Imagen de archivo de una chica comiendo a la par que trabaja.

Imagen de archivo de una chica comiendo a la par que trabaja. iStock

Salud y Bienestar

Una nutricionista comenta qué hacer si no da tiempo a comer: "Los ritmos urbanitas van en contra de los circadianos"

Cristina Barrous reclama que un café y un snack no pueden funcionar como un sustitutivo nutricional y condena la cultural laboral actual y sus pautas.

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Ayer quedé con mi amiga Sara a las 17:00 h y, cuando me disponía a pedirme un café, me sorprendió el hecho de que ella se pidió un poke bowl porque no había comido.

Reflexionándolo más tarde, no sé por qué me resultó tan chocante. Yo también me he visto ahí decenas centenas, miles de veces y hoy en día esto se ha convertido en una situación cotidiana: comemos entre reuniones, picoteamos entre recogidas del colegio y extraescolares o simplemente trabajamos sin parar y almorzamos a la misma hora que ella.

Sin embargo, normalizar estas nuevas dinámicas me hizo ver las cosas de otra manera y entender que, aunque los tiempos para estas pausas no sean los mismos para todos, la realidad es que comer bien no depende del reloj. Pero, ¿por qué ya no lo hacemos como antes?

En general, creo que la cultura laboral y de la eficiencia y el éxito en este entorno nos han pasado por encima y nos han llevado a adoptar unos ritmos urbanitas que van en contra de los circadianos

Además, considero que está bien el decir "mira qué horas son y todavía no he podido parar a tomar nada". Es algo así como si desatendernos nos hiciese mejores. En resumen, hemos glorificado la falta de estructura.

Pero, ¿es tan importante seguir unos horarios en las comidas? La verdad es que no. La ciencia insiste desde el área de la crononutrición en que resulta más relevante comer de forma preferible en horas de luz y limitarnos a dos o tres ingestas al día. 

Un café y poco más para reponer energías.

Un café y poco más para reponer energías. Foto de Hanna Balan en Unsplash

El problema es que esa no es la realidad de la rutina de la mayoría de los profesionales. En general, solemos alargar el ayuno mientras trabajamos y acabamos en un café que se vuelve almuerzo junto con algún snack. Y entonces, el inconveniente es el hecho de no alimentarnos bien. 

¿Cómo podemos adaptar este gesto de forma correcta a nuestro ritmo real? Para mí lo más importante es siempre conectar con el cuerpo. Es decir, saber detectar y escuchar las señales de hambre real y saciedad. No ingerir por ansiedad y no ayunar por aguantar

Hacernos caso desemboca en una dieta equilibrada y completa que nos saca del bucle del ayuno-atracón-café-bollito, reduce nuestra ansiedad y nos hace sentirnos con fuerza. 

Imagen de archivo de una chica haciendo una comida rápida delante del ordenador.

Imagen de archivo de una chica haciendo una comida rápida delante del ordenador. Foto de Luisa Brimble en Unsplash

Además, regalarnos comer tranquilos, sin tener conversaciones agitadas o la agenda abierta (algo tan 'alocado' como 10 minutos de parada) favorecerá una nutrición más consciente y, en definitiva, ayudará a que tomemos lo que de verdad necesitamos. 

Eso sí, si no te da tiempo o te ves atropellada, uno de los puntos clave es no compensar y sustituir de una vez lo que antes no se ha podido hacer.

El error típico que veo en la rutina de alimentarse sin horarios es precisamente ese: no desayuno, me centro en trabajar y en rendir al máximo, aguanto hasta las 18:00 h y acabo ingiriendo en cinco minutos todo lo que no he comido el resto del día: bollos, galletas, refrescos, patatas… 

¿Y verdura? Poco. En definitiva, mi recomendación es que si tu día a día no te permite establecer unas paradas fijas ni hacerlo en un contexto tradicional, el momento en el que decidas ponerte a ello sea para llevarlo a cabo de la forma más intuitiva, consciente y saludable posible. 

Comer bien no tiene que ver tanto con el cuándo, sino con el qué y el cómo