Santiago Segura revela que está escribiendo la sexta entrega de Torrente, que se titulará Torrente, presidente.

Santiago Segura revela que está escribiendo la sexta entrega de Torrente, que se titulará "Torrente, presidente". Nieves Díaz

Política HABLANDO SOBRE ESPAÑA

Santiago Segura: "Torrente podría ser presidente. Tiene la lógica del pueblo, pero no deja de ser un anormal terrorífico"

“Ser ecuánime parece un delito. Yo, como los niños, el agua tibia".

“Hay muchos Torrentes. El torrentismo está por todas partes".

"A Brad Pitt le ha pasado lo mismo que a Tom Cruise el año pasado. Vencidos en taquilla por 'Padre no hay más que uno'".

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Cuando estrenó Torrente, Santiago Segura recibió la bendición de dos de las personas más importantes de su vida: Berlanga y su madre. La de Segura, queremos decir, no la de Berlanga, a la que también le habría gustado.

A media tarde, entra Segura en sus estudios de ese Madrid como estancado en los ochenta que tan bien dibujó Garci y nos cuenta la anécdota. Cuando Torrente se mete el palillo en la boca y lo vuelve a meter en el palillero. Al verlo, Berlanga gritó: “¡Eso es España!”.

Viene Segura con gorra, que hace mucho calor. Y no sabemos si la lleva sólo por eso o también para que no le pidan una decena de fotos antes de subir las escaleras hasta este estudio de grabación que hemos colonizado para charlar acerca de su peripecia.

Santiago Segura: "Si Torrente se presentara, podría salir presidente"

La infancia en Carabanchel, el olor a Ducados de su padre, los besos de su madre, la venta de tebeos en el Rastro para comprarse la Super 8, lo que hoy se llama bullying y que siempre han sido hijos de puta, la escritura de relatos porno, la licenciatura en Bellas Artes, la venta de libros a domicilio, la enseñanza de los maestros, el éxito de Torrente, la paternidad.

Aquí están también, en todos los carteles que inundan el estudio, sus últimos cinco hijos de ficción –donde actúan sus dos hijas de verdad–, que se llaman “Padre no hay más que uno” y cuya última entrega ha vuelto a ser lo más taquillero.

Este año, Segura, que nos trata casi como un padre, ¡está metido en el papel!, ha fulminado la última de Brad Pitt. El año pasado, fulminó la última de Tom Cruise. Que se jodan los galanes. La perfección es un coñazo.

Segura, tan llano, tan poco pagado de sí mismo, es la historia de un chaval al que le gustaban muchas cosas, que hacía muchas cosas porque no sabía cuál era la que más le gustaba y que siguió haciendo muchas cosas cuando supo que quería hacer cine. Para pagarse el aprendizaje. Para pagarse la producción de las primeras cosas.

Esta entrevista podría titularse “Primeras y últimas cosas”. Cómo es un hijo, cómo es un padre, cómo es un sueño imposible, cómo es un sueño cumplido.

A Segura le llevan, más que nunca, los vientos del pueblo de Miguel Hernández, que saben a colegio, vacaciones y risa blanca, pero también a risa oscura, puticlub y corrupción.

Acaba de concluir la saga de “Padre no hay más que uno” y le piden a gritos que retome Torrente para dar cuerpo de ficción –que es el cuerpo de lo perdurable– a la trama de corrupción que asola al Gobierno. Incluso se ha hablado de Torrente esta semana en el Congreso. Torrente, por cierto, se llama “José Luis”.

Segura, experto en olfatear por dónde circula la sociedad, llevaba cuatro años escribiendo “Torrente presidente”.

Este hombre de verbo largo y greñas largas, histriónico en algunas de sus comedias, amable en otras, es eso: la suma de dos flancos. El combate de los extremos.

Se siente cómodo en el señalamiento a derecha e izquierda porque los motivos de sus señalamientos no tienen que ver con la derecha ni la izquierda. Si la corrupción o el escándalo se han cruzado en alguna de sus promociones, ha apuntado con la misma crudeza fuera culpable el PP o PSOE.

“El agua tibia, como cuando éramos niños”. Sonríe. Nos reímos nosotros también. Hay algo en Segura, tan intangible, que es la risa en sí misma. No sabemos si son los gestos, la forma de hablar, el mensaje, el dardo, la acidez. Ahí va la risa segura. Con la palmada que da inicio a este rodaje, ahuyenta la mera posibilidad de que lo tratemos de usted.

¿Por qué tu abuela te decía que eras como un ungüento?

“Para todo se aplica y para nada sirve”. ¡Eres como el ungüento! Me lo decía de broma, con mucho cariño. Mi madre también me decía eso tan parecido de “quien mucho abarca poco aprieta”.

Por la cantidad de cosas que te gustaban y hacías.

Siempre he sido muy “catacaldos”. Ahora lo llaman “multidisciplinar”, que es mucho más bonito.

O “transversal”.

¡Cierto! Transversal [se parte de risa] Era simplemente un chaval que se buscaba la vida haciendo muchas cosas distintas porque no sabía con cuál iba a poder defenderme en el futuro.

Carabanchel Bajo, 1970. Cuatro o cinco pinceladas.

Era el barrio más bonito del mundo. ¡No conocía otro! Nunca había salido de allí. Nuestra madre, además, no nos dejaba jugar en la calle por si nos atropellaban. La casa familiar, si no recuerdo mal, tenía 47 metros cuadrados. Vivíamos cuatro. Un cuarto de baño.

Tu padre trabajaba en una fábrica de tornillos. El fútbol, los Ducados, llegar tarde de trabajar. ¿Cómo era?

Mi padre también hizo muchas cosas. Empezó como delineante. Trabajaba en Agromán, que era una especie de constructora. Cuando dejó aquella empresa, me dio mucha pena porque todos los años le regalaban un almanaque que tenía dentro tiras humorísticas. Me encantaba. Luego pasó a esa fábrica donde hacían tornillos, tuercas. Y muchos aspersores. Antes de todo eso, su ilusión fue ser inventor.

¿Qué intentó inventar?

Recuerdo un pupitre, una especie de fuente… No llegó a cuajar.

¿Has pensado mucho en él escribiendo estos cinco guiones que hacen humor de la paternidad? En eso, os parecíais, en probar cosas distintas.

Sí. Yo siempre vi a mi padre como una persona multifacética. Jamás apareció en mi casa un electricista o un fontanero. Todo lo hacía él. Cuando iba mal en matemáticas, pues también me las explicaba.

Como profesor, tengo que decir que no era muy allá. En eso, también nos parecemos. Hace tres años, mi hija me dijo: “Papá, tú no tienes paciencia para los niños pequeños”. Al final, la paternidad es eso, ¿no?

Revisitar lo vivido para intentar ser mejor.

Sí. De manera inconsciente, intentas transmitir a tus hijos lo mejor de lo que te han transmitido a ti sin caer en las equivocaciones de tus padres. He pensado en ellos escribiendo las cinco entregas de “Padre no hay más que uno”. Tanto que se me han quedado muchísimas cosas en el tintero.

La época también marca mucho.

Sí, por ejemplo, en el cariño. Yo intento ser mega cariñoso con mis hijas. Mi madre también lo era conmigo, pero mi padre no. A mí me encantan los abrazos, los besos y el cariño. Me gusta mucho decirles a mis hijas que las quiero, que las adoro. Cuando eres pequeño, ¿hay algo más importante que sentirte querido?

Los hombres de la generación de tu padre mostraban el cariño de manera muy diferente. Eran más distantes. Pasaban poco tiempo en casa, ¿no?

“Niño, vete a por un cartón de tabaco”. Fumaba mucho en casa. Eran Ducados. A veces, jugaba con nosotros. Pero debió de ser en pocas ocasiones. Porque recuerdo con mucha nitidez las veces en que ocurrió. Me hizo mucha ilusión. No se lo reprocho ni se lo echo en cara. Estaba todo el día trabajando.

Aquella España era distinta. Los americanos utilizan mucho este argumento: los adultos recordando que, de niños, sus padres no fueron a verles jugar al béisbol, a hacer teatro, al concierto de fin de curso… Mi padre no se perdió nada porque en el colegio no hicimos nada.

Tanto con Torrente como con Padre no hay más que uno, Segura ha encontrado las teclas del éxito en salas.

Tanto con Torrente como con "Padre no hay más que uno", Segura ha encontrado las teclas del éxito en salas. Nieves Díaz

Tus hijas, Calma y Sirena, aparecen en todas las películas de la saga. ¿Qué es más difícil? ¿Educarlas o dirigirlas?

Educarlas, educarlas. Porque es una misión muy amplia, para toda la vida. Y tengo que decir que actúan bastante bien. Les das indicaciones y parecen muy espabiladas. Eso de dar directrices éticas y morales es tan importante y tan complejo…

Lo más importante es predicar con el ejemplo. Yo intento que no pasen mucho tiempo con el móvil, ¡pero si yo soy adicto al móvil! Hubo un tiempo en que, cuando estaba muy nervioso, me ponía a beber Coca-Cola light. Sabía que era un asco para el cuerpo, pero me la bebía.

Y tus hijas te dijeron...

¡Ahí iba! Una de mis hijas me dijo: “Papi, ¿qué es eso?”. Le contesté: “Una guarrería, hija”. Ella, muy lista, respondió: “¿Y por qué te la bebes?”. Debió de pensar: “O mi padre es tonto o me engaña”. Los dos supuestos eran fatales.

La educación sí influye en los rodajes.

Sí, eso por supuesto. La capacidad de trabajo, la concentración, la disciplina, el funcionar bien en equipo… Todo eso se enseña en casa. No sé cómo es la infancia de los “niños actores”. Me refiero a esos que se dedican profesionalmente a la interpretación, que salen de una peli y se meten en una serie. ¿Se les priva de su infancia?

Lo de mis hijas han sido cosas puntuales. Cuando han tenido vacaciones de verano o de Navidad, han venido a rodar. He intentado que las cinco películas fueran para ellas una distracción, algo lúdico. Luego, por supuesto, estoy seguro de que les ha aportado armas y experiencia para el futuro.

Hitchcock decía que, en las películas, ni animales ni niños. Has incumplido los dos mandamientos.

La frase exacta fue: “Nunca trabaje con niños, animales ni con Charles Laughton”. Lo de Laughton no he podido hacerlo porque está muerto. En lo de los animales, Hitchcock sí tenía razón porque no son nada fiables. Lo de los niños… Si se tiene la suerte que he tenido yo, es una gozada.

Los niños están sosteniendo la industria del cine. Para ellos, ir al cine es un acontecimiento. Los adultos en general, salvo los puretas, preferimos ver la peli en casa cuando podemos, cuando nos va bien, cuando tenemos un hueco.

Para los niños, ir al cine es un acontecimiento. Lo mismo que fue para mi generación durante mucho tiempo. Era la opción favorita de ocio. Cines de barrio, dobles sesiones, sesión continua… ¡Qué colas había para entrar al cine!

Ahora, eso ha ido desapareciendo. Las teles de las casas tienen una calidad brutal. Pero, para mí, hay cosas del cine que siguen siendo imbatibles. Una de ellas la he vivido con estas películas. Una comedia en una sala es…

¿Qué es?

Este último estreno de “Padre no hay más que uno” lo hemos hecho en Príncipe Pío, que tiene muchísimo aforo. Cientos y cientos de personas riéndose… Un amigo me decía: “¿Lo ves? Somos impulsos eléctricos”. Eso de las endorfinas y las hormonas que desprendemos cuando nos reímos. Bendita risa, uno suelta una carcajada, luego se ríe otro, luego otro… Pura electricidad.

Pero no estoy del todo de acuerdo con que los niños garanticen el futuro de las salas de cine, ¿eh? A mis hijas me cuesta llevarlas. Pero es un asunto difícil. He visto hace poco un estudio de los exhibidores norteamericanos. Han calculado que el futuro del cine en salas dejará de ser viable en veinte años. Me da muchísima pena. Bueno, veremos.

"Un estudio de los exhibidores norteamericanos pronostica que el cine en salas dejará de ser viable en veinte años"

¿Qué es lo que más te fascina en un niño?

La inocencia: esa cosa de descubrir todo el tiempo, de ver con ojos nuevos. Tengo un vídeo de mi hija que me gusta ver de vez en cuando: aparece ella, con un año y medio, probando el helado por primera vez. El desconcierto del frío primero, la pasión por el sabor dulce después…

Has vencido en taquilla a Brad Pitt. Qué maravilla. La perfección es un coñazo.

A Brad Pitt le ha pasado lo mismo que a Tom Cruise el año pasado, que estrenó la última entrega de “Misión Imposible” y fue número uno en casi todo el mundo menos en España. Los americanos debían de leer en los papeles: “Padre no hay más que uno… Spain! What the fuck is this?”. Este es un fenómeno local.

Te has convertido en el asesino de los grandes galanes del cine.

Hombre, tanto como asesino… Les hacemos un poquito de sombra. A ver si aguantamos. El verano viene fino. Siempre vienen finos los veranos. Las distribuidoras te avisan: “Cuidado porque en verano llegan las grandes pelis americanas. Estrenar ahí es un campo de minas”.

¿Cómo se juega ese combate?

Tienes que provocar ese fenómeno de cine-evento, que la gente conozca la peli, que vaya… Y al mismo tiempo luchar para que los exhibidores te guarden un poquito las sesiones, que no te dejen solo a las cuatro de la tarde. Muchas veces, te van reduciendo el espacio en la cartelera, te van quitando salas… Por eso es tan difícil hacer las cifras de las películas americanas.

Santiago Segura es licenciado en Bellas Artes.

Santiago Segura es licenciado en Bellas Artes. Nieves Díaz

Hemos hablado antes un rato de tu padre. Hablemos ahora de tu madre. ¿Cómo era? Alguna vez has dicho que siempre mimó tus peculiaridades y que eso, a la larga, ha sido lo más importante que te ha pasado.

Creo que es así. Me lo dijo una amiga psicóloga: “A ti, tu madre te reafirmó de niño. Y eso es muy positivo”. Lo pensé… Es verdad que mi madre me animaba mucho, me decía que lo que iba haciendo le gustaba un montón.

Yo escribía una mierda de poemilla y me decía que parecía Gustavo Adolfo Bécquer. Estaba encantado. ¡Tenía que haber sido crítica de cine! Mi padre era más duro, pero mi madre era todo convencimiento.

Se quedó sin ver tu triunfo como escritor de humor blanco y, en cambio, contempló el éxito arrollador de Torrente.

Tendría que haberlo hecho al revés, ¿no? No sabía que se me iba a morir mi madre tan pronto… Tampoco sabía por dónde iba a ir mi camino… Otra cosa que le obsesionaba mucho: “Oye, búscate una novia seria, que te vas a quedar solo”. Pero luego me decía: “Hijo, no traigas novias a casa porque me encariño y luego las vas cambiando”.

Era maravillosa. La echo muchísimo de menos. La vida sin madre es menos vida. Aparte de emocionarme cada vez que hablo de ella, cada vez que sale este tema no puedo evitar decir: “El que tenga madre que la cuide, que aproveche, que esté todo el tiempo que pueda con ella”.

¿Qué te dijo de Torrente y qué crees que pensó realmente?

Dijo que le había gustado, que estaba muy bien, pero lo dijo con una carita de pena… Debió de pensar: “Mi hijo, con lo majo que es, hace de un señor guarro, racista, machista, asqueroso”. La comedia no le pareció mal, pero insistía: “Hijo, tienes que hacer una comedia romántica. Se te daría de maravilla”. Con los ojos de una madre no te ve nadie.

Compraste tu primera cámara Super-8 en El Rastro y ahí empezó todo. ¿Qué hacía un niño tan pequeño en El Rastro?

Me costó 900 pesetas y tendría unos catorce años. Llevaba ya un año entero vendiendo tebeos en El Rastro para conseguir el dinero. Hace siglos que no voy por allí. Desde que empecé a ser un poco más conocido, la verdad es que me dan agobio los sitios concurridos.

Me compré la cámara por envidia. Un amigo, en el instituto, tenía una. Hacía cortos y no me quería meter en ninguna. Sólo me sacó en una de terror y me hizo muchísima ilusión. Eran películas de seis minutos. ¡Flipábamos! Yo pensaba: “Si este imbécil puede, yo también”.

Pudiste.

Cogí los ahorros y compré la cámara. Fijaos cómo nos las apañábamos para poder pagar las películas. Yo había oído en casa que los yogures, cuando caducaban, se podían tomar durante unos días. Pensé que con las películas caducadas pasaba lo mismo y convencí al de la óptica que las vendía para que me vendiera las caducadas un poco más baratas. Una vez, una me salió en un tono sepia horrible, pero en general estaban bastante bien.

Había que encontrar el camino.

Parece que ha pasado un mundo, pero fue ayer. ¡Yo monté la primera de Torrente con moviola, como Charles Chaplin!

¿En serio?

Sí, sí. Con moviola. La siguiente rodamos en 35 mm, pero se montó en digital. Esa fue la otra transición. ¿Y ahora? ¿Qué va a pasar con la inteligencia artificial? He vivido muchos cambios, pero los de hoy son mucho más rápidos y determinantes. La velocidad a la que vamos es de vértigo. Tengo la sensación de vivir en una película de Star Trek.

Con veintidós años, fui un visionario. Escribí un guion que me tuve que meter por el orto, pero que hablaba del gran problema de hoy. Se hablaba entonces en la ciencia ficción de los Dream Motion. Unos tipos con una capacidad mental tan bestia como para que sus pensamientos se convirtieran en imágenes.

Y los gobiernos preocupadísimos.

Claro. ¿Cómo diferenciar lo real de la ficción? Podían desatarse guerras, crisis mundiales. Ese es el gran debate hoy de la inteligencia artificial. La tecnología va siempre por delante de la legislación.

"Monté la primera entrega de Torrente con moviola, ¡como Charles Chaplin!"

En el colegio, contaste una vez, sufriste acoso. Eso potenció tu interés en el cine y, paradójicamente, tu sentido del humor.

Alguna vez me ha merodeado la idea de hacer una película sobre aquel tiempo de salvajes. En mi instituto, había verdaderos salvajes. Ahora se llama bullying. Antes, eran los hijos de puta que se metían contigo.

Creo que sufrí menos porque me refugiaba en mi imaginación, mis cosas y todo ese rollo. Antes de aquello, ya era un niño introvertido. Así que para mí la imaginación siempre fue un lugar poderoso. Luego, lo del humor me permitía tener otro caparazón.

Es uno de los grandes miedos de los padres: que a sus hijos les pase eso en el colegio. Es un miedo difícil de gestionar.

Sí. Yo a mis hijas les pregunto mucho “¿qué tal, lo habéis pasado bien hoy?”. Intento hablar con ellas, enterarme… Creo que los padres, en general, estamos concienciados y queremos convertir los colegios en espacios seguros, pero nunca se sabe.

Luego te licenciaste en Bellas Artes. Tu mejor y tu peor obra como prácticas en la carrera.

¿Qué os parece? ¡Milagro! Recuerdo muchísimo a un profesor de pintura al que admiraba. Íbamos a sus exposiciones y decíamos: “¡Cómo pinta el tío! Queríamos pintar como él, nos parecía un genio. Es muy importante la admiración de un alumno por su profesor. El convencimiento de que te puede enseñar muchísimo. Se llamaba José María González Cuasante.

Una vez, nos dijo: “Tenéis que pintar un autorretrato”. Yo hice como una especie de monigote al óleo. Era yo, pero en monigote. Dijo: “Pero, ¿qué es esto? ¡Esto es un insulto!”. Toda la clase se descojonó, pero creo que a él no le gustó. ¿Cuento otra?

Claro.

En una optativa de audiovisuales, había que hacer un corto. Era un profesor que pensaba que yo era subnormal por meter a Spielberg a la altura de Hitchcock y Wells. Joder, algo de genio tendrá Spielberg para gustarle a tanta gente, ¿no?

Total que hicimos el corto y los fuimos proyectando en clase. Con el mío, la gente se empezó a descojonar. El profesor encendió las luces y dijo: “Esto no tiene nivel artístico, universitario ni intelectual”. Una chica levantó la mano y dijo: “Yo me he reído de lo malo que es”.

Es la metáfora de tu vida, lo que te ha ido pasando con los críticos.

Sí, la reacción de esa chica fue lo de los críticos después. Recuerdo un reportaje de la tele: “Vamos a ver las reacciones del público tras ver la película española más taquillera de la historia”.

Tras el estreno de Torrente.

Exacto. Un señor, algo displicente, dijo: “Hombre, te ries mucho, pero ya está”. Pero, ¡hijo de puta! ¡Qué más quieres! ¡Es una comedia!

Santiago Segura acaba de ser lo más taquillero con la quinta entrega de la saga Padre no hay más que uno.

Santiago Segura acaba de ser lo más taquillero con la quinta entrega de la saga "Padre no hay más que uno". Nieves Díaz

Me gustaría que habláramos de esos trabajos, algunos remunerados y otros no, que ibas haciendo para coger oficio, financiar tus proyectos… Empecemos por el de escritor de relatos pornográficos. Dicen los escritores que el sexo es lo más difícil de escribir.

Escribí en Lip International, Super Tetas y Coños Calientes, que eran tres revistas de la misma matriz. Conocí a aquella gente porque publicaban unas novelillas de guerra y a mí me hacía mucha ilusión dibujar las portadas. Me rechazaron y me ofrecieron la otra opción… Entonces, escribíamos esa especie de falsas vivencias. Me daban unas 6.000 pelas por folio y yo feliz.

En eso conectas con uno de tus padrinos, Luis García Berlanga, un gran amante de la literatura sicalíptica.

A Luis, que era asesor de “La sonrisa vertical”, le gustaba mucho el bondage, el rollo sadomaso.

¿Cómo lo conociste?

Vi que daba un curso en una cosa que se llamaba “Proyecto Piamonte”. Cuatro días, dos horas cada día. Yo no había recibido formación actoral ni de dirección… Ahora algunos maledicentes dirán: “Claro, ahora se entiende todo” [sonríe]. Para mí, Berlanga era Dios. Así que me apunté. Había que pagar una pasta. Éramos unos cuarenta en clase. Conecté mucho con él, aprendí un montón y me lo pasé en grande.

Le llevé uno de esos cortos que hacía con la Super 8. Lo pusimos en clase, se rieron mucho. Y él sentenció: “Ante esto, yo no tengo nada que decirte”. Después, intentó ayudarme, abrirme la puerta del mundo del cine. Por eso luego aparecí en dos de sus películas, “Todos a la cárcel” y “París-Tombuctú”.

Vendedor de libros a domicilio. Eso sí que debía de ser jodido. ¿Cuáles eran tus trucos?

Ahí duré nada. Eran esas colecciones de polipiel con “las joyas literarias de la humanidad”. Acababas intentando convencer a un señor o a una señora de que te tenía que comprar a Dostoievski porque le hacía juego con las cortinas. Fue un desastre.

Concursante de programas televisivos.

Vi que cada concurso necesitaba un tipo de friki concreto. Me iba inventando personajes y me cogían. Que si el más payaso, que si el que más sabe de televisión… Creo que fui a cinco. Saqué como un millón de pelas. Uno de los mejores premios fue un viaje alrededor del mundo, pero lo cambié con dinero y ahí perdí mucho porque, si lo que querías era la pasta, te daban mucho menos de lo que valía el viaje. Yo lo quería para hacer un corto en 35, el formato profesional.

Tu bautismo de fuego llegó con “El día de la bestia”, de Álex de la Iglesia. Acabaste siendo protagonista, pero ¿es cierto que, al principio, ibas a ser un mendigo que se quemaba a lo bonzo?

Siendo amigos, después de haber hecho juntos “Acción mutante”, cuando vi que iba a hacer esa película tan acojonante, le dije: “Tendré un papelito, ¿no?”. Me dijo: “Sí, un mendigo que se quema”. ¿Y la barba? “Tranquilo, te pondrán un gel para que no se te queme la barba”. Qué bajón. Yo quería un papel con frase.

En realidad, él tenía preparada una sorpresa. Me iba a dar el papel de un conferenciante argentino que decía un par de frases. Pero luego se le fueron cayendo los protagonistas. La peli se había escrito para Javier Bardem, pero le dijo: “Acabo de hacer ‘Días contados’, no quiero encarnar otra vez a un politoxicómano”. Y Gabino Diego, cuando le llamaron, dijo: “Es que el Anticristo y en Navidad… Me da yuyu”.

Y apareciste tú.

Por esa época, yo salía con David Trueba. Estábamos en un bar y apareció el productor de la peli, Andrés Vicente Gómez. Me miraba. Me miraba todo el rato. Yo pensaba: “¿Qué le pasa a este tío?”. Le dijo a Álex de la Iglesia: “Oye, ¿y tu amigo el gordo ese de los pelos? ¿Por qué no?”. Acabé haciendo aquel papel.

Goya al mejor actor revelación.

Porque la película era un chollo. Era tan buena que a poco que lo hagas bien… Ese papel lo hago en cualquier otra película y habría pasado sin pena ni gloria.

Un momento de la entrevista.

Un momento de la entrevista. Nieves Díaz

¿Cómo se te ocurrió realmente José Luis Torrente? Se estrenó la primera en 1998, pero empezaste a idear el guion cinco o seis años antes. ¿Influyeron los escándalos de corrupción de aquel tiempo?

Yo tenía en la cabeza la idea de construir un malo, un antihéroe. Los malos eran los que más le gustaban a la gente. Dije: “Voy a hacer un tío que sea lamentable, lo puto peor”. Quise combinarlo con la sensación de la vergüenza ajena y los tópicos de nuestro país. El estereotipo más rancio. Pensé: si le cuelgo todos esos estereotipos a un tipo y la gente no se va a la media hora, habré triunfado.

¿Cómo se hace humor de la corrupción?

Como cualquier humor. Con perspectiva, alejamiento, cierta distancia. Y ficción. El matiz de la ficción es importante. Nada de lo que aparece en Torrente tendría gracia si fuera real. Siempre pongo el ejemplo de Homer Simpson. Qué simpático, ¿eh? Pero ninguno querríamos tenerlo currando al lado o de vecino. ¡Un anormal controlando una central nuclear! Sólo te hace gracia en la serie.

Torrente nació como una sátira. Tú encerraste en aquel personaje lo peor de un español. Pero hubo quienes lo criticaron diciendo que era apología. ¿Cada vez estamos más enfermos de literalidad?

Nos hemos ido tomando las cosas al pie de la letra y… Lo he pasado mal en algunos momentos, pero ya me he liberado. ¡Cómo va a ser Torrente una apología! Pero vamos a ver: yo hago películas para que la gente se divierta; no soy un pedagogo. Tuve una pelotera con un periodista que me preguntó: “Su película es fascista. ¿Usted también?”.

Le contesté: “Ni mi película es fascista ni yo soy fascista. Y, además, no quiero que termine la entrevista hasta que no quede claro”. Estuvimos hablando y hablando. Una hora después, el tipo se fue y dijo: “Tiene razón. Usted no es un fascista, pero su película sí es fascista”. Pensé: “Bueno, este tío ya no es tonto. Sólo es medio tonto”. Después, con un periodista argentino…

¿Qué pasó?

Me preguntó: “Teniendo en cuenta el papel de la mujer en su película… ¿Es usted un poco misógino?”. Le contesté: “Seré misántropo, porque el hombre sale muy mucho peor parado. Putero, borracho, estafador, retrasado, violento, degenerado”.

¿Todo eso conduce a la autocensura? ¿En qué punto estamos en ese sentido?

Claro. Yo he intentado no autocensurarme. Pero es inevitable que no afecte de alguna manera, aunque sea inconscientemente, a tu proceso de creación. Insisto: yo no hago comedias para molestar, convencer o herir. Hago comedias para reír.

¿Te preocupa que la España de Torrente no ha muerto? Es más: ¿la España de Torrente ha renacido? Pensábamos que Torrente era una sátira acerca de la España rancia que no acababa de morir, pero visto lo visto..

Eso pensaba yo también: “Torrente es un dinosaurio”. Pero ese ADN quedó esparcido por ahí. Lo han sacado del ámbar y hay muchos Torrentes. El torrentismo está por todas partes.

Torrente nunca murió. Ni siquiera es que haya renacido. No murió. Pasa de padres a hijos, de generación en generación. Y es terrible porque no distingue de partidos, de derechas ni de izquierdas. Esto está generando muchísima desafección ciudadana. La gente piensa: “¿Dónde están los que me van a dar un poquito de honradez?”.

"Torrente nunca murió. Lo han sacado del ámbar y está por todas partes"

La honradez de Anguita. La semana pasada se viralizó aquel vídeo donde aparece diciendo a sus afiliados que si la izquierda es corrupta, mejor votar a la derecha. Y al revés. Situaba la honradez por encima de todo.

¿Y cuánta gente como Anguita ha habido en la política española? Lo que ha habido es mucha gente turbia. Vivimos en un sistema perverso y ocultista. El ciudadano, en general, está muy poco informado. Llegan al poder, hacen lo que quieren, legislan un poco y ya está.

Tú siempre has estado en ese territorio de la Tercera España. Has criticado a los gobiernos de PP y PSOE en función de las circunstancias.

Ahora, en la España de hoy, lo de ser ecuánime parece un insulto. ¿Quieren que nos helemos? ¿Que nos quememos? Cuando éramos niños, el agua tenía que estar tibia. Pues lo mismo. Cuando tengo que mojarme, me mojo. ¿Por qué no puedo decir que no me parece bien que esté corrupto el Gobierno? Me dicen: “¡Fascista!”. Si el Gobierno fuera del signo contrario, ocurriría lo mismo.

Es cierto que la España de Torrente nunca se fue, pero también es cierto que lo visto en las noticias estos meses dibujan una España torrentiana como pocas veces antes. Las noticias nunca se habían parecido tanto a tus películas.

Y es terrible porque todo esto que está sucediendo se enmarca dentro de un gobierno progresista. Eso es lo más doloroso. Cuando aparece una acusación de acoso, es terrible en cualquier caso, pero si es sobre alguien que ha hecho ese proselitismo… Como lo de Errejón. Pues te impacta doblemente.

Distintos retratos de Santiago Segura tomados el día de la entrevista.

Distintos retratos de Santiago Segura tomados el día de la entrevista. Nieves Díaz

Miles y miles de personas te empujan, supongo que te lo dicen también por la calle, a hacer lo que tú mismo has llamado “Torrente, presidente”. Después de las cosas que han sucedido, ¿la escritura será más fácil o más difícil?

Llevo cuatro años escribiendo, sí. El año pasado, cuando fui a presentar a El Hormiguero la cuarta de “Padre no hay más que uno”, conté algo de Torrente. Y esa fue la noticia. Como vengo a hablar de mi libro, me pongo la camiseta de mi última hijo, la quinta de “Padre no hay más que uno”.

Claro que hay cosas de la realidad que me han descolocado, pero como soy tan visionario, “Torrente presidente” ya tenía mucho de lo que está pasando. Será una fábula, ¿eh? No un documental. Que hagan en Netflix o en donde sea un biopic de Ábalos.

No beberás de la realidad, pero ¿habrá arquetipos?

Torrente es un arquetipo en sí mismo. En una democracia sana, Torrente no podría postularse a la presidencia. Pero Estados Unidos ha elegido a Trump. Estamos en un momento tan convulso que, a lo mejor, si Torrente se presentara, podría ser presidente. Es gracioso y divertido en la ficción. A veces dice muchas de esas cosas que tienen “la lógica del pueblo”, pero no deja de ser un anormal terrorífico.

¿Por qué decías que la peli será como un informe de la UCO?

Porque primero nadie sabía que existía, ahora nadie sabe de qué va y, en cuanto salga, dará mucho de qué hablar.

Creo que era en la cuarta entrega: Torrente aparece desubicado, diciendo que se siente fuera de la España contemporánea. Ese arranque ya no vale. Estará en su salsa.

Dirá: “Es mi país”. Aquella peli que mencionas empezaba con Torrente sorprendido por la presencia de un negro en la Casa Blanca: “¡Y no es para limpiar!”. Se lo dice a una estatua del Fary. Ahora, Torrente estará más en su salsa. No hay un negro en la Casa Blanca. Está Trump, ni más ni menos.

Berlanga te dijo que aquella escena en la que Torrente coge un palillo, lo usa y lo vuelve a meter en el palillero, era el gran reflejo de España.

Dijo que aquella escena era de lo mejor del cine español en los últimos cien años. Como os podéis imaginar, contar con la bendición de Berlanga me ha ido aliviando de las críticas más hirientes y más crueles.

Es el aval más grande que puede haber para un director de comedias.

Cuando algunos críticos escriben esas cosas, veo sus biografías, lo que han hecho y pienso… “Vale, ahora lo entiendo todo”. Un amigo me dice: “Nunca aceptes una crítica de quien no aceptarías un consejo”. Y tiene razón.

Cuando has alcanzado el éxito con algo, has dejado de hacerlo cuando todavía podías sacarle mucho más dinero. Lo vemos ahora con “Padre no hay más que uno”; la saga se acaba. Y lo vimos en su día con Torrente.

A mí me encanta gustar y, cuando he dado con la tecla, he insistido. Creo que es lógico. Pero llega un momento… Joder, miraba la Wikpedia y ponía… “Santiago Segura es el director de Torrente 1, Torrente 2, Torrente 3, Torrente 4, Torrente 5…”. Entonces, me puse a hacer otra cosa.

¿Sabéis? Después de eso, seguí con “Sin rodeos”, que era una película sobre todo para el público femenino. Porque Torrente tenía un 60% o 70% de fans masculinos. Entiendo que a las mujeres les guste menos. Es un personaje muy sucio. Abordé con “Sin rodeos” esa transición. Luego, lo de “Padre no hay más que uno” vino con mi propia paternidad.

Cine de familia.

Veo “Solo en casa” con mis hijas casi todas las navidades. Y siempre pienso: “Joder, qué bien está hecha esta película”. Los padres y los hijos disfrutando juntos. Es algo tremendamente bonito, pero tremendamente complicado.