Xi Jinping, durante la apertura de la 25ª Cumbre Unión Europea-China.

Xi Jinping, durante la apertura de la 25ª Cumbre Unión Europea-China. Andrés Martínez Reuters

Asia

China aprovecha el desdén de Trump por el orden mundial para colocar a sus afines en los puestos de poder de la ONU

El gigante asiático ha logrado posicionar a varios altos funcionarios en puestos clave dentro de la institución mientras consigue cada vez más apoyos entre los países del llamado “sur global”.

Más información: Los recortes de Musk en USAID se cobran sus primeras vidas: "Muchos más niños van a morir en las próximas semanas"

Publicada
Actualizada

El fenómeno no es nuevo: China lleva una década maniobrando para aumentar su presencia –y su influencia– en el seno de Naciones Unidas. La novedad, ahora, es la velocidad que ha cogido su estrategia aprovechando que en la Casa Blanca hay un presidente, Donald Trump, que siente un profundo desprecio por el multilateralismo y todo lo que la institución supranacional representa.

Ante el vacío dejado por Washington el gigante asiático lleva meses presentándose como un “intermediario honesto” –la definición corresponde a un alto diplomático europeo consultado por el Financial Times– con el que no solo poder dialogar cordialmente sino también llegar a según qué acuerdos. “Tienen a muchos países de África y de la zona del Pacífico con ellos”, añade la misma fuente. “Cuentan con muchos votos”.

“Lo que China está haciendo –dice otro alto funcionario occidental– es incrementar su presencia en las instituciones que regulan el orden mundial para luego, utilizando su influencia, conseguir que éstas empiecen a ver el mundo tal y como lo ve Pekín”.

En paralelo, y según le cuenta al diario británico un antiguo diplomático de Naciones Unidas con años de experiencia en la institución, China se ha vuelto más sofisticada a la hora de operar dentro del sistema. “Han perfeccionado su capacidad para liderar resoluciones y generar consensos”, explica.

En el punto de mira: la OMS y las telecos

Un ejemplo del expansionismo chino se encuentra en la Organización Mundial de la Salud. Tras prometer desembolsar 500 millones de dólares a lo largo de los próximos cinco años, Pekín espera poder situar a varios asesores en puestos relevantes dentro del organismo.

Asimismo, China ha sido el lugar escogido para albergar, dentro de un par de años, la Conferencia Mundial de Radiocomunicaciones. El foro más importante de todos los que celebra la Unión Internacional de Telecomunicaciones; el organismo de Naciones Unidas encargado de regular, como su propio nombre indica, la industria de las telecomunicaciones y de mediar en las relaciones –no siempre amistosas– que mantienen los diferentes gobiernos con las telecos.

Es cierto que la Unión Internacional de Telecomunicaciones se encuentra dirigida por una estadounidense, Doreen Bogdan-Martin, pero últimamente China ha conseguido colocar a personas de países afines, sobre todo africanos, en puestos clave. Como, por ejemplo, el nuevo director de su Oficina de Desarrollo: el zimbabuense Cosmas Luckyson Zavazava.

Zimbabue, cabe recordar, aloja en su territorio varios proyectos de infraestructura de telecomunicaciones liderados por la empresa china Huawei. Y no es casualidad que Zavazava recibiese el apoyo de Pekín antes de ser nombrado.

Además, en los últimos meses han sido varios los altos funcionarios chinos que han sido nombrados representantes de la ONU en países como Botsuana o Maldivas. Y el nuevo enviado especial de Naciones Unidas al Cuerno de África, designado a principios de julio, es otro diplomático chino.

Más del 15% del presupuesto anual

Nada de lo anterior se explica sin comprender, antes, cuánto dinero aporta China a Naciones Unidas.

Los 500 millones de dólares que entregará a la Organización Mundial de la Salud son solo una muestra. Otra sería el incremento de su aportación –de 100.000 dólares en 2017 a los cuatro millones de dólares que desembolsó en 2023– al Alto Comisionado para los Derechos Humanos.

El caso es que, en total, el gigante asiático aporta actualmente más del 15% del presupuesto anual de la institución multinacional. El único país que supera ese porcentaje es, precisamente, Estados Unidos. A pesar de su dejadez, Washington todavía pone sobre la mesa el 22% del presupuesto.

Viendo todo lo anterior los funcionarios de la Unión Europea han empezado a tender puentes con otros gobiernos occidentales, y de otras latitudes, asumiendo un rol que hasta ahora correspondía a los estadounidenses. “El objetivo es no dejar que el vacío dejado por Washington lo ocupe únicamente China”, subraya el alto diplomático europeo consultado por el Financial Times.

Una práctica habitual

En la sede de Naciones Unidas el creciente poder de China dentro de la institución se ve con normalidad. “Todos los Estados miembros intentan ejercer su influencia de cualquier manera posible para que se apoyen sus objetivos”, declara un portavoz. “De todas formas, no esperamos que el personal de Naciones Unidas actúe en representación de sus gobiernos nacionales sino que se comporte como deberían comportarse los funcionarios internacionales”. Es decir: “Que sea imparcial en el desempeño de sus funciones”.

En Pekín, mientras tanto, se encogen de hombros y explican que financiar las diferentes ramas de Naciones Unidas lo único que esconde es el compromiso de China con el multilateralismo y las ganas de aumentar la capacidad de la institución supranacional de cara a los desafíos globales que asoman en el horizonte. Además de hacer que “la gobernanza global sea más justa y equitativa”, en palabras de un portavoz de su Ministerio de Asuntos Exteriores.