Arte EE.

Arte EE.

Política RELACIONES ESPAÑA - CHINA

¿Por qué en España preferimos a Xi Jinping antes que a Donald Trump? Así sucumbió Sánchez al embrujo de Shangái

El barómetro del Real Instituto Elcano señala que los españoles tenemos ahora mismo mayor simpatía por China que por Estados Unidos.

El presidente del Gobierno se vuelca con el gigante asiático, pese al escepticismo de la UE, consciente de estas pulsiones.

Más información: EEUU dice que "España pone en riesgo su seguridad nacional" al dar la custodia de escuchas policiales a la china Huawei

Publicada
Actualizada

En la fotografía más sonriente de Pedro Sánchez en las últimas semanas se ve a otros cuatro líderes de izquierdas: Yamandú Orsi, Luiz Inázio Lula da Silva, Gabriel Boric y Gustavo Petro. Presidentes de Uruguay, Brasil, Chile y Colombia, respectivamente.

Cuatro representantes del progresismo latinoamericano -distanciados, eso sí, del pensamiento bolivariano de los 2000-; cuatro hombres dispuestos a firmar con él un manifiesto conjunto para reforzar las instituciones; y cuatro mandatarios que representan una vía alternativa con la que Sánchez pretende acercarse al Sur Global.

Junto a ellos, en el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile, donde murió Salvador Allende durante un golpe de Estado militar apoyado por Estados Unidos, el presidente español se arremangó.

Llamó a las izquierdas a “pasar a la ofensiva” y “proteger la democracia” frente a la “internacional del odio y la mentira”.

Sánchez buscaba así presentarse de nuevo como un referente contra Donald Trump, la “ultraderecha” y la “internacional reaccionaria”, al tiempo que reafirmaba su figura más allá de nuestras fronteras. Una imagen que siempre ha tratado de cultivar, más ahora después del acuerdo comercial entre la UE y los Estados Unidos de Trump.

Pero ante el apoyo menguante en la Unión Europea y los tradicionales aliados, Sánchez ha tenido que ir a buscar ese respaldo “casi al fin del mundo”, como dijo Jorge Mario Bergoglio el mismo día que lo eligieron Papa.

Un viaje, en este caso, que lo ha llevado a ambos lados del océano.

Los presidentes de Uruguay, Yamandú Orsi; Brasil, Luís Inacio Lula da Silva; Chile, Gabriel Boric; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la cumbre Democracia siempre en Santiago de Chile, el pasado lunes.

Los presidentes de Uruguay, Yamandú Orsi; Brasil, Luís Inacio Lula da Silva; Chile, Gabriel Boric; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la cumbre "Democracia siempre" en Santiago de Chile, el pasado lunes. Reuters

La UE y China

Todavía estaba volando el avión presidencial por Latinoamérica, cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, António Costa, aterrizaban en Pekín.

Allí, junto al presidente chino Xi Jinping, celebraron la semana pasada la última cumbre bilateral entre China y la UE. Una cita que debía servir para afianzar lazos pero que quedó en un encuentro descafeinado, sin acuerdos, que sólo se produjo porque ya estaba anunciado y no quedaba más remedio.

A principios de año, coincidiendo con la llegada de Trump a la Casa Blanca, Von der Leyen instó a ampliar la relación con China, a la que la UE sigue considerando como “socio, competidor y rival sistémico”. Puro lenguaje bruseliense.

Pero ni los vaivenes de Trump en Ucrania ni su amenaza arancelaria se han traducido en un alejamiento del socio americano. Y menos aún en un acercamiento a China, que sigue respaldando a Rusia en su guerra con Ucrania, limita las exportaciones europeas y mantiene la hegemonía del estratégico negocio de las tierras raras.

La UE celebra ahora que los aranceles de Trump no vayan más allá del 15%, después de una negociación en la que se han plegado a los intereses de Trump. Y antes, los aliados de la OTAN aceptaron el compromiso de gastar el 5% en Defensa en los próximos diez años, como exigía el presidente norteamericano.

La máxima es no contrariar a nuestro imprevisible amigo. En la cumbre de la Alianza Atlántica en La Haya casi todo fueron buenas caras y fingido entusiasmo, ya que en muchas capitales europeas el verdadero sentimiento es de escepticismo.

El casi lo puso Pedro Sánchez, firmante y a la vez díscolo. Socio y rival sistémico, se podría decir. Porque él sí insiste en esa alternativa a los Estados Unidos de Trump.

Este lunes afirmó que respalda el acuerdo comercial firmado por Von der Leyen, pero "sin ningún entusiasmo". "Los europeos nos tenemos que poner las pilas en la autonomía estratégica y las relaciones comerciales con otros países. Ese es el camino: diversificar relaciones comerciales", reiteró Sánchez en su rueda de prensa de fin de curso.

Tres visitas

Para cumplir con esa premisa, desde 2023 el presidente español ha viajado en tres ocasiones a China, la última en abril de este año, cuando ya en la UE empezaban a tomar distancias con el gigante asiático.

De allí Sánchez se trajo contratos en materia agroalimentaria, productos sanitarios, cooperación científica o en el ámbito educativo, así como la ratificación de acuerdos para que empresas chinas fabriquen baterías para coches eléctricos en España.

España todavía está lejos de Alemania, el mayor socio comercial europeo con China, o incluso de Francia y Países Bajos, que lideran las exportaciones a ese país. Sin embargo, nuestras relaciones económicas con Pekín han crecido en los últimos años y China ya es el segundo país del que más importamos, por detrás de Alemania.

Una relación, eso sí, muy desigual. Con 37.000 millones de diferencia entre lo que importamos y lo que exportamos, no hay ningún otro país del mundo con el que tengamos un mayor déficit comercial.

Pero los negocios que más preocupan a Estados Unidos son los relativos a la seguridad nacional. Hace un par de semanas se desveló que en los últimos cuatro años el Ministerio del Interior ha firmado contratos por valor de 12,3 millones de euros con la empresa china Huawei para almacenar datos de escuchas policiales.

La información llegó al Senado de Estados Unidos, que pidió a la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, la revisión de esos acuerdos con Huawei por sus relaciones con el régimen chino.

“Huawei y el Partido Comunista Chino podrían tener acceso encubierto al sistema de interceptación legal de una nación aliada de la OTAN, lo que les permitiría monitorear investigaciones españolas sobre espías del Partido Comunista y otras innumerables actividades de inteligencia", alertaba una misiva firmada por el presidente del Comité de Inteligencia del Senado, Tom Cotton, y el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Rick Crawford.

"España está jugando con fuego al poner en riesgo su seguridad nacional y la de sus ciudadanos", había concluido el Comité de Inteligencia del Congreso estadounidense.

“Italia y Alemania pueden negociar con China y eso no tiene repercusiones negativas con Estados Unidos. Sin embargo, el Congreso estadounidense ya ha anunciado medidas contra España por hacer lo mismo. ¿Qué indica eso? Que somos un país débil, un socio de segunda y quizás nos llevemos un correctivo en forma de aranceles extra por parte de Donald Trump”, sostiene Antonio Alonso Marcos, profesor de Ciencia Política y experto en Asia Central de la Universidad CEU San Pablo.

En el CNI, según publicó EL ESPAÑOL, existe un fuerte malestar por "anteponer el negocio a la seguridad del Estado".

La UE recomienda cancelarlos

Se trata de contratos antiguos, en su mayoría, pero durante la última semana este periódico ha publicado que Moncloa, el Ministerio del Interior o incluso la frontera con Ceuta y Melilla están siendo vigilados por cámaras de compañías chinas que Estados Unidos consideran una amenaza.

Washington mantiene una guerra abierta contras las tecnológicas chinas, que ejercen como competidoras de las compañías estadounidenses en el acceso al 5G.

Pero también la Comisión Europea recomiendarestringir o excluir a Huawei de las redes 5G” porque “representa un riesgo mucho mayor” que el de otros proveedores, según confirmó hace unos días el portavoz de Soberanía Tecnológica de la Comisión Europea, Thomas Regnier.

Alemania, Suecia, Portugal o Reino Unido (fuera de la UE) han seguido estas recomendaciones para cuestiones estratégicas del Estado. Si bien España defiende que la información no puede salir a China porque se almacena en un sistema “completamente estanco”, que la tecnología es segura y que además es más barata.

La UE insiste en que no se trata del precio sino de la seguridad, pero por el momento Interior no tiene ninguna intención de revisar los contratos.

Todo menos Trump

Diferentes medios han especulado con las labores de mediación de antiguos cargos del PSOE, como el exsecretario de Organización José Blanco o el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, vinculados a consultoras o think tanks que han realizado tareas de lobbies para empresas chinas en Europa.

Pero detrás de todos estos acuerdos con el país asiático también hay un cálculo político. El último barómetro del Real Instituto Elcano revela un dato llamativo: tal es la animadversión que genera Trump en nuestro país, que los españoles valoran mejor a Xi Jinping, pese a todas las violaciones de los derechos humanos que se producen en su país.

En una escala de 0 a 10, Trump recibe 2,5 puntos por un 3,7 de Xi Jinping. El presidente de Estados Unidos es percibido como una amenaza y cuando se pregunta a los encuestados si prefiere apoyar a este país o a China, las respuestas son muy parejas: un 11% se inclina por Washington, un 9% por Pekín y un 80% por ninguno de los dos.

Antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca la balanza se decantaba claramente del lado de Estados Unidos.

Grado de simpatía hacia diferentes líderes internacionales.

Grado de simpatía hacia diferentes líderes internacionales. Real Instituto Elcano

“En España nunca ha existido una gran simpatía por Estados Unidos y ahora se percibe que la mayoría de sus ciudadanos apoyan a Trump, por lo que también hay mayor rechazo a su sociedad”, opina Carmen González Enríquez, investigadora principal del Real Instituto Elcano y encargada de presentar el barómetro.

También en el grado de simpatía hacia ambos países, China supera a Estados Unidos.

Sánchez es consciente de todas estas pulsiones y de que entre los votantes más a la izquierda del PSOE estos sentimientos todavía están más exacerbados. Por eso tampoco huye de ese embrujo de Shangái, por más que ese encantamiento no sea más que una abstracción de la realidad, como en el libro de Juan Marsé.

En la novela, adaptada al cine por Fernando Trueba, dos adolescentes se evaden del gris franquismo en la Barcelona de la posguerra con aventuras de la lejana China; y en la realidad, Sánchez busca una vía de escape que le permita presentarse como el antagonista occidental de Donald Trump.

“España quiere mantener un buen nivel de cooperación con China, como muestra la próxima visita de los Reyes a Pekín [prevista para noviembre], pero tarde o temprano tendrá que elegir entre la fidelidad a nuestros aliados naturales o a China”, concluye el profesor Antonio Alonso.

En su última visita a Pekín, Sánchez dijo que la política exterior española “no va contra nadie”, aunque toca “expandir relaciones” con China. Pero también que la relación “debe ser equilibrada” y “mutuamente beneficiosa”, recurriendo a ese mensaje burocrático de Bruselas.

El presidente aún no se ha decantado. Aunque se resiste a quitar la velita que le ha puesto al adversario por más que se lo pidan los viejos amigos de Washington.