TOMÁS SERRANO

TOMÁS SERRANO

Política 28-M

El "anacronismo" del día de reflexión: los expertos lo defienden pero sería inconstitucional en EEUU

Las prohibiciones en la jornada previa a las elecciones no existe en los países anglosajones. Allí sería considerada "inconstitucional".

27 mayo, 2023 02:36

La jornada de reflexión en España sobrevive a lomos de dos misterios: nadie sabe cómo nació y nadie sabe de qué sirve. Para acercarnos al primer interrogante viajaremos al Consejo de Ministros previo a las elecciones de 1977 que dio lugar al invento. Para visitar el segundo hablaremos con expertos en comunicación política y en psicología social.

Como en cualquier historia de misterio, conviene, efectivamente, comenzar por el principio. Faltaban dos meses para que España acogiese las primeras elecciones generales de la Democracia, año 1977. El País publicó una nota con la normativa. Se estableció el día previo a las urnas como “jornada de reflexión”: prohibido hacer propaganda en esas veinticuatro horas.

La expresión acababa de nacer. Porque esa norma –ni con ese ni con otro nombre– jamás existió en la Segunda República. En aquel tiempo, se llegó a prohibir la emisión de los mítines por la radio durante la tarde de antes, pero no se prohibían los mítines. El objetivo era evitar un clima de violencia.

Llamamos a Rodolfo Martín Villa y Marcelino Oreja, dos de los tres ministros con vida de aquel Consejo que parió la “jornada de reflexión”. El tercero, José Lladó, se encuentra indispuesto. No saben de dónde salió el nombre. Tampoco lo sabe, por ejemplo, Fernando Ónega, que tanto compartió con Adolfo Suárez. Ni José Manuel Otero Novas, asesor de la Presidencia primero y después ministro.

Martín Villa y Otero Novas relatan que la llamada “jornada de reflexión” se inspiró en normativas similares existentes en otros países cuyas democracias habían nacido tras la Segunda Guerra Mundial y que iba encaminada a garantizar una tranquilidad que se antojaba imposible en la Transición.

El principio alemán

Magdalena Musial-Karg es la persona que más sabe en el mundo de “jornadas de reflexión” –no se llaman así estas prohibiciones en ningún otro país–. Profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Poznan (Polonia), ha dedicado la mayor parte de su carrera a este respecto.

Nos atiende desde su país natal: “El silencio electoral se introdujo en Europa a través de Alemania justo después de la Segunda Guerra Mundial. Se hizo para evitar las experiencias violentas en los días de votaciones durante la República de Weimar, en entreguerras, cuando se producían reyertas y asesinatos”.

Otero Novas sintetiza así el mimetismo practicado por España: “Buscábamos asegurar un día de calma para que no se cocinara un clima de violencia en la antesala de las elecciones. Hoy ya no se mata, pero entonces sí”. Por tanto, superada ampliamente esa etapa, ¿qué sentido tiene hoy la “jornada de reflexión”? Alemania –apunta la profesora Musial-Karg– la quitó; España, no.

Hemos intentado sin éxito responder al origen del nombre porque el léxico, en este caso, resulta muy importante. En España, se dio un cariz positivo a la prohibición de ejercer la acción electoral el día antes de los comicios. La “reflexión” está relacionada con lo bueno. En cambio, en las naciones latinoamericanas, por ejemplo, se habla de “silencio” o “veda electoral”.

Hubo un tanto de cinismo político en el bautizo porque, como recalca Otero Novas, “el objetivo no era que reflexionáramos, sino evitar la violencia”. Cincuenta años después, los españoles tampoco hemos aprendido a detener nuestra vida estos sábados para encerrarnos y dedicarnos a la contemplación de los programas electorales.

¿Qué dice la ley? 

Sellada la Democracia, las restricciones propias de la “jornada de reflexión” obtuvieron rango de ley. Se incluyen, en concreto, en la “Ley Orgánica del Régimen Electoral General” (LOREG). Artículo 53: el día antes de las elecciones “no puede difundirse propaganda electoral ni realizarse acto alguno de campaña electoral una vez que ésta haya legalmente terminado”. 

Hecha la ley, hecha la trampa, dice el refrán. Y existe una trampa que llevan empleando los políticos durante décadas. La ley sí define el concepto prohibido de “campaña”: “El conjunto de actividades lícitas llevadas a cabo por los candidatos, partidos, federaciones, coaliciones o agrupaciones en orden a la captación de sufragios”… Pero no aclara a qué se refiere con “propaganda”.

En esta sociedad tan mediatizada de hoy, ¿no es “propaganda” que un candidato exhiba determinadas maneras de vivir convocatoria de medios mediante? ¿Se incumple, entonces, la ley cada vez que celebramos elecciones en España?

El árbitro encargado de responder a estas preguntas es la Junta Electoral Central (JEC), que se enfrenta al monstruo digital del siglo XXI con una norma del siglo XX. En 2007 –esta es, quizá, la única novedad destacable–, la JEC, con una de sus decisiones, dictó jurisprudencia: las publicaciones de internet y redes sociales también son “propaganda”.

El resto de países

Como contábamos al principio de este texto, el anacronismo español no es sólo español. Jordi Rodríguez Virgili, profesor de Comunicación Política en la Universidad de Navarra, cuenta que otras democracias liberales asimilables a España también establecen prohibiciones de este tipo para la jornada anterior a las urnas.

La profesora Musial-Karg aporta la lista completa. Los países con “silencio electoral” son: Francia, Polonia, República Checa, Estonia, Finlandia, Bulgaria, Austria, Portugal, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca y Chipre. En Suecia también, pero no funciona a través de una ley, sino mediante un “pacto de caballeros”.

Al otro lado están los países que invocan la “libertad de expresión” y los “derechos civiles” para justificar lo contrario: la ausencia de restricciones. Señala Rodríguez Virgili que en Reino Unido y EE.UU no funcionan estas prohibiciones y que, si lo hiciesen, sería para ellos culturalmente muy difícil de entender. La profesora Musial-Karg reitera que, en los países donde no hay jornada de reflexión, el hecho de implantarla sería interpretado como “un acto inconstitucional”.

En Alemania se abolió el silencio electoral; en los países de tradición anglosajona nunca ha existido. Por eso “no existe siquiera una traducción al inglés de este concepto”, aduce Musial-Karg.

Para quienes se quejan de la norma española, bromea Rodríguez Virgili: “En Argentina, no se puede comprar alcohol ni el día de las elecciones ni la noche anterior. Tampoco se pueden celebrar espectáculos públicos. Ni siquiera culturales".

La psicología

Jesús Labrador, profesor de Psicología en la Universidad de Comillas (Madrid) y experto en organizaciones, dice: “La jornada de reflexión no tiene ninguna influencia en la sociedad. Es un anacronismo, igual que cuando se dice que las campañas empiezan quince días antes de las elecciones o que no se pueden publicar encuestas desde tal día. Nada de eso se cumple. Correspondía a un tiempo en que los medios eran muchos menos y no había internet”.

Rodríguez Virgili, que también habla de “anacronismo”, añade: “Es un anacronismo paternalista. ‘Vamos a dejar descansar a estos ciudadanos, no les conviene recibir más información un día antes de las elecciones, no van a saber gestionarlo’. La ley electoral, en general, está muy anticuada. Las campañas electorales se han sofisticado mucho”. 

Este profesor de Comunicación Política, igual que Labrador, critica la prohibición de publicar encuestas en la recta final de la campaña: “Podemos convenir que la desinformación se combate con información. Si los partidos siguen haciendo encuestas, pueden utilizar ese material a su antojo y a espaldas de los ciudadanos. No tiene ningún sentido”.

Magdalena Musial-Karg opina: “Internet es un espacio trasnacional. Eso hace que sea imposible de controlar. La posibilidad de respetar el silencio electoral, por tanto, no existe. De ahí que cualquier regulación en este sentido nunca será completamente respetada”.

... pero amamos la "reflexión"

Lo lógico sería, llegados a este punto, augurar que todos los entrevistados –exministros y expertos– convengan en la necesidad de abolir la “jornada de reflexión” y dar el paso a una democracia más parecida a la estadounidense, donde se puede hacer campaña a todo trapo en cualquier momento. Pero no. Todo lo contrario. Todos ellos reclaman compasión y suplican que la “jornada de reflexión” sobreviva. 

Jesús Labrador, psicólogo, apuesta, eso sí, por cambiarle el nombre: “Yo la llamaría ‘jornada de descanso’. Vivimos una campaña continua que sólo frena ese día porque al siguiente vuelven a intoxicarnos con los pactos. Es el único día del año en que los ciudadanos descansan”.

“La ‘jornada de reflexión’ –refiere Labrador– es un anacronismo, pero también el reducto de un tiempo mejor. Como las fiestas de los pueblos. Son los propios políticos quienes han desvirtuado todo este tipo de normativas con las campañas eternas”.

Jordi Rodríguez Virgili apostilla: “Legalmente, quizá no tenga sentido, pero yo lo agradezco. La ‘jornada de reflexión’ no sobra, todo lo contrario. Contribuye a relajar la tensión comunicativa y eso da espacio a informaciones más humanas, más amables”.

Otero Novas presidió la comisión gobierno-oposición que alumbró la ley electoral: “Hoy, la violencia verbal es muy superior a la de entonces. No me parece mal, por tanto, que exista la jornada de reflexión”.