Un soldado ucraniano dispara un misil en la región de Mikolaiv.

Un soldado ucraniano dispara un misil en la región de Mikolaiv. Reuters

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Rusia pretende "congelar" la guerra más allá del invierno aunque tenga que ceder territorio en Jersón

Rusia necesita tiempo para reconstruir las ciudades que ha arrasado si realmente cuenta con incorporarlas a su territorio.

4 noviembre, 2022 03:10

La duda del último mes parece cerca de resolverse: ¿está Rusia en condiciones de defender Jersón capital? Después de la gran evacuación de estas últimas semanas y de los rumores de que se está preparando una franja de unos quince kilómetros para instalar a los nuevos movilizados y detener cualquier ofensiva ucraniana, este jueves han aparecido por las redes sociales algunas confusas imágenes de puestos de defensa sin protección alguna y edificios oficiales sin bandera. Es posible que Rusia haya evacuado sus tropas de la ciudad más grande que ocupa al sur del Dniéper, lo cual tendría cierto sentido si la estrategia es, como parece, defender el resto de los territorios al norte de Crimea.

Por mucho que la propaganda prorrusa insista en las dificultades que puede pasar Ucrania cuando llegue el frío debido a los ataques a centrales eléctricas, lo cierto es que a Rusia es a quien más urge buscar protección y la que más tiene que perder ante el General Invierno. Putin pretende ir metiendo en el país a trescientos mil nuevos reclutas, pero, con cada vez menos territorio en su poder, cabe la duda de dónde exactamente va a ubicarlos si los quiere activos en los frentes.

Si opta por campamentos militares en pleno invierno ucraniano, sus soldados se van a congelar. Necesita construcciones que aíslen el frío y no tiene tiempo para edificarlas en suficiente número. Su recurso será ocupar las ya existentes. Al evacuar lejos del río a todos los propietarios de la zona, abre una franja en la que el ejército puede asentarse y protegerse de una posible nueva ofensiva ucraniana.

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El asunto aquí, como decíamos, es qué hacer con Jersón capital porque Jersón capital está en pleno delta, justo en medio de la zona local de ataque y la invasora de defensa. Resistir en la ciudad hasta las últimas consecuencias podría acabar no solo en un fracaso puntual, sino en la pérdida de decenas de miles de tropas de élite, arrinconadas y sin escapatoria. Es comprensible que los rusos quieran evitar ese escenario, por mucho que su orgullo les pida quedarse y luchar. Las prioridades estratégicas, además, parecen ir por otro lado.

El "espacio vital" como línea de defensa

El objetivo de Putin y Surovikin es fijar de una vez una línea de defensa firme. Parece que lo están consiguiendo en el Donbás, donde las tropas rusas han impedido de momento el avance sobre el eje Kreminna-Svatove. Ahora, necesitan hacerlo en el sur o de lo contrario pueden ver amenazada su gran joya de la corona en Ucrania, esto es, Crimea. Por mucho que Jersón o Zaporiyia hayan sido reconocidas como integrantes de pleno derecho de la Federación Rusa, todo el mundo sabe que no son sino "espacio vital" arrancado al vecino para proteger la península.

El general ruso Serguéi Surovikin, comandante de la 'operación militar especial' en Ucrania.

El general ruso Serguéi Surovikin, comandante de la 'operación militar especial' en Ucrania. Reuters

En ese sentido, el asunto ahora es escoger ese eje defensivo y plantarse ahí. Eso no puede hacerse en un frente móvil, como está siendo el de Jersón. Es muy difícil defender la desembocadura de un río, siempre va a haber flancos desde los que el enemigo pueda atacar. De ahí que retroceder con garantías parezca la única solución estratégicamente plausible a medio plazo. Solo entonces, con los dos frentes sellados, podrán Putin y Surovikin considerar congelada la guerra en el sentido bélico y podrán preocuparse de otras cosas.

¿Qué otras cosas? Básicamente, ganar tiempo. Rusia necesita tiempo para reconstruir las ciudades que ha arrasado si realmente cuenta con incorporarlas a su territorio. Necesita tiempo para formar a cientos de miles de movilizados que han ido al frente con lo justo. Necesita tiempo para convencer a más aliados, aparte de Irán, para que le cedan armamento y apoyen públicamente su invasión. Necesita tiempo, también, para comprobar si sus amenazas sobre Occidente causan el efecto deseado o no, es decir, ver si se resquebraja el frente unido de la OTAN o si se mantiene dicha unidad.

Un soldado ucraniano en la región de Jersón.

Un soldado ucraniano en la región de Jersón. Europa Press

La importancia de las "midterms"

En ese sentido, seguro que Putin y sus asesores del Kremlin están muy pendientes de lo que pase el martes que viene en las elecciones legislativas estadounidenses. El Wall Street Journal publicaba este jueves una encuesta en la que el 48% de los votantes del Partido Republicano consideran que Estados Unidos está “haciendo demasiado” por Ucrania. Al inicio de la guerra, el porcentaje era del 6%. Si los republicanos ganan Cámara de Representantes y Senado, como parece cada vez más probable, Joe Biden va a tener muchos problemas para aprobar partidas extra de envío de armamento y ayuda económica.

Esa es la guerra que puede ganar Putin y para ello necesita pausar la otra todo el tiempo que pueda. Dejar pasar el invierno, seguir castigando infraestructuras ucranianas y confiar en que no solo Estados Unidos ceda ante su propaganda, sino que Europa también sienta los estragos de prescindir del gas barato que les ha calentado durante décadas. De ahí, probablemente, que, desde la caída de Járkov, se hayan multiplicado en los países occidentales las voces prorrusas que piden “una negociación”, cuando todos sabemos después de ocho meses y medio que esa negociación no va a llegar a ningún lado.

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La gran esperanza rusa ahora mismo es que, cuando las hostilidades se retomen en primavera, el escenario sea completamente distinto: que cuente con más armas y con soldados mejor formados, que su enemigo sepa que tiene que reservar munición porque se ha acabado el cheque en blanco americano y que el dinero que siga llegando se gaste en reparar infraestructuras. A partir de ahí, Rusia podría tener una segunda oportunidad o al menos, entonces sí, sentarse en una mesa de negociación con la sartén por el mango. Eso, ahora mismo, es inviable.