Un militar ucraniano camina cerca de un tanque destruido cerca del pueblo de Robotyne (Zaporiyia).

Un militar ucraniano camina cerca de un tanque destruido cerca del pueblo de Robotyne (Zaporiyia). Reuters

Europa

La batalla por la colina 116: así se juegan Ucrania y Rusia el control de la ciudad clave de Tokmak

La zona sur de Robotyne, en la región de Zaporiyia, está llena de colinas que dificultan la contraofensiva pero que podrían dividir al ejército ruso en dos. 

30 agosto, 2023 03:04

Una vez pasada la primera defensa de la conocida como “línea Surovikin”, a la altura de Robotyne, Ucrania sigue avanzando hacia el sudeste, en concreto hacia las poblaciones de Novoprokopivka y Verbove. Las luchas son encarnizadas. Rusia necesita garantizar que Ucrania no supera otra de sus líneas de trincheras, minas y dientes de dragón y para ello ha desplazado unidades de élite que estaban operando hasta ahora en Kreminna, según informa el Institute for the Study of War.

Este movimiento en sí ya es una excelente noticia para Ucrania, pues demuestra lo que el general Zalhuzhnyi suponía: los rusos no tienen suficientes hombres para proteger esa zona por sí mismos. Necesitan moverlos de otros puntos del frente, lo que, a su vez, los hace más vulnerables. Una continua coreografía en la que, en cualquier momento, un mal movimiento puede provocar una brecha y el consiguiente ataque ucraniano.

El problema de esta zona sur de Robotyne, en la región de Zaporiyia, es que está llena de colinas. No hay que ser un experto militar para entender que atacar una zona en elevación es más complicado, mientras que defenderse viendo a tu enemigo desde arriba te da una ventaja enorme.

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Por eso, la lucha ahora mismo está en cada una de esas colinas, que pueden marcar una enorme diferencia en el combate. La propia Novoprokopivka está en altitud, lo que dificulta su liberación. Verbove está un poco más baja, por eso Ucrania se ha lanzado en esa dirección.

Objetivo Tokmak

Ahora bien, hay un punto intermedio, que en redes sociales se ha dado en llamar “la colina 116” por su altitud (116 metros), cuyo control puede ser clave. Esta colina está situada al sudeste de Novoprokopivka y coincide justo con la segunda línea de protección rusa. Su toma, junto a la de Verbove, permitiría un ataque desde la retaguardia y en igualdad de condiciones. Es más, dejaría el camino más o menos abierto de cara al gran objetivo ucraniano en la zona, que no deja de ser Tokmak.

Tokmak, como en su día fueron Limán o Izium en el este, se ha convertido en el gran nodo de comunicaciones de la defensa rusa en el sur de Zaporiyia. De su resistencia depende todo el entramado que protege a su vez la ciudad de Melitopol y el puerto de Berdiansk, en el Mar Negro.

Si Ucrania llega a Tokmak -ahora mismo está a unos 25 kilómetros y ya han empezado los bombardeos continuos-, estará en condiciones de partir en dos al ejército ruso y aislar de esa manera a las tropas que defienden el sur de Jersón y el acceso a la península de Crimea.

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Queda mucho para eso, en cualquier caso. Cada colina 116 que encuentran los ucranianos por el camino es un obstáculo a menudo más temible que las trincheras, cuyo valor depende solamente de cuántos hombres puedan defenderlas… y se ve que no sobran.

Las municiones de racimo, en ese sentido, han sido clave a la hora de “limpiar” estas fortificaciones. Van minando la moral del defensor y causa importantes bajas que tienen que ser cubiertas por los refuerzos de retaguardia, lo que a su vez hace que esa retaguardia cada vez esté más desprotegida.

No solo avanzar, sino liberar

Aunque desespere a medios y expertos estadounidenses, Ucrania busca ampliar el frente todo lo posible en vez de centrarse en un solo punto. Por supuesto, es un camino más largo y en apariencia más lento. También, cree el alto mando ucraniano, más efectivo. No es cuestión solo de recuperar terreno sin más, sino de poder luego protegerlo.

Ucrania, conforme avanza, asegura la zona y crea un área de protección de unos diez kilómetros que a su vez puede servir para empezar otra ofensiva. No es casualidad que, casi siempre, los avances hacia el sur vayan acompañados de operaciones hacia el este.

Y es que, teniendo en cuenta que Rusia estaba convencida de que el gran ataque vendría desde el norte o el oeste, ir avanzando hacia el este ofrece la posibilidad de embolsar unidades en el camino. Unidades que no podrán ser utilizadas después en contraataques o que no podrán moverse para defender otros objetivos de la ofensiva.

En el Pentágono parecen convencidos de que lo suyo es ir como kamikazes hacia Tokmak y de ahí a Melitopol, pero no son suyas las vidas que se ponen en juego ni es suyo el territorio que se pretende liberar.

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La clave para el éxito o el fracaso de esta operación múltiple -Tokmak, saliente de Vremievski, Bakhmut…- es la capacidad de Rusia para coordinarse en la defensa. Hasta ahora, todo se ha fiado a un montón de minas y trincheras, que es una estrategia propia de otro siglo. Hacen falta armas y hombres y una idea clara de dónde defender y dónde retirarse. Para ello, el alto mando debe estar lúcido y centrado.

¿Lo está ahora mismo o sigue con un ojo en África y dándole vueltas a lo sucedido con Eugeni Prigozhin? ¿La prioridad de Shoigú y Gerasimov es política o militar? Es lógico que haya dudas al respecto y esas dudas son a las que se aferra Ucrania para esperar un derrumbe en Zaporiyia como los que vimos el año pasado en Járkov y en Jersón… solo que esta vez con mayores consecuencias: Crimea está a la vista.