Un diario local informa sobre el mensaje del presidente estadounidense Donald Trump a Nigeria sobre el trato a los cristianos.

Un diario local informa sobre el mensaje del presidente estadounidense Donald Trump a Nigeria sobre el trato a los cristianos. Sodiq Adelakun Reuters

África

Un 'lobby' separatista de Nigeria anda detrás de la inesperada amenaza de Trump de invadir el país para "salvar a los cristianos"

Hay cerca de 230.000 igbo en Estados Unidos que aprovechan su buena organización y sus fuertes vínculos con el conservadurismo y las iglesias evangélicas de la primera potencia militar para sus propósitos nacionales.

Más información: Trump promete salvar "a punta de pistola" a los cristianos de Nigeria: omite que Boko Haram también mata musulmanes

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Las claves

Donald Trump ha amenazado con invadir Nigeria para proteger a los cristianos, generando reacciones divididas entre la población y el gobierno nigeriano.

Movimientos separatistas igbo y organizaciones de la diáspora en EE.UU., como el World Igbo Congress, han intensificado el lobby en Washington para promover la independencia de Biafra y denunciar la persecución religiosa.

El líder separatista Simon Ekpa firmó un acuerdo de cabildeo con una firma estadounidense para impulsar la causa biafreña y la intervención internacional, vinculando la situación de los cristianos con su agenda política.

Port Harcourt, ciudad estratégica fuera del territorio igbo desde los años 60, es reivindicada simbólicamente por nacionalistas igbo, mientras líderes de otras comunidades se oponen a sus pretensiones.

Nigeria es un país profundamente dividido. Las relaciones entre los igbo y los yoruba, en el plano general, son malas. La convivencia entre los ganaderos fulani y las comunidades agricultoras del Cinturón Central de Nigeria se deterioró hace treinta años en una dinámica de muerte y venganzas con la forma de un círculo vicioso. En el noreste arrasa Boko Haram; los secuestros aterrorizan a la totalidad del territorio nacional.

Existen múltiples movimientos independentistas (como el yoruba, el ijaw o el igbo) que reniegan del Estado nigeriano y, en ocasiones, han escogido la fuerza de las armas para expresar su postura. La la voz de Donald Trump se escuchó por encima de esta tormenta que llamamos Nigeria, al publicar en sus redes sociales un mensaje tajante con respecto a la situación de los cristianos en el país africano.

Con su estilo habitual, el presidente estadounidense aseguró que “si el Gobierno nigeriano continúa permitiendo el asesinato de cristianos, Estados Unidos detendrá inmediatamente su ayuda y asistencia a Nigeria, y también puede ir a ese país, ahora desgraciado, con las armas en la mano para barrer completamente a los terroristas islámicos que están cometiendo estas atrocidades”.

Su mensaje causó una impresión inmediata.

El Gobierno nigeriano emitió un comunicado donde reafirmaba su soberanía y la coexistencia pacífica entre musulmanes y cristianos, a la vez que rechazaba de lleno la postura de Washington; pero un elevado número de nigerianos aplaudió a Trump.

Conexión Biafra-Texas

Porque Nigeria es un país dividido. Unos abrazan la unidad nacional y rechazan cualquier forma de intervencionismo extranjero; otros ansían el vuelo de los cazabombarderos estadounidenses sobre su tierra. Entre este último grupo destacan importantes miembros de la comunidad igbo.

Con una población de más de 35 millones de personas, conforman la tercera etnia mayoritaria de Nigeria y la mayoritaria en el sureste del país. Fueron los igbo, precisamente, los precursores de la conocida Guerra de Biafra (1967-1970), que enfrentó al autoproclamado Estado igbo de Biafra contra el resto de Nigeria. Es decir, que el nacionalismo igbo es fuerte, influyente y capaz de afectar a todo Nigeria.

No por nada es igbo uno de los principales candidatos de las elecciones de 2023, Peter Obi; o se reconoce su sistema educativo como uno de los mayores incubadores de negocios de África Occidental.

Durante el conflicto de Biafra, un elevado número de refugiados migraron a Estados Unidos, y continuó esta tendencia en las décadas siguientes.

Según los datos ofrecidos por el Joshua Project, alrededor de 230.000 igbo viven hoy en Estados Unidos, donde la comunidad más numerosa (que es además la diáspora igbo más numerosa del planeta) se encuentra en Texas. En Houston y Dallas. Alrededor de 50.000 personas. Y todo esto sería sin considerar que los igbo, junto con los yoruba, suponen las dos etnias africanas mayoritarias en cuanto a ascendencia esclava de los actuales afroamericanos.

Esta importante presencia igbo en EEUU se ha traducido en una creciente influencia por medio de distintas organizaciones. El World Igbo Congress (WIC), con su sede histórica en Houston, actúa como paraguas de organizaciones igbo en la diáspora, a la vez que emite posicionamientos y organiza convenciones anuales.

Figura como “global organization for the promotion and protection of Ndi-Igbo” y es uno de los referentes cuando se habla de advocacy igbo en el país. Ohanaeze Ndigbo también actúa como entidad sociocultural “madre” y tiene capítulos en EEUU y Canadá que sirven para desarrollar el ámbito cultural y para defender los intereses igbo ante autoridades locales y foros públicos.

También destacan la Igbo World Assembly (IWA) y el Igbo Council of Traditional Title Holders.

Todos estos grupos mantienen su propia dosis de influencia en la política estadounidense. Sus vínculos son fuertes con las iglesias evangélicas (los igbo constituyen una de las etnias más cristianizadas de África Occidental) y sus valores encajan mejor con aquellos que proclama el conservadurismo en cuanto a la familia, la religión o la moral sexual.

Por ello, se reafirma que quienes más empujan esa intervención son ciertos sectores de la diáspora igbo y grupos pro-Biafra; por su parte, eso sí, otros igbos federalistas apuestan por presión diplomática en lugar de intervención militar.

Los ejemplos son abundantes. Simon Ekpa, líder separatista de Biafra, firmó en agosto de 2024 un importante acuerdo de cabildeo, por valor de 130.000 dólares, con la firma Moran Global Strategies (MGS).

El acuerdo pretende facilitar la promoción de alto nivel y la participación estratégica con actores clave en Washington D. C., incluidos legisladores, responsables políticos y grupos de expertos influyentes, para impulsar la movilización a favor del Estado independiente de Biafra. Incluye además cuestiones como “las violaciones de los derechos humanos, las cuestiones de libertad religiosa, incluida la persecución de los cristianos de Nigeria”.

Su organización (IPOB, considerada terrorista en Nigeria) ha convocado a principios de noviembre una marcha en Washington que apoye la intervención de Trump en el país africano. Entre otras cuestiones, exigen la imposición de sanciones selectivas a individuos del Gobierno nigeriano que, a su parecer, son aliados de los terroristas islámicos que operan en el país.

Merece conocerse en este punto que la presencia fulani (a quienes se atribuyen los ataques contra cristianos) es residual en el territorio igbo y que los ataques se registran en otras zonas del país, algo más al norte. De hecho, se reconoce que los mayores retos de seguridad en territorio igbo están vinculados a movimientos separatistas antes que a cualquier acción fulani o musulmana.

Port Harcourt, en el foco

Nace entonces una pregunta lógica: ¿podría decirse que los igbo aprovechan sus lazos con el conservadurismo estadounidense y las iglesias evangélicas para utilizar la cuestión religiosa en Nigeria como herramienta que permita avanzar en su agenda separatista?

La respuesta es que sí.

Entre las cuentas igbo en las redes sociales, los mensajes nacionalistas se mezclan con los aplausos ante el reciente anuncio de Trump. Por ejemplo, la página de Facebook de Radio Biafra London anunció que “Nigeria ha sido sancionada por Trump. La batalla acaba de comenzar. #IPOB y muchos otros que han librado esta batalla merecen un reconocimiento”.

La propia cuenta de X de IPOB ha aplaudido la iniciativa en repetidas ocasiones a lo largo de los últimos días y numerosos usuarios piden que se mantenga la presión en este ámbito.

Se suma la propuesta de Walid Phares, secretario general del Transatlantic Parliamentary Group, de que Estados Unidos establezca su base de operaciones de emergencia en Nigeria, en la ciudad de Port Harcourt. Phares indicaba que “la principal ciudad portuaria de Biafra” es el punto ideal para “repartir ayuda humanitaria, con particular asistencia a las iglesias americanas”.

Pequeño detalle: Port Harcourt no forma parte del territorio igbo (ni de Biafra) desde la década de 1960. Y nuevamente se percibe la sombra de los intereses igbo en este apartado.

Desde 1967, cuando el Gobierno federal creó Rivers State para separar a las minorías del delta (ijaw, ogoni, ikwerre) del núcleo igbo de la vieja Región Oriental, y especialmente desde la toma de Port Harcourt por el ejército federal en mayo de 1968, la ciudad dejó de estar bajo control igbo. Esto privó a miles de familias igbo de casas y negocios allí.

Esa ruptura histórica explica por qué Port Harcourt conserva hoy una carga simbólica para sectores igbo (por la memoria del despojo y el acceso al mar), además de un interés económico-estratégico evidente: es el gran nodo petrolero y portuario del país.

No extraña, por eso, que en la retórica nacionalista algunos la rebauticen como Igweocha y la invoquen como “puerta” natural de un sureste empoderado, aunque las élites locales del delta subrayan su propia identidad y vetan cualquier pretensión de hegemonía igbo.

De hecho, Asari Dokubo, líder rebelde histórico de la comunidad ijaw, emitió recientemente un vídeo donde arremetía contra los igbo por su apoyo a Trump y donde juraba que “los nigerianos lucharán contra ellos y les destruirán [a los estadounidenses]”.

Y merece la pena conocerse que los soldados a las órdenes de Dokubo combaten hoy de forma activa contra Boko Haram.

Nigeria es una bestia política con una enorme complejidad que traspasa fronteras. A la hora de leer la situación de los cristianos, los intereses que puedan mover a Donald Trump y, sobre todo, los intereses que pueda haber de una intervención entre comunidades nigerianas, los igbo mantienen un papel protagonista. Nada es lo que parece. O sí que lo es, pero hace falta escarbar en la tierra nigeriana para comprenderlo.