
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, reunidos en Londres.
Xi tiene un as en la manga para negociar con Trump: EEUU necesita a toda costa las tierras raras que China acapara
Tras las negociaciones de Ginebra del mes pasado, China y Estados Unidos vuelven a verse las caras en Londres tras la charla telefónica de Xi Jinping y Donald Trump. Sobre la mesa, las exportaciones de minerales de tierras raras.
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Los imanes fabricados con aleaciones de lo que se llaman “minerales de tierras raras” tienen una potencia entre dos y siete veces mayor que los imanes normales. En otras palabras, pueden crear un campo magnético muy superior y permitir el desarrollo de distintas tecnologías.
En la actualidad, el 90% de los imanes en el mercado proceden de China, lo cual es bastante razonable si tenemos en cuenta que el país asiático procesa el 99,9% de los productos relacionados con dichos minerales de tierras raras.
No es cualquier cosa y da la sensación de que la Administración Trump no había pensado en ello antes de entrar en la actual guerra comercial con el régimen de Xi Jinping.
Tanto Estados Unidos, como Japón, como buena parte de los países europeos han sufrido un importante retroceso en la importación de estos bienes, vitales para el desarrollo de la IA, para la creación y mantenimiento de nuevos drones, para la fabricación de coches eléctricos y en general para el avance tecnológico de Occidente.
Los elevados aranceles impuestos por Estados Unidos a China y las presiones que ejerce sobre sus aliados para que no hagan negocios con el régimen comunista están detrás de la decisión de Xi de limitar las exportaciones. Sabe bien lo que hace.
Porque el caso es que Estados Unidos, o Europa, pueden tardar años en recomponer sus industrias y eso ya sería de por sí un problema, pero no pueden inventarse minerales que no poseen.
De ahí, el empeño de Volodimir Zelenski en ofrecer sus propios minerales raros como garantía para la continuación de la ayuda militar estadounidense y de ahí que el Secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, acudiera presto a la llamada de Kiev con un principio de acuerdo que era absolutamente inaceptable.
Si se hace una cronología de los múltiples desencuentros entre Zelenski y Trump, se observará que buena parte de ellos llegaron tras problemas en la firma del acuerdo de explotación de las tierras raras ucranianas.
En cuanto dicho acuerdo se firmó, el presidente estadounidense se lanzó a algunas tímidas críticas a Putin que hubieran sido impensables meses antes. En Washington, saben que necesitan una alternativa a China y puede que la hayan encontrado en Ucrania. Primero, habrá que excavar para comprobarlo.
Bajando el tono con China
Ahora bien, también necesitan a China. La actitud arrogante de Trump durante la precampaña electoral y durante los primeros días de su mandato no tuvo los efectos deseados. La guerra de aranceles solo llevó al hundimiento momentáneo de los mercados y al temor generalizado a una recesión mundial.
De hecho, el PIB estadounidense bajó en el primer trimestre de 2025 en tres décimas, aunque es cierto que la inflación no se disparó, como muchos esperaban, y el mercado laboral tampoco se vino abajo, con la excepción de los cientos de miles de empleados públicos despedidos por el DOGE de Elon Musk.
De hecho, desde este lunes, altas delegaciones de ambos países negocian en Londres cómo materializar los acuerdos previos alcanzados en Ginebra el pasado mes de mayo.
La idea de Estados Unidos, que lleva a Bessent como líder del grupo negociador, es intentar llegar a alguna clase de acuerdo firme. En palabras textuales, quieren “un apretón de manos” y quieren que sea lo más público posible.
Lejos quedan los tiempos de actuar desde una supuesta posición de fuerza: Washington lleva semanas acusando a Beijing de “dar largas” a los acuerdos, como si la posición dominante fuera ahora de China. Ya no hay rastro de aquel desafiante “todos vendrán a negociar con nosotros”.
Por parte del gigante asiático, la delegación está encabezada por el viceministro de finanzas, He Lifeng, que ya fue la cabeza visible de su gobierno en la cumbre de Ginebra.
Aunque hayamos hablado de los problemas a los que se enfrenta Estados Unidos y la necesidad de reformular su discurso, lo cierto es que China también tiene sus propias vicisitudes, con una economía que no avanza al ritmo de las últimas dos décadas. Su ventaja es que, pese a que Estados Unidos resulta un mercado más que apetitoso, tiene otros socios comerciales entre los que elegir.
China y su propio problema de consumo
Por ejemplo, está Europa. El ministro de comercio chino anunció este sábado que su gobierno se estaba planteando una reducción de los precios de los minerales de tierras raras que se enviaban a la Unión Europea. Obviamente, era un intento de demostrar a EEUU que tiene que tomarse más en serio la negociación.
El vínculo entre Xi y Putin, demostrado de manera tan pública, casi hasta lo empalagoso, durante la celebración del 80º aniversario de la victoria aliada sobre los nazis en la II Guerra Mundial, también preocupa en la Casa Blanca. Y mucho.
El caso es que el comercio entre Estados Unidos y China se ha reducido en un 34% desde mayo de 2024 a mayo de 2025. Tarde o temprano, eso lo van a notar los dos países. Uno, porque basa su economía en la exportación de materiales. El otro, porque necesita esos materiales para que sus industrias funcionen. Ir a la guerra ya no parece la mejor opción sobre la mesa.
Como dijo el gobierno chino desde un primer momento, en una declaración que remitía a su doctrina nuclear: “Es absurdo ir a una guerra comercial porque nadie puede ganarla”.
China está, como decíamos, en un momento delicado. Sus clases medias se han encontrado con un problema de acceso a la vivienda y el consumo se ha venido abajo de repente. Eso son cientos de millones de familias que han dejado de consumir lo que las fábricas producen, es decir, que hay un exceso de stock.
Si ese stock tampoco sale hacia Estados Unidos y Occidente, sería trabajo y dinero perdido. Incluso con unos datos oficiales dudosos, como es habitual en toda dictadura, el PIB per cápita del país lleva años estancado, lo que requerirá de profundas reformas.
El problema con las reformas económicas en regímenes totalitarios es que fácilmente se extienden a la sociedad y el descontento puede generar tensiones y luchas internas que deben ser reprimidas. No parece el clima ideal para poner el mundo del revés y lanzarse al multilateralismo.
Tampoco para iniciar la esperada acción militar contra Taiwán, que puede producirse en cualquier momento a partir de este mismo año y que estuvo presente en la charla telefónica que Xi Jinping y Donald Trump mantuvieron la semana pasada. Una charla que reactivó las relaciones entre ambos colosos, conscientes ambos de que es hora de bajar un poco los humos.