
El canciller en funciones de Alemania y líder del partido Unión Cristianodemócrata (CDU) Friedrich Merz sale tras la reunión, después de que funcionarios de los partidos conservadores alemanes y del centro-izquierda SPD reanudaran las conversaciones exploratorias sobre la formación de una coalición en la Cancillería en Berlín, Alemania 5 de marzo de 2025. Reuters
Merz promete mano dura contra Orbán para que Hungría deje de ser un obstáculo para la seguridad de Europa
El próximo canciller alemán acuerda con los socialdemócratas presionar a las instituciones comunitarias para acabar con el derecho de veto del primer ministro húngaro, el peón de Putin en la UE.
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A cada paso, Friedrich Merz da muestras de querer recuperar el bastón de mando con el que Angela Merkel se paseó por las instituciones europeas. Un liderazgo —ahora puesto en cuestión— que Olaf Scholz no pudo o no quiso heredar durante sus cuatro años a la cabeza del frágil Gobierno de coalición alemán.
El próximo canciller parece, en cambio, mucho más decidido que su inminente predecesor a imponer sus planes en Europa. Merz considera que es el momento propicio para adoptar las reformas que, sostiene, el bloque comunitario demanda para responder a la amenaza que representa la Rusia de Vladímir Putin y la impredecibilidad de los Estados Unidos de Donald Trump, cuyas implicaciones traslucen en la mesa de negociación a tres bandas para la posguerra en Ucrania. Una mesa colocada en Arabia Saudí en la que la Unión Europea no tiene —ni parece que vaya a tener— asiento reservado.
Las reformas en cuestión que esboza Merz quedan reflejadas, según informa el digital Politico, en el borrador del acuerdo de coalición entre su CDU y el SPD de Scholz. Un documento de carácter provisional —dado que no parece que vaya a haber acuerdo de coalición, como mínimo, hasta mediados de abril— que incluye medidas en materia de inmigración, política energética y gasto social. Una de las cláusulas del acuerdo entre democristianos y socialdemócratas que interpelan a los Veintisiete recoge, siempre según Politico, que “los instrumentos de protección existentes, desde los procedimientos de infracción y la retención de fondos de la Unión Europea hasta la suspensión de derechos de pertenencia, como el derecho de voto en el Consejo de la UE, deben aplicarse de forma mucho más coherente que antes”.
Otra subraya que, en cuanto eche a rodar, el próximo Gobierno de coalición alemán defenderá “una ampliación de la votación por mayoría cualificada en el Consejo Europeo, en particular en determinadas cuestiones relacionadas con la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), como la imposición de sanciones”.
Dicho de otra forma, que el Ejecutivo de Merz ejercerá presión sobre las instituciones comunitarias para suspender el derecho de voto de aquellos países miembros que violen el Estado de derecho u otros principios rectores de la Unión. De paso, esa Gran Coalición pretende eludir la capacidad de veto que los Veintisiete pueden aplicar en cuestiones relacionadas con la política exterior, seguridad común, fiscalidad, el presupuesto y la incorporación de nuevos miembros.
La idea no es en absoluto novedosa. El italiano Mario Draghi, salvador del euro, ya lo contempló en septiembre del pasado año en el informe sobre competitividad que le encomendó la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. Un informe que, desde el momento de su publicación, todos decidieron ignorar.
La cláusula del borrador del acuerdo de coalición en Alemania que cita Politico no menciona expresamente a la Hungría de Viktor Orbán, pero no es necesario. Merz no es el único líder europeo que considera que el primer ministro húngaro cruzó hace demasiado tiempo todas las líneas rojas. Hace cuatro años, de hecho, su familia política, el Partido Popular Europeo (PPE), forzó la expulsión del grupo parlamentario en la Eurocámara del Fidesz, la formación ultraconservadora de Orbán. ¿La razón? La deriva autoritaria del primer ministro húngaro.
Ahora, Merz quiere hacer efectivo —aunque por otras vías— el procedimiento del Artículo 7 que el Parlamento Europeo inició —aunque nunca llegó a terminar— contra Hungría en 2018. Esto es, suspender sus derechos como miembro como resultado de la vulneración “grave y persistente” de los principios de la Unión.
“La CDU/CSU ha sido tradicionalmente una fuerza líder dentro del PPE. Merz tiene poder para influir fuertemente en el rumbo de los populares. Dentro del PPE, muchos —incluida la CSU— han apoyado a Orbán durante mucho tiempo. O le han dejado salirse con la suya en acciones claramente antidemocráticas. Pero desde hace tiempo hay partidos dentro del PPE que se oponen firmemente al primer ministro húngaro”, subraya Pieter de Wilde, catedrático de Política y Sociedad Europeas de la Universidad de Groningen, en conversación con EL ESPAÑOL.
No es, de momento, más que una hipótesis. Una hipótesis que, en caso de producirse, asestaría el mayor revés a Orbán desde que, en 2022, la Comisión bloqueó el envío a Budapest de 22.000 millones de euros de los fondos de cohesión. Un revés que, sin embargo, el primer ministro húngaro consiguió mitigar sólo un año después cuando, después de avalar su reforma judicial, el Ejecutivo comunitario desbloqueó el envío de 10.000 millones a Hungría.
“Es evidente que la Unión Europea ha perdido gran parte de su capacidad para salvaguardar la democracia y el Estado de derecho una vez que se han convertido en Estados miembros de pleno derecho”, lamenta De Wilde. “Y la toma de decisiones a nivel de la UE sólo es plenamente justa y democrática cuando los representantes de cada uno de los Estados miembros han sido elegidos en elecciones libres y justas”.
“Por tanto, es problemático para toda la UE que Orbán o cualquier otro dirigente socave la democracia y el Estado de derecho a nivel nacional”, añade el experto en política europea, que ve con buenos ojos los planes de Merz: “Es conveniente que los líderes de otros Estados miembros busquen formas de salvaguardar la democracia y el Estado de derecho en otros Estados miembros, porque afecta a toda la UE y, por tanto, en última instancia también al nivel de democracia y Estado de derecho en su propio país”.
El próximo canciller alemán quiere, en cualquier caso, decir adiós a la capacidad de veto de Hungría. Dejar de depender en el futuro de las negativas de Orbán para tomar represalias contra el régimen de Putin. Negativas que, desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, han sido una constante que ha obstaculizado los planes del bloque para desgastar la maquinaria bélica del Kremlin.
La condición de Orbán como aliado de Putin —él ha sido el único líder comunitario que se ha reunido con el presidente ruso y su ministro de Asuntos Exteriores, Péter Szijjártó, ha realizado, como mínimo, trece visitas a Moscú en los tres últimos años— debilita a la Unión.
“Como ningún otro dirigente de un Estado miembro, Orbán ha demostrado estar dispuesto a chantajear a la Unión Europea para que haga concesiones. La mayoría de las veces, lo hace para obtener más dinero de la UE para financiar a sus compinches y apoyar así su régimen cleptocrático y corrupto. Dado que es injustificable que los contribuyentes de la UE financien la corrupción de Orbán, es justo que los líderes de la UE traten de aislarle o eludirle”, argumenta De Wilde.
“Orbán ha buscado alianzas con Moscú y Pekín. Pueden utilizarlo para bloquear la toma de decisiones en Bruselas, paralizando la UE. En un nuevo orden mundial en el que tanto Rusia como China son cada vez más rivales, cuando no enemigos declarados de la UE, ésta necesita medios que la hagan menos vulnerable al bloqueo de la toma de decisiones por parte de Estados miembros individuales. La mejor manera de hacerlo es pasar al voto por mayoría —también en política exterior— en lugar del voto por unanimidad”, añade el especialista, en sintonía con la hoja de ruta del próximo Gobierno alemán.
Vocación geopolítica
Merz tiene motivos personales para estar cabreado con el primer ministro húngaro, desde luego. Orbán respaldó a la colíder de Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, en plena campaña electoral en Alemania. El mandatario húngaro recibió en Budapest a la dirigente de extrema derecha, con quien ni siquiera comparte familia política europea, con honores de jefa de Gobierno.
Pero Merz parece no conformarse con orillar a Orbán. En el borrador del acuerdo de coalición con los socialdemócratas que cita el digital Politico, el líder de la CDU también propone colocar a Berlín en el denominado Triángulo de Weimar. Fortalecer el motor franco-alemán, resentido durante el Gobierno de Scholz, e incorporar a la Polonia de Donald Tusk en la ecuación para dotar a la Unión Europea de un nuevo liderazgo.
“Sí, Merz parece más decidido a dejar que Alemania desempeñe un papel protagonista en las preocupaciones geopolíticas europeas”, comparte De Wilde. “Aún no está claro sin embargo cuáles serán sus acciones, pero su mensaje desde que ganó las elecciones ha sido muy contundente en este sentido. Pretende aumentar masivamente el gasto en defensa en Alemania. También parece que hay un sentimiento compartido de urgencia entre los principales partidos alemanes (CDU/CSU, SPD y Verdes) de que tienen una oportunidad más de volver a encarrilar la economía alemana o, de lo contrario, enfrentarse a una victoria de AfD en las próximas elecciones”.
“Los planes de Merz de invertir fuertemente tanto en defensa como en infraestructuras deben verse desde esta perspectiva: permitir la autosuficiencia europea en defensa y mejorar la economía para que los ciudadanos alemanes estén menos insatisfechos y, por tanto, sean menos propensos a votar a AfD”, concluye el catedrático de Política y Sociedad Europeas en la Universidad de Groningen.