Alberto Núñez Feijóo, a la escucha del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Alberto Núñez Feijóo, a la escucha del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Susana Vera Reuters

La tribuna

Todo o nada para Núñez Feijóo: el candidato de una sola bala

Llegó aupado por la revuelta de los barones, y por tanto, con un poder otorgado que, si no gana, se volvería contra él.

31 diciembre, 2022 20:50

El 2023 será en lo político el año en el que la polarización y las estrategias de los bloques llegarán a la urnas en toda España. Primero en las municipales y autonómicas de mayo y luego en diciembre (previsiblemente el día 10) en las generales.

Se votará una especie de plebiscito sobre Pedro Sánchez, el “Sánchez o España” del que habla el PP, o el de “democracia o PP y Vox” que utiliza la izquierda.

Los españoles elegirán entre dos bloques muy compactos y también será el año del “todo o nada” para Alberto Núñez Feijóo.

Todos los líderes del PP han perdido elecciones y ni Mariano Rajoy ni José María Aznar llegaron a presidentes del Gobierno al primer intento.

Pero las circunstancias en las que Feijóo llegó a la presidencia del PP le convierten en un candidato de una sola bala, no puede permitirse perder unas elecciones. Su apuesta, sustituyendo con un golpe palaciego a Pablo Casado, era llevar de nuevo al PP al Gobierno, frente a Sánchez y en una legislatura atípica, con pandemia, volcán y guerra en Europa.

Y, sobre todo, en una legislatura en la que España estrenaba el modelo de un Gobierno de coalición, en este caso, apoyado por casi una decena de partidos entre izquierda, nacionalistas e independentistas. Lo que Alfredo Pérez Rubalcaba llamó “Gobierno Frankestein”.

Feijóo no puede permitirse una derrota electoral en las generales. Entre otras cosas porque su llegada a la presidencia del PP se produjo con un movimiento generacional extraño, optando por un líder mucho más veterano que el anterior. Un líder que llega con el marchamo de las cuatro mayorías absolutas logradas en Galicia y, en las ultimas, después de reducir a la nada a los rivales del mismo espectro político del PP, es decir, Ciudadanos y Vox.

[Los objetivos de Feijóo: 150 escaños en el Congreso y recuperar al menos tres comunidade autónomas]

Feijóo llegó en marzo a la dirección del PP con la imagen de político centrista y moderado, capaz de cerrar acuerdos. En realidad, ha habido intentos, pero no ha cerrado ninguno con Sánchez y, salvo giro de guion inesperado, parece seguro que llegará a las elecciones generales sin pacto alguno con el presidente del Gobierno.

Llegó a la presidencia del PP aupado por la revuelta de los barones contra Pablo Casado y, por tanto, con un poder otorgado por los líderes regionales, especialmente, Juan Manuel Moreno en Andalucía, y con un pacto de no agresión con Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid que torció el pulso al anterior responsable del PP.

Si Feijóo no ganara las generales de diciembre ese poder otorgado se volvería contra él y de nuevo se pondrían sobre la mesa las opciones de líderes regionales, como alguno de los citados.

Por eso es tan importante para Feijóo el resultado de las elecciones autonómicas y municipales de mayo, el primer escalón hacia las generales de diciembre.

Cambio de ciclo

El líder del PP necesita que el cambio de ciclo que se apuntó en las autonómicas de Andalucía con la mayoría absoluta de Moreno empiece por visualizarse en ayuntamientos importantes y en comunidades autónomas.

Hay un referente en lo que ocurrió en 1996 cuando Aznar llegó a la Moncloa meses después de que se produjera un vuelco espectacular en municipales y autonómicas. El PP sacó en las municipales cuatro puntos al PSOE y logró importantes comunidades como Valencia o Aragón, entre otras.

Esos comicios permitieron a Aznar apoyar su proyecto para acabar con Felipe González en las urnas.

Algo parecido podría ocurrir este 2023, según los cálculos del equipo de Feijóo, con la única diferencia de que ahora hay menos tiempo entre ambos comicios.

Para lograr esa victoria electoral, Feijóo mira a los votos de Ciudadanos y a los de Vox. Los primeros, según todos los sondeos y las últimas elecciones autonómicas, parece tenerlos, ayudado por el giro de Sánchez a su izquierda.

Los de Vox resultan más problemáticos para Feijóo: están más consolidados (15% del electorado) porque los de Santiago Abascal mantienen un discurso más antisistema y dirigido a descontentos con la oposición del PP. 

Feijóo y su equipo cuentan con la reacción de último momento de esos electores hacia un voto útil que representaría el PP. Es decir, lo que ya ocurrió en las elecciones andaluzas de mayo y que desembocó en la contundente mayoría absoluta de Moreno, con un giro electoral en la última semana de campaña.

En todo caso, es casi seguro que si el PP es el partido más votado necesitará pactar con Vox. Si logra un número de escaños próximo a los 176 de la mayoría absoluta podrá gobernar en solitario, pero si se aleja necesitaría un acuerdo de coalición con la extrema derecha.

Porque uno de los problemas de Feijóo es que tiene limitada su capacidad de pacto sólo con Vox, si exceptuamos los pequeños partidos con opciones de lograr alguna minina representación en el Congreso. Por ejemplo, UPN, Foro Asturias o pequeñas formaciones de la llamada España vaciada.

En su bloque no hay más opciones de acuerdo y, con toda seguridad, dependerá de la suma con Vox, de la misma forma que Sánchez dependerá de la suma con la candidatura de Yolanda Díaz, más los partidos nacionalistas e independentistas. La política de bloques es lo que tiene.

Otras opciones, como un eventual acuerdo entre PSOE y PP no tiene a día de hoy opción alguna. Entre otras cosas, por el abismo entre ambos y también porque ya ha sido testado que cuando uno de esos dos partidos permite al otro gobernar se produce un movimiento interno tan intenso que le debilita al máximo. Eso le ocurrió al PSOE de la gestora cuando permitió con su abstención que gobernara Mariano Rajoy.

En la agenda política que desea Feijóo, todo parece indicar que será central la crítica a los apoyos de Sánchez durante la legislatura. Más concretamente, lo que tiene que ver con Bildu y con la carpeta catalana y lo que el PP considera cesiones a ERC, como los indultos o la reforma de los delitos de sedición y malversación, agitando el miedo a un supuesto referéndum de autodeterminación como el que el piden los independentistas.

La dirección del PP hizo intentos para situar en el centro la situación económica, pero el presidente del Gobierno tiene en su mano darle en parte la vuelta con lo que llama “el escudo social” y con el hecho de que de momento no se hayan cumplido los datos muy negativos que pronosticaban casi todos.

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