Pikachu, en las protestas por la encarcelación del alcalde de Estambul.

Pikachu, en las protestas por la encarcelación del alcalde de Estambul. Joan Gálvez El Español

Europa

Pikachu, el símbolo de la juventud turca que se resiste a un futuro negro con Erdogan

Tras 22 años en el poder y a sus 71 años, el autócrata sabe que su única salida es morir en el cargo o enfrentar la cárcel.

Más información: La policía turca detiene al alcalde de Estambul, rival de Erdogan, por "vinculación a grupos terroristas" y corrupción

Estambul
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Pikachu huye de la policía turca, atropellado y ágil sobre sus cortas patitas. Aparición surrealista y plástica que corretea en medio de un animado grupo de adultos insurrectos que ondean banderas nacionales, media luna y estrella blancas sobre rojo sangre. La mascota de Pokémon es ya el símbolo viral de la rebelión contra el último giro autocrático del sultán Recep Tayyip Erdoğan, desatada por la detención de su principal rival político, el alcalde socialdemócrata de Estambul, Ekrem İmamoğlu.

Pikachu ridiculiza el poder. Su imagen inocente y eléctrica, niponamente chispeante, desata carcajadas en medio del gas lacrimógeno y las pelotas de goma. Más de dos mil detenidos. La risa, como escribió Kurt Vonnegut, es la forma en que el alma evade el miedo a morir. Y en Turquía se puede morir en una protesta o se puede morir civilmente.

Todo empezó el octavo día de protestas, el 27, en la ciudad sureña de Antalya, donde se avistó por primera vez a un manifestante disfrazado como la valiente y traviesa criatura amarilla de la franquicia. Los móviles captaron la encarnación turca del compañero de Satoshi en su huida desde otro plano. En otros vídeos, las chicas se toman fotos con él. Hasta Spiderman cabalgando un alienígena y la propia policía se fotografían con Pikachu. Dos días después, otro Pikachu aparece en París en otra manifestación contra el autócrata turco.

Protestas por la encarcelación del alcalde de Estambul.

Protestas por la encarcelación del alcalde de Estambul. Joan Gálvez El Español

El diario izquierdista Birgün ha seguido la pista de Pikachu y ha entrevistado al ciudadano dentro del disfraz: “Ante los tensos acontecimientos vividos recientemente en nuestro país, se me ocurrió esta idea. Vine para apoyar y aliviar un poco el estrés de mis compañeros. Si logré arrancar aunque sea una sonrisa en el rostro de nuestros ciudadanos y jóvenes amigos, me doy por satisfecho”.

En CNN Türk, medio afín al gobierno, tertulianos panzones analizan la psicología de la Generación Z y sus tácticas de rebelión, tildan al alcalde y a los manifestantes de elementos desestabilizadores con vínculos terroristas. Entre ellos, el analista Ferhat Murat desgrana un sesudo análisis de Pikachu: “El concepto básico es capturar criaturas imaginarias. Buscan mostrar estos eventos callejeros como algo divertido, como si no hubiera terroristas involucrados”. El comentario, carente de ironía, confirma que la dictadura no digiere el humor.

Los esbirros del Reis, del líder neotomano, llevan años atribuyendo calamidades a poderes externos. En 2011 hablaron de ataques con telequinesis; en 2016 culparon a su exaliado Fethullah Gülen del fallido golpe; y en 2023, acusaron a potencias extranjeras de provocar el terremoto con tecnología avanzada. Estas teorías se enraízan en el síndrome de Sèvres —la paranoia de que Occidente conspira para debilitar a Turquía, evocando el tratado de 1920—, explotado por Erdoğan con emotiva profusión, como documenta el académico Ihsan Yilmaz.

En esta alucinación berlanguiana de las Mil y una noches, no es de extrañar que haya competencia por complacer al sultán. En la misma tertulia de CNN Türk otro reflexivo experto en terrorismo, Coşkun Başbuğ, tiene claro lo que hay detrás del muñequito japonés: “Todo el mundo sabe que se está aplicando una guerra psicológica. Esto fue planeado de antemano. No es un acto inocente de una persona”. Grandes sospechas sobrevuelan también sobre la Generación Z, imbuida por una cultura pop de producciones culturales occidentales que, según el líder vitalicio, está diseñada para corromper los valores tradicionales islámicos y turcos.

Protestas por la encarcelación del alcalde de Estambul.

Protestas por la encarcelación del alcalde de Estambul. Joan Gálvez El Español

Pikachu está en todos sitios y no está solo. Lo acompañan otros personajes formidables, como Batman, Joker o Guy Fawkes, que gritan al unísono con la multitud “¡Dimite, Tayyip!” Los niños llevan al peluche a las protestas o aparece en sus pancartas, “¡Yo te elijo Pikachu!”

Máscaras plateadas, máscaras venecianas, decenas de miles de pasamontañas balaclava y de máscaras de İmamoğlu con las que los jóvenes turcos cubren sus rostros por su seguridad y la de sus familias. Piden justicia, democracia, la dimisión del autócrata, como en las masivas protestas de Gezi de 2013 contra el giro islamista y represivo del que entonces era primer ministro. El socialdemócrata ganó en 2019 la alcaldía de Estambul, la lanzadera hacia el poder nacional.

Y como en Gezi, los jóvenes turcos de clase media siguen siendo los manifestantes más creativos de la región y los que ofrecen oportunidades fotográficas más impactantes. No obstante, hay diferencias. Esta generación ya no tiene nada que perder, señalan los economistas, porque llevan casi una década cayendo en barrena. Las excéntricas e incomprensibles políticas económicas de Erdoğan han hundido al país en la bancarrota, con una inflación del 53% en marzo, la lira turca en su nadir a 0,024€, y un índice de paro juvenil oficialmente en el 15%, tras haber alcanzado el 20% en los últimos años.

Llevamos años viviendo las mismas injusticias”, explica Dili, una manifestante de 33 años que se une a la protesta frente al ayuntamiento de Estambul. “Con los recientes aumentos de precios, ya no nos queda paciencia. Cuando a las injusticias se suman la inflación, nos convertimos en pobres y esclavos a la vez. No se puede soportar todo eso junto”. Su compañero de marcha, Berkay, un cineasta de 25 años, la aplaude.

“Está diciendo verdades como puños. Estoy aquí porque Erdoğan es un dictador, lleva 25 años en el poder, ¡toda mi vida! Estoy harto, queremos libertad, democracia y nuestros derechos. No tengo miedo a la policía, aunque son brutales con nosotros. Sí, me preocupa mi futuro. En Turquía la juventud vive en la inseguridad. Pero los cambios no llegan solos. Erdoğan no dimitirá, los tiranos no lo hacen. Por eso hemos de luchar. Esto no es una protesta, es una exigencia de dignidad”.

Protestas por la encarcelación del alcalde de Estambul.

Protestas por la encarcelación del alcalde de Estambul. Joan Gálvez El Español

Unos pasos más allá, otro grupo de jóvenes saltarines con pasamontañas multicolor portan una pancarta de un İmamoğlu culturista, el alcalde anabolizado que en sus esperanzas de Photoshop derrocará al dictador. “Estamos preocupados por nuestro futuro”, explica un estudiante de Ingeniería Industrial de 20 años. “Por el futuro del empleo, por el futuro de nuestro país. Todos los universitarios estamos aquí”. Su compañero, estudiante de logística de 20 años, se queja de las cargas policiales: “Estamos indignados y asustados, golpean a todos los estudiantes, sí, nos golpean, nuestra propia policía, nuestro propio pueblo… Los amamos, pero ellos eligen agredirnos. Ya no veo futuro”. Todos hablan al unísono, pero no quieren dar sus nombres, tienen miedo a las represalias.

Los jóvenes demócratas de clase media no protestan solos. Se suman sindicalistas, profesores, intelectuales, comunistas y kurdos que, pese a no apoyar al CHP (partido de İmamoğlu), tampoco tienen nada que perder. Su presencia irrita a los nacionalistas, también presentes en las protestas, que desconfían de estos 'sospechosos habituales' de izquierda. "Que te jodan Apo", grita una pancarta en Saraçhane, insultando al líder del PKK. El alcalde fue detenido por corrupción y terrorismo: se le acusa de contactar con el grupo armado, igual que el presidente, supuestamente para negociar la paz y una alianza electoral en 2028 que daría la victoria al presidente o al opositor.

En el masivo mitin del CHP en Maltepe, donde acudieron un millón de partidarios el sábado, Zehra y Rabia, dos jóvenes kemalistas de 19 y 22 años, respectivamente, expresan su deseo de justicia y su frustración con lo que consideran una traición de Erdoğan a los valores republicanos del padre de la patria secular y moderna, Mustafa Kemal Atatürk. “Estamos aquí porque queremos justicia”, afirman en posición del loto sobre el césped. Su amor por la patria no las previene de cometer errores ortográficos en sus pancartas, tal vez fruto de su apresurada pasión: “Estamos enemoradas de Atatürk. Él es nuestra riligión. La Repáblica es nuestro sustento”. Y: “Mi odio crició. Como yo, lo abondoné al dolor. ¡Pero ustedes no seis como nosotros!”

Tras 22 años en el poder y a sus 71 años, Erdoğan sabe que su única salida es morir en el cargo o enfrentar la cárcel. Consciente de su ventaja, cuenta con que EEUU y la UE lo necesitan para mediar en Ucrania, por su ejército (el segundo más grande de la OTAN), para contener refugiados sirios y el terrorismo. Con el poder judicial bajo su control, las débiles acusaciones contra el alcalde no generarán presiones internacionales por derechos humanos. Tras el Ramadán, quizá la protesta juvenil decaiga, ¿cómo sostenerla hasta 2028? Aunque İmamoğlu superaba el 55% en intención de voto presidencial, pocos esperan su liberación.

Los manifestantes se ponen sus máscaras antigás, las más frecuentes y necesarias. Para cuando hacia la media noche los antidisturbios rocían a los jóvenes con el lacrimógeno, un derviche girávolo enmascarado surge de la nada y gira lentamente, inalterable, bajo la descarga tóxica y frente a los fotógrafos. Flash.