Manifestación contra Putin y contra la guerra este 24 de diciembre en Belgrado organizada por la Sociedad Democrática Rusa.

Manifestación contra Putin y contra la guerra este 24 de diciembre en Belgrado organizada por la Sociedad Democrática Rusa. Efe

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La paradoja Putin: sigue ofreciendo negociar la paz mientras los bombardeos no paran en Kiev y Jersón

El presidente ruso insiste en que es Ucrania quien no quiere sentarse a dialogar. En Nochebuena murieron 16 personas en un mercado en Jersón.

26 diciembre, 2022 02:58

La posición de Vladimir Putin es cada vez más incomprensible para Occidente. Si en los primeros días de conflicto nadie terminaba de entender muy bien la necesidad de Rusia de tratar de anexionarse la totalidad del territorio de Ucrania, hoy, más de 300 días después del inicio de la "operación militar especial", nadie, ni siquiera la mayor parte de los rusos, termina de entender muy bien el continuo ofrecimiento para volver a la mesa de negociaciones. Menos aún cuando los bombardeos no cesan sobre ciudades como Kiev o Jersón en Nochebuena y Navidad.

"Estamos preparados", ha insistido una vez más Putin este domingo. Rusia no va a renunciar a una negociación de paz en Ucrania "con todas las partes implicadas" porque "todos los conflictos armados terminan de una forma u otra en negociaciones". Su objetivo no es hacer girar más la rueda del conflicto militar, sino por el contrario acabar esta guerra. "Es a lo que aspiramos y aspiraremos".

Además, el presidente ruso aprovechó su comparecencia ante la prensa para recordar una vez más que Moscú "no tenía otra opción" que proteger los "intereses nacionales y los intereses de su gente" cuando comenzaron los combates el pasado 24 de febrero. "Creo que actuamos de forma correcta, defendiendo los intereses nacionales y los intereses de nuestros ciudadanos y nuestra gente", aseveró.

El presidente ruso, Vladimir Putin, en su última imagen en público el pasado jueves.

El presidente ruso, Vladimir Putin, en su última imagen en público el pasado jueves. Efe

La culpa de que no existan esas negociaciones es, inevitablemente, del lado ucraniano, con su presidente Volodímir Zelenski a la cabeza. "Se han negado a entablar conversaciones", ha apuntado Putin en la entrevista con la televisión pública rusa, aunque no sólo se refería al gobierno de Kiev, sino también a los países occidentales que le apoyan. "Es cosa suya, no somos nosotros los que nos negamos a negociar, son ellos", insistió.

¿Cambio de estrategia?

Frenado en lo militar, hostigado en lo económico y aislado en lo diplomático, lo cierto es que Putin se enfrenta también a las críticas internas. A lo largo de su mandato, las ha sabido manejar muy bien y no hay muchos que puedan presumir de haberse enfrentado a él y haber sobrevivido en libertad. Sin embargo, el número de poderosos millonarios rusos, miembros de la oligarquía que gobierna de facto el país, que se están manifestando públicamente en contra de la guerra por el terrible daño que puede hacer en sus finanzas no deja de crecer.

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Poco acostumbrado a que sus planes salgan mal, el presidente ruso ha dado señales casi contradictorias en los últimos tiempos que hacen pensar en un cambio de estrategia, pues no parece muy lógico que, a la vez que sigue bombardeando un país y avisa de que ya prepara su arsenal nuclear disuasorio por si es necesario utilizarlo, insista en que la intención es negociar un acuerdo satisfactorio para todas las partes.

Después de haber iniciado unilateralmente el conflicto parece que el único aliado realmente fiel que le queda es Alexander Lukashenko. Es cierto que el dictador bielorruso sacó adelante un cambio en la constitución de su país que permite al ejército ruso quedarse todo el tiempo que considere oportuno e incluso desplegar misiles nucleares. Una decisión lógica, considerando que Bielorrusia comparte frontera con Letonia, Lituania y Polonia, tres estados pertenecientes a la OTAN. Sin embargo, son ya varias las ocasiones en las que Putin y Lukashenko se han visto en estos meses siempre con la entrada de Bielorrusia en la guerra como eje central y esas conversaciones nunca han cristalizado.

El vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Medvedev, visita China

El vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Medvedev, visita China Reuters

Además, tanto Arabia Saudí como Corea del Norte, los otros dos aliados que sistemáticamente son relacionados con el flujo de armas y mercenarios hacia las filas del ejército ruso, se empeñan una vez tras otra en negar la mayor y si bien apoyan a Putin con drones suicidas o armas cortas, diplomáticamente lo hacen con la boca pequeña. Exactamente igual que China.

El gigante asiático se resiste a prestar su apoyo público, básicamente porque a China no le ha hecho ninguna gracia que, lo que podía haberse limitado a una anexión parcial de territorios muy concretos (Donetsk, Lugansk y las regiones prorrusas de la costa del Mar Negro y el Mar de Azov) se haya convertido en un ataque total a la integridad territorial de un estado. Xi Jinping y Putin tienen muchos puntos en común, pero la política internacional de China se basa en el respeto a esa integridad territorial… básicamente porque es un estado formado por muy variadas naciones y no le interesa que nadie agite el avispero.

La apuesta Biden

Todos esos inconvenientes, sin hablar de la situación militar propiamente dicha sobre el terreno que el invierno disimula pero no puede ocultar, se suman a la mayor implicación de la administración Biden en su apoyo a Ucrania.

El discurso de Zelenski ante el Congreso estadounidense y la decidida cesión del escudo antiaéreo norteamericano con sus misiles Patriot abre un nuevo frente militar y supone un claro punto de inflexión en la zona de combate. Más significativo aún del que tuvieron un puñado de HIMARS norteamericanos o Caesar franceses a la hora de planificar la contraofensiva en la que Ucrania ha recuperado prácticamente todo el territorio conquistado por Rusia en el principio de la invasión y pretende reconquistarlo en su totalidad incluyendo las zonas perdidas en 2014.

Tal vez de ahí llega la necesidad de Vladimir Putin de proferir una amenaza nuclear. De hecho, es incluso lógico, hasta cierto punto, que una potencia nuclear recuerde que lo es cuando entra en conflicto. Sin embargo, suena a desesperación, lo que no es necesariamente algo positivo. Un Putin desesperado da bastante miedo, pero aun así tiene que saber que el uso de armas nucleares supondría un antes y un después en la historia de la Humanidad y que no hay manera en la que pueda salir beneficiado de esa situación.

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Si Putin utilizara misiles nucleares para forzar una paz beneficiosa en Ucrania, no se enfrentaría a sanciones ni a guerras frías. Se enfrentaría a una III Guerra Mundial. Hay que entenderlo, por tanto, como una bravuconada que, por cierto, no hace sino empeorar su posición diplomática. 

La óptica rusa

Entonces, ¿por qué Putin se empaña en mantener los bombardeos sobre las grandes ciudades, en proseguir la batalla en puntos estratégicos o en la formación de decenas de miles de reclutas voluntarios o forzosos que mandar al frente aunque sólo sea como carne de cañón?

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La profundidad y el poderío del ejército ruso es probablemente una de las cuestiones más dudosas de toda esta "operación militar especial" rusa. Sin embargo, las dudas sobre su calidad y cantidad son tan válidas en un sentido como en otro. ¿Ha agotado Putin su arsenal de armamento moderno? Los servicios de inteligencia occidentales dicen que así es, pero se complica saberlo con certeza absoluta.

¿Necesita Rusia reclutar a presos de las repúblicas para complementar a un ejército derruido y donde el Grupo Wagner ha tenido que tomar el control ante la incapacidad de sus mandos? Visto lo que sucede sobre el terreno bien podría ser así, pero la inteligencia estadounidense es conocedora de las tropas ultraprofesionalizadas que Putin tiene diseminadas por los muchos frentes que sostiene y que podrían derivarse hacia Ucrania en cualquier momento.

Entonces, ¿por qué Putin se empeña en negociar? ¿Acaso la presión económica de Occidente ha surtido un efecto tan devastador que Rusia está pidiendo la hora? No parece que así sea. ¿Acaso la presión que el propio Putin ejerce sobre Europa con la guerra del gas y el petróleo no le está sirviendo de nada? Tampoco parece que este sea el caso. ¿Acaso no compensan los aumentos en las compras de crudo de India y China? Y este tampoco parece un problema, pues algunos de los propios países de la UE han incrementado sus compras de gas y petróleo a Rusia hasta justo antes de topar sus precios.

¿Entonces?

La realidad, después de 300 días de guerra en Ucrania, es que sólo Putin sabe por qué insiste en la vía negociadora. Podría ser una simple pose para no pasar a la Historia como un cruel tirano o podría estar basado en la inminente necesidad de Rusia de frenar una escalada que la conduce a una destrucción inminente a todos los niveles. O tal vez sólo lo haga para calmar a los sectores de oligarcas críticos con sus decisiones. Sólo él lo sabe. Mientras tanto, el día de Nochebuena murieron 16 personas en los bombardeos rusos sobre un mercado de Jersón y ni siquiera el día de Navidad frenó el lanzamiento de misiles.