Un niño del colegio Gil Gayarre con Cleopatra y una educadora durante la sesión de terapia.

Un niño del colegio Gil Gayarre con Cleopatra y una educadora durante la sesión de terapia. Cedida por Kiwoko

Mascotario Día internacional de la discapacidad

Cleopatra y Area, las perras que ayudan a relacionarse a niños con discapacidad: "No hablaba y empezó a susurrarle al oído"

En el colegio de educación especial Gil Gayarre se empezó la tercera edición de Momentos, un proyecto de sesiones de terapia con animales.

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Adrián y Héctor tienen 16 años y, durante este año, cuando llegan al colegio por las mañanas, hay dos perritas que los reciben. A la pregunta de qué se siente al tocar a un perro, ellos responden sin dudar: amor.

"Yo he tenido perros y son muy importantes para mí", cuenta Adrián. "Pueden ayudarte en situaciones difíciles". Ambos acaban de participar en su primera sesión de terapia en el Colegio de Educación Especial Gil Gayarre, en Pozuelo de Alarcón.

Aprender con Cleopatra y Area es otra forma de vivir el mundo. Juegan, les dan golosinas y construyen torres con números. Los ojos de las dos perritas, atentos y cariñosos, les transmiten tranquilidad y serenidad, haciéndoles pasar una mañana divertida y llena de afecto.

Seres que no juzgan

"Los niños crean un vínculo muy especial con los perros porque no los juzgan. Los aceptan al cien por cien, se centran en la persona y no en sus dificultades", afirma Caroline Arrú de Caveda, CMO y sponsor del comité ESG de Kiwoko.

"Hemos tenido el caso de un niño que no hablaba y que, con el tiempo, empezó a susurrarle cosas al oído del perro. Es la magia que tienen los animales". En la inauguración de esta tercera edición de Momentos by Kiwoko, quince niños del Colegio Gil Gayarre iniciaron sus sesiones de terapia con las perras de tres y diez años.

"Hablamos más de individuos que de razas, pero en estos casos el golden retriever es una constante en nuestro equipo", explica Begoña Morenza, directora general y socia fundadora de Yuracán.

Una estimulación temprana

Estos animales intervienen en procesos terapéuticos, educativos y hospitalarios. Les encanta la gente, el cariño y el juego. Son fácilmente adiestrables y, además, poseen una sensibilidad especial para leer las emociones humanas.

La asociación dispone de 22 perros de terapia, seleccionados de criadores con pocas camadas (una al año). Se trabaja con ellos desde que tienen tres días de vida mediante estimulación temprana. Desde entonces, se les expone a distintas situaciones, de forma positiva, para que crezcan fuertes mentalmente.

Cuando llegan a la asociación, se continúa con el adiestramiento, los juegos de normas, la educación en higiene, y, a los ocho meses, comienza la preparación específica para que se habitúen a los distintos estímulos.

Sillas de ruedas, megafonía, ascensores... De esta manera, se sienten cómodos en cualquier situación. Viven con el equipo, tienen horas asignadas de trabajo y descanso, además de vacaciones.

Generar emociones

El proyecto nació hace tres años con el objetivo de promover los beneficios que los perros aportan a las personas y, en este caso concreto, a alumnos con necesidades educativas especiales.

"Este año hemos sido los grandes afortunados", afirma Rocío Barragán, directora del Colegio de Educación Especial Gil Gayarre. "Representa una gran oportunidad para generar emociones y aprendizajes significativos".

Los niños del colegio Gil Gayarre con las perra de terapia del proyecto Yuracán.

Los niños del colegio Gil Gayarre con las perra de terapia del proyecto Yuracán. Cedida por Kiwoko

Observando a sus alumnos inmersos en la actividad, la directora explica que la motivación es el motor esencial de todo aprendizaje. El vínculo afectivo que se crea entre los animales y los niños es fundamental en este proceso.

"Al final, los conocimientos curriculares se aplican en algo concreto de la vida cotidiana". Los alumnos, sentados en círculo, construyen una torre con números y esconden bajo cada objeto una golosina para el perro.

Vías para expresarse

Aunque parece solo una actividad lúdica, en realidad los niños están asociando los números con las cantidades a través de una experiencia concreta. Los alumnos con dificultades de comunicación encuentran, en este espacio, diferentes vías para expresarse, explorando las capacidades de los animales.

Se trabaja también la sensibilización hacia el mundo animal, además de la superación de fobias y miedos. Barragán explica que los 114 alumnos del colegio pasarán por esta terapia. Las sesiones duran entre 30 y 45 minutos y se realizan con grupos de seis alumnos, para garantizar una intervención más personalizada.

Este trimestre, seis aulas recibirán la sesión una vez por semana. En el segundo, serán otras siete, y en el tercero, las que falten. Al final, cada alumno participará en torno a 16 sesiones, siempre con los mismos perros.

"A Julia le costaba mucho la oralización, y aquí ha hecho avances que en sesiones de logopedia no lográbamos". La motivación que generan los animales, la dinámica del juego y el respeto crean una forma diferente de aprendizaje.

La rehabilitación cognitiva trabaja todos los aspectos relacionados con la atención, la memoria y el lenguaje, y los animales actúan como un refuerzo positivo. "Tratar con ellos motiva a los alumnos; hacen cualquier tipo de instrucción con tal de conseguir acariciar al perro".

Barragán relata que, esa misma mañana, un alumno sin lenguaje oral, durante el trayecto en coche, consiguió decir: "hoy, perro". "Venía superemocionado".

Segregar hormonas

"El perro entra por el área emocional", afirma Begoña Morenza. Cuanto más contacto hay con el animal, más se segregan hormonas como la oxitocina, y se reducen el ritmo cardíaco y la presión arterial.

Esto provoca que las personas estén mucho más predispuestas a colaborar en las áreas que favorecen su evolución. "Solo existen tres requisitos que pueden excluir a alguien de participar en una sesión", aclara.

"Que tenga una fobia severa que pueda desencadenar una crisis nerviosa, una alergia grave o que pueda poner en peligro la integridad del animal. Él viene feliz y contento, y no podemos exponerlo a ningún riesgo".

Cada vez son más las personas que se benefician de la interacción con los animales: niños con autismo o discapacidad, mayores con Alzheimer, internos en centros penitenciarios y mujeres víctimas de violencia de género. "Siempre es un facilitador en cualquier proceso", concluye Morenza.