Dick Cheney y su hija en una imagen de archivo.

Dick Cheney y su hija en una imagen de archivo.

EEUU

Liz Cheney pierde las primarias de Wyoming pese al apoyo de su padre: un drama shakesperiano

Con la caída de Liz Cheney, ya son ocho los representantes republicanos que no repetirán escaño tras votar a favor de la destitución de Trump.

17 agosto, 2022 02:47

Al final de la película Vice, dirigida por Adam McKay y protagonizada por Christian Bale, el personaje de Dick Cheney se gira hacia el público y les recuerda todo lo que hizo falta, popular o impopular, para que "sus familias pudieran dormir tranquilas" después de los ataques del 11-S. Su última frase, demoledora, extiende la responsabilidad de las muchísimas mentiras que el propio Cheney, junto a Rumsfeld, Rice y Bush propagaron aquellos años: "Vosotros me elegisteis, yo solo hice lo que me habíais pedido".

El origen de Cheney, junto al del propio Rumsfeld, hay que encontrarlo en las entrañas de la administración Nixon. Toda esa colección de "fontaneros" que Tricky Dicky necesitaba en mayor número conforme las tuberías de la infamia se iban haciendo más grandes.

Hay en el Partido Republicano de los últimos cincuenta años, al menos cuatro grandes movimientos internos: el todo vale de Nixon, el liberalismo tranquilo de Reagan, el conservadurismo de los Bush, llevado al extremo años después por el Tea Party y, por último, el culto al líder, reflejado en la adoración a la figura de Donald Trump. Cheney estuvo en todos ellos: en los tres primeros, como héroe; en el último, irónicamente, como víctima.

[Los Cheney se 'inmolan' políticamente para luchar contra las mentiras de Donald Trump]

Dana Milbank, escritor y periodista del Washington Post, afirmaba recientemente que hay algo de "tragedia griega" en este final de Cheney. Aunque el exvicepresidente tuvo siempre más de Nixon que de Trump, es imposible negar que la reducción de la verdad a cenizas y la renuncia a cualquier consenso con el Partido Demócrata -cuya demonización resultó ridícula tanto en la campaña para las legislativas de 2002 como en la de las presidenciales de 2004-, ayudó sobremanera a la aparición de un personaje como el multimillonario neoyorquino, que solo se nutre del odio. El mismo que ahora acaba de terminar con la carrera política de su hija Liz, al menos en el estado de Wyoming.

La glorificación de la tribu

El contundente resultado en las primarias republicanas coloca a Harriet Hageman, negacionista del resultado electoral de noviembre de 2020 y elegida directamente por Donald Trump, a un paso de la Cámara de Representantes. Wyoming es uno de los llamados "estados rojos" por su clara predilección por el Partido Republicano. Con la caída de Cheney, ya son ocho los representantes republicanos que no repetirán escaño después de haber votado a favor de la destitución de Trump tras el intento de golpe de estado del 6 de enero de 2021.

El Partido Republicano -y eso no solo incluye a sus votantes, sino que probablemente venga determinado por ellos- vive en una burbuja de seguimiento ciego a Donald Trump, hasta el punto de que ya da absolutamente igual lo que diga el expresidente. Todos van a creerle. Y si no le creen, tampoco van a reprochárselo: al fin y al cabo, es la versión que ellos quieren escuchar. No necesitan que sea cierta.

El parecido con los Estados Unidos post 11-S es evidente y, también según Milbank, ahí está el origen de todos los males. Rumsfeld y Cheney llevaron la obsesión de Nixon por el control del relato a un nivel excesivo. Pernicioso a medio-largo plazo para el futuro de la democracia estadounidense y contraproducente para ellos mismos. Aprovecharon un trauma nacional como no se conocía desde el ataque a Pearl Harbor para sacar un rédito político que glorificara el nacionalismo, representado en el GOP, e identificara todo lo relacionado con el Partido Demócrata con "tibieza, peligro y connivencia con los terroristas".

Cheney y Rumsfeld, en su condición de vicepresidente y secretario de Defensa respectivamente, engatusaron al país desde el estómago y no desde el cerebro. Una apelación al patrioterismo de más baja estofa y al matonismo internacional que acabaría calando en buena parte de la ciudadanía. Su único éxito real -acabar con la impunidad de los talibanes en Afganistán- derivó en una administración débil, que costó miles de muertos a Estados Unidos durante los siguientes veinte años y acabó en el derrumbamiento drástico del gobierno impuesto, justo ahora hace un año.

Cuando te convierten a ti en el otro

La táctica de Cheney –"nadie es verdaderamente americano si no apoya a mi gobierno"- abrió la puerta al mismo argumento que ha acabado con su hija: "Nadie es verdaderamente republicano si no apoya mis teorías", que repite Donald Trump siempre que tiene ocasión.

Igual que, durante dos o tres años, la administración Bush-Cheney quiso identificar el país con sus decisiones, ahora Trump identifica al partido con sus veleidades, a pesar de los hechos, los votos, las investigaciones del FBI o cualquier cosa que se le ponga por delante. En palabras de Liz Cheney a la NBC, el Partido Republicano va camino de convertirse en "una secta". De ahí que propia congresista fuera destituida como presidenta de la Conferencia Republicana en la Cámara de Representantes y después expulsada de su propio partido en Wyoming.

Liz Cheney, la misma que había seguido al pie de la letra las políticas conservadoras de su padre, que incluso se había mostrado contraria a las uniones de personas del mismo sexo, provocando un enfrentamiento con su hermana pequeña Mary, casada desde 2012 con Heather Poe, resultaba de repente un elemento peligroso, no suficientemente comprometida con la causa, una Republican In Name Only ("republicana solo de boquilla", en traducción algo libre) de las que tanto habla Trump continuamente.

Su padre Dick quiso marcar una línea entre los justos y el resto, a base de retorcer el discurso y alejarlo todo lo posible de la realidad. No pasó nada mientras él estaba del lado del poder. La cosa ha cambiado cuando su hija ha pasado a ser la apestada. Por eso, a sus 81 años, el exvicepresidente quiso saltar de nuevo a la palestra de la opinión pública tras muchos años apartado por cuestiones de salud. Recordemos que sus problemas cardíacos dieron en su momento incluso para canción de Eminem y que solo parecen haberse aliviado tras el trasplante al que fue sometido en 2012

Que Cheney, el hombre al que los demócratas apodaron Voldemort, por el malvado personaje de Harry Potter, saliera de nuevo ante las cámaras para llamar "mentiroso, violento, cobarde y amenaza pública" a Trump tenía algo de irónico y de trágico.

La mentira y la violencia no la inventó Trump. Probablemente, tampoco Cheney, pero se valió de ella como antes se había valido su mentor Nixon. Si esto es un final en toda regla o el inicio de algo nuevo -todo apunta a que Liz Cheney se presentará a las primarias republicanas de 2024 para optar a la presidencia- lo descubriremos en breve. Sería la diferencia entre una catarsis en toda regla y un nuevo movimiento estratégico. Cambiar la mentira ajena por la propia y así en un bucle infinito.