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Política CATALUÑA

Nueva Caledonia no era Cataluña: Manuel Valls firma la paz con los kanakos y dice que la comparación "es una estafa"

Valls es hoy ministro de Francia para los territorios de Ultramar. Diez días de negociaciones en París han dado lugar a un acuerdo histórico entre el independentismo kanako y los partidarios de Francia en las islas. Se crea un "Estado" caledonio dentro del Estado francés.

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Todavía hoy, de vez en cuando, si ocurre algo noticioso en Nueva Caledonia, los líderes del independentismo catalán se agarran a los derechos del pueblo kanako: “¡Queremos que España nos dé a nosotros el mismo trato que Francia les da a ellos!”.

“Nueva Caledonia y Francia han dado al mundo un ejemplo de comportamiento democrático”, llegó a decir Carles Puigdemont para reclamar a Moncloa una cesión abismal de soberanía y la celebración de un referéndum de independencia como el de los caledonios.

El separatismo catalán, por delirante que suene, o precisamente por eso, se compara con un pueblo colonizado cuyos habitantes fueron expuestos como animales en una exposición en París del año 1931.

Se comparan con un pueblo recogido por la ONU en su catálogo de lugares a descolonizar. Se comparan con un lugar… situado a más de 17.000 kilómetros de Barcelona. ¡Con un archipiélago que fue utilizado como colonia penitenciaria! Con una tierra regada de muertos en los últimos cien años.

Hoy, en un maravilloso giro del destino, el político francés que ha logrado un acuerdo histórico entre los independentistas kanakos y el gobierno de la República es… Manuel Valls, bestia negra del independentismo catalán. ¡Un jacobino! ¡Un centralista! ¡Un fascista!

En un escrache que le hicieron en el barrio del Raval, le decían: “¡Francés, fascista! ¡Vete a tu país!”. Manuel Valls, hoy, es el ministro encargado de los territorios de Ultramar, entre ellos Nueva Caledonia.

Entrevista con Valls… desde la Polinesia

Aprovechamos para telefonear a Valls y desmigar los detalles del acuerdo. También para romper el mito –si no estaba ya lo suficientemente agujereado– del independentismo vasco y catalán, según el cual Nueva Caledonia es el punto de llegada: un pueblo con los mismos anhelos, reivindicaciones y sufrimientos.

Localizamos al ministro de Ultramar en la Polinesia, con doce horas de diferencia horaria. No podía ser de otra manera. Le pedimos que nos explique por qué un jacobino como él cree necesaria la creación de un Estado dentro de un Estado.

Porque esa va a ser, seguro, la crítica de sus viejos amigos independentistas catalanes: “Oye, ¡menuda sensibilidad con los kanakos y qué poca tuviste con nosotros. No quisiste negociar nada”. De hecho, gracias a Valls y sus concejales, la alcaldía de Barcelona fue a parar al PSOE, y no a Esquerra Republicana.

“No tiene nada que ver. Nueva Caledonia fue una colonia. Tiene un pueblo autóctono que casi sufre la extinción. La comparación es una estafa. Cataluña no tiene nada que ver con un pueblo como este, al que le quitaron la tierra, al que llevaron a la fuerza a la Primera Guerra Mundial, que fue represaliado…”, detalla.

Después, ironiza: “Para que los casos se parecieran, la Cataluña de hoy tendría que ser en relación a España la Cuba o la República Dominicana de antes de 1898”.

“Cataluña nunca sufrió ninguna represión como la del Imperio Francés, que tuvo sus luces y sus sombras. Es que me parece tan cutre que el independentismo catalán se compare con Nueva Caledonia…”, continúa Valls.

Una estocada irónica: “¡Cómo van a ser víctimas de la colonización los independentistas catalanes! En todo caso es al revés, ¡hubo colonizadores catalanes!”.

Y una diferencia fundamental –resalta este ministro del país vecino–: el Estado de Derecho francés preveía los referéndums y las grandes cesiones de autonomía para Nueva Caledonia. Es decir: no se ha dado un solo paso fuera de la ley. Ni votando ni cediendo competencias.

Manuel Valls, ministro de Ultramar, y Alcide Ponga, presidente de Nueva Caledonia.

Manuel Valls, ministro de Ultramar, y Alcide Ponga, presidente de Nueva Caledonia. Gobierno de Nueva Caledonia

El nuevo acuerdo

El acuerdo impulsado por Valls, que han suscrito los habitantes independentistas del archipiélago caledonio, pero también los no independentistas, sella –a falta de la reforma constitucional pertinente y la votación en referéndum en Nueva Caledonia– el reconocimiento de NC como “Estado” dentro del Estado francés.

Pero eso sólo es el principio: se crea la nacionalidad neocaledonia –que coexistirá con la francesa; no se podrá tener una sin la otra–, y se prevé la transferencia de la competencia de política exterior. La seguridad, la defensa, la justicia y la moneda no se transfieren de manera automática, pero se podría lograr con una mayoría cualificada en el parlamento caledoniano, a lo que habría que sumar el "sí" de Francia y un referéndum en las islas.

¡Un Estado dentro de un Estado! ¿Qué harán ahora Arnaldo Otegi, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras? ¿Viajarán a París para homenajear a Manuel Valls? ¿Qué dicen ahora que el frente independentista caledonio alaba las dotes negociadoras de aquel tipo que fue escrachado en el Raval al grito de “fascista, vuélvete a Francia”?

Porque ha sido él, Valls, quien ha liderado la negociación secreta que ha tenido lugar a las afueras de París durante diez días. Su trabajo ha sido reconocido por los amigos de Otegi y Puigdemont, además de por el primer ministro, François Bayrou, y por el presidente de la República, Emmanuel Macron.

Existen fotografías de viajes de líderes kanakos tanto a Euskadi como a Cataluña. De abrazos, de solidaridad entre hermanos. Josep Lluis Alay, estrecho colaborador de Puigdemont, viajó a Nueva Caledonia para disfrutar de uno de los referendos.

Un poco de Historia

El acuerdo, lanzando la creación del Estado caledonio dentro del Estado francés, permite aparcar momentáneamente la celebración de referendos de independencia –ha habido tres. En 2018, 2020 y 2021–, que habían generado en las islas situaciones de alta tensión.

En todos ellos había triunfado el “no” a la independencia. Es verdad que con porcentajes ajustados. El frente secesionista llegó a alcanzar el 47% de los sufragios. En el de 2021, al celebrarse en plena pandemia, los kanakos lo consideraron una trampa y se negaron a participar.

Los argumentos a favor de la independencia han quedado claros. Pero un par de apuntes sobre los argumentos a favor de continuar en Francia: hasta el 15% del PIB del archipiélago lo sostiene la República y muchos habitantes de NC no quieren dejar París para caer en la zona de influencia de China.

En mayo de 2024, en Nueva Caledonia, hubo catorce muertos. Y si estiramos el banco de datos hasta los ochenta, encontramos sucesos en 1984 y en 1988 con un total de ochenta fallecidos. La gran mayoría de ellos kanakos, pero también algunos gendarmes.

Valls es, además de político, historiador. Se licenció en la Sorbona. Su último libro, precisamente, es un libro de Historia: “El valor guiaba sus pasos”.

Así que la entrevista también es un poco una clase, una manera de que comprendamos –y sepamos explicarlo por escrito– las complejidades de Nueva Caledonia.

Emmanuel Macron, Manuel Valls y el primer ministro Bayrou, reunidos en el Elíseo con autoridades de Nueva Caledonia.

Emmanuel Macron, Manuel Valls y el primer ministro Bayrou, reunidos en el Elíseo con autoridades de Nueva Caledonia. Reuters

Ya de primeras sabíamos que era un despropósito compararlo con Cataluña, pero en la complejidad de la negociación hay cuestiones muy interesantes. Por ejemplo: Francia, por la fuerza de los hechos, reconoce que Nueva Caledonia fue una colonia y que debe ir virando hacia la construcción de un Estado dentro del Estado.

Aun así, no quiere soltar el archipiélago del todo. Fundamentalmente por dos razones: su ubicación estratégica en el Pacífico, en un lugar de gran influencia por el que pelean China y Estados Unidos. Y porque es uno de los grandes productores mundiales de níquel, metal imprescindible en la industria electrónica, la construcción, la medicina o la automoción.

Los autóctonos

Los kanakos –nos dice Valls– llevan en Nueva Caledonia desde hace 3.000 años. El aventurero John Cook, en 1774, dio ese nombre a estas islas a 1.407 kilómetros de Australia y a 130 kilómetros del trópico de Capricornio en homenaje a las tierras altas de Escocia.

Con la llegada de los europeos, los indígenas fueron reclutados como esclavos. Los misioneros llevaron buenas costumbres, pero también enfermedades, represión, etcétera. Una realidad muy parecida a la de la conquista americana de Colón.

Entre 1853 y 1946 fue una “colonia francesa”. Entre 1946 y 1999, un “territorio de Ultramar”. Y desde 1999, atención, una “colectividad de ultramar sui generis”.

El lío comenzó a montarse en los ochenta, cuando el Frente de Liberación Nacional Kanako pidió la independencia y la ONU incluyó a Nueva Caledonia en la lista de territorios a descolonizar.

El gobierno del primer ministro Rocard, en 1988, llegó a un acuerdo con los independentistas. Se transferían competencias, se daban pasos en la dirección de ampliar la soberanía caledonia, pero la situación no amainaba y, cada poco tiempo, se producía algún suceso violento.

Los caledonios ya desde entonces tuvieron gobierno y parlamento propio, pero seguían en manos de Francia exteriores, justicia, defensa, orden público, tesorería… Todavía siguen, pero el nuevo acuerdo prevé más transferencias en este sentido.

El turismo

Los sucesos violentos, unidos al difícil acceso, hacen que el turismo en Nueva Caledonia no sea tan popular como el turismo en la Nueva Polinesia. El coste de vida allí, además, es caro. La desigualdad social es importante: viven ostensiblemente mejor los europeos que los kanakos.

Manuel Valls conoce al dedillo todos estos datos, pero también las islas. Formó parte de los gobiernos socialistas de Jospin y de Rocard, desde donde ya participó en acciones políticas relacionadas con Nueva Caledonia. No partía de cero; todo lo contrario.

Habla hoy de una “autonomía muy potente y comprensible debido a las distancias”. Remarca que las soluciones que funcionaron provisionalmente tuvieron en común la transferencia de competencias importantes.

No obstante, el que fue primer ministro de Francia en tiempo de Hollande reconoce que la paz alcanzada es “precaria”. El año pasado, el Gobierno francés reformó el censo electoral, que antes era más restrictivo para quienes no pertenecían al pueblo autóctono. Los kanakos creen que la reforma disuelve su fuerza en futuros referendos.

“El acuerdo todavía tiene que ser aprobado allí en referéndum y deberá sellarse con una reforma de la Constitución francesa. Es un gran acuerdo, pero debemos ser cautos”, concluye Valls.