar nuestro país y sabotear las elecciones parlamentarias".

Las autoridades moldavas han detenido a 74 personas entrenadas en Serbia por agentes de los servicios especiales rusos. Según el jefe de la policía, Viorel Cernăuțeanu, estaban preparadas para provocar disturbios antes, durante y después de la jornada electoral.

"Vamos a seguir fortaleciendo nuestras defensas porque los ataques rusos son constantes. Contra mi ministerio, contra empresas estratégicas, contra instituciones estatales. Nuestros amigos holandeses, británicos, suecos, norteamericanos, nos están ayudando a pararlos. Estamos mucho mejor que hace unos años. Antes estábamos prácticamente indefensos", respondía Popșoi a preguntas de este periódico.

Su optimismo choca con el baño de realidad de Alina Radu. La directora del periódico más popular del país para los rumanoparlantes, Ziarul de Gardă, explica por teléfono que "el ejército digital ruso" ya le ha robado la libertad a los moldavos. En cada protesta, en cada opositor, en cada medio antieuropeo, encuentras al Kremlin.

"Estamos perdiendo el control de nuestro país", lamenta Radu, "y lo peor está en camino". No hay periodismo crítico que compita con un algoritmo de TikTok que, advierte, favorece la propaganda de Moscú. Si ganan los partidos del Kremlin, da por seguro que legislarán contra la prensa libre.

"Los rusos están destruyendo la democracia en Moldavia y Georgia", acaba. "Europa ama la libertad, pero Rusia es un lobo. Detecto demasiada ingenuidad. Los europeos deben tratar con los gigantes tecnológicos".

¿Y los europeos?

El Gobierno de Tusk prohibió este miércoles la entrada a la opositora Irina Vlah. La exgobernadora de Gagauzia, que lidera el partido Corazón de Moldavia, miembro del Bloque Patriótico, no podrá pisar territorio polaco en los próximos cinco años. Varsovia argumenta que Vlah es "contraria a los intereses de la República de Polonia, orientados a preservar la estabilidad en la región".

"La Federación Rusa está interviniendo en los procesos políticos de manera sin precedentes y fuera del marco legal, incluyendo, en primer lugar, los preparativos para las elecciones parlamentarias en la República de Moldavia", recoge el comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Polonia, que observa "con preocupación la implicación de algunos políticos moldavos, incluida la señora Irina Vlah, en este tipo de actividades".

La decisión de Polonia —que antes tomaron Canadá y Lituania, y que después adoptaron tanto Estonia como Letonia— coincidió con la suspensión de las actividades de su partido para los próximos doce meses por sospechas de financiación ilegal y compra de votos.

Semanas antes del veto polaco a Vlah, Rumanía había prohibido la entrada al espacio Schengen del alcalde de Chisináu, Ion Ceban, otro candidato opositor a Sandu.

"El Bloque Patriótico, liderado por Igor Dodon y articulado en torno a socialistas, comunistas y sectores prorrusos de Gagauzia, representa la oposición frontal a la agenda europea", explica Dincă. "El Bloque Alternativa, en cambio, juega en la ambigüedad: se declara proeuropeo pero reúne figuras como Ceban o el ex fiscal general Alexandr Stoianoglo, cuyo pasado y vínculos los sitúan más cerca de Moscú que de Bruselas".

El Gobierno de Sandu se anotó un tanto este jueves con la extradición del oligarca Vladimir Plahotniuc. Vlad, para los amigos. Era diputado. Prófugo desde 2019. Detenido en Atenas cuando planeaba aterrizar en Dubái. Está implicado en cuatro causas penales. Lavado de activos, estafa, creación de un grupo criminal organizado y participación en el fraude bancario. Buscado por la Interpol.

Es el hombre más rico de Moldavia. Coautor del "robo del siglo" en el que también participó el oligarca Ilan Shor. Otro fugitivo que reside en Moscú. Según The Insider, Plahotniuc mantuvo varios encuentros en Moscú con Dmitri Kozak, subjefe de la Oficina Ejecutiva de la Presidencia de Rusia.

El equipo de Sandu utiliza su extradición para demostrar al pueblo moldavo que se toman muy en serio la corrupción. Que existe la rendición de cuentas. Que el Estado es independiente y funciona. Y que eso está en el aire con las elecciones del domingo. "Decidirán si nos consolidamos como una democracia estable en el camino hacia la membresía en la UE", expuso Sandu a principios de mes ante el Parlamento Europeo, "o si Rusia nos desestabiliza y nos aleja de Europa".