Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, el pasado viernes en el Día del Estudiante, en Caracas.

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, el pasado viernes en el Día del Estudiante, en Caracas. Reuters

América

Turquía se perfila como el exilio dorado de Nicolás Maduro para evitar las sanciones económicas de Donald Trump

Hay otros destinos posibles, como Rusia, Cuba o incluso Azerbaiyán, pero Ankara se perfila como el más probable porla estrecha relación con Erdoğan.

Más información: Estados Unidos estudia activar una nueva fase de operaciones contra Venezuela con presión militar y acciones encubiertas.

Estambul
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Las claves

Turquía se perfila como el destino más probable para un eventual exilio de Nicolás Maduro, gracias a la estrecha relación con Recep Tayyip Erdoğan y la funcionalidad de Estambul como centro financiero para evadir sanciones.

La alianza económica y política entre Turquía y Venezuela incluye el comercio de oro y un incremento significativo de intercambios, lo que ha permitido a Caracas sortear embargos internacionales.

Washington ha considerado la vía turca como una solución útil y segura para alejar a Maduro del Caribe y del continente americano, en un contexto de creciente presión militar y diplomática contra el régimen venezolano.

Otras opciones como Rusia o Cuba presentan mayores riesgos o inconvenientes logísticos, económicos y simbólicos, consolidando a Turquía como el refugio preferente de líderes rechazados por Occidente.

No sería una decisión de Nicolás Maduro, pero dadas las buenas relaciones que tiene con el vitalicio líder otomano, Recep Tayyip Erdoğan, Turquía sería uno de los destinos más probables para que el dictador venezolano se exiliara, según filtraciones del equipo de Donald Trump -recogidas por el medio Politico-, que lleva semanas presionando al venezolano con su Operación Lanza del Sur, ataques ilegales a lo que él llama “narcolanchas”, que han dejado al menos 80 muertos.

Hay otros destinos posibles, como Rusia, Cuba o incluso Azerbaiyán, pero Ankara se perfila como el más probable, por varios motivos: la estrecha relación entre Maduro y Erdoğan, la interdependencia económica y el uso de Estambul como un hub financiero donde Maduro evade las sanciones económicas. Está además la experiencia turca en alojar a actores repudiados por Occidente y una capacidad de protección razonable en un país que es miembro de la OTAN, frente a la fragilidad de Cuba o los riesgos de Rusia.

En octubre, el New York Times destapó con fuentes anónimas en Washington y en Caracas, que se estaban llevando a cabo negociaciones discretas en las que el líder venezolano ofrecía abrir todos los proyectos actuales y futuros de petróleo y oro a compañías estadounidenses (ahora sólo opera Chevron, con límites), con contratos preferentes, redirección de las exportaciones de crudo de China a EEUU, y reducción de acuerdos energéticos con Pekín, Teherán y Moscú. El objetivo era evitar un conflicto militar con EEUU a cambio de una especie de “pax petrolera”.

Rechazado el plan unos días más tarde, la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez se puso en contacto con la Casa Blanca -con la intermediación de Qatar- para ofrecer una salida a Maduro en dos o tres años, con dimisión al final de ese periodo. Trump, cuya impaciencia es legendaria, la rebatió porque consideró que es demasiado tiempo. Con las prisas de Trump, Turquía sería el lugar ideal, aunque tanto Ankara como los medios oficialistas turcos mantienen silencio.

Desde mediados de la década de 2010, Turquía y Venezuela han alardeado de una alianza de conveniencia y antiimperialista muy intensa. Cuando en julio de 2024 el candidato Edmundo González Urrutia ganó supuestamente las presidenciales en Venezuela -a pesar de lo cual el Consejo Nacional Electoral proclamó la reelección de Maduro-, Erdoğan evitó alinearse con la narrativa de fraude y mantuvo su respaldo a Maduro, aunque con más cuidado que en 2019. El líder turco llamó por teléfono a su homólogo venezolano en agosto para expresar sus “buenos deseos para el pueblo venezolano” y a reiterar su apoyo a un “proceso de diálogo”, de manera mucho más discreta y evitando felicitarlo explícitamente, según Al-Monitor, como sí hizo en 2018, cuando se negó a reconocer oficialmente a Juan Guaidó (al contrario que EEUU y la UE) y felicitó sin matices a Maduro. Erdoğan calificó entonces al venezolano en términos de “hermano”, y su entorno lanzó el hashtag #WeAreMADURO como oposición al reconocimiento occidental.

Por su parte, el líder chavista ha felicitado públicamente a su “hermano y amigo Erdoğan” durante sus numerosas reelecciones como una buena noticia para Venezuela y para un “nuevo mundo posoccidental”. Ambos líderes comparten esta narrativa victimista de vivir bajo el asedio de sanciones y complots occidentales, por lo que Erdoğan asumiría el coste reputacional de acogerlo, lo que sería beneficioso para un apoyo doméstico que pasa por su peor momento.

Comprador de oro venezolano

En este mismo contexto, mientras las sanciones estrangulan a Venezuela, Turquía se ha convertido en el principal comprador de oro venezolano, con exportaciones cercanas a los 900 millones de dólares en 2018, según desveló Bloomberg. Las empresas turcas están en el radar de Washington por su papel en esquemas de refinería y reexportación de oro venezolano, lo que muestra que Ankara está dispuesta a asumir riesgos legales para ayudar a Caracas a esquivar embargos. Informes recientes sobre el Gran Bazar de Estambul describen cómo el oro de Venezuela se mezcla con flujos de Rusia e Irán, que usan Turquía como hub de blanqueo y evasión.

Los dos líderes han intercambiado al menos siete visitas y encuentros recíprocos, e incluso el turco ha recibido la Orden del Libertador, la máxima condecoración venezolana. Por su parte, Maduro es un ferviente admirador de Erdoğan y también de su narrativa neoimperialista otomana. El líder chavista es un devoto de la serie sobre el origen del imperio otomano Resurrección: Ertuğrul, y ha visitado el set del rodaje en el Mar Negro.

En 2022, Erdoğan presumió de que el comercio bilateral había pasado de 150 millones (2019) a 850 millones de dólares en 2021, con objetivo de 1.000 millones y luego 3.000 millones, y definió a Venezuela como “socio muy importante en América Latina”. En esa línea de prosperidad, en 2018 Maduro fue grabado comiendo carne de lujo en el restaurante Salt Bae, del chef turco Nusret Gökçe, en Estambul mientras su país vivía una crisis humanitaria, generando un escándalo internacional.

Más allá de lo frívolo, se forjó una imagen potente, la de Estambul como escenario de la ostentación de Maduro, símbolo de cercanía y comodidad. Turquía ya juega un rol parecido con otros actores, ya que acoge desde hace años a los dirigentes de los Hermanos Musulmanes egipcios, y otros opositores islamistas en la región, que operan desde Estambul con relativa libertad. Diversos líderes de la organización islamista palestina Hamas (considerada un grupo terrorista por EEUU y países occidentales) han encontrado en Turquía un lugar relativamente seguro y Erdoğan se ha fotografiado públicamente con ellos. En otro caso similar, el del Halkbank con el empresario iraní Reza Zarrab, Turquía demostró cómo era capaz de prestarse a intercambios de oro por gas para ayudar a Irán a evadir sanciones estadounidenses. Un Maduro exiliado encaja en este patrón.

Por qué Cuba y Rusia son más problemáticos

Turquía no es la única opción, pero soluciona cosas que Cuba y Rusia complican. En Cuba, a pesar de la afinidad ideológica de la “revolución hermana”, y con décadas de experiencia acogiendo a exiliados conflictivos como los militantes de ETA, y fugitivos estadounidenses como Assata Shakur, padece una debilidad estructural al estar económicamente al límite. Acoger a Maduro y a todo su entorno supondría una carga extra enorme en un país con apagones, escasez y protestas crecientes. La isla está además muy cerca físicamente de EEUU y es extremadamente vulnerable a cualquier endurecimiento adicional de sanciones o bloqueo si Washington decide castigar el exilio dorado de Maduro allí. Simbólicamente, un Maduro refugiado en La Habana consolidaría el relato de la “internacional bolivariana” y podría servir de pretexto fácil para más presión sobre Cuba.

Pero es que además, la crisis venezolana está hundiendo a Cuba, con el desplome de la producción de PDVSA, la petrolera estatal venezolana: los envíos de petróleo a Cuba se han reducido drásticamente, lo que ha aumentado los apagones y las crisis de combustible en la isla. La Habana está aterrorizada ante una eventual caída de Maduro. Y, por su parte, en las Fuerzas Armadas venezolanas hay resentimiento hacia el peso de Cuba, con sectores que detestan la injerencia cubana, y relatos de que tienen demasiado poder en la inteligencia, contrainteligencia y seguridad presidencial, según un análisis del Wilson Center.

Si la opción fuera Rusia, Maduro obtendría protección máxima, pero también un alto riesgo por la volátil relación entre Trump y Vladímir Putin debido a la invasión de Ucrania. Moscú cuenta también con un historial de refugio a exlíderes derrocados, desde el expresidente ucraniano Viktor Yanukóvich tras el Maidan en 2014, hasta el expresidente sirio Bashar al-Assad desde diciembre de 2024. Sin embargo, para Maduro, irse a Rusia implicaría entrar en una esfera de control mucho más estrecho del Kremlin: dependería totalmente de Putin para todo, con menos margen de maniobra que en un país bisagra como Turquía. Además, logísticamente, desplazar a toda la red político, familiar y empresarial de Maduro a Rusia es más complejo y menos natural que a un país donde ya se mueven con soltura por negocios (Estambul) y turismo político.

Desde Washington, la vía turca gana números, porque Ankara es el amigo incómodo pero conocido: tiene suficiente capacidad de protección para Maduro, es miembro de la OTAN (aunque actúa por libre, como demostró con la compra de S-400 rusos o su relación pragmática con Irán), con un aparato de seguridad potente, y sin el nivel de exposición geopolítica de Rusia ni la fragilidad de Cuba. Es decir, Turquía ofrece una ambigüedad útil.

Para Trump, que también disfruta de buenas relaciones con Erdoğan, permitir que Maduro se quede en Turquía es una solución funcional, alejándolo del Caribe y del continente americano, al tiempo que mantiene cierta capacidad de presión a través de la relación OTAN-Turquía en caso de querer renegociar su estatus.

En analista Phil Gunson, del International Crisis Group, ha alertado sobre los peligros de expulsar violentamente a Maduro en un momento en el que en Washington hay una sensación de que el chavista está acorralado, con el mayor despliegue naval en el Caribe desde la crisis de los misiles y la autorización de la CIA para operaciones encubiertas en Venezuela. Una transición pacífica hacia la democracia no estaría garantizada, asegura Gunson. Si la caída de Maduro es demasiado rápida, tal vez no habría ni tiempo de huir a Turquía. Pero si el dictador abandona Miraflores en un avión, podríamos verlo jugar al backgammon con los líderes de Hamás.