Un militar ucraniano porta un AK-74 en la línea de frente en Bakhmut.

Un militar ucraniano porta un AK-74 en la línea de frente en Bakhmut. Reuters

Europa

Barro, munición checa y F16: así quiere consolidar Ucrania su defensa tras las elecciones rusas

La capacidad de Rusia para producir armamento es muy superior al suministro que está recibiendo Ucrania.

12 marzo, 2024 02:27

Continúa, inasequible al desaliento, la ofensiva militar y diplomática rusa en Ucrania. En las últimas semanas, hemos asistido a ataques bastante incomprensibles tanto en el Donbás como en Zaporiyia que han derivado en conquistas marginales y enormes pérdidas tanto de tropas como de blindados. El gasto en munición del ejército ruso es desorbitado, pero, según fuentes de la OTAN citadas por la cadena CNN, sostenible en el tiempo. En la actualidad, Rusia estaría produciendo al mes tres veces más proyectiles que Estados Unidos y la Unión Europea juntos.

Si a eso le unimos el bloqueo que los republicanos de la Cámara de Representantes siguen ejerciendo sobre el paquete de ayuda a Ucrania aprobado por el Senado, lo cierto es que en ocasiones el ejército de Oleksandr Syrskyi se ve sobrepasado por el exceso ruso. Eso ha provocado no solo pérdida de terreno -especialmente alrededor de Robotyne y al oeste de Avdivka-, sino el regreso de los mantras sobre la necesidad de un acuerdo de paz en los términos que desee Rusia, renunciando a los territorios que pertenecen legítimamente a Ucrania.

Sin embargo, Kiev no está dispuesta a hacer cesiones de este tipo. En primer lugar, porque saben lo que es firmar un acuerdo con Rusia y que Rusia lo rompa cuando le convenga. Sucedió en Minsk y puede volver a suceder en cualquier momento. El miedo del gobierno de Zelenski y del alto mando del ejército ucraniano es que un supuesto acuerdo de paz solo sirva para que Rusia recomponga sus fuerzas, acelere aún más la producción de municiones y ataque de nuevo cuando sienta que está en disposición de ello para completar su sueño de incorporar Járkov y Odesa a su federación.

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Aparte, aunque el gasto para Ucrania esté siendo inmenso y la iniciativa siga ahora mismo en manos rusas, Syrskyi tiene motivos para el optimismo a corto-medio plazo. Los expertos ven en estos ataques casi suicidas de los rusos una necesidad propagandística de cara a las elecciones del próximo domingo, en las que a Putin no le basta con la victoria, algo que se da por hecho, sino que quiere presentarse como auténtico líder imperial del viejo nacionalismo ruso.

Las municiones checas

Ahora bien, es muy complicado que Rusia pueda mantener este ritmo de ofensiva durante mucho más tiempo. Es de entender que la pasión propagandística electoral acabará en breve y, con ella, la necesidad de victorias mediáticas. Aparte, el barro pronto cubrirá las tierras ucranianas tras el deshielo, lo que hace casi imposible ningún avance por parte de los blindados y expone peligrosamente a la infantería. En esas condiciones, pensar en avances es una quimera y las posiciones defensivas se hacen más eficientes.

Volodímir Zelenski posa junto a una corbeta Ivan Vyhovsky que se está construyendo en un astillero de Turquía para Ucrania.

Volodímir Zelenski posa junto a una corbeta Ivan Vyhovsky que se está construyendo en un astillero de Turquía para Ucrania. Reuters

Esa es una de las bazas de Ucrania para ganar tiempo y al menos estabilizar el frente. Las otras se centran exclusivamente en lo militar. Pese a la evidente connivencia del Partido Republicano con Vladímir Putin, Europa oriental parece decidida a plantar cara al oso ruso. Saben de primera mano lo que se juegan.

El presidente checo Petr Pavel anunció el mes pasado un plan de recaudación de fondos para enviar 800.000 piezas de munición a Ucrania. Hace unos pocos días, afirmó que el objetivo se había conseguido y que los proyectiles se enviarían cuanto antes a Kiev.

Es una ayuda significativa para un ejército escaso de municiones. Con todo, hay que matizar un par de cuestiones al respecto: aunque Pavel hable de 800.000 piezas, su primer ministro, Petr Fiala, explicó en redes sociales que, de momento, solo iban a comprar 300.000 como un adelanto, con la idea de completar el encargo cuando sea posible. Estas declaraciones, obviamente, generan ciertas dudas respecto a la efectividad de la ayuda, pues estaríamos hablando de la mitad de lo prometido.

Incluso si fueran 800.000, solo se conseguiría igualar la producción rusa de tres meses, según el mencionado informe de la OTAN. Rusia tiene capacidad para producir 250.000 piezas de artillería al mes, lo que supone tres millones de proyectiles al año. Unas cifras a las que hay que añadir la ayuda norcoreana, aunque buena parte de la munición que envía Kim Jong-Un está en unas condiciones lamentables.

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Seis F16 para julio

La otra buena noticia para Ucrania desde el punto de vista armamentístico es el anuncio de que la OTAN ya está a punto de terminar la formación de los pilotos ucranianos que llevan meses aprendiendo a llevar un F16. Todo lo que rodea a la incorporación de este caza de origen estadounidense ha tenido desde su inicio un punto rocambolesco.

Joe Biden tardó meses en dar la autorización para que se vendieran a Ucrania modelos de segunda mano, pese a las constantes peticiones del gobierno de Kiev. De hecho, no lo hizo hasta el 19 de mayo de 2023, en el contexto de la reunión del G7 en Japón, es decir, más de un año después del comienzo de la invasión rusa.

Un soldado ucraniano en Bakhmut.

Un soldado ucraniano en Bakhmut. Reuters

Aquel 19 de mayo, se puso en marcha el plan de formación de la OTAN con la condición de que los cazas no atacaran en ningún caso territorio ruso. El calendario ha sido confuso, por decir algo. Aunque en un principio se rumoreó que podrían llegar a tiempo para la contraofensiva de verano, lo cierto es que los distintos cursos de formación en Dinamarca, Gran Bretaña y Estados Unidos se han ido prolongando sin que se sepa bien por qué y ha habido que esperar diez meses para completar la tarea.

Se supone que, para el mes de julio, esos pilotos habrán completado el último nivel de perfeccionamiento en el centro de aviación de la OTAN en Betesti, Rumanía, aunque lo cierto es que, según informa el New York Times, aún no hay rastro de los reclutas.

En cualquier caso, para cuando puedan volver a Ucrania, no se espera que haya más de seis F16 disponibles de los 45 prometidos por los aliados europeos. Países Bajos, por ejemplo, se comprometió a entregar 24, pero no hará efectivo el envío hasta que haya garantías sobre la formación de los pilotos ucranianos. Todo son retrasos.

Consolidar el espacio aéreo

¿Serán suficientes esos seis F16 para cambiar el curso de la guerra? No. Ni siquiera bastarían con 45. Dicho esto, sin duda, serán un elemento de disuasión para las habituales incursiones rusas en el espacio aéreo ucraniano y los consiguientes bombardeos.

Si a los cazas, se le unieran más baterías antiaéreas, Ucrania se sentiría más cómoda en la defensa de su territorio, incluyendo las posiciones ganadas desde el inicio de la invasión. En eso confían Zelenski y Syrskyi.

Pensar en una contraofensiva, en las condiciones actuales, parece un imposible… pero lo importante ahora mismo es que Rusia no ha conseguido hacer caer el frente. Si Ucrania aguanta hasta después del verano, es probable que empecemos a ver cómo afecta este desgaste brutal al invasor.

Una victoria demócrata en las elecciones estadounidenses sería el espaldarazo definitivo, pero ahora mismo se ve lejana. Luchar sin Estados Unidos al lado sería durísimo, pero Ucrania debe agarrarse a esas primeras semanas en las que, sin ayuda exterior, consiguió rechazar el ataque sobre Kiev.

Incluso en el peor escenario, si las presiones internacionales siguen empujando hacia una tregua o un acuerdo de paz, bien hará el ejército ucraniano en llegar a ese alto el fuego en las mejores condiciones militares posibles: con líneas claras de defensa, territorio minado y protegido y la mejor tecnología a su alcance. Nunca estuvo Ucrania tan bien armada como lo está en la actualidad. Sirva eso para la guerra o sirva eso para garantizar la paz, que aún no está claro.