Clara Dezcallar

Clara Dezcallar Cedida

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Conoce a Clara Dezcallar, la joven que recorre el mundo en bicicleta: deportista, viajera y mujer empoderada

Clara charla con Magas sobre porque ha decidido descubrirlo ella sola montada en su bicicleta.

10 marzo, 2024 01:49

Clara Dezcallar sonríe. Siempre sonríe durante el trascurso de esta conversación que, más que una entrevista, parece una charla entre jóvenes amigas. Su rostro muestra la evidencia de las horas expuestas al sol y, en sus gestos, se entrevén unas manos curtidas por la experiencia que otorga la intemperie.

[Viajar con amigas nos hace más felices: el secreto está en las endorfinas]

Tiene 25 años, es deportista y una mujer empoderada que no va a esperar a que le cuenten de qué color es el mundo porque ha decidido descubrirlo ella sola montada en su bicicleta.

Abriendo el camino

Tras cursar sus estudios de derecho y especializarse en dos máster de derecho penal y abogacía, descubrió los sinsabores de la sociedad en su primer trabajo cuando, lejos de casa, emprendió la primera de sus aventuras. “El derecho no es flexible si lo quieres ejercer fuera de tu país. La visión clásica que se tiene sobre él es que, una vez finalizados los estudios, trabajes en tu estado”.

Sociable, simpática y extrovertida, Clara necesitaba diferentes estímulos mediante la expansión profesional, social y física, pero, tras año y medio intentando adaptarse al nuevo medio, descubrió un entorno hostil que no le dejó disfrutar de los cambios que ella buscaba. “En ese tiempo aprendí a estar sola conmigo misma y a no invertir calidad en algo que no me satisfacía”.

Comienza la aventura

El bagaje laboral le aportó la fluidez económica necesaria para volver a casa, coger la bicicleta y poner rumbo a las islas Canarias. Clara ya había probado el bikepacking en Cerdeña y Mallorca y, aun así, la experiencia que estaba a punto de acometer representó un momento de transición en su vida. “Me preguntaba qué era lo que quería y al mismo tiempo, no sabía si estaba bien lo que iba a hacer, pero quería hacerlo”.

Pedaleando se recorrió el archipiélago completo y, en su etapa final, la victoria la recompensó con la mejor de las medallas: la autoestima. “Pude hacerlo y disfruté haciéndolo”. Tras este impulso de libertad, Clara comenzó a cuestionarse las prioridades de su vida, las obligaciones y la Gran Pregunta que muchos nos hacemos y a la que muy pocas personas se quieren enfrentar: ¿Soy feliz con mi vida?

La Caja de Pandora

Replantearse la felicidad es un reto que requiere madurez. La persona que está dispuesta a pensar sobre ello conoce la existencia de la famosa Caja de Pandora donde descansan intermitentemente los sueños pospuestos y alguna que otra meta incumplida. Sin embargo, una cosa es saber que existe este objeto efímero y otra querer abrirlo.

La bicicleta de Clara

La bicicleta de Clara Cedida

Pandora representa la trascendencia vital del ser humano y, queramos o no, todos guardamos una caja en nuestro interior. Algunos cargan con ella toda su vida convirtiendo los sueños en ilusiones y otros, como Carla, tienen el valor de buscar la llave, encajarla en la cerradura y enfrentarse a su interior. “Volví a Barcelona. Estuve encerrada durante veinte días en una biblioteca porque quería informarme de los sitios a los que iba a viajar. Soy una mujer aventurera, pero no una persona inconsciente”.

El destino estaba decidido y, aunque la joven no sabía a qué obstáculos se tendría que enfrentar, había descubierto la baja probabilidad de riesgos que le ocasionaría el lugar elegido.

Pedalear por Asia Central, el primer gran reto

¿Qué tipo de equipaje lleva una persona que pretende recorrer Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán en bicicleta, con un corto presupuesto monetario y sin límite de tiempo? Atada a la espalda, Clara optó por llevar altas dosis de responsabilidad y disciplina, una buena preparación física e intuición. Mucha intuición.

Aprovechando los ejes del vehículo colocó una tienda de campaña, un saco de dormir, un hornillo y una mochila con algo de ropa de invierno y ropa de verano. Comida, jabón y un neceser con artículos básicos de higiene y supervivencia. La tecnología le ocupaba poco lugar porque la lleva prácticamente a la vista, como la felicidad que desprendía a cada pedaleo.

“Desde hacía más de cuatro años, la frontera que une Kirguistán con Tayikistán por el paso sur estaba cerrada. ¡Que sorpresa la mía cuando, a punto de bordearla, la abrieron y me ahorré cientos de kilómetros en bici!”

Kirguistán y la inmensidad de su paisaje

“La gente se piensa que con una bici se circula despacio, pero yo hacía entre 60 y 80 kilómetros diarios sin esfuerzo”. Una de las veces que la emoción aparece en el rostro de Clara viene precedida de los momentos que compartió junto a la naturaleza y sus sonidos, sus olores, sus colores e incluso, sus moradores. 

Foto de Clara con su bicicleta

Foto de Clara con su bicicleta Cedida

Kirguistán comparte frontera con Kazajistán y China, y se encuentra prácticamente en medio del resto de los “tanes”. A finales de mayo principio de junio, cuando Clara empezó su vuelta, el paisaje de la región se le presentó como un escenario verde y frondoso. Fresco. Bello. Un lugar dulce donde tuvo el privilegio de poder reposar los pensamientos al lado de una naturaleza salvaje y virgen.

“Los miedos de los demás pesan más que los míos”

La preocupación que sintieron los demás frente a su gran aventura fue uno de sus grandes desafíos. Sin embargo, en el momento en que empezó la aventura fue maravilloso contar con el apoyo de sus padres desde la distancia. “He estado muy pendiente de enviar ubicaciones y llamar todos (o casi todos) los días a casa, por ellos y su tranquilidad, y también por mi propia seguridad”.

A medida que entra en detalles y su mente se va abriendo a los recuerdos analiza con orgullo la gestión emocional que realizó cuando vivió uno de los momentos más difíciles del viaje. “En Tayikistán, rodeada de uno valles más impresionantes del país, con ríos, zonas salvajes y pueblos con escasos recursos donde viven muy personas, me torcí el pie. Mis padres no podían hacer nada desde España, ¿para qué los iba a llamar preocupándolos? Tiré de botiquín y esperé a que el color lila que tenía, síntoma del edema que estaba padeciendo, bajara. A los cinco días, se fue. Tal y como había venido”. Cuando la ruta por Asia Central culminó en Uzbekistán, empaquetó la bici y cogió un vuelo a Ladakh.

Norte de India, conexión inmediata

A Clara los miedos no la bloquean. Muy al contrario, la excitan. Sin embargo, nunca ha perdido de vista sus limites ni tampoco el riesgo que conllevaba desatender su intuición. Después de coronar los tres países de Asia Central, voló hasta el norte de la India preparada enamorarse de las regiones de Himachal Pradesh y Ladakh. “Noté la conexión al instante. Esta sensación fue muy especial porque me había pasado con gente, pero nunca con los lugares donde había viajado”.

Fotos del viaje de Clara

Fotos del viaje de Clara Cedida

Según avanza el viaje, Clara se va adaptando a las regiones que visita, a la densidad de la población, a la seguridad, al clima y a la idiosincrasia del país.  En India tuvo más dificultades para acampar y prefirió alojarse en albergues, hostales y casas particulares donde pudo disfrutar de una cama y una ducha. “La gente tiene romantizado el hecho de acampar y cuando acabas una jornada en bicicleta y tienes que montar la tienda sin poder ducharte hay momentos que se hacen bastante duro”.

Nepal, los Annapurnas en bicicleta

Nepal tiene el privilegio de contar con una población extremadamente simpática que hace que el turista se sienta cómodo en cuestión de minutos. Si el viajero se sale de los destinos más concurridos como lo son su capital, Katmandú, toda la zona del Everest, el parque de Chitwan y Lumbinee (donde nació Buda), Pokhara y los Annapurnas, el resto del país está inexplorado, virgen y, según Clara, “es terriblemente maravilloso. Solo cuando ves la realidad a través de los ojos de otras personas entiendes que Occidente no es el ombligo del mundo”.

Puede parecer increíble pero esta muchacha de 25 años recién cumplidos superó uno de los mayores retos de su vida: subir hasta el campo base del Annapurna con su bicicleta. 5.400 metros de altitud observando como el clima hacia mella en el resto de escaladores mientras ella se calentaba las manos con el escaso vaho de sus pulmones. Cuando verbaliza la acción se hecha las manos a la cabeza mientras se ríe a carcajada limpia. “Lo conseguí. Y me empoderé. Una vez arriba, me puse a llorar de la emoción.”

¿La soledad existe?

La cabeza le funciona más rápido, dice. Se nota avispada, con una mente rápida que ha ido ejercitando diariamente para superar cada uno de los obstáculos. Con una lógica desbordante y un sexto sentido que enfrenta a la razón con la emoción. “Cuando los días dejan de contar y la persona se orienta con otros factores, cómo por ejemplo, la luz del sol, todo se vuelve simple, como el ciclo de la vida. Y la vida, cuanto más simple, mejor”.

En seis meses de aventura ha gestionado sus miedos y ha pensado mucho en la soledad. “Es un tema que da mucho para hablar” y reconoce que ha habido momentos que, en Barcelona, rodeada de “ruido”, se ha sentido más sola que en un remoto valle de Tayikistán. Además, Clara no está no está sola, nunca lo ha estado. Ha estado con ella misma, y esa ha sido su mejor compañía.

Momentos únicos, lugares inolvidables.

Clara es muy emocional y las personas que la conocen lo saben. Expresa su felicidad de tal manera que contagia al resto de personas que tiene alrededor y no hace falta preguntarle a quiere dedicar su vida después de mirarle a la cara y ver como reacciona frente a esta aventura en la que lleva invertida más de seis meses.

Los pasos en la India, el Dzongla Pas en Nepal, la subida al monte Tubqal con su padre, las amistades que dejó por el camino durante el recorrido por Asia Central y la superación diaria han sido los momentos clave que alimentan sus recuerdos. “Despedirse de todo ello también es difícil porque tienes que aprender a dejar ir para que el camino siga avanzando”. El empoderamiento de Clara está presente porque la energía de volver a la carga no se le agota, además, en sus planes no entra prescindir de la bicicleta. Hacerlo sería como quitarle las botas al gato.

Vuelta a casa

En la actualidad, Clara se está preparando para volver a casa y emprender la marcha con más proyectos entre los que se incluyen un trabajo diferente y un reto poderosísimo: querer compartir su experiencia al mayor número de personas posible.

Recogiendo las palabras de Buda y recordando nuestra conversación, querida Clara: No puedes transitar el camino hasta haberte convertido tú mismo en la senda. Enhorabuena, compañera. Reto desbloqueado.