Javier Elorza posa en el balcón de su casa.

Javier Elorza posa en el balcón de su casa. Javier Carbajal El Español

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Javier Elorza: "¿Piensas que si muere Putin se acaba el tema? No, en Rusia manda el FSB"

Trabajó con González y Aznar, inventó el fondo de cohesión y la euroorden, y aquí analiza la actualidad desde su experiencia en Bruselas y Moscú.

8 abril, 2024 02:23
Jorge Raya Pons Javier Carbajal Cristina Villarino

Cuando el embajador Javier Elorza (Madrid, 1945) apenas comenzaba en el oficio, lo mandaron a África a vérselas con los marroquíes, con los senegaleses, con los mozambiqueños. Los españoles estábamos solos en sus aguas, sin noticias todavía de los chinos, los rusos o los coreanos, y la tercera flota pesquera del mundo necesitaba de acuerdos con los territorios ribereños porque los locales nos echaban a gorrazos. Los africanos querían nuestras muelas de europeo a cambio de quedarnos. “Aquello se convirtió en un infierno”, recuerda Elorza, echando la vista más de cuarenta años atrás. “Y al frente del infierno estábamos cuatro o cinco”.

Elorza cargó con negociadores durísimos, unas veces trampeadores, otras despiadados. Cada uno buscaba algo distinto: el angoleño y el guineano querían pescado, el marroquí pretendía un puerto en Agadir a cuenta del contribuyente español, y lo consiguió.

Elorza tuvo que comprender, en la treintena, que en la pesca se nada a contracorriente, pues “el vendedor no es quien pone el precio: el que pone el precio es el comprador”. Quien aprende a negociar con el africano y con el árabe, sonríe, recibe lecciones para varias vidas. Luego uno marcha a Bruselas y vuelve con las muelas propias en su sitio, y las del alemán en el saco. Elorza dedicó cuatro décadas de servicio a España. Trabajó feliz y voluntarioso con los presidentes Felipe González y José María Aznar, y contribuyó fuera de focos a una tarea encomiable: que España se pareciese a la mejor Europa, y que Europa se pareciese a la mejor España.

Entrevista a Javier Elorza. Imagen: Javier Carbajal, Cristina Villarino. Edición: Cristina Villarino

No me quedaron cuentas pendientes admite. Pero me queda el recuerdo de las derrotas. No haber alcanzado algún objetivo en alguna negociación. Eso te queda. Te preguntas si hubieras podido evitarlo o no. ¿Por qué no lo vi? ¿Por qué no lo paramos? Tengo heridas. Cuando trabajas en las relaciones internacionales, no sólo haces lo que quieres: los otros también juegan. En Bruselas cualquier negociación es un juego combinado entre 27 donde unos cuentan más que otros. Tenía que tener en cuenta los intereses de Francia, de Alemania, de Reino Unido, de Italia, de Países Bajos, y si no los tenía en cuenta, si no los neutralizaba, perdía.

Era imposible que ganara siempre.

Sí, te llevas premios y te llevas heridas, y también te llevas renuncias continúa. Se dice en Bruselas que siempre ganamos todos, que negociamos como comunidad. Pero no todos ganan, ni mucho menos. Existe una regla, eso sí: todos tienen que ganar más de lo que pierden. Esa es la manera de que nadie, salvo el Reino Unido, haya querido salir de la Unión Europea.

Javier Elorza muestra fotografías de su etapa africana, a finales de los setenta.

Javier Elorza muestra fotografías de su etapa africana, a finales de los setenta. Javier Carbajal El Español

Hace unas semanas, el diplomático jubilado envió las memorias de sus aventuras africanas a imprenta, con el sugerente título de Al filo de lo imposible (Editorial Cuadernos del Laberinto), la historia de dos años de acuerdos que tuvieron que cerrar “a marchas forzadas, cuando nos habían expulsado de sus aguas”. El libro compartirá pronto anaquel con Una pica en Flandes (Debate), las memorias de otro tiempo, entre 1986 y 2000, cuando integró y lideró la representación permanente de España en la Unión Europea, primero, y cuando le confiaron, después de ganar a pulso para los españoles el obsequioso apodo de “prusianos del sur”, las embajadas de Francia, India, Rusia y finalmente Italia.

Sólo le quedó ser ministro de Exteriores, embajador. ¿Sintió alguna vez esa ambición?

Nunca tuve ambición política, de ningún tipo. Yo siempre he sido funcionario. El político tiene que tragarse muchos sapos, y los sapos no van conmigo.

Aun así usted tuvo mucho poder.

No, tuve algo distinto al poder. Tuve influencia. En mi función pública podía influir donde nadie quería intervenir. Mi fuerza en Bruselas residía en que siempre proponía. Madrid tenía una actitud silenciosa. ¿Quién mandaba? ¿Yo? No, ni lo pretendía. Pero si Madrid renunciaba a una tarea, mi equipo y yo éramos capaces de hacer propuestas y defenderlas.

Entonces no le gustaba mandar.

Y tampoco me ha gustado desfilar. Cuando los ministros llegaban a Bruselas con todos los mandamases, el subsecretario, el secretario de Estado, los directores generales, se sentaban en primera fila en las ruedas de prensa. Siempre. A mí no me veías nunca en primera fila. Yo estaba al fondo.

¿Viéndolo todo?

Más que viendo, escuchando lo que los periodistas se decían unos a otros. Nunca en primera fila. Nunca.

Javier Elorza, durante la entrevista.

Javier Elorza, durante la entrevista. Javier Carbajal El Español

Me acordé de usted cuando Macron convocó una reunión de seguridad urgente sobre Ucrania. Abrió la opción de poner botas europeas sobre el terreno. Recordé su consejo: si inicias el debate, consigues que se dispute en tu terreno.

Sí, pero cuando tomas una iniciativa, tienes que ser valiente. Estás arriesgando. Y puede que no estés en lo correcto, que te estés equivocando. Muchos países de la Unión Europea están encantados de permanecer en la OTAN y no creen en una defensa europea de verdad. No existe y es imposible construirla en tan poco tiempo. Evidentemente, si Trump dice que animará a Putin a atacar a quien no llegue al 2% en gasto militar, mucha gente se asusta. Pero todo el mundo sabe que es una fantasmada. Trump es un fantasma. Se está tirando un fly. A la mayoría de europeos no les interesa nada esto de la defensa europea propia. Nada. Están cómodos con que Estados Unidos los defienda y además creen que es el único que puede hacerlo, porque son los únicos que tienen credibilidad. Y, mire, ¿cuánto tiempo llevamos de guerra?

¿En Ucrania? A gran escala, dos años.

La Unión Europea ha tomado muchas medidas. Ha aprobado muchos paquetes de sanciones. Ha hecho declaraciones muy duras contra Rusia. Ha amenazado a Putin con sentarlo en el Tribunal de Justicia de La Haya. Y Rusia siempre ha contestado a los europeos con displicencia. ¿Sabe por qué? Porque el único interlocutor que cuenta para ellos es Estados Unidos. Con los únicos con los que hará la paz y encontrará una solución, si la encuentra, será con Estados Unidos. Putin no negociará jamás con Bruselas. Jamás. Muchos europeos saben que esto es así. Hay que dejarse de historias. Muchos comparten mis planteamientos.

"La autonomía estratégica es un camelo francés, un invento para presentar su desiderata proteccionista de siempre"

¿Dónde? No me dirá que en el este de Europa.

No, en Europa Occidental. Los bálticos y los polacos siempre estarán contra Rusia. Son agresivos, exagerados. En el resto de la Unión Europea, muchos piensan lo que le estoy diciendo.

Los bálticos y los polacos tienen más argumentos para sospechar de las motivaciones rusas.

Dígame, ¿qué puede aportar Macron? Una force de frappe [fuerza de disuasión nuclear] muy limitada. ¿Quién decidiría si echamos o no la bomba? No serás tú, Macron. De ninguna manera. Si quieres hacer algo en esa línea, no montas una reunión sorpresiva en París para darte brillo ante la opinión pública, cuando tienes un apoyo minoritario de los franceses, y Le Pen va a ganar las próximas presidenciales. Si quieres hacer algo, no haces eso. Convocas una reunión internacional bien estructurada, bien pensada para preparar un nuevo tratado.

¿Un nuevo tratado?

El Tratado de Lisboa no sirve para eso. Lisboa no tiene ningún capítulo que sirva para una defensa real. Cuenta con un comité militar y no diré que es una risa, pero es poca cosa. Necesitarías una nueva OTAN sin Estados Unidos. ¿Quién propone eso? Nadie. Y quien lo haga se va a columpiar porque muchos países europeos no lo aceptarán. Al menos en este momento. Estoy hablando en plata, ¿verdad? Mientras tanto Von der Leyen habla de una Unión Europea de Defensa, dice que nombrará un comisario de Defensa en la nueva Comisión. Por favor, sea usted seria. La Unión Europea de Defensa no se construye con un comisario. Y ya tienes la OTAN, con una red muy densa de decisiones políticas, estratégicas, logísticas, armamentísticas, formativas, con planes defensivos y ofensivos, con una estructura…

Javier Elorza, durante la entrevista.

Javier Elorza, durante la entrevista. Javier Carbajal El Español

¿Y qué opinión le merece el proyecto de autonomía estratégica de Macron, embajador?

¡Es un camelo francés! Un invento para presentar, de nuevo, su desiderata de siempre: una Europa más proteccionista que reciproque a los demás. Eso quiere decir que si Rusia o China imponen determinadas reglas en sus contratos internos, con licitaciones reservadas a sus empresas, nosotros haremos lo mismo. Lo que rige ahora en Europa no es eso. Tenemos un liberalismo exacerbado. No aceptamos restricciones al libre comercio y la libre competencia. En la crisis de la Covid, Macron inyectó ayudas masivas a sus empresas públicas para fortalecerlas. Pero, dígame, ¿qué país tiene una empresa como Areva, con el control de todas las centrales nucleares del país? Muchos países no tienen empresas públicas siquiera. Francia es la excepción. Macron saca el concepto de la autonomía estratégica porque piensa que a lo mejor los americanos nos fallan, y que los demás juegan con reglas diferentes. Luego los europeos añaden a la autonomía estratégica un adjetivo: abierta. Pero de abierta, nada. Macron busca una Europa proteccionista y cerrada.

La invasión rusa de Ucrania está precipitando estos cambios, y la falta de elecciones libres dificulta un cálculo real de los apoyos de Putin. ¿No tiene la impresión, embajador, de que no sabemos qué piensan los rusos, ni cómo?

¿Eso cree? Está equivocado. Mucha gente sabe en Europa lo que es Rusia y cómo piensa un ruso. Aquí tiene uno delante. Yo he vivido tres años y medio en Rusia. No hace falta ser un lince cuando estás con ellos. Es un pueblo bastante transparente, bastante directo. Incluso muy directo. Lo más separado de un ruso es un italiano. Son completamente diferentes. Un ruso te dice enseguida lo que quiere. Si tú no lo aceptas, juega contigo, y en el juego sí se mueve de forma artera, les gusta mucho el ajedrez. Intentan ganarte en el juego con sus activos. Sabes perfectamente lo que quieren y por qué lo quieren. ¿Ha leído a Orlando Figes? Tiene un libro fantástico donde narra la formación del paneslavismo, la rusofonia, el concepto de quienes forman parte de ella, con qué valores, cuándo le dan empuje. Te das cuenta de que a ellos les importa poco, casi nada, el mundo caucásico. Y eso que han tenido presidentes soviéticos georgianos, pero no les interesa.

¿Qué quieren?

Ellos insisten en Ucrania y Rusia Blanca [como llaman a Bielorrusia]. ¿Dónde nace el concepto de que Rusia es eso? Con Catarina la Grande, no antes. Moscú era un kanato donde los hombres con los ojos tártaros y los chinos mandaban. Rusia, desde Catarina la Grande, evoluciona y desarrolla su definición histórica como nación, sus sentimientos, y lo que están pensando ellos lo sabe mucha gente en Europa. Yo no lo acepto. Yo no lo comparto. Pero sé lo que están haciendo. Mucha gente en Estados Unidos conoce a los rusos, y una parte de la opinión pública de la universidad y los think tanks están diciendo que ese conflicto no es suyo, que este es un conflicto territorial. No nos metamos en este follón. No hagamos el juego a Rusia.

"Putin sabe que, si hay algún conflicto, será con los americanos, no con los europeos"

¿No hagamos el juego a Rusia?

Muchos estadounidenses creen que, al apoyar este conflicto, al permitir que dure, Rusia destruye poco a poco Ucrania: sus infraestructuras, su capital social, su gente, que migra por millones. Lleguemos a una situación donde haya paz, dicen, porque no tenemos nada que ganar. Es un debate bastante normal en Estados Unidos. En Europa no hay debate, pero ¿acaso cree que no hay mucha gente que piensa lo mismo? Claro que sí. Y hay gente que conoce mejor a los rusos que los españoles. Los italianos y los alemanes, por ejemplo. Toda Europa del Este. Y le voy a decir una cosa que es una chulada, pero es ilustrativa. Hay muchos europeos que tienen más miedo a la salida de los americanos que a la llegada de los rusos.

Porque desaparece la disuasión, entiendo.

Porque, si el americano se va, está claro que el ruso llega. El elemento desencadenante es la salida del americano. Métase en la piel de Trump. Hace unos años dijo: “Señores, yo me voy de Europa. ¡Estos señores no pagan! No dan el 2% y tengo otros intereses. Me enfoco hacia el Pacífico. Mi principal enemigo es China. Esto es el mundo del pasado. No es mi prioridad”. Todos los europeos callaron. Ese debate tiene lugar en Estados Unidos, donde hay gente que piensa pegada a la tierra, y en Europa, nada. Vivimos en un mundo de pura fantasía. Todo el que conoce a los rusos sabe que esto no va a ningún lado.

Pero ¿qué propone? ¿Una negociación con los rusos?

¡Europa no va a negociar nada en Ucrania! Para Rusia, Europa no cuenta. Putin está con sus miles de cabezas nucleares contra otras miles de cabezas nucleares. Putin está con sus 300.000 muertos frente a cero europeos y cero americanos muertos. Putin sabe que, si hay algún conflicto, será con los americanos, no con los europeos. El único interlocutor para Rusia es Estados Unidos, nos guste o no. Y no comparto sus tesis. Sólo cuento lo que veo. Y cuando hablo de estos debates, no me reduzco a los republicanos. Me refiero a las universidades, a los think tanks.

¿Un debate abierto sobre qué hacer?

Un debate abierto sobre qué ser. ¿Somos el policía mundial? ¿Nos ocupamos de todo o priorizamos? Y si priorizamos, ¿qué priorizamos? ¿Nos dedicamos al mundo asiático? ¿Metemos también al mundo europeo? Nos llevó a dos guerras mundiales irnos de allí en su momento. Pero no me hable de todo el mundo. Ese escenario está descartado por mucha gente. Estados Unidos ya no tiene los medios, ni la capacidad, ni las ganas de ocuparse de todo.

Javier Elorza, durante la entrevista.

Javier Elorza, durante la entrevista. Javier Carbajal El Español

Usted despachó con Serguéi Lavrov, embajador. ¿Lo conoció bien?

Sería petulante decir que despachaba con Lavrov. En algún caso tuve mayor protagonismo porque el ministro de turno, Miguel Ángel Moratinos, me daba la palabra a mí, y entonces era yo quien despachaba con Lavrov. Una vez estuve cinco horas con el rey, Lavrov, Putin y cinco ministros rusos más. El embajador procura ser discreto. Habla cuando se lo piden. Pero conocí muy bien a Lavrov, un hombre muy ruso. Es un magnífico profesional diplomático. Se conocía los dosieres de memoria. Se los continuaba estudiando como si fuera un joven meritorio, a diferencia de muchos ministros, que no leen papeles: se cansan, se aburren, piden que se los cuenten, que se los resuman. Lavrov se leía el dosier completo siempre y sabía más que nadie en la reunión sobre esa cuestión. Era un hombre profesional, leal.

¿Leal a qué?

A una Rusia grande con Putin, que es el FSB, la antigua KGB, que son los que mandan en Rusia. ¿Sabe? Aquí todavía hay gente que piensa que Putin es Putin, y si muere, se acaba el tema. ¿No se dan cuenta de que en Rusia manda medio millón de personas, que son del FSB? Es como la ENA en Francia, como el Majdén en Marruecos: es la jerarquía, es la élite, son los que mandan. Si quitas a uno, otro inmediatamente surge. Y fue así porque fue Yeltsin quien dinamitó la URSS. El FSB debió quedar atónito. Como cualquier élite, es conservadora y quiere mantener lo que hay. La implosión llevó a Putin al poder, que quiso reconstruir el país para que no se disgregase más. Existía ese riesgo. Once husos horarios hasta Vladivostok. ¿Etnias? Las que quieras. Territorios poco poblados. Una frontera con China que fue conflictiva en el pasado. Un Cáucaso islámico potencialmente agresivo. Con eso se encontró Putin. Acabó con los gobernadores regionales, los nombró él. Estableció que los partidos de la Duma tuviesen un 5% mínimo de representación. Se cargó 100 partidos regionales. Hizo que Rusia fuese una unidad única. Y usted me dice, ¿eso fue bueno o malo?

¿Cuál es su opinión?

Fue bueno, a mi juicio. ¿Qué le hubiera parecido si Occidente hubiera tenido que enfrentarse con seis repúblicas soviéticas, con su armamento nuclear, con locos y autócratas, y no uno, sino seis? Putin no deja que eso ocurra. Muchos europeos conocen bien esa Rusia. Muchas veces no se atreven a decir lo que piensan. Pensamos que nuestros valores, nuestros derechos humanos y nuestros códigos de conducta son los que hay que aplicar. Pensamos que el mundo es unipolar, y ese polo somos nosotros, Occidente.

Javier Elorza, durante la entrevista.

Javier Elorza, durante la entrevista. Javier Carbajal El Español

Sostiene Elorza que los valores democráticos de nuestros países, en estos momentos, no aplican a los rusos. Sospecha que sus convicciones encontrarán detractores. Al comienzo de la entrevista, el embajador se sincera reticente a comentar estas cuestiones. Al final de una hora, pide hablar de más cosas. “Tenemos poco tiempo”, sonríe, “y trae muchas preguntas”. Le planteo los tiempos de la adhesión, que los franceses hicieron tan difícil, a diferencia de los alemanes. Luego cambiaron las tornas: los españoles podían contar siempre con el francés en la negociación, pero el alemán era implacable.

Cuando nosotros nos adherimos, no todos los españoles querían lo mismo recuerda—. Una parte de la población quería utilizar a Europa para modernizarnos y normalizar nuestra situación. Yo diría que era la posición de la práctica totalidad de la élite y de la oposición. Pero otros españoles querían Europa para quitarse de en medio los obstáculos comerciales que imponían a nuestros productos. No veían nada más que el factor económico o comercial.

En España no hay masas relevantes contra el proyecto común. Pero ¿qué sucede en los países fundadores, como Francia o Países Bajos, para que contengan movimientos euroescépticos o antieuropeos tan poderosos?

En el club europeo siempre hay gente que duda de él. Pero fíjese que, cuando hay una crisis, esas dudas desaparecen. ¿Usted oyó alguna voz antieuropea durante la pandemia? Cuando hay crisis de verdad, la gente se calla. Cuando hay una crisis, la gente se une, y en eso la Comisión es muy buena. Tiene estructuras de poder y decisión, de obtener inteligencia rápidamente sobre una materia con los mejores expertos del momento. Europa se construye a fuerza de crisis y la globalización, que es un magma de crisis. Las crisis y la globalización empujan a tomar medidas. ¿Me permite que le ponga un ejemplo?

Claro.

El Tratado de Maastricht no tenía ninguna política de salud. España presentó un papel y se aceptó. No lo entendían. ¿Para qué queréis una política de salud? ¿Qué pasa en vuestro sistema? ¿No funciona? ¿Por qué dais la lata con esto? Como era una cosa pequeña para ellos, aceptaron. Lo metieron. Desde entonces, se han aprobado hasta 600 medidas. Se crearon redes de especialistas de todos los temas habidos y por haber, se reunían cada tres o seis meses. La Comisión aprobó decisiones como que estaba autorizada para comprar medicamentos y vacunas en nombre de todos. Era 2006. Cuando estalla la Covid, todo ese acervo estaba hecho. No había más que pegar un telefonazo.

¿Y qué me dice de cuando no hay crisis?

Cuando no hay crisis, la cosa es discutible. Hay demasiados funcionarios. No siempre tienen temas que tratar. En eso le daba la razón a los británicos, que pedían un adelgazamiento de la Comisión, aunque lo que querían ellos era que adelgazara hasta la desaparición. [Ríe] Helmut Kohl dijo una frase genial. Estoy hasta las narices de que los de Bruselas quieran negociar una directiva sobre zoológicos, porque la Comisión había puesto una directiva donde medía la distancia entre vallas, cómo limpiar el agua cada semana...

"González y Aznar eran europeístas, y a Sánchez no le veo el europeísmo claro"

Hábleme de Kohl, embajador. ¿Cambió la amistad de González y el alemán el rumbo de Europa?

No creo que su relación cambiara mucho las cosas, pero fue muy buena para nosotros. Felipe siempre hacia eso. Era un magnífico negociador, tenía empatía y buscaba en cada uno lo positivo. Y como era muy inteligente, y un poco malvado, sacaba provecho. Con Kohl entabló una gran amistad porque sabía que Alemania era decisiva. Detectó que el alemán era nuestro principal adversario y se propuso metérselo en el bolsillo.

Lo cuenta en el libro: sabía cómo hacerlo.

Lo sabía perfectamente y le llegó el momento. El primer recurso que utilizó fue a Thatcher. Cuando en febrero de 1988 la británica amenazó con abandonar el Consejo, González se levantó a por ella y la convenció de volver. Kohl lo vio. Hombre, dijo, nos ha evitado una crisis. Fue la primera vez que le demostró que era un tipo con quien contar.

Y luego vino la ocasión de reunificar Alemania.

Mitterrand esperaba que en el Kremlin la bloquearan. Se fue a Moscú a hablar con el ruso. Thatcher estaba de los nervios. Recuerdo aquel Consejo Europeo en Dublín. Nadie hablaba. Felipe pidió la palabra. Lanzó un panegírico proalemán, prorreunificación. Es el momento. Es la única ocasión que tenemos. Será el principio del fin del poder soviético en el Este. Echó toda la carne en el asador. ¡Kohl lloraba! Felipe inclinó la balanza completamente del lado alemán, y eso se paga con gratitud. Kohl hizo muchos favores a Felipe. Muchos. ¿Reescribieron la historia? Con Felipe o sin Felipe, la reunificación se hubiera llevado a cabo. Pero lo hizo de tal manera que la Unión Europea, en lugar de una actitud equivocada, desagradable, se inclinara desde el primer momento a favor de Alemania.

En 'Una pica en Flandes', Javier Elorza cuenta sus años en Bruselas.

En 'Una pica en Flandes', Javier Elorza cuenta sus años en Bruselas. Javier Carbajal El Español

Su actitud evitó que aquello derivara en rencores.

Exactamente. Supo dirigir el asunto, solucionó el problema.

¿Ve algo de González, incluso de Aznar, en Pedro Sánchez?

No, Felipe y Aznar eran auténticos europeístas. Muy firmes. Creían en Europa. Cada uno tenía sus motivos. Aznar era más nacionalista. Creía que Europa era donde teníamos que estar porque quería mandar. ¿Recuerda su obsesión por meterse en el G7 con Bush? Felipe tenía un concepto diferente: una Europa más compartida, más común, más grupal. Los dos eran europeístas, y a Sánchez no le veo el europeísmo claro.

¿Por qué no se lo ve?

Puede ser europeo. Puede estar en el Consejo Europeo repartiendo abrazos. Pero, vamos a ver, España es el país a la cabeza en la violación de trasposición de directivas. ¿Es europeísta un país que está violando el derecho comunitario de manera salvaje, sin ponerle remedio? Somos uno de los países con más sentencias contrarias del Tribunal de Justicia. No digo que sea antieuropeísta, en absoluto. Pero el europeísmo se demuestra haciendo, no es suficiente con decirlo.

¿Y valiente? Quiere reconocer el Estado palestino, incluso si ninguno de los grandes europeos lo hace, incluso si ningún país árabe más reconoce el Estado de Israel.

Porque considera que es una posición políticamente rentable, compartida por muchos líderes en el mundo. No está solo, pero está metiendo el dedo en el ojo a Netanyahu, por un lado. Y por el otro, ¿servirá de algo?

"En el conflicto palestino-israelí no contamos, y nunca formaremos parte de la solución"

¿Servirá de algo?

Entiendo las palabras de Sánchez. En Europa hay muchos propalestinos. Los españoles siempre hemos procurado estar entre los árabes y los israelitas, sin decantarnos por ninguno. Hemos estado en medio hasta el punto de que, en 1991, los americanos encargaron a Felipe montar la reunión de Madrid, como un principio de paz. Era la única vez que se habían sentado juntos, israelitas y palestinos, al más alto nivel.

Luego vino Oslo.

Fueron dos veces, y una en Madrid. ¿Por qué piden los americanos que seamos nosotros? ¿Porque hacemos buen café? ¿Porque hay sol? No, porque saben que los dos nos toleran, que no somos molestos para ninguno de los dos grupos. Ahora ya no. Para Israel, ahora, somos un país en el que no guardan gran confianza, y no formaremos parte de ningún acuerdo. Quizá en España haya más simpatías palestinas que israelitas, y muchos votantes musulmanes y pocos judíos. Políticamente, lo entiendo. Si el propósito era contribuir a una solución pacífica, no ha acertado.

¿No cree que una declaración española pueda arrastrar a otros?

Mire, esto es como el tema ucraniano. No contamos. No formaremos parte de la solución. No en estos momentos.

¿Qué puede hacer España para contar en algún momento?

No lo sé, pero no con cosas como estas. Igual que con Marruecos. Desde la muerte de Franco, en el 75, nos hemos llevado bien con Argelia y con Marruecos. Sí, con momentos de duda. Pero bien con los dos. De pronto hicimos algo que llevó a dejarnos de hablar con Argelia, donde no te compran nada. Cero. ¿A cambio de qué?

Javier Elorza, durante la entrevista.

Javier Elorza, durante la entrevista. Javier Carbajal El Español

Se lo pregunto, embajador. ¿Qué saca España de Marruecos?

Pregúntele mejor a Sánchez. ¿Usted ha visto que las pateras hayan disminuido? ¿Usted ha visto que la droga haya dejado de llegar? ¿Usted ha visto que haya menos islamistas? No lo sé. Desconozco la respuesta. Yo estoy jubilado, aquí, en mi casa. Pero esas preguntas hay que hacérselas. ¿Hay menos pateras? ¿Hay menos droga? ¿Hay menos islamistas? ¿Sí o no? Porque son los tres objetivos de España con Marruecos.

Y el respeto de Ceuta y Melilla.

No, eso no es un objetivo. Eso forma parte de la ecuación de base. Y las aduanas no se han abierto, a pesar de las promesas del señor Albares. Y con el Sáhara éramos la potencia administradora. Teníamos mucho que decir. No es lo mismo la opinión de España que la opinión de Francia o Estados Unidos. Nuestra opinión era más importante. Entregamos una baza. A lo mejor era razonable. A lo mejor era la única solución aceptable a largo plazo. Pero la hemos perdido, y nos hemos ganado el odio del argelino.

El equilibrio, decía.

Lo mantuvimos con todos. Aznar, Suárez, González, Zapatero. Bailaban con los dos sin romper con ninguno. Estados Unidos negoció ese reconocimiento a cambio del reconocimiento de Marruecos sobre Israel. Los franceses no han cambiado de postura. Mantienen que el Sáhara hay que descolonizarlo con una resolución de Naciones Unidas y una votación de autodeterminación. Macron y Mohamed VI están a tortas, y no hay país europeo con más interés en Marruecos que Francia.

"Los americanos van a acabar con la guerra en Ucrania, incluso si gana las elecciones Biden"

Y con todo lo hablado, embajador, ¿cuáles son los eventos que más le preocupan?

Le responderé de otra manera. Mi carta a los Reyes Magos tiene tres deseos. El primero es desactivar el conflicto ucraniano. Llegar a una paz duradera, nada de un conflicto congelado, que los rusos son expertos. Hablo de una paz real. El segundo es cambiar el mensaje brutal de los verdes por algo mucho más atemperado. La lucha contra el cambio climático ha hecho daño a sectores muy importantes de nuestras economías, como la agricultura o el automóvil. Los alemanes han sustituido unos motores con tecnologías del copón por latas de sardinas con baterías que encima hacen los chinos. Hay que mantener la lucha, pero de una manera más suave y selectiva.

¿Y el tercero?

Es para España. Que dejemos de ser el país que tiene el 85% de la media de la renta per cápita comunitaria. Ya es hora de que el Gobierno cambie esta situación, porque hemos pasado del 103% de la renta media comunitaria, en 2007, al 85% actual. Hemos perdido 18 puntos de renta media sobre la media europea. En lugar de converger con la riqueza europea, estamos divergiendo. Es brutal. Deben corregirlo, lo que requiere tocar muchos palos: la productividad, la formación de capital, el nivel de la educación, la estructura administrativa, agilizar, facilitar, hacer que sea menos traumático para un señor montar una empresa.

¿Con cuál de los tres deseos es más optimista?

Si depende de los americanos, con el primero. Van a acabar con la guerra, incluso si Biden gana las elecciones. Eso va a cambiar. El segundo tema lo doy por hecho. Si la próxima Comisión quiere meter la pata y enfrentarse a todo la economía europea, allá ellos. Y el tercero es lo que más me gustaría. Que nuestro país cambiara este rumbo, porque nos están pasando todos: Letonia, Estonia, Malta, Chipre, Eslovenia. Y ahora van a pasarnos Portugal y Polonia.

Javier Elorza posa en el balcón de su casa.

Javier Elorza posa en el balcón de su casa. Javier Carbajal El Español

Y embajador, después de todos sus servicios para España, ¿cómo le gustaría ser recordado por los españoles?

Yo creé el Fondo de Cohesión. Yo soy el padre de la euroorden. Fueron dos hitos importantes para el país. Pero ¿le digo la verdad? Hay una cosa que me llenó el corazón. Cuando llegué a Rusia, había 300 niños de la guerra. Tenían 80, 90 años. Habían sufrido la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y Stalin. Los maltrataron en todas partes. Eran encantadores. Estaban enamorados de España. Aplaudían al rey. ¿Por qué? No lo sé. Daban besos a cualquier político español que pasara por ahí. Les conseguí, agarrándome a la Ley de Memoria Histórica del PSOE, con Zapatero, una prestación no contributiva de 500 euros al mes, un seguro sanitario con una compañía internacional y un ascensor para su edificio.

Era mucho dinero al cambio.

Sí, y era el chocolate del loro. 500 euros para unas 300 personas. Salía a un millón y pico de euros al año, nada más. Pero les cambiabas la vida. Tenían 70 dólares al mes de pensión rusa. Malvivían. Y en Rusia, si no entras con dinero en un hospital, si no vas pagando a todo el mundo, no te curan. Con ese seguro, con sus 500 euros, ya está: eran felices. Eso es lo mejor que he hecho en mi vida.

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