Abascal, Sánchez, Arrimadas, Casado y Abascal.

Abascal, Sánchez, Arrimadas, Casado y Abascal. E.E

Política ELECCIONES CATALANAS

Lo que se juegan Pedro Sánchez, Casado, Abascal, Iglesias y Arrimadas en las elecciones de Cataluña

Elecciones 14-F: una mezcla de riesgo y oportunidad sobrevuela las sedes de los cinco principales partidos.

13 febrero, 2021 02:26
Mariano Alonso Ana I. Gracia Daniel Ramírez

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Todas las elecciones autonómicas entrañan una mezcla de riesgo y oportunidad para los líderes de los partidos nacionales, pero Cataluña lo hace particularmente. Por ser territorio-noticia desde hace años, por el gran número de escaños que reparte, por el tamaño de su población, por el desafío independentista... Una larga lista de motivos que tienen en mente Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Pablo Casado, Inés Arrimadas y Santiago Abascal.

Cataluña viene mostrando a los electores que lo que allí ocurre suele tener consecuencias directas en el devenir general de las organizaciones políticas. A la vista queda la crisis del Partido Popular, el auge -y posterior caída- de Ciudadanos, las idas y venidas del PSOE o el desinflamiento de Podemos.

¿Qué se juega cada uno de los líderes? ¿Cuánto de peligroso puede ser el fracaso para cada uno de ellos? ¿Y el éxito? ¿Hasta dónde podrían estirar la rentabilidad de un buen resultado?

Pedro Sánchez

Para Pedro Sánchez, el riesgo de que el resultado en Cataluña le sea desfavorable es muy alto, tanto como las expectativas generadas sobre el resultado del PSC y la candidatura a la Generalitat de Salvador Illa.

La operación diseñada con todo mimo por el presidente del Gobierno y el líder de los socialistas catalanes, el hoy ministro Miquel Iceta, no tiene otro objetivo que lograr la confluencia de dos jefes de gobierno tanto en La Moncloa como en la Plaza de Sant Jaume.

Algo que en la historia democrática sólo ha ocurrido entre 2004 y 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero convivió, sucesivamente, con Pascual Maragall y con José Montilla. Cualquier otra posibilidad, incluida la de que el PSC vuelva a ser el primer partido de la oposición en el Parlament -puesto en 2015 le arrebató Ciudadanos- será un fracaso.

Es lo que tienen las apuestas fuertes. Un fracaso, además, dificultaría la estabilidad de un Ejecutivo, el de coalición entre PSOE y Podemos, que tiene entre sus compromisos la célebre “mesa de diálogo” exigida por ERC a cambio de su decisiva abstención para la investidura de hace un año. Naturalmente, ese órgano oficioso que promueven los separatistas sería más llevadero si quien se sienta al otro lado es Illa, y no Pere Aragonés o Laura Borràs.

Pablo Iglesias

Por su parte, Pablo Iglesias vuelve a encontrarse en las elecciones catalanas con uno de sus grandes talones de Aquiles desde que hace siete años fundase Podemos. Una situación ciertamente paradójica para la formación morada.

En 2015, la alcaldía de Barcelona para Ada Colau supuso uno de los hitos de los llamados “ayuntamientos del cambio”, entre los que se encontraba también el de Manuela Carmena en Madrid, que elevó exponencialmente las expectativas de Podemos en toda España y en Cataluña muy particularmente.

Pero en las autonómicas de 2015 Iglesias sufrió su primer gran revés con el fracaso de la candidatura de Catalunya Sí que es Pot, que empeoró incluso los resultados obtenidos tres años antes por Iniciativa per Catalunya-Verds, la histórica formación de la izquierda catalana, heredera del PSUC, que se había integrado en la candidatura podemita.

Un duro golpe que no evitó que apenas tres meses después Podemos se convirtiese en el partido más votado en Cataluña en las elecciones generales de diciembre de 2015, un lugar que casi siempre había correspondido al PSC.

Si embargo, en 2017 los comunes volvieron a empeorar su resultado, descendiendo hasta los ocho escaños. Según la última encuesta de SocioMétrica para EL ESPAÑOL, Jessica Albiach podría al menos mantener esa representación. Para Iglesias supondría salvar los muebles, sobre todo cuando se compara con su estrepitoso fracaso el año pasado en las elecciones del País Vasco y Galicia.

La sombra de la sospecha de que no logra convertir en apoyos su presencia en el Gobierno parece que seguirá sobrevolando al vicepresidente segundo. Algo que posiblemente explique su estrategia de tensionamiento creciente en el seno del Ejecutivo.

Pablo Casado

El Partido Popular lleva volcado en Cataluña desde octubre, la fecha en la que Pablo Casado decidió romper oficialmente con Vox. Desde entonces, la formación quiere recuperar el espacio de centro que un día ocupó Albert Rivera y demostrar al electorado que alejarse de Santiago Abascal es una decisión acertada. 

El objetivo de Casado el 14-F pasaba por obtener un voto más que Santiago Abascal. Hace unas semanas, incluso se creía que el PP podría duplicar su representación en el Parlament y llegar a tener ocho diputados. La irrupción de Luis Bárcenas en la campaña electoral ha mandado al traste todas las expectativas y ahora ya se ve como una utopía tener un voto más que Vox. 

Todos los pronósticos electorales dan por hecho que Vox sumará más papeletas que el Partido Popular y el miedo ahora es "si duplicará o triplicará al PP". Si se cumple este presagio, las gaviotas volverán a posarse sobre la cabeza del líder nacional, Pablo Casado, y se cuestionará su giro al centro y su veto a Vox.

Antes de tomar la decisión de romper definitivamente con Abascal, Génova tomó nota de lo que pasó en Galicia en las elecciones del 12 de julio. En aquella cita, el candidato Alberto Núñez Feijóo obtuvo mayoría absoluta despreciando a Vox y negándose a ir en coalición con Ciudadanos. Tras aquel triunfo, el objetivo fue extrapolar aquella fórmula al resto de España.

El escenario, sin embargo, es bien distinto en Cataluña, donde tanto Casado como su candidato, Alejandro Fernández, heredaron de Mariano Rajoy un partido completamente en ruinas.

Con este precedente, en Madrid están convencidos de que nadie se atreverá a pedir públicamente a Casado que dé un paso al lado o que modifique de nuevo la estrategia trazada. 

Inés Arrimadas

La jerezana tiene la papeleta más difícil. En 2017, logró lo que independentistas y constitucionalistas describieron como "milagro": ganó las elecciones. 36 escaños. De ahí que su renta sea la más complicada de defender. Cualquier resultado podrá calificarse como "descenso", ya que las encuestas no acercan a Carlos Carrizosa -ni por asomo- a los parlamentarios obtenidos hace cuatro años por Arrimadas.

Para más inri, se trata del primer proceso electoral importante desde que sucedió a Rivera en la presidencia de Ciudadanos. Ni Galicia ni País Vasco fueron un verdadero examen para Arrimadas. Los liberales carecían de representación en ambas plazas.

Otro motivo para la preocupación anida en el origen fundacional del partido: Ciudadanos nació en Cataluña para combatir las tesis nacionalistas. El ascenso meteórico le convirtió en la principal fuerza de oposición al Govern. Hoy, los sondeos vaticinan un descalabro. Incluso la posibilidad de que Vox le releve como principal fuerza no nacionalista.

Una de las principales críticas que siempre han hecho a Arrimadas sus adversarios -e incluso algunos compañeros de partido- fue su marcha a Madrid como diputada. Otra estocada que podría tornarse afilada en caso de que Ciudadanos dilapidara sus escaños al nivel de lo encuestado. Fuentes de la dirección, en conversación con este periódico, reconocen que sacar 15 diputados ya sería "un éxito".

Santiago Abascal

Santiago Abascal sigue contando con la nada desdeñable fortaleza de la novedad. En lo que se refiere al Parlament, parte de cero. Al contrario de lo que le sucede a Arrimadas, cualquier resultado -incluso un solo parlamentario- podría describirse como un "éxito". Y todos los sondeos le auguran mucho más que eso: el hundimiento del PP y un posible adelantamiento a Ciudadanos.

Su discurso belicoso le ha colocado en el centro de la campaña. Varios de sus actos han sido respondidos con violencia por parte de jóvenes independentistas. Llegaron a apedrearles y a saltar encima de sus furgonetas. Una circunstancia que, tal y como ha quedado demostrado en otros procesos electorales, es puro combustible para Vox.

Los días previos al 14-F empiezan a cobrar el mismo aspecto a los que precedieron las elecciones andaluzas, cuando Abascal pasó de cero a doce escaños. Cataluña, teniendo en cuenta el órdago separatista, podría convertirse en la mejor plataforma para que Vox lanzara su mensaje contra el independentismo. De momento, sólo puede hacerlo desde la calle y el Congreso. Abascal se juega mucho, pero con un buen pronóstico. El único desastre -quedarse fuera del Parlament- no está siquiera sobre la mesa.