
Kate Winslet y Marion Cotillard, en una escena de la película 'Lee Miller'. Cedida
Ni musa, ni exmodelo, ni 'examante de': así es la historia de Lee Miller, la fotógrafa que retrató los horrores del siglo XX
Kate Winslet protagoniza y produce esta obra sobre la excepcional fotógrafa que dejó icónicas imágenes de la Segunda Guerra Mundial.
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Lee Miller coge de otra habitación un retrato del Führer para luego entrar en el amplio cuarto de baño. Antes de meterse desnuda en la bañera, ensucia la inmaculada alfombrilla con el barro adherido en sus botas del recién liberado campo de concentración en Dachau.
Rompe el vidrio y saca del marco la foto en cuestión para colocarla a su derecha en la bañera. “Asegúrate de que no se vean mis tetas, de lo contrario nunca podremos pasar la censura”, instruye a su colega David Scherman, quien tras el “Go!” de Miller ya posando recogidas sus piernas, con la cabeza ligeramente girada sobre su hombro izquierdo, presiona el obturador. Esta escena recreada detalladamente a partir de una icónica fotografía de Lee Miller, es parte de la película Lee Miller, dirigida por Ellen Kuras y protagonizada por Kate Winslet.
Aquel 30 de abril de 1945, la corresponsal de guerra para el Vogue británico, creó y protagonizó en el lujoso apartamento de Adolf Hitler, ubicado en la Prinzregentenplatz número 16 en Múnich (Alemania), una de las imágenes más emblemáticas de la derrota de los nazis; ese mismo día, y después de que Miller se diera ese ansiado baño con agua caliente, se informaría del suicidio de Hitler en Berlín.
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Ni musa, ni ex modelo, ni la 'ex amante de', más bien una mujer valiente, atrevida, decidida. Así la define Kate Winslet, que también produce la película en la cual estuvo inmersa durante ocho años, y que junto a la directora Ellen Kuras, quiso abordar la figura de Miller “lejos de la mirada masculina”, tal como reitera la actriz británica desde el estreno de este filme en el Festival de Toronto en 2023.
Lee Miller (en original solo Lee) no es un biopic en el sentido riguroso del género, ya que se centra en una etapa significativa de la vida de Lee Miller (Nueva York, 1907 - Sussex, 1977), la cual abarca una década, partiendo del verano de 1937, cuando la amenaza de la Segunda Guerra Mundial era apenas una sombra acechante vista desde el sur de Francia, donde Lee veraneaba con sus amigos.

La película 'Lee Miller' no se limita a presentarnos a una figura femenina. Cedida
“Beber, follar y hacer fotos”, destaca entre sus habilidades la joven Lee riendo en medio de la algarabía de sus amigos, comiendo y bebiendo sobre el césped, con sus espaldas reposando en grandes troncos de árboles. Se trata de una recreación de su foto Picnic, Île Sainte-Marguerite, Cannes, France, 1937, rodeada de varios artistas como Nusch (Noémie Merlant) y Paul Éluard (Vincent Colombe), Roland Penrose (Alexander Skarsgård) o la periodista Solange d’Ayen (Marion Cotillard).
Del hedonismo veraniego, Miller pasaría a confrontarse con los horrores de la guerra. Primero al sobrevivir y documentar el Blitz en Londres, luego al convertirse en reportera de guerra, saltándose el primer obstáculo: los británicos no permitían que las mujeres fueran al frente, pero al ser estadounidense, logró hacerse de las credenciales a través del ejército americano. Como corresponsal en pleno conflicto bélico, fotografiaba y escribía artículos para el Vogue británico, cuya directora Audrey Withers (interpretada por Andrea Riseborough) aupó el trabajo de Miller.
Lee Miller tenía 35 años cuando se metió con su cámara en sitios inimaginables, acompañada por el reportero de la revista Life, David Scherman (Andy Samberg). Captó todo lo que vivió desde que desembarcó en Saint-Malo en 1944, presenciando la batalla desarrollada allí, escabulléndose en el hospital de campaña en Normandía para retratar a los soldados mutilados.
Luego fotografiaría la liberación de Francia, así como la derrota de Alemania, hasta llegar a los campos de concentración en Buchenwald y Dachau, documentando el espantoso genocidio perpetrado por el ejército nazi.

Su mirada era única en un territorio dominado por la perspectiva masculina. Cedida
Su mirada era única en un territorio dominado por la perspectiva masculina, además era la de una mujer que venía a su vez lidiando con sus propios monstruos. “Incluso cuando quise apartar la mirada, sabía que no podía”, dice Lee con la voz y el cuerpo de Kate Winslet en uno de sus primeros momentos cuando ve de frente los horrores de la guerra.
La película Lee Miller no se limita a presentarnos a una figura femenina, que como tantas habían sido obviadas de la historia, sino también se aventura a explorar las ambiciones y propósitos, tanto personales como profesionales, así como los aciertos y contradicciones de una mujer que siempre estuvo haciendo cosas que otros le decían que no debía ni podía hacer.
En esta exploración de una etapa significativa de su vida y de su trabajo, se muestra el desafío que le supuso a Lee Miller llegar a donde sus colegas (todos hombres) no se atrevieron. “Hace 80 años, Lee ya estaba redefiniendo la feminidad para referirse al poder, la compasión y el coraje”, comentó Kate Winslet en una entrevista.
“Tiene mucho que ver con cómo vivimos hoy como mujeres, cómo lideramos con integridad donde podemos y nos cuidamos unas a otras, por eso la historia de Lee Miller se siente tan palpable, tan relevante”, añadió.
Una caja en el ático
Mucho antes de convertirse en fotógrafa profesional, Elizabeth Lee Miller había sido modelo en los años 20 del siglo pasado. A esa profesión, no buscada ni anhelada, había llegado por un hecho fortuito: fue prácticamente rescatada de ser atropellada en una calle de Manhattan por el magnate editorial Condé Montrose Nast, dueño de las revistas Vogue, Vanity Fair y The New Yorker, quien de inmediato le ofreció trabajo como modelo.
Las nociones de fotografía las había aprendido de su padre, pero en París con el pionero de la abstracta, Man Ray, además de posar ante su lente y de mantener un romance con él, perfeccionaría su técnica como fotógrafa, para establecerse como tal de vuelta a EEUU en 1932.
Cinco años más tarde retornaría a Francia, cuando entabla una relación sentimental con el artista surrealista Roland Penrose, quien se convertiría en su segundo marido. Precisamente en esa época se inicia la película Lee Miller.
The Lives of Lee Miller, libro publicado en 1985 y escrito por Antony Penrose, el único hijo de la fotógrafa que creció sin saber del legado de su madre hasta la muerte de esta, constituye la base de este filme impulsado por Kate Winslet. Como nota curiosa, al fallecer Lee, Penrose encontró una caja en el ático de su casa con las fotos de su madre hechas durante la guerra, lo cual le llevó no solo a cambiar la percepción que tenía hacia ella, sino también a escribir el mencionado libro, y a dar a conocer su obra.

'Lee Miller' (en original solo 'Lee') no es un biopic en el sentido riguroso del género. Cedida
“Sabía que si no hacía esta película, la verdadera historia de Lee, sobre en quién se convirtió durante la guerra, tal vez nunca se contaría”, afirmaba Winslet en una entrevista a un medio estadounidense.
Al concluir la guerra, atesorando esas fotografías que daban cuenta de las atrocidades del Holocausto, el Vogue británico se negó a publicarlas. “Hay que seguir adelante, hay que pasar página”, le dijeron.
En la película se escenifica la ira de Miller al escuchar tal argumento. Finalmente, en junio de 1945, la edición estadounidense de Vogue publicaría el reportaje de Lee con las impresionantes fotos hechas en el campo de concentración de Buchenwald bajo el título Believe it.
Los acontecimientos durante la Segunda Guerra Mundial se entretejen con varios momentos en 1977, cuando la anciana Lee es entrevistada por Antony (Josh O’Connor), que desplegando una serie de imágenes frente a su autora, quiere indagar las historias de las mismas y por ende sobre ella. “Son solo fotos”, le dice la septuagenaria con desapego.
El mutismo de la fotógrafa retratado en la película se explica: las secuelas del abuso sexual del que fue víctima en su infancia por lo que contrajo una enfermedad venérea, colisionó con el trastorno de estrés postraumático ocasionado por la guerra y los horrores que vio, sumiéndola en una depresión y en el alcoholismo.
En la vida real, como parte de su vida tardía y que no se retrata en la película, Lee Miller no dejó consumirse por la rabia ni por la tristeza, al contrario; alejada de la fotografía, encontró en otros alicientes, como en la gastronomía, un camino para reinventarse.
Llegó a destacar tanto en la cocina que inventó platillos, ganó premios y celebraba convites donde algunas de sus especialidades las sirvió en una bandeja de plata que sustrajo del segundo domicilio de Hitler en los Alpes bávaros, la cual tenía grabadas las iniciales del Führer. Puede que ninguno de los comensales se haya dado cuenta de eso. A Lee Miller le bastó con aquella radical puesta en escena en el baño, una gran muestra de la inversión del poder.