El demócrata Zohran Mamdani saluda en el escenario tras ganar las elecciones a la alcaldía de Nueva York durante un mitin electoral en Brooklyn, Nueva York, el pasado 4 de noviembre. Reuters
El 'caso Epstein' y el efecto Mamdani ponen patas arriba la política estadounidense a un año de las elecciones legislativas
Ambos partidos viven disputas internas al reforzarse el populismo progresista entre los demócratas y con la figura de Trump cuestionada en el GOP.
Más información: Todos los republicanos salvo uno votan a favor de investigar los archivos de Epstein que comprometen a Donald Trump
Darializa Ávila Chevalier anunció este miércoles su decisión de competir en las primarias del Partido Demócrata por el puesto en la Cámara de Representantes que ahora mismo ocupa Adriano Espaillat.
La noticia podría no pasar de la anécdota teniendo en cuenta la diferencia de estatus entre ambos candidatos: Ávila Chevalier no es más que una activista mientras que Espaillat es el líder del caucus hispano en el Congreso y miembro desde 2011 tanto del Senado como de la Cámara.
Sin embargo, se puede tomar la candidatura como un adelanto de lo que está por venir y no es casualidad que haya sucedido precisamente en Nueva York. El "efecto Mamdani" está llamado a insuflar ánimos a muchos progresistas que entienden que el Partido Demócrata debe girar a la izquierda, hacia posiciones incluso más radicales que las de Bernie Sanders o Alexandra Ocasio-Cortez.
Candidatos salidos del activismo y con una base sólida de simpatizantes que se presentan como políticos antipolítica, una suerte de lo que fue el 11M en España y cuyo futuro puede afianzar o hacer descarrilar definitivamente a su partido.
Lo que sabemos de Ávila Chevalier dibuja el perfil clásico de populista de izquierdas: “Cuando nos juntamos, podemos desbancar a las maquinarias políticas de los ricos y construir un gobierno para el pueblo y por el pueblo”, afirmó la candidata demócrata en su comunicado.
Asimismo, añadió: “El alcalde electo Zohran Mamdani nos mostró hasta dónde se puede llegar cuando impedimos que las políticas del pasado dicten el futuro que podemos construir para todos los neoyorquinos del presente”.
La candidata también se apresuró a rechazar el compromiso de votar a Hakeem Jeffries como líder de la minoría en la Cámara o como “speaker” de la misma en caso de triunfo demócrata.
Incluso Jeffries le parece tibio y demasiado escorado hacia el “establishment” a los nuevos progresistas. Al fin y al cabo, le puso ahí ni más ni menos que la octogenaria Nancy Pelosi. Aparte, como suele suceder en determinada izquierda, asoma la patita propalestina: una de las mayores críticas que ha recibido Chevalier en estos últimos años es la constancia de su apoyo a Israel.
El recuerdo del Sanders-Clinton
Más allá de Nueva York, los llamados “Justice Democrats” (“Demócratas por la Justicia”, en una traducción algo libre) parecen dispuestos a presentar candidatos en buena parte de los distritos donde el favorito sea demócrata.
Por ejemplo, en Michigan, Montana, California, Hawai o Georgia, habrá candidatos autoproclamados “socialistas” que se enfrentarán desde su juventud a rivales establecidos desde hace décadas. Ese número, sin duda, irá avanzando si las encuestas empiezan a mostrar el éxito de la fórmula.
Esta doble alma dentro del Partido Demócrata puede ser motivo de entusiasmo y renovación, pero desde luego también supone un enorme riesgo. La propia Alexandra Ocasio-Cortez así lo ha manifestado: “No parece buena idea discutir ahora mismo a los líderes”, afirmó una de las voces del progresismo demócrata.
El ejemplo de la terrible lucha entre Bernie Sanders y Hillary Clinton por la nominación presidencial de 2016 no es tan lejano. Ambos movilizaron tanto a sus electorados frente al otro candidato que al final la ganadora se encontró con el rechazo en las urnas de muchos de sus esperados votantes.
¿Puede suceder lo mismo en las legislativas de 2026? Sin duda. Si los candidatos progresistas consiguen convertir las primarias en una lucha contra la capacidad de las antiguas generaciones para liderar el partido, solo caben dos escenarios: en caso de victoria, se enfrentarán a los miedos de una sociedad como la estadounidense más bien conservadora y que suele pedir representantes centristas; en caso de derrota, buena parte de sus seguidores se quedarán en casa convencidos de que no pueden apoyar a una vieja gloria.
El Caso Epstein acorrala a Trump
Todo ello haría saltar de alegría al Partido Republicano… si no fuera porque ellos tienen también lo suyo.
En el GOP conviven ahora mismo la tradición liberal heredera de Reagan y los Bush con la tradición conservadora de un Pence o un Cruz… con el populismo nacionalista MAGA de ideología difusa. La figura de Trump consigue aglutinar las tres sensibilidades, pero Trump no se presenta en 2026 y su errático manejo del caso Epstein no beneficia en absoluto a su partido.
Manifestantes exigiendo la publicación de los archivos de Epstein frente al Capitolio este martes antes de la votación en la Cámara de Representantes. Reuters
En realidad, prácticamente toda la clase política estadounidense está en esos emails… y tampoco es un escándalo que así sea. Epstein era un hombre rico y poderoso que se juntaba con otros hombres ricos y poderosos. Eso, en sí, no presupone un delito. Lo que sí que es más sospechoso es el intento de ocultación.
En la base MAGA, ha dolido y mucho, porque la publicación de los papeles de Epstein era una de sus grandes reivindicaciones, aceptada en campaña por el propio Trump.
Ahora, nos encontramos con una división clara, tal vez la mayor que se ha visto desde 2015 en el Partido Republicano. Incluso Marjorie Taylor Greene, una de los grandes azotes del Partido Demócrata y de las primeras representantes del America First en el Congreso, ha visto cómo Trump le negaba su apoyo de cara a la reelección.
A falta de saber exactamente qué información sale a la luz y en qué medida afecta al presidente, es muy probable que veamos varios candidatos republicanos en las primarias que clamen precisamente contra los defendidos por Trump y utilicen para ello el caso Epstein.
La importancia de los comicios, aunque todavía falte un año, es colosal. Si Trump pierde el apoyo de las dos cámaras, la legislatura puede bloquearse por completo. ¿Qué haría entonces el multimillonario? ¿Acatar su derrota o apelar a oscuras conspiraciones? Y en ese caso, ¿cuántos le seguirían al monte y con qué armas? Se admiten apuestas.