Ilustración: Tomás Serrano

Europa

La curia apuesta por Pietro Parolin como el continuista moderado de Francisco que aceptarían los conservadores

Los analistas consideran que, si después de dos fumatas negras, el secretario de Estado no obtiene un número considerable de apoyos, aumentarán las posibilidades de que los cardenales opten por un candidato alternativo.

Más información: Radiografía del Cónclave: 70 progresistas frente a 35 conservadores, y 28 no alineados para elegir al próximo Papa

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A las nueve de la noche los ojos de Roma —y del mundo— miraban con expectación la chimenea instalada sobre el tejado de la Capilla Sixtina, a pocos metros de la cúpula de la basílica de San Pedro. Un retraso de casi dos horas en el horario previsto hizo levantar las primeras sospechas. ¿Sería posible que los cardenales hubieran elegido al nuevo Papa en el primer escrutinio? No hubo que esperar mucho más para ver salir un espeso humo de color negro, negrísimo, elevarse sobre el cielo ya oscuro del Vaticano. Una fumata que certificó que los 133 cardenales llamados a designar al sucesor de Francisco no habían logrado llegar a un acuerdo.

Ningún cardenal consiguió los 89 votos necesarios para ser elegido Sumo Pontífice, pero no fue ninguna sorpresa. El primer escrutinio suele servir para medir los apoyos con los que cuenta cada candidato. Tampoco las siguientes dos votaciones suelen ser concluyentes. En los últimos 150 años ningún Papa ha sido elegido nunca en la primera ni en la segunda votación. San Juan Pablo II necesitó hasta ocho escrutinios. Su sucesor, Benedicto XVI, fue elegido en 2005 el segundo día, en la cuarta votación, mientras que Francisco, que llegó a ser el segundo más votado precisamente en aquella asamblea que designó al alemán Joseph Ratzinger, fue designado en 2013 tras cinco escrutinios.

Este jueves los cardenales volverán a encerrarse en la Capilla Sixtina para continuar con las votaciones. El miércoles votaron una sola vez, pero a partir de los siguientes días podrán hacerlo hasta un máximo de cuatro veces, dos por la mañana y dos por tarde.

Algunos de los cardenales que participaron en las congregaciones generales y atravesaban el día anterior la entrada del Aula Nueva del Sínodo intentando zafarse de los periodistas confesaban estar lejos aún lejos de haber elegido un nombre. “No hay prisa por la fumata blanca, todavía nos estamos conociendo”, aseguró el cardenal de Tokio, Tarcisio Isao Kikuchi.

En teoría, el Cónclave puede durar unas cuantas horas... o tres años, un récord establecido en el siglo XIII tras la muerte de Clemente IV, cuando los cardenales permanecieron encerrados 1.006 días en el entonces Palacio Papal de la ciudad de Viterbo, en el norte de Roma, y los ciudadanos se vieron obligados a racionar la comida para apreciarlos a tomar una decisión. Hasta tres de los purpurados que participaban murieron antes de ver la fumata blanca...

La elección del sucesor de Francisco no superará este récord, pero probablemente tampoco será de las más rápidas. El Cónclave apenas iniciado es el más internacional y heterogéneo jamás celebrado: 52 cardenales son europeos, 16 estadounidenses, 21 latinoamericanos, 23 asiáticos, 17 africanos y cuatro purpurados proceden de Oceanía. Italia, con 17 cardenales, sigue siendo el país más representado, pero está lejos de los 28 electores presentes en 2013. En definitiva, toda la geopolítica eclesiástica diseñada por Francisco en 12 años de pontificado reunida bajo los frescos de la Génesis de Miguel Ángel.

Conservadores, progresistas, tradicionalistas, reformistas sí, ma non troppo... El Pontífice argentino murió dejando un colegio cardenalicio más polarizado que nunca, dividido entre aquellos alineados con la Iglesia progresista que promovió frente a una minoría conservadora, huérfana tras la desaparición de Benedicto XVI. Dos apuestas aparentemente irreconciliables que podrían encontrar en Pietro Parolin, el número dos de Francisco como secretario de Estado, la única opción capaz de convencer a los conservadores y alcanzar la mayoría necesaria de dos tercios.

En cualquier caso, los analistas consideran que si después de dos fumatas negras, Parolin no obtiene un número considerable de apoyos, aumentarán las posibilidades de que los cardenales descarten esa opción y opten por un candidato alternativo, probablemente ajeno a las listas publicadas estos días, capaz de romper el bloqueo. En un cónclave tan incierto como el que acaba de arrancar, no se pueden descartar sorpresas.

La jornada comenzó por la mañana, cuando todos los cardenales presentes en Roma, tanto electores como no electores, se reunieron en la basílica de San Pedro para celebrar la misa pro eligendo Romano Pontifice. Durante la homilía, oficiada por el decano del Colegio Cardenalicio, el italiano Giovanni Battista Re pidió a los 133 cardenales “que se preparan para un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial”, que el Espíritu Santo les ilumine para que “sea elegido el papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo”. “El mundo de hoy espera mucho de la Iglesia para la tutela de esos valores fundamentales, humanos y espirituales, sin los cuales la convivencia humana no será mejor ni portadora de bien para las generaciones futuras”, aseveró.

El cardenal Pietro Parolin asiste a la Santa Misa, celebrada con motivo de la elección del nuevo Papa, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el 7 de mayo de 2025.

El cardenal Pietro Parolin asiste a la Santa Misa, celebrada con motivo de la elección del nuevo Papa, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el 7 de mayo de 2025. Murad Sezer Reuters

Una vez finalizada la misa, los cardenales volvieron para almorzar y reposar a Casa Santa Marta, el hotel para religiosos en el corazón del Vaticano donde permanecerán completamente aislados del mundo exterior hasta la elección del sucesor de Francisco.

Alrededor de las cuatro de la tarde, antes de la procesión, los cardenales electores asistieron en la Capilla Paulina a una meditación oficiada por el secretario de Estado, Pietro Parolin, primero de los cardenales obispos, pues el decano del colegio cardenalicio es mayor de 80 años y no puede participar en el Cónclave. Después comenzó la procesión, encabezada por una cruz, seguida de los miembros de la Capilla Musical Pontificia, algunos prelados y los ceremonieros.

Los purpurados fueron los últimos en recorrer los escasos metros que separan la Paulina de la Capilla Sixtina en orden inverso de procedencia (primero los de la orden de los diáconos, seguido de los presbíteros y los obispos) entonando el Veni Creator, la letanía con la que invocan la ayuda de los santos. Una vez dentro, uno a uno fueron pronunciando en latín un solemne juramento de confidencialidad con el que se comprometieron “a cumplir la misión encomendada por Jesús al apóstol Pedro”, en caso de ser elegidos, y a mantener en secreto todo lo que ocurra durante el Cónclave. La sanción por romper el juramento comporta la excomunión automática.

Poco antes de las seis de la tarde, el maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificias, el italiano Diego Giovanni Ravelli, pronunció el Extra Omnes (fuera todos) de rigor. En ese momento, todas las personas ajenas a la votación abandonaron la Capilla Sixtina. Y, a continuación, provocando un sonoro estruendo, Ravelli cerró la puerta custodiada por dos guardias suizos dando inicio oficialmente al Cónclave, que no terminará hasta que el humo blanco se eleve sobre el cielo de Roma anunciando la elección del nuevo Papa.

Los rostros de decepción de los turistas y peregrinos que desde primera hora de la tarde comenzaron a concentrarse en la plaza de San Pedro con la esperanza de ver asomarse al nuevo Pontífice desde el balcón de la logia central, pronto se dispersaron entre las callejuelas de un Vaticano completamente blindado —no sólo físicamente— para garantizar la seguridad. Desde el miércoles por la tarde y hasta que finalice el Cónclave, no será posible utilizar la red de telefonía móvil en todo el territorio, casi medio kilómetro cuadrado en el centro de Roma. La Gendarmería Vaticana habilitó otros canales de comunicación internos, protegidos por un sistema de cifrado militar, que sólo podrá ser utilizado por el personal de la Santa Sede autorizado.