Arriba, Ernesto Che Guevara de niño. Abajo, su entrenador Francisco Díaz Arias.

Arriba, Ernesto Che Guevara de niño. Abajo, su entrenador Francisco Díaz Arias. Jesús Hurtado / Velezedario

Málaga

Paquillo, el exiliado malagueño que enseñó al Che Guevara a jugar al fútbol (a pesar de su asma)

Francisco Díaz Arias combatió en la Guerra de África y huyó en la Desbandá antes de entrenar al futuro comandante cuando era un niño.

23 octubre, 2021 08:23
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Ernesto Che Guevara sufrió su primer ataque de asma cuando aún no había cumplido los dos años. Esta enfermedad le acompañó el resto de su vida y de hecho, afirman algunos familiares, se convirtió en su "mayor lucha". A finales de 1932, la familia Guevara de la Serna se trasladó por recomendación del médico a Alta Gracia donde el clima seco y el aire puro contribuían a calmar la afección pulmonar del chico.

Sin embargo, su asma no desapareció y hasta le obligaba a pasar horas acostado sin ir al colegio. "Los ataques de asma eran terribles y no había cura posible, pero no servía de nada lamentarse. Ernestito tendría que aprender a vivir con su enfermedad. Así que empezó a retomar la escuela, a subirse a los árboles, a escalar rocas y a jugar al futbol con sus compañeros", cuenta el periodista Daniel Cabrera.

El malagueño Francisco Díaz Arias le enseñó a amar el deporte rey cuando aún no levantaba un palmo del suelo. Lo demuestra una brillante investigación del periodista deportivo Jesús Hurtado. El reportero escuchó hablar por primera vez de la historia a exjugadores del Vélez Football Club. "Hubo un malagueño de Benamocarra que estuvo en Argentina y entrenó al mismísimo Che Guevara", le contaron.

Arias con parte de su familia y el pequeño Guevara con el balón.

Arias con parte de su familia y el pequeño Guevara con el balón. Jesús Hurtado / Velezedario

Una charla con Roberto Guevara

El autor de 75 años de fútbol en Vélez empezó entonces a hacer indagaciones y a desarrollar una ardua labor de documentación, que duró años. Finalmente, Hurtado lo pudo confirmar todo hablando con Roberto Guevara, hermano del ideólogo y comandante de la Revolución Cubana, cuando vino a un acto invitado por Izquierda Unida en Málaga para hablar de globalización hace bastantes años.

Cuando lo vio le dijo que estaba escribiendo un reportaje sobre Díaz, le entregó un esbozo y le preguntó si podía llamarlo para hablar del tema. A los dos días, Roberto descolgó el teléfono desde Sevilla y le contó algunas anécdotas. "Su padre cogía una pelotera porque no quería que jugara al fútbol. Él quería que se aplicara con la natación, un ejercicio más suave. El fútbol quizá le podía causar algún problema, entendían", recuerda en una conversación con EL ESPAÑOL de Málaga.

El hermano del Che también le comentó que recordaba "con cariño" a Paquillo el malagueño, como le llamaban en la familia Guevara. Los padres del joven Ernestito, favorables al bando republicano en la Guerra Civil, acogieron a varias familias de exiliados españoles, entre ellas los valencianos Granados Aguilar y los malagueños Díaz Arias.

Ernesto Guevara con su padre.

Ernesto Guevara con su padre. Jesús Hurtado / Velezedario

Con estos últimos, destaca el periodista deportivo, "tendría la familia Guevara una amistad imperdurable". "A Paquillo lo acogieron como si fuera de la familia", le aseguró Roberto. Incluso le consiguieron un trabajo como carpintero, oficio que ya había ejercido durante bastante tiempo en España. También entrenaba dos veces a la semana al equipo de la escuela de la cercana localidad cordobesa de Bouwer.

"Precisamente cuando Paquillo se lleva a gente a jugar al fútbol, el niño se apunta. En el barrio todos los chiquillos juegan y Ernestito también quiere. En ese momento sus padres eran muy estrictos con él y sólo le permitían hacer natación para que se recuperara de su asma. Se salta las clases y se lo llevan a entrenar", relata el coleccionista deportivo.

El Che mantuvo desde entonces un largo idilio con el deporte rey hasta convertirse en el mayor icono del siglo XX, al cual Carlos Puebla le dedicó una afectuosa canción de despedida. El futuro comandante y revolucionario también llegó a practicar rugby con esmero y otros deportes. Incluso gritó un gol de Di Stéfano al Real Madrid en el estadio Nemesio Camacho El Campín en Bogotá.

Ernesto Guevara (primero desde la derecha) con miembros del equipo de rugby Yporá Rugby Club en 1947.

Ernesto Guevara (primero desde la derecha) con miembros del equipo de rugby Yporá Rugby Club en 1947. Museo Che Guevara

El exfutbolista del Vélez formó un equipo de barrio con los chavales de la escuela de Bouwer, incluido el niño al que apodaban Tito de Ernestito y Pelao porque le gustaba llevar un corte de pelo al ras. "Imagínate luego la estética de revolucionario con las barbas y el puro siendo asmático", señala Hurtado muy perspicaz.

Un portero fenomenal

"El de Benamocarra sabía que el asma limitaba mucho al pequeño (que por entonces andaba con los hombros levantados por la respiración forzada), y pensó que si jugaba de portero, éste estaría siempre mucho más descansado. A veces salía a rematar arriba y cuando volvía a mitad del camino se asfixiaba. Al lado de la porteria tenía una bolsita con el inhalador de Aspomul", explica.

Cuando en la casa se descubrieron las cada vez más habituales fugas de Ernestito hacia la improvisada cancha de Bouer para jugar, precisa Hurtado en su blog Velezedario, "la explicación que daba el malagueño a requerimiento del Ernesto Guevara padre fue la misma que empleaba para tratar de comprender las otras conductas que tenía su hijo mayor: "Tiene un carácter tan rebelde Ernestito, que no he podido negarle a que jugase en el equipo. Además es uno de los mejores".

El entrenador del Che había jugado al fútbol en su Málaga natal, concretamente en el C.D. Invencible de Benamocarra y en el Vélez F. C (de hecho su nombre aparece en la crónicas de la época). "A Paco se le conocía más por su segundo apellido. En más de una ocasión había jugado como delantero en partidos amistosos con el Vélez F.C. en la antigua plaza de toros en 1925 y poco después en el campo del Tejar de Pichilín", precisa el periodista deportivo.

Lo hizo siempre, dice, "invitado por su amigo y paisano, Francisco Quero Ruiz, pionero defensa en la historia del fútbol veleño y también jugador del Sporting de Málaga, footballier que había nacido en el vecino núcleo de Triana (Venta de Montoro) el 2 de marzo de 1910". 

Paquillo también ocupó la posición de mediocentro y de interior en el campo. "No jugó muchos años. Hablamos de los años 20. Lo hizo con 22, 23 años", aclara Hurtado. Antes, había hecho la mili y había sido llamado a filas para ir a la Guerra de África (de la que se cumplen justo 100 años) con el Regimiento de Infantería Jaén 72 en el Batallón de Tetuán, donde tuvo la fortuna de sobrevivir en la contienda africana y poder a su tierra de jazmines.

Un superviviente de la Desbandá

El malagueño también sobrevivió a la caravana de la muerte, la masacre de la carretera de Málaga a Almería conocida popularmente como la Desbandá y uno de los episodios más dramáticos de la Guerra Civil. "No tengo claro si era de izquierdas. A mucha gente le metieron miedo y se marcharon. Él cogió un barco y huyó a Argentina. Tenía 35 años", detalla.

En la tierra del tango y el mate se hizo de varios equipos de Argentina porque le gustaba mucho el fútbol. Con la edad que llegó no pudo dedicarse profesionalmente al deporte y mantuvo la llama entrenando a equipos de niños. "Era una manera de matar al gusanillo. El fútbol allí es una de las grandes pasiones de los argentinos", subraya.

Paquillo murió allí siendo muy mayor, con cerca de 90 años. "Roberto me dijo que si su hermano no hubiese jugado quizás al fútbol, la historia igual nunca le reconocería como el comandante Che Guevara, sino quizás como un simple cabo raso", desvela el periodista al final de la entrevista donde sólo tiene buenas palabras para "ese benamocarreño que un día el caprichoso azar le hizo cruzarse en la vida de un hombre grande y le abrió el camino para combatir su asma".