Amalia de Tena, autora de 'Te regalo un caballo blanco'.

Amalia de Tena, autora de 'Te regalo un caballo blanco'.

Protagonistas

'Te regalo un caballo blanco', el retrato de una infancia enmarcada en la época franquista

Amalia de Tena se estrena como escritora con esta nueva novela donde rememora su historia familiar en la España de los 60.

27 agosto, 2023 16:28

Empecé a escribir Te regalo un caballo blanco (Harper F, 2023) durante mi convalecencia después de una operación en las cuerdas vocales. El médico me dejó claro que si no quería quedarme sin voz, debería estar unas semanas sin hablar. 
Me cansé enseguida de escribir en libretitas mensajes bobalicones y de repente surgió la voz de Ana de Sotomayor, la protagonista y narradora de mi primera novela

['Las sombras de la ciudad': una historia familiar marcada por los estragos de la Guerra Civil]

Perdí mi voz grave, de la que estaba tan orgullosa, pero gané una nueva, la de la niña que fui o que creo que fui. Digo “creo” porque los recuerdos de la infancia son una amalgama de imágenes, conversaciones que escuchamos y anécdotas que nos contaron nuestros padres y que se convierten en ficción desde el momento en que las explicamos a otros.

Siempre quitamos y añadimos detalles con el fin de interesar a los que nos escuchan y hacer nuestro relato lo más atractivo posible. En eso consiste escribir, en contar algo que mantenga la atención y despierte la curiosidad del lector.

Te regalo un caballo blanco no es solo la crónica de la ruina de una familia de terratenientes extremeños con la España franquista de los años 60 como escenario de fondo. Es, ante todo, el relato de una niña de tan solo 8 años que parece tener todo a su favor para disfrutar de una infancia feliz que el destino se encargará de truncar inesperadamente.

El mundo de Ana se derrumbará ante sus ojos sin que nadie le explique el porqué de las cosas. Ella intentará sacar sus propias conclusiones y estas serán la clave para que el lector descubra la verdad de lo que se esconde debajo de sus palabras inocentes.

Siempre me han fascinado los escritores como Elizabeth Strout o Hemingway, que sugieren, que muestran la superficie y nos dejan adivinar el fondo de una historia sin necesidad de explicar demasiado. 

El desmoronamiento de la familia de Sotomayor incluirá dudas sobre la imagen de héroe que Ana se ha forjado sobre su padre, Luis. No es casual que la primera escena de Te regalo un caballo blanco tenga cierta similitud con una historieta típica de un cómic de superhéroes que llevaría por título algo así como... Niña en apuros rescatada por Superpapá Luis.

Y es que Ana, la pequeña víctima en apuros, se ha dormido en su pato inflable y se despertará en medio del mar convencida de que morirá devorada por los tiburones. En ese momento, Ana fantaseará con su muerte, con su entierro e incluso con su ¡resurrección! 

Hasta que, de pronto, divise a lo lejos, una estrella de mar que surge de la superficie del agua y la saluda. Es la mano de su padre, el héroe, que se acerca, la agarra fuerte y la arrastra hasta la playa “con la velocidad de una lancha motora”.   

Portada del libro 'Te regalo un caballo blanco', de Amalia de Tena.

Portada del libro 'Te regalo un caballo blanco', de Amalia de Tena.

Y se obra el milagro, porque ¿quién no se enamora del padre que te salva de morir devorada por los tiburones en medio del mar? ¿O de ese gigante que entra en la clase dando gritos a tus profesores si te han castigado o dado una bofetada injustamente y te lleva a casa dejando a tus compañeras babeando de admiración? ¿O del mago que te saca caramelos de naranja de las orejas y tiene un descapotable blanco en el que lleva a pasear a tus amiguitas de la calle?

Esta es la imagen que Ana atesorará y a la que se aferrará durante años, a pesar de que su padre se transformará en un ser excéntrico, frustrado y huraño cuando pierda su fortuna. La nevera se quedará vacía y las peleas entre sus padres serán continuas.

La falta de dinero, las ausencias de la madre, Eugenia, que será la que tenga que salir a trabajar para mantener a la familia, harán que Ana huya de la realidad y se refugie en su mundo de fantasía, que nos haga reír con sus ocurrencias y su lengua afilada, hasta que sintamos su pena que se manifiesta con vómitos o retortijones de barriga que nos convertirán en testigos de su angustia.

He leído mucho acerca de cómo crean los escritores a sus personajes, o como logra un actor meterse en la piel de ese otro que no tiene nada que ver con su personalidad. Se empapan y se fusionan con ellos hasta perderse temporalmente a sí mismos.Creo que la voz de Ana fue algo así para mí, como una droga que se me metió muy dentro y me fascinó.

Hasta que llegó el milagro: todos los huecos de la memoria se fueron rellenando como por arte de magia. Me inventé lo que no recordaba sobre mi infancia y me convertí en una mentirosa feliz. Tardé años en terminar el libro, luchando para que todo, lo vivido y lo imaginado, resultase veraz y disfruté mucho de ese proceso. 

Nunca me había planteado ser escritora y mucho menos publicar.  No he tenido mucho tiempo ni condiciones para elegir lo que quería hacer. La vida me ha arrastrado a residir en muchos sitios diferentes, me ha obligado a adaptarme a otras culturas, aprender otras lenguas y, lo más importante, a descifrar otros códigos de comportamiento. Y arraigarse en un lugar nuevo cuesta mucho tiempo y energía, pero te enseña a mirar la vida desde diferentes perspectivas. Estoy convencida de que sin esa distancia nunca hubiera podido escribir Te regalo un caballo blanco.

No pienso que la escritura sirva siempre como terapia para superar una infancia que no fue fácil.  Pero cuando leí la última versión de Te regalo un caballo blanco, me di cuenta de que había perdonado a mi padre. Igual que hicieron mi madre y mi hermana mayor a las que rindo homenaje en este libro que surgió así, por casualidad, como casi todo en mi vida.
       
Ahora vivo en Holanda con mi marido y mi hijo. Aquí me convertí en madre y trabajé como profesora de lengua y literatura española para estudiantes extranjeros, hasta que el destino me obligó a descansar y pensar en mi vida. Ahí empezó todo.