Europa

Rusia responde a los primeros pasos de Ucrania en la UE con una masacre de civiles en Járkov

Zelenski califica el bombardeo de "acto terrorista" y culpa por su complicidad a todos los países que permiten que Rusia esquive las sanciones.

6 octubre, 2023 02:44

En pocas horas de la mañana del jueves, el ejército ruso dio un nuevo ejemplo de salvajismo, sin compasión ni sentido de la humanidad, encadenando dos ataques brutales contra objetivos civiles que bien podrían considerarse crímenes de guerra. El primero fue contra un hospital en la localidad de Berislav, provincia de Jersón, justo en la orilla derecha del Dniéper, frente a Nova Kajovka, donde los rusos volaron la presa que contenía el caudal del río el pasado mes de junio.

Las imágenes del impacto de las dos bombas guiadas contra el edificio son estremecedoras. De hecho, poco queda del hospital, que quedó prácticamente destruido. Afortunadamente, no hubo que lamentar más daños humanos que las lesiones a dos trabajadores del centro. Se trata de una zona prácticamente despoblada y evacuada varias veces por motivo de la propia guerra; de lo contrario, la escabechina podría haber sido salvaje.

Tan salvaje como lo vivido casi a la misma hora a cientos de kilómetros de ahí, en el pueblo de Groza, cerca de Kupiansk, provincia de Járkov. Se trata de una zona en disputa desde hace meses y en la que Rusia ha intentado sin éxito llevar a cabo varias contraofensivas para recuperar terreno desde el eje Svatove-Kreminna. Groza, como otros pueblos de alrededor, ha sido varias veces evacuado, perdiendo buena parte de su población por el camino. De lo contrario, la masacre, de nuevo, habría sido aún mayor.

Un edificio completamente destruido tras el impacto de un misil ruso en Járkov.

Un edificio completamente destruido tras el impacto de un misil ruso en Járkov.

Al menos 51 muertos

Aunque en un principio se rumoreó que el ataque se había producido a la salida de un funeral, el propio presidente Volodimir Zelenski aseguró desde Granada que las bombas rusas habían caído sobre una zona de viviendas y una tienda de comestibles. El resultado: un mínimo de cincuenta y una víctimas mortales, entre ellas un niño de seis años, y en torno al centenar de heridos. Se trata de uno de los ataques contra civiles más duros desde que empezara la guerra, solo comparable con el de la estación de tren de Kramatorsk (59 muertos y 109 heridos) o el del Teatro Dramático de Mariúpol (en torno a 600 fallecidos).

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Ambos ataques se produjeron en las primeras etapas de la guerra, cuando Ucrania apenas disponía de baterías antiaéreas y la táctica de Rusia era esparcir el miedo por todo el país en busca de una rendición inmediata. En el último año y medio hemos visto todo tipo de ataques sobre zonas residenciales de Kiev, Odesa, Dnipropetrovsk o Lviv, pero cuesta recordar algo parecido a esto, tan indiscriminado, a plena luz del día, sin posibilidad de confusión alguna con un objetivo militar.

En su comunicado, hecho público en la red social Telegram, Zelenski califica el bombardeo de "acto terrorista" y culpa por su complicidad a todos los países que permiten que Rusia esquive las sanciones comerciales. Asimismo, el presidente ucraniano, que aún no sabe si se someterá o no a una posible reelección en 2024, aseguró que su país "responderá" a esta masacre, aunque sin especificar cómo ni dónde.

Putin huele debilidad

Los ataques rusos coinciden con la celebración de la cumbre de la Unión Europea en Granada a la que está invitado el propio Zelenski y no parece que dicha coincidencia sea ninguna casualidad. Putin siempre ha entendido que su manera de convencer es mediante la intimidación. Que se líe a matar civiles indiscriminadamente justo el día antes de que empiecen las negociaciones en torno a una posible incorporación de Ucrania al club de los 27 es un claro mensaje de fuerza que viene a decir: "Cuidado con lo que hacéis".

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La amenaza llega además en un momento en el que países como Hungría están poniendo pegas al envío de ayudas, Eslovaquia acaba de elegir a un líder prorruso y Alemania ha dejado claro que no va a enviar los misiles crucero Taurus que Ucrania le había solicitado. Si a eso le sumamos la posición de destacados líderes del Partido Republicano estadounidense, como Ron de Santis, Donald Trump o Vivek Ramaswamy, pidiendo el cese de las ayudas al gobierno de Zelenski, está claro que Putin ha olido debilidad… y cuando Putin huele debilidad solo sabe reaccionar con violencia.

El planteamiento detrás de toda la operación militar en Ucrania parte de la supuesta decadencia occidental. Hasta la fecha, ha sido más bien al contrario: Occidente se ha plantado firme contra el autoritarismo ruso y no ha cedido a sus chantajes nucleares ni energéticos. Ahora bien, Putin intuye que esa firmeza puede tener fin y sabe que tarde o temprano empezarán las divisiones internas. Lo que tiene que conseguir es frenar una posible incorporación de Ucrania a la UE o a la OTAN antes de que esas divisiones estallen.

Está por ver si el uso de la fuerza le servirá en su estrategia de intimidación o si, al contrario, reforzará las posiciones morales de quienes entienden que la guerra de Ucrania puede determinar el futuro del continente y de nuestra manera de entender la convivencia en el planeta. Occidente vio el órdago del 24 de febrero de 2022 y las cartas de Putin no eran entonces las mejores. El recurso al terror y a la sangre hace pensar que tampoco lo son ahora.