Un grupo de seguidores de Kemal Kiliçdaroglu, candidato a la presidencia de Turquía.

Un grupo de seguidores de Kemal Kiliçdaroglu, candidato a la presidencia de Turquía. REUTERS

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Kiliçdaroglu, el candidato "sin carisma" en Turquía cuya misión es unir polos opuestos contra Erdogan

El aspirante a la presidencia, que representa a una corriente más laica, tiene que remontar cuatro puntos para acabar con el líder.

16 mayo, 2023 03:14

Después de casi año y medio de brutal crisis económica, con la lira turca cayendo en picado en los mercados y la inflación alcanzando el 85%, Recep Tayyip Erdogan se las apañó para llegar a los comicios del pasado domingo como favorito en las encuestas. La duda estaba en si repetiría presidencia en primera vuelta o si tendría que marcharse a la segunda, como así ha sucedido, por apenas unas décimas.

Después de llevar a Turquía a una peligrosa deriva antisecular y recientes aún las imágenes de las decenas de miles de muertos en el terremoto de febrero, Erdogan sigue manteniendo una base electoral que le es fiel pase lo que pase. Derrotarle parece un milagro.

Y exactamente esa es la tarea que se le ha encomendado a Kemal Kiliçdaroglu, líder del Partido Republicano del Pueblo. Kiliçdaroglu tenía -y tiene- ante sí la labor de unir a toda la oposición a Erdogan en el momento en el que el líder de 69 años más débil parece. El problema al que se enfrenta es que derrotar a un autócrata requiere de algo más que indignación.

Erdogan, que gobierna prácticamente sin consultar a su parlamento desde el extraño golpe de estado del 15 de julio de 2016 y el posterior referéndum de abril de 2017, ha mostrado recientemente síntomas de agotamiento físico tras una legislatura convulsa, pero sigue siendo la referencia para millones de votantes conservadores.

El reto de Kiliçdaroglu es colosal, pese al desgaste de su contrincante: unir algo que está esencialmente desunido. Kiliçdaroglu representa el "kemalismo", es decir, la corriente que pretende una Turquía laica, la que diferencie lo religioso de lo político… pero también es la voz de las minorías, como la kurda, que ven en él una esperanza ante la represión del gobierno de Erdogan durante los últimos veinte años.

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Buena parte de la amistad de Erdogan con Putin, de hecho, tiene que ver con el apoyo que ambos autócratas han dado en los últimos años al carnicero sirio Bashar Al-Asad en su intento de borrar dicha etnia de un plumazo.

El perdedor sin carisma

Ante estas circunstancias, lo normal es que, en dos semanas, Erdogan gane con relativa comodidad y es lógico que en la oposición se pregunten si han elegido bien porque la oportunidad era histórica. Alguien tendría que haber previsto que basar la candidatura simplemente en la resistencia al poder establecido iba a tener un recorrido relativamente corto. Prácticamente un año se han pasado las fuerzas opositoras en proceso de elección hasta designar a Kiliçdaroglu como su representante y la sensación es que se han quedado cortos.

Levantar un movimiento revolucionario ante un poder vigente es difícil desde el continuismo. Para muchos, eso es exactamente lo que significa Kemal Kiliçdaroglu. A sus 74 años, Kiliçdaroglu lleva 13 como líder del Partido Republicano del Pueblo y ya encabezó la lista para las elecciones legislativas en 2011, 2015 y 2018, perdiendo siempre contra el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan, que, por cierto, también ha conseguido una nueva mayoría en 2023 junto a sus socios de Alianza Popular.

Ya en su momento, Meral Aksener, presidenta del partido nacionalista Iyi, y miembro de la llamada 'Mesa de los Seis' que se ha encargado de elegir al candidato anti-Erdogan, acusó a Kiliçdaroglu de "poco carismático", una acusación que le ha acompañado toda su carrera y que ha podido influir en su incapacidad para generar una cierta ilusión de cara al futuro.

Es complicado explicar a los indecisos que un hombre de 74 años acostumbrado a perder repetidamente todas las elecciones a las que se ha presentado -con el matiz de las parlamentarias de junio de 2015, tras las que no pudo formar gobierno- puede ser promesa de algo diferente y que merezca la pena.

La cuestión kurda

De momento, a corto plazo, tendrá que convencer a los votantes del ultranacionalista Sinan Ogan, que logró el 5,17% de los sufragios… pero los votantes de Ogan son muy peculiares -como el propio Ogan, por otro lado-. Desprecian la vena religiosa de Erdogan, que en 2021 declaró que no podía devaluar la lira turca, como pedían todos los expertos ante una inflación incontrolada, porque iba en contra de las enseñanzas del Islam, pero a la vez tienen en la lucha antiterrorista su principal línea roja. Y, en Turquía, hablar de terrorismo es hablar necesariamente de los grupúsculos kurdos.

Ahí es donde Ogan le ha marcado a Kiliçdaroglu las distancias: "No puede haber concesiones a partidos terroristas". Y ahí es donde Kiliçdaroglu, de origen kurdo él mismo, va a tener su primer quebradero de cabeza, pues, como hemos dicho, la minoría kurda, que no tiene un partido propio al que votar en las elecciones tras la desaparición del Partido Paz y Democracia y el proceso de ilegalización del HDP -integrado en el último momento en el Partido de la Izquierda Verde para las legislativas- por sus supuestos vínculos con el PKK, ve en el líder del Partido Republicano del Pueblo a su única esperanza. 

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Hablamos de unos seis millones de votos de los que Kiliçdaroglu no puede prescindir. Y sin acuerdos con Ogan, pensar en remontar más de cuatro puntos de ventaja en una segunda vuelta y con el propio barco de nuevo agitado es ciencia ficción. Solo el apoyo de última hora de aquellos que, desilusionados con la elección del veterano líder como alternativa, se quedaron en casa este domingo podría desnivelar la balanza.

Votantes que no quieren que la autocracia de Erdogan se perpetúe hasta su muerte, pero que hasta cierto punto se habían resignado a ello. Si de verdad hay una opción de unidad de la oposición sin rencillas ni egos, se sabrá en dos semanas. Puede que no se vean en otra oportunidad como esta.