Javier Ortega Smith (c), y Rocío Monasterio (c-i) durante la concentración con motivo del estreno de la obra 'Altsasu'.

Javier Ortega Smith (c), y Rocío Monasterio (c-i) durante la concentración con motivo del estreno de la obra 'Altsasu'. Efe

Política MANIFESTACIÓN

Fracasa la protesta de Vox contra la obra 'Altsasu': 4 gatos, una clase sobre Il Duce y música de paredón

Se estrenaba una obra de teatro sobre la agresión de dos guardias civiles en Alsasua cuya tesis es esta: las penas de prisión fueron desproporcionadas.

18 enero, 2024 22:03

Marchas y canciones, editado en Madrid, frente al Teatro de la Abadía, el 18 de enero de 2024.

Las melodías dicen así: "Bildu y ETA a la cuneta" / "Fuera terroristas de Madrid" / "ETA asesina" / "Otegi, cabrón, al paredón" / "Otegi, etarra, tu madre es una guarra" / "Pedro Sánchez, hijo de puta" / "Marlaska, valiente hijo de puta" / "Policía, defiende tu nación".

Hemos venido a hablar de teatro. Se estrenaba en la ciudad una obra titulada AltsasuAlsasua en euskera–. En este pueblecito de Navarra, que en 1936 dio un porrón de voluntarios para el golpe de Estado y un siglo después es uno de los territorios más abertzales de la Comunidad Foral, tuvo lugar el linchamiento de dos guardias civiles.

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De eso va la obra. La dirige una dramaturga vasca, María Goiricelaya, de la que no tenemos apenas datos nosotros... ni los organizadores de la manifestación: la dirección de Vox.

Esta es, en realidad, la crónica de un absurdo. Porque, cuando llegamos a la esquina de la calle donde sucede la mani, nos cruzamos con Javier Ortega Smith, el mesías al que sigue una pequeña masa que no irá más allá de las doscientas personas.

Javier Ortega Smith y Rocío Monasterio en la concentración contra la obra 'Altsasu'.

Javier Ortega Smith y Rocío Monasterio en la concentración contra la obra 'Altsasu'. Ángel Ortiz

Esperamos pacientemente, tomando notas, a que Ortega concluya su discurso. Es minucioso, detallista. Está hablando de la obra, la describe con profusión. Cuando termina, le preguntamos: "¿Ya la ha visto?". Responde alterado: "¡No! No necesito verla. Es una infamia". ¿Y usted cómo lo sabe? "La han visto mis asesores".

La obra es parcial. Lo sabemos porque la señora Goiricelaya ha dado recientemente una entrevista a El Cultural. Extraemos algunas conclusiones: la autora no defiende la agresión de Alsasua, no apoya el terrorismo de ETA ni nada que se le parezca, pero considera desproporcionadas las penas que se les impusieron. Van de los tres a los doce años. Ese es el debate que pretende abrir la obra y lo hace de una manera, efectivamente, parcial. Construye las escenas de manera que la pena parezca desproporcionada para lo que ocurrió.

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La señora Goiricelaya compara lo ocurrido en Alsasua –por lo menos en la entrevista de El Cultural– con otras agresiones a miembros de las fuerzas de seguridad del Estado en distintos puntos de España. Y no, no son lo mismo. Porque lo de Alsasua forma parte de una historia mucho más larga, de un contexto de asfixia, de un odio ancestral contra la Guardia Civil.

Pero estamos en el absurdo porque no hemos visto la obra.

El Gobierno de Ayuso, nos consta, no está contento con el estreno. La presidenta siente que le han metido un gol. La Comunidad financia el teatro de La Abadía en general, no esta obra en particular. Vox ha utilizado la coyuntura para cargar contra ella.

Seguimos a Ortega y a Rocío Monasterio, que van a darse un baño de masas detrás de las lecheras de la policía, donde esperan algunos de sus votantes. Edad media: unos sesenta años. Tampoco han visto la obra porque no se ha estrenado.

Rocío Monasterio y Javier Ortega Smith durante la concentración.

Rocío Monasterio y Javier Ortega Smith durante la concentración. Europa Press

Hay banderas verdes con el logo de Vox y banderas de España. Sólo vemos una con el águila de san Juan. La lleva uno de los pocos jóvenes congregados, que ya se está yendo al grito de "una noche más, nos vamos a Ferraz".

Pasa un señor con una moto y hace el símbolo de la victoria. Toca el claxon. La gente se viene arriba, como si llegaran refuerzos, pero el de la moto se va. "¡Venga, a cortar la calle!". Por fin lo logran. No hay violencia. Es la versión sin alcohol de las noches de Ferraz. Saluda un hombre con boina roja carlista. Sonreímos con nostalgia. Nos acordamos del tío Canuto.

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El único momento de tensión llega cuando aparecen tres o cuatro manifestantes de signo distinto, con unas cartulinas rosas que claman en favor de la "libertad de expresión". Dice Ortega Smith que la apología del nazismo o del fascismo no se considerarían como tal, "pues esto tampoco". Los que vienen a defender la libertad tampoco han visto la obra. Se los lleva la policía para evitar enfrentamientos.

Escuchamos a un señor que dice "yo tengo amigos rojos por todos los lados", pero "una cosa es ser rojo y otra defender el terrorismo". Nos da gratis una clase de lectura, lo que es de agradecer: "El fascismo viene del socialismo. Mussolini fue socialista. Hay que leer un poquito".

Resulta difícil saber contra quién va dirigida la manifestación: Ayuso, Almeida, Sánchez, Otegi, la ETA en general, Marlaska. En realidad, va contra todos ellos.

Pretendía Vox convertir esta obra de teatro en un nuevo episodio de sus noches locas de Ferraz. No lo ha conseguido. Hemos sido pocos, varias abuelas y ninguna paría.