El presidente ruso, Vladímir Putin, asiste a una reunión con el presidente de la Academia de Ciencias de Rusia, Gennady Krasnikov, en Moscú, el 15 de julio de 2025.

El presidente ruso, Vladímir Putin, asiste a una reunión con el presidente de la Academia de Ciencias de Rusia, Gennady Krasnikov, en Moscú, el 15 de julio de 2025. Mikhail Metzel Reuters

Europa

Putin desprecia el ultimátum "teatral" de Trump y bombardea Ucrania sin descanso: "Seguirá hasta tener lo que desea"

El presidente ruso sigue decidido a mantener la ofensiva hasta que los aliados occidentales accedan a negociar la paz en Ucrania en sus propios términos. Peskov, Lavrov, Medvédev, Dmitriev y otras voces de su entorno restan importancia al anuncio de la Casa Blanca.

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Donald Trump ha pasado de echarle en cara a Volodímir Zelenski que no tenía “cartas” para seguir combatiendo contra las fuerzas invasoras rusas a ofrecérselas para elevar la presión sobre Vladímir Putin. Ha pasado de advertirle de que estaba “jugando con la Tercera Guerra Mundial” a aceptar por primera vez envíos de armas a Ucrania que pudieran llevar la guerra a Moscú, San Petersburgo y otros núcleos urbanos de Rusia para “hacerles sentir el dolor”, según reveló el Financial Times y confirmó, casi sin querer, su portavoz, Karoline Leavitt, por mucho que el propio Trump matizara este martes que las fuerzas ucranianas “no deberían atacar” Moscú.

Y todo eso en cuestión de (sólo) cuatro meses. Una eternidad, en cualquier caso, para la mutilada sociedad ucraniana y, en menor medida, para los aliados occidentales, que vieron más cerca que nunca la posibilidad de perder el respaldo de Estados Unidos.

El cambio de postura —o quizás de estrategia— de la Casa Blanca responde a la evidente falta de avances en las negociaciones de paz. Una decena de conversaciones telefónicas con Trump y media docena de visitas a Moscú de su enviado especial, Steve Witkoff, no han servido para arrancar a Putin ni un sólo compromiso para poner fin a la guerra. La presión de los socios de la OTAN, con su secretario general, Mark Rutte, a la cabeza, parece haber surtido el efecto deseado.

Los halcones de la Administración Trump y del Partido Republicano, entre los que figuran el secretario de Estado, Marco Rubio, el enviado especial Keith Kellogg y el senador Lindsey Graham, salen reforzados —como sucedió con los ataques contra las instalaciones nucleares iraníes— del choque con sus compañeros aislacionistas del movimiento MAGA, que no esconden sus filiaciones prorrusas.

La congresista republicana Marjorie Taylor Greene no tardó en criticar —con la boca pequeña, eso sí— el compromiso de Trump de imponer aranceles de 100% a las exportaciones rusas y gravámenes “secundarios” a sus principales socios comerciales en el caso de que Putin no cierre un acuerdo de paz en el plazo de cincuenta días.

“No se trata solo de Ucrania; se trata de todas las guerras extranjeras en general y de mucha ayuda exterior. Esto fue lo que prometimos en campaña. Esto es lo que también prometí a mi distrito. Para esto votó la gente. Y creo que debemos mantener el rumbo”, denunció la congresista en declaraciones a The New York Times.

“Es una guerra europea. Que Europa se encargue”, insistió, por su parte, el ideólogo Steve Bannon en su pódcast War Room. “Estamos a punto de armar a gente sobre la que no tenemos literalmente ningún control. Es una guerra de desgaste al viejo estilo en las tierras sangrientas de Europa, y nos están arrastrando a ella”.

Trump puntualizó, de todos modos, que Estados Unidos no regalará las armas, sino que se las venderá a los socios europeos de la OTAN y estos las harán llegar a Kyiv. “No las vamos a comprar, pero las fabricaremos, y ellos van a pagarlas”, declaró desde el Despacho Oval ante la atenta mirada de Rutte. Aunque reconoció su honda decepción con Putin, Trump evitó llamarle asesino. El presidente ruso sólo es, dice, “un tipo duro” con quien todavía no ha acabado de negociar.

Putin sigue impasible

Mientras afloran de nuevo las divisiones en el seno del Partido Republicano, Putin guarda silencio. Ni siquiera el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, quiso pronunciarse sobre el ultimátum de Trump. “Cuando el presidente Putin lo considere necesario, él mismo hará un comentario al respecto”, expresó en rueda de prensa un Peskov que sostuvo que la “decisión” de la Casa Blanca, “que se toma tanto en Washington como en los países de la OTAN y directamente en Bruselas, es percibida por la parte ucraniana no como una señal de paz, sino como una señal para continuar la guerra”.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, reconoció estar sorprendido con el giro de Trump. “Rusia quiere entender qué hay detrás de las palabras de Trump sobre un plazo para resolver la situación en Ucrania: 50 días. Antes fueron 24 horas. También hubo un plazo de 100 días”, recordó.

El diplomático trató de exculpar a un Trump que considera que tiene que hacer frente a la “presión indecente” tanto de la OTAN como de la Unión Europea. Pero al mismo tiempo desafió su decisión: “Rusia ya está afrontando una cantidad sin precedentes de sanciones. Afrontará también las nuevas”.

El expresidente Dmitri Medvédev, actual vicepresidente del Consejo de Seguridad, despreció directamente el anuncio del mandatario estadounidense. “Trump lanzó un ultimátum teatral al Kremlin. / El mundo se estremeció, esperando las consecuencias. / La beligerante Europa se sintió decepcionada. A Rusia no le importó”, escribió, en verso, en la red social X.

Mientras que Kirill Dmitriev, uno de los asesores de cabecera de Putin, lanzó en la misma plataforma una amenaza nuclear velada acompañada de un fragmento de la serie de televisión Juego de Tronos: “Las personas que siguen las falsas narrativas y enfoques de Biden llevan al mundo al invierno”.

En Moscú confían en la teoría del TACO. Trump Always Chickens Out, por sus siglas. Trump siempre se acobarda, en español. Una tesis acuñada por Robert Armstrong, columnista del Financial Times, que se ha demostrado probada en el capítulo de los aranceles. En esta línea, los gravámenes “secundarios” que prepara la Casa Blanca para los principales compradores de crudo ruso golpearían a China, un rival sistémico, pero también a la India de Narendra Modi, un aliado con el que negocia un acuerdo comercial.

Según Reuters, el impasible Putin pretende dar continuidad a la guerra hasta que Occidente acceda a negociar la paz en Ucrania en sus propios términos. El presidente ruso considera que nadie —ni siquiera Trump ni el siempre servicial Witkoff— han negociado en serio el final de la guerra. Por eso, interpreta que no le quedan más opciones que redoblar la ofensiva cuando, además, controla una quinta parte de Ucrania, según los datos de DeepStateMap.

Es más, las reivindicaciones territoriales rusas —ya de por sí maximalistas, dado que, además de la Crimea ocupada, reclaman la soberanía íntegra de las provincias de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón, sin ni siquiera controlarlas en su totalidad— son susceptibles de aumentar a medida que sus tropas adelanten posiciones en el marco de la recién estrenada ofensiva de verano. En los últimos meses, sin ir más lejos, las fuerzas rusas han conseguido ocupar partes de Járkov, Sumi y Dnipro.

“Putin confía en que todo va bien tanto con su ejército como con la economía. Y como resultado, no hay razón para detenerse o escuchar los ultimátums de Trump”, traslada a este periódico Ivan Us, consultor del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos, un think tank con sede en Kyiv. El Kremlin ignora las señales de agotamiento. Sin embargo, según Politico, incluso Trump sigue convencido de que Rusia tiene ventaja y va camino de ganar la guerra.