
Rafael Puyol presenta su último libro '¿Un mundo sin personas?' (Almuzara, 2025). Cedida
El demógrafo Rafael Puyol sobre el futuro de la población: "La tecnología puede resolver los problemas de la humanidad"
A través de su última publicación, el gijonés analiza los retos demográficos a los que debemos hacer frente en el siglo XXI.
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Pese a la importancia de la demografía como configuradora de nuestras sociedades, dice el presidente de la Real Sociedad Geográfica, Rafael Puyol (Gijón, 1945), "existe un desconocimiento bastante generalizado del papel que desempeña". Y, al mismo tiempo, cuenta, "con demasiada frecuencia se utiliza esa ciencia social para justificar determinados planteamientos ideológicos o políticos completamente alejados de la realidad".
Esas, dice el gijonés, fueron las cuestiones que le llevaron a lanzar su última publicación ¿Un mundo sin personas? (Almuzara, 2025). El propósito era claro: dar respuesta a muchos de los interrogantes que tiene la gente sobre la situación demográfica. Y así lo ha hecho.
En total, desarrolla 27 temas. Todos ellos, con la idea de que, apunta en el libro, "quizás saber estas cosas ayude a conocernos mejor y, por tanto, a ser más tolerantes en sociedades en las que el aumento de diversidad va a ser una constante". Porque los modelos de población cambian todo el tiempo.
Hemos pasado de un régimen tradicional con alta mortalidad y fecundidad a otro con mortalidad y fecundidad bajas. Y es que, anteriormente, para que un niño pudiera llegar a la edad adulta era necesario que el tamaño familiar fuera de seis hijos, mientras la esperanza de vida media tan solo alcanzaba los 25 años.
Esta transición, cuenta Puyol a ENCLAVE ODS, la empezamos los europeos y "después se extendió a las naciones de poblamiento blanco: Estados Unidos, Australia y Canadá". Desde entonces, ha ido afectando a los países en vías de desarrollo, porque pese a que las secuencias sean diferentes, el experto asegura que "se va a dar en todas partes".
¿Somos muchos?
De 1800 al momento actual, la población se ha multiplicado por ocho. De acuerdo a su obra, fueron necesarios 30 años para pasar de 1.000 a 2.000 millones; 33 años para llegar a los 3.000 millones; 14 para los 4.000 millones; 13 para los 5.000 millones, 12 para lograr los 6.000 millones y, después, finalmente alcanzamos los 8.000 millones.
Hoy día, indica Puyol, somos más de 8.200 millones de personas. Sin embargo, "somos menos de los que pensábamos que íbamos a ser en la etapa de crecimiento más fuerte, allá por los años 50 o 60 del siglo pasado". Y es que, pese a que el aumento ha sido férreo en cifras absolutas, en lo que respecta a las relativas ha disminuido. En el siglo pasado era de 2,1 y, ahora, nos encontramos en 1,2.
Razón por la que, durante el libro, el demógrafo insiste mucho en "la idea de que el crecimiento ya no es lo que era". De hecho, dice, "es muy probable que lleguemos a una cierta estabilización demográfica en la segunda mitad de este siglo e, incluso, no es descartable que, a partir de ese momento, la población del mundo pueda empezar a disminuir".

El área urbana de Tokio cuenta con una de las densidades de población más altas del mundo. Istock
Pese a encontrarnos en plena fase de desaceleración, hay quienes, como el economista británico Thomas Malthus, defienden la necesidad de controlar el crecimiento demográfico para evitar un grave desequilibrio de los recursos. Habla de los factores represivos —las hambrunas, las guerras o las epidemias— y los preventivos, aunque rechaza los primeros.
Su ideal se centra en lo que él llama "la contención moral", que básicamente podríamos resumirlo en, explica Puyol, "casarse tarde o no hacerlo hasta que las personas tengan los suficientes bienes de fortuna como para mantener adecuadamente a sus familias". Esto se traduce, asegura, en que muchas personas dejan de contraer matrimonio, y otras lo hacen muy tarde y tienen pocos hijos.
Sin embargo, para el gijonés no es todo blanco o negro y opta por una visión más "realista". Pese a que, dice, "somos muchos más que cuando Malthus escribía, la situación ha mejorado claramente". Y lo argumenta: "La revolución tecnológica que constantemente se está produciendo probablemente pueda ayudar a que los problemas derivados de la falta de recursos resuelvan mucho mejor el futuro".
El economista británico, afirma Puyol, "se equivocó en sus previsiones totalmente". Si bien es cierto que obstáculos como los recursos alimenticios o la energía están encima de la mesa, "con la tecnología adecuada probablemente podamos ir resolviendo los problemas que hoy enfrenta la humanidad".
¿Mal repartidos?
La población no está repartida a partes iguales. Mongolia, por ejemplo, es uno de los países más despoblados de la tierra, con una densidad de 1,55 habitantes por km². Al otro extremo, el área suburbana de Tokio, que con casi 44 millones y una densidad de 14.000 habitantes por km², es la más populosa del mundo.
Asia y África subsahariana cuentan, junto con América Latina, con los incrementos de población más fuertes. Más del 80% de la población vive en el hemisferio boreal, al menos el 50% vive a menos de 200 metros de altitud, tres cuartas partes a menos de 500 km del litoral y un cuarto a una distancia inferior de 50 km de la costa. La tasa general de urbanización es, además, del 55% creciendo a un ritmo de 1,80% frente al 0,09% de las áreas rurales.
Pero mientras en algunos lugares la población no cesa, en otros hay grandes vacíos. Es el caso de las regiones frías —como el Ártico, el Antártico o Groenlandia—, las zonas desérticas de África, Asia, América o Australia, las regiones tropicales húmedas o los grandes macizos montañosos. Estos espacios, pese a representar alrededor del 25% de las tierras emergidas, solo reúnen un 3% de los habitantes del planeta.
La tasa de natalidad también es desigual alrededor del mundo. Níger, por ejemplo, es el país con más alta fecundidad del mundo, 6,12 hijos por mujer. Al otro lado, Seúl, en la República de Corea, que es el país con más baja fecundidad (0,81 hijos por mujer). Y es que se estima que, aunque a mediados del siglo pasado más del 70% de los países tenían una tasa superior a los cinco hijos por mujer, ahora 97 no renuevan generaciones.

España cuenta con 49.077.984 habitantes a 1 de enero de 2025. Istock
En líneas generales, explica Puyol, esto significa que "son países que tienen menos de 2,1 hijos por mujer". Por lo tanto, se traduce en una disminución "clara" de la fecundidad, que es el factor decisivo de la desaceleración general. Y es que, de seguir así, podríamos entrar en un crecimiento negativo. Aunque, asegura, "se puede paliar con políticas adecuadas que incentiven la natalidad en lugares donde hoy es muy baja".
Pero si hay algo que tiene claro el demógrafo es que "el futuro no es completamente previsible". Son muchas las hipótesis que podrían hacerse realidad. En su caso, apuesta por "entrar en una situación de disminución absoluta de la población" a finales de este siglo.
Migraciones en movimiento
La última cifra, referida a 2020, es de 281 millones de migrantes. Es decir, personas que, habiendo nacido en un país, tienen residencia en otro distinto. Se trata, además, de una cantidad mucho mayor a lo cifrado años anteriores: 77 millones en 1960 o 173,2 en el año 2000. Aunque, relacionados con la población actual, solo suponen un 3,6%.
El porcentaje más alto corresponde a movimientos sur-sur (36%), seguido de los desplazamientos sur-norte (35%). EEUU, Alemania y Rusia se encuentran entre los principales países receptores de migración internacional, mientras que India, México o India destacan entre los mayores emisores.
Sin embargo, no todo son amables bienvenidas, razón por la que Puyol habla de los miedos que se perciben. Hay quienes creen que podrían ser invadidos o quienes temen el deterioro de ciertos servicios, pero nada más lejos de la realidad. El demógrafo asegura que gran parte de esos pensamientos "son infundados de una manera generalizada".
Y lo explica: "Ni estamos invadidos por oleadas incontrolables de migrantes [...], ni consumen más de lo que producen [...], ni se puede decir que todos sean unos delincuentes". De hecho, apunta, "la migración para poblaciones como las nuestras, en donde el crecimiento natural es negativo, es decir, que nacen menos de los que mueren cada año, es positivo".
Junto a las migraciones por motivos económicos o familiares, están aquellas por cuestiones derivadas de la crisis climática. Ejemplo de ello es Vanuatu, el archipiélago del sur del Pacífico poblado por unos 300.000 habitantes. Tal y como cuenta el gijonés en el libro, "es una región especialmente amenazada por el aumento del nivel del mar, que podría llegar a ser despoblada", como ya ocurrió con ciertas islas pequeñas del archipiélago de las Salomón.
Puyol prefiere llamar a estos desplazamientos migraciones medioambientales, "considerando las causadas por el clima como una modalidad de las provocadas por los agentes naturales". Y las diferencia en tres grandes tipos: las provocadas por catástrofes naturales, las debidas a la escasez de recursos de agua potable y las ocasionadas por la evolución del nivel del mar.
Afirma que, de seguir aumentando la temperatura, se podría producir una elevación del nivel medio del mar por fusión de los casquetes. Esto, combinado con una gran parte de la población concentrada en las zonas costeras, daría lugar a un "éxodo" hacia lugares de mayor altitud.