Marine Le Pen tras la derrota en las elecciones este domingo.

Marine Le Pen tras la derrota en las elecciones este domingo. Reuters

Europa

La 'dulce derrota' de Marine Le Pen pone en evidencia todas las carencias de su proyecto

La candidata ultraderechista volvió a perder frente a Emmanuel Macron, pero logró el mejor resultado de la historia de su partido.  

25 abril, 2022 02:22

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La euforia de Marine Le Pen, su celebración por todo lo alto ante cientos de seguidores de la Agrupación Nacional, y su empeño en recalcar el número de franceses que han apoyado su proyecto xenófobo, populista y antieuropeísta, puede llamar a engaño. La realidad, insobornable, es que, por segunda elección consecutiva, Le Pen ha perdido ante Emmanuel Macron y ha perdido, además, por una diferencia considerable, probablemente en torno a los cuatro millones de votos.

Por supuesto, los dirigentes del partido de extrema derecha tienen todo el derecho de celebrar el mejor resultado electoral de su historia. Faltaría más. Ahora bien, van a tener complicado repetir unas condiciones similares a las de estos comicios. Le Pen llegó al duelo final después de cinco años de protestas multitudinarias contra un presidente carismático, sí, pero también muy impopular entre las clases medias con miedo a dejar de serlo por las distintas crisis económicas. El presidente de los “gilets jaunes”. El presidente de las tensiones raciales. El presidente que es visto como demasiado blando por la mitad de la población y como demasiado narcisista por la otra mitad.

Macron era, también, un candidato débil en lo que tenía de candidato sin partido. Su apuesta al margen de la tradición gaullista y la socialista que han dominado los últimos sesenta y cinco años de la política francesa le hacía un blanco perfecto para el populismo en estas elecciones marcadas por la frustración económica y el hartazgo pandémico. Aun así, Le Pen se ha quedado a dieciséis puntos, según las primeras proyecciones de voto. Tendrá que volver a intentarlo en 2027. Hasta entonces, puede celebrar lo que quiera, pero desde la resignación de la derrota.

La alta abstención maquilla un dato algo incómodo para la extrema derecha francesa: en 2017, Le Pen consiguió diez millones y medio de votos. Cinco años después, serán unos dos millones y medio más. No es un avance sideral para una formación que, en medio, ha fracasado también en los comicios departamentales y locales, y solo ha conseguido imponerse en las Elecciones Europeas de 2019 aprovechando la indiferencia habitual del votante medio. De hecho, ningún partido superó entonces los seis millones de votos.

Marine Le Pen, esta tarde, tras conocer los primeros sondeos a pie de urna.

Marine Le Pen, esta tarde, tras conocer los primeros sondeos a pie de urna. Reuters

Frente republicano

Si comparamos el previsible resultado de Le Pen y la extrema derecha con el conseguido en la primera vuelta, tampoco vemos motivos claros para la euforia: hace apenas dos semanas, entre Marine Le Pen y Eric Zemmour consiguieron más de once millones de votos. Tan solo han podido convencer a dos millones de los votantes de los demás partidos. En resumen, su proyecto sigue siendo para convencidos. Que esos convencidos sean cada vez más no oculta que sigue habiendo una masa enorme de ciudadanos que prefieren erigirse en barrera contra el populismo.

De hecho, según una encuesta de IPSOS, el 44% de los votantes de Macron habrían elegido al candidato de En Marche! simplemente para evitar que Le Pen llegara a El Elíseo. El dato, que se puede leer como un aviso de “voto prestado” al presidente, evidencia que hay unos siete millones de votantes indecisos, pero movilizados contra la Agrupación Nacional. Votantes de otros partidos o potenciales abstencionistas que siguen viendo la opción lepenista con miedo. Son menos que hace cinco años, pero siguen siendo muchísimos.

Le Pen ha hecho un notable esfuerzo por moderar su mensaje. Tanto, que ha dejado un hueco a su derecha para candidatos como el citado Zemmour. Ya no quiere sacar a Francia del euro ni propone referéndums para salir inmediatamente de la Unión Europea. Aun así, sus alianzas con Putin en el pasado y con lo más granado del antieuropeísmo del continente le siguen pasando factura. Es una candidata del odio y el miedo. Una candidata que cuando llega el debate decisivo se viene abajo sistemáticamente y no es capaz de defender ni sus propias afirmaciones.

Emmanuel Macron, este domingo, tras ser reelegido como presidente de la República francesa.

Emmanuel Macron, este domingo, tras ser reelegido como presidente de la República francesa. Reuters

Integrar a las clases bajas

Le Pen da por hecho que, en 2027, ya sin Macron, llegará su momento. Lo primero de lo que tendrá que preocuparse es de llegar. El frente republicano está ahí, empeñado en no rendirse, lo lidere quien lo lidere. Le Pen, que estuvo a un puñado de votos de quedarse en la primera vuelta después de encabezar los sondeos durante buena parte de la legislatura, tendrá que luchar por evitar nuevas escisiones y movimientos de silla. Hay líderes de entreguerras y líderes que solo se acercan cuando ven el poder cerca. Si la Agrupación Nacional obtiene un buen resultado en las próximas legislativas, muchos querrán acercarse al sol que más calienta. Si obtiene su habitual mal resultado producto de las votaciones a dos vueltas, toda esta euforia se puede venir abajo en un visto y no visto.

Le Pen sacándose una 'selfie' con una seguidora este domingo tras conocer los resultados de las elecciones.

Le Pen sacándose una 'selfie' con una seguidora este domingo tras conocer los resultados de las elecciones. Reuters

Su proyecto excluyente y visceral sigue presentando unas carencias evidentes a la hora de ganar unas presidenciales y, esperemos, de tener una representación relevante en la Asamblea Nacional (ahora mismo cuenta con ocho de quinientos setenta y siete escaños). Por supuesto, su arraigo entre las clases más modestas de Francia es preocupante. El 67% de los obreros han votado a Le Pen, así como el 57% de los empleados por cuenta ajena. Ese es un problema que el republicanismo tendrá que afrontar y solventar en la próxima legislatura. Para ello, necesitará un buen resultado en junio y una mayoría suficiente para emprender reformas económicas sustanciales y que vayan más allá del odio al inmigrante.

La idea de que esta no es una oportunidad perdida sino un paso más en el camino tiene mucho de cuestionable. Los trenes no pasan continuamente. Le Pen celebra, pero desde la derrota. Una vez más. Intentó poner en jaque a la democracia liberal vistiendo al lobo de cordero, pero no caló. Eso es lo que cuenta. Lo demás son futuribles sin demasiado peso. Europa y la OTAN se jugaban mucho en un momento muy complicado. Han pasado el examen y con una nota aceptable. Habrá que sacar lecciones del resultado, por supuesto, pero no todas pueden ser pesimistas. El republicanismo está vivo. El europeísmo sigue en pie. Eso es lo único cierto que nos dejan estas elecciones.