Soldados ucranianos disparan un obús hacia las tropas rusas en la región de Donetsk el 5 de abril de 2024.

Soldados ucranianos disparan un obús hacia las tropas rusas en la región de Donetsk el 5 de abril de 2024. Sofiia Gatilova Reuters

América

La administración Biden teme un ataque nuclear a EEUU si le dan demasiadas armas a Ucrania

Según el congresista Mike McCaul, Jake Sullivan habría comprado la estrategia del Kremlin de amenazar con una tercera guerra mundial. 

6 abril, 2024 02:37

Lo peor que se puede hacer en una guerra es quedarse a medias. Esa es la percepción que tiene Antony Blinken, secretario de estado norteamericano, respecto a la invasión rusa de Ucrania y el papel de Estados Unidos en el conflicto. Decidido a volcarse en la ayuda al gobierno de Volodimir Zelenski, Blinken siempre ha defendido el envío de armas lo más sofisticadas posibles y en el menor plazo disponible.

Es cierto que él mismo ha tenido que enfrentarse a la contradicción de prohibir que esas armas se utilizaran luego en territorio ruso, lo que ya en sí es una manera de quedarse a medias, pero ha visto con buenos ojos la venta de HIMARS, ATACMS y F16 mucho antes de que el presidente diera su autorización. Su relación con Kiev es estrecha como lo es con los demás socios de la OTAN. De hecho, no cabe duda de que su involucración en la guerra de Gaza durante los últimos meses ha supuesto un duro golpe para la diplomacia ucraniana, que contaba con un apoyo decisivo que ya no puede dedicar todo su tiempo y energía a la causa anti-Putin.

A la ausencia de Blinken de la primera línea diplomática en Europa, hay que añadir la rebelión de la Cámara de Representantes y de su speaker, Mike Johnson. Tanto Johnson como buena parte de los congresistas republicanos se niegan siquiera a votar la ayuda de 65.000 millones de dólares aprobada por el Senado con mayoría de dos tercios. Se trata de un paquete vital para la defensa ucraniana en un momento muy delicado, pero Johnson rechaza una y otra vez consultar a los congresistas acerca de su aprobación.

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Su última excusa, después del parón vacacional, ha sido posponer la propuesta porque “aún puede conseguir más apoyos”. A nadie se le escapa que detrás de estos retrasos de Johnson se esconde la connivencia del expresidente Donald Trump con Vladimir Putin, por quien profesa una admiración pública. Mientras el líder ruso prepara una movilización de 300.000 hombres más de cara a la ofensiva de verano, la Cámara sigue retrasando el envío de ayuda de manera que ya es casi imposible que llegue a tiempo para los primeros ataques. 

Las dudas de Jake Sullivan

No acaban ahí los problemas para Ucrania ni es este el único ejemplo de la indecisión política en Estados Unidos respecto a cómo combatir a Rusia y sus ansias imperialistas. Dentro de la propia administración Biden hay quien sigue creyendo que es necesario mantener una relación mínimamente cordial para tratar problemas comunes como puede ser, por ejemplo, el terrorismo islámico. También hay quien tiene miedo de que Putin y los suyos cumplan sus amenazas de expandir sus ataques a la zona OTAN y, en concreto, a los propios Estados Unidos.

En este grupo estaría el propio Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, según afirmó el pasado jueves Mike McCaul, presidente de la comisión de asuntos exteriores de la Cámara de Representantes. Pese a su militancia republicana, McCaul es partidario de armar a Ucrania y proteger así a Occidente. No hace muchos meses que comparó al líder chino Xi Jinping con Adolf Hitler y siempre ha defendido que la tibieza con Rusia podría derivar en una amenaza china en Taiwán.

Según McCaul, en entrevista al medio digital Puck News, “Jake es… demasiado cauto. Muy tímido. Se ha convencido de que si le damos demasiado a Ucrania, Rusia va a utilizar una bomba nuclear táctica contra nosotros, a pesar de que la información que yo manejo de los servicios de inteligencia apunta a que no van a hacerlo, más que nada porque cambiaría el mundo por completo”. 

Los éxitos de la propaganda rusa

En otras palabras, Sullivan habría comprado por completo la estrategia del Kremlin de amenazar con una tercera guerra mundial, ataques nucleares incluidos, cada vez que se traspasa una de sus “líneas rojas”. Lo cierto es que, tras dos años de guerra, Occidente ha hecho caso omiso a cada una de esas amenazas sin que haya habido contestación alguna por parte de Moscú, pero Sullivan no está seguro de que siempre vaya a ser así y, según McCaul, habría influido en las decisiones de Biden, quien, como decíamos, tardó muchísimo en aprobar el envío de determinadas armas decisivas para la defensa ucraniana.

Se trataría, pues, de un nuevo éxito de la propaganda rusa, que ha conseguido infiltrarse en todos los ámbitos de la vida occidental. Desde un principio, el Kremlin vendió la idea de que no merecía la pena defender a Ucrania porque iba a perder de todas maneras, con lo que solo se alargaría un conflicto innecesario, y dejó claro que la complicidad de Occidente podía convertirle en un objetivo futuro. Esta idea, de una forma o de otra, ha sobrevolado el marco informativo y político en Europa y Estados Unidos durante los últimos veinticinco meses.

De hecho, se sigue insistiendo en los avances rusos y en la posibilidad de un derrumbe del frente ucraniano insistencia que, ojo, parte en ocasiones del propio gobierno de Zelenski cuando la realidad en el frente no parece tan desnivelada. Por supuesto, nadie niega los problemas de munición de Ucrania ni la dificultad para defenderse ante los ataques masivos y a menudo desesperados. Tampoco se pueden obviar los problemas que está teniendo el régimen de Kiev para evitar los bombardeos sobre centrales eléctricas debido a la falta de baterías antiaéreas.

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La defensa de Sloviansk y Kramatorsk

Todo ello, junto a la movilización rusa, puede llevar en un momento dado a una situación crítica… pero estamos lejos de ello. Pese a la insistencia propagandística del Kremlin, lo cierto es que, en estos meses, Rusia apenas ha podido avanzar unos kilómetros al este de la ciudad de Donetsk, incluyendo Avdiivka y Tonenke, y otros tantos kilómetros al este de Bakhmut, conquistando Ivanivske y amenazando seriamente Chasiv Yar. Más o menos, ha recuperado el mismo terreno que recuperó Ucrania el pasado verano, cuando su contraofensiva, con muchos menos medios, se catalogó de “fallida”.

El riesgo para el ejército de Syrskyi ahora mismo es que Rusia complete la invasión de Chasiv Yar y tome el control de la carretera H20, desde la que tendría un acceso más fácil al gran núcleo militar de Ucrania en el Donbás: las ciudades de Kramatorsk y Sloviansk. Dicho esto, hay que insistir en las numerosísimas pérdidas humanas y materiales que ha sufrido Rusia en sus distintas ofensivas y en el hecho de que las posiciones defensivas de Ucrania son mucho más sólidas ahora que en 2022, cuando Rusia no pudo hacerse con la totalidad de la provincia de Donetsk como era su principal objetivo.

Ucrania tiene capacidad suficiente para defenderse en el corto y medio plazo, aunque sin duda sufrirá derrotas puntuales sin la ayuda estadounidense y, sobre todo, se verá obligada a renunciar a la recuperación del territorio perdido. El 24 de febrero de 2022 se instaló el mantra de que Ucrania no podía ganar esta guerra y parece que solo Emmanuel Macron se resiste al autocumplimiento de la profecía. Si Estados Unidos no quiere molestar a Putin o le da miedo hacerlo, tarde o temprano se lo encontrará más cerca de lo que piensa.