Enfrentamientos entre manifestantes y Policía frente al Parlamento en Beirut.

Enfrentamientos entre manifestantes y Policía frente al Parlamento en Beirut.

Mundo

Malvivir en un Líbano sin electricidad, medicinas y horas de espera para 12 litros de gasolina

El país está inmerso en una crisis donde una gran parte de la población vive con apenas electricidad, medicinas y combustible. 

2 agosto, 2021 02:16
Noemí Jabois Ana María Guzelian

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Ahmad, su mujer y sus cuatro hijos pequeños se levantan día tras día al amanecer, cuando el calor húmedo de finales de julio inunda su pequeño piso a las afueras de Beirut nada más pararse las aspas de los ventiladores con el apagón de cuatro o cinco horas que se repite cada mañana.

Desde hace semanas, la electricidad gubernamental sólo llega a los hogares libaneses una o dos horas al día, mientras que las empresas que operan los generadores eléctricos privados racionan el suministro debido a la escasez de combustible para hacerlos funcionar.

"La electricidad del Gobierno no llega ni a una hora al día, el resto es todo del generador y el generador se corta de 6.00 a 10.00 o 11.00. Todos nosotros, incluidos los niños, nos levantamos a las 6.00 por el calor", explica Ahmad sentado en la penumbra de su vivienda del campo de refugiados de Shatila, una gran barriada poblada por palestinos.

Neveras vacías

La crisis económica desatada a finales de 2019 en el Líbano, una de las peores a nivel mundial en el pasado siglo y medio, ha sumido a más de la mitad de la población en la pobreza y el reciente deterioro de la situación hace casi imposible que esta familia palestina, cuyo único sustento es el sueldo de carpintero de Ahmad, llegue a fin de mes.

"Hay muchas cosas que ya no podemos comprar, incluyendo pollo y carne (roja). Muchas cosas", repite.

Su sueldo es de unos 2,4 millones de libras mensuales, cuando una familia de cinco miembros necesita solo para comida al menos 3,5 millones o unas cinco veces el salario mínimo libanés, según estimaciones del Observatorio de Crisis de la Universidad Americana de Beirut (AUB).

En un informe publicado esta semana, el centro alertó de que los precios de los alimentos básicos han subido más de un 50 % en tan solo un mes, mientras que una lista de diez productos comestibles de primera necesidad como vegetales, lácteos y aceite ha aumentado un 700 % desde mediados de 2019.

El Observatorio de la AUB atribuye la inflación alimentaria a la pérdida de valor de la moneda local frente al dólar, que se ha depreciado más del 90 % en apenas dos años.

Sin medicinas

Muchas farmacias de Beirut permanecen cerradas debido a la creciente escasez de medicinas. "¿Por qué iban a abrir? ¿Qué van a vender? No hay medicamentos", se lamenta en una conversación con una farmacéutica de unas de las pocas que mantiene sus puertas abiertas en el este de la capital.

La mujer, que pidió el anonimato por miedo a represalias, asegura con visible frustración que sólo se venden productos de parafarmacia, lo que permite a duras penas cubrir los gastos operativos del comercio.

Explica que el establecimiento no tiene "nada" que ofrecer a sus clientes con enfermedades crónicas, pues sólo recibe "uno o máximo dos paquetes" de los medicamentos que necesitarían, y no de forma regular.

Las distribuidoras de productos farmacéuticos han sido acusadas de almacenar sus existencias para venderlas a precios mucho más elevados cuando el Gobierno levante los subsidios a las medicinas y otros productos básicos por falta de fondos.

Por su parte, las autoridades son culpadas de impagos millonarios a proveedores en concepto de subsidios.

"Si no fuera por que sabe que muchas familias viven de esta farmacia, el dueño la habría cerrado hace mucho tiempo", sentencia la dependienta.

Luchar por trabajar

No muy lejos, en el barrio de Mar Mikhael, el joven Rudolf Saad trata de regentar el ultramarinos familiar como puede.

No presta mucha atención a la mayoría de productos y se concentra en la venta de cigarrillos y bebidas alcohólicas, que son los que dan más ganancias en esta zona de ocio nocturno.

"El precio cambia todos los días, compro alcohol y tabaco cada día para saber qué precio ponerles", explica ante la inestabilidad del tipo de cambio en el mercado negro, que dicta el coste de prácticamente todo en el país mediterráneo, con una economía muy dolarizada.

La mayoría de comercios capitalinos ha dejado de poner los precios en los productos y también hace frente a las consecuencias desastrosas de los cortes de luz: Saad ha tenido que reducir su selección de lácteos a "una cantidad diminuta" para evitar que se estropeen.

Los taxistas, por su parte, sólo pueden trabajar los días que consiguen combustible, cuya escasez provoca colas kilométricas en las gasolineras, muchas de las cuales cierran al mediodía tras agotarse las existencias.

Un taxista dice que la última vez que repostó solo le dieron 12 litros tras esperar tres horas. Se lamenta porque suele perder la mitad de la jornada laboral para conseguir gasolina, pero sabe que la supervivencia de sus cuatro hijos depende de lo poco que gana conduciendo.

"Es duro vivir aquí", afirma.