Nada Al-Ahdal posa para EL ESPAÑOL.

Nada Al-Ahdal posa para EL ESPAÑOL. Nieves Díaz

Referentes Derechos humanos

La yemení que huyó de un matrimonio infantil y lucha por las niñas del mundo: "Mi único plan era no morir con 11 años"

Hace más de una década, Nada Al-Ahdal cambió la legislación de su país natal; ahora, educa a las familias desde Reino Unido para acabar con esta lacra.

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Solo tenía 11 años. Y su único plan, confiesa, era "no morir", como lo hizo su tía, que también era su mejor amiga. Se suicidó a los 14 para escapar de las palizas y violaciones a las que le sometía constantemente su marido, un hombre adulto. 

Nada Al-Ahdal (Yemen, 2003) tampoco quería acabar como su hermana, de 13 años, que amenazó con matarse si la obligaban a casarse. "Por desgracia, nadie la escuchó y trató de suicidarse quemándose", cuenta a ENCLAVE ODS Al-Ahdal. "Fue muy doloroso porque no quería hacerlo, ella quería vivir".

Así que allí estaba ella, a tan corta edad, escuchando como sus padres le decían que en tres días se casaría con un hombre 17 años mayor. Por su cabeza, asegura, solo pasaba una idea: "Si acepto, si me quedo, acabaré como ellas".  

Por eso decidió "huir a lo desconocido". En realidad, fue en busca de su tío, que "realmente cree en la educación de las mujeres". Sin embargo, no lo encontró. Al-Ahdal sabía que él era el único miembro de su familia en quien podía confiar: "A su madre, mi abuela, la casaron a los 9 años y su marido la maltrataba. Cuando mi tío fue lo suficientemente mayor, la abrazaba para recibir él los golpes en vez de ella". 

Nunca, afirma la joven, "querría que otras chicas tuviesen ese mismo futuro, por eso daba cursos gratuitos de inglés a las niñas de la ciudad en verano, para que pudiesen hablar el idioma del mundo y pedir ayudar". Pero como no le encontró, acudió al mejor amigo de su tío, fotógrafo. 

Su futuro en un 'post'

"Después de suplicarle y suplicarle, conseguí que me escuchase", asegura. Y así empezó su odisea. Con apenas 11 años grabó un vídeo que se hizo viral, en el que pedía a su familia que la dejase en paz, que prefería morir a casarse. 

"No solo me salvó la vida. Ese vídeo transmitió lo que muchas niñas en Yemen y en todo el mundo sentían. Dejamos de ser invisibles. Puso sobre la mesa el matrimonio infantil en todo el planeta", recuerda. E insiste que "si bien la gente actúa como si fuera un delito que no existe, es muy real". 

Cuando su vídeo se hizo viral, en Yemen "no había ninguna ley que penalizara el matrimonio infantil". Pero, cuenta con orgullo Al-Ahdal, "con la ayuda de los medios de comunicación que presionaron y siguieron todo el proceso, conseguí cancelar el matrimonio y que le diesen mi custodia a mi tío". La bola creció hasta que, apenas un par de años después de su hazaña, Yemen ilegalizó esta práctica.

Un viaje tortuoso

Ahora, Al-Ahdal visita España para recibir el premio internacional de la quinta edición de los galardones de la Fundación Zaballos. Habla con ENCLAVE ODS pocas horas antes de que este reconocimiento se haga público y la crudeza de su historia —y de sus palabras— no le borran ni la sonrisa ni ese brillo en los ojos que asegura que aún queda mucha guerra por dar y trabajo por hacer.

Al-Ahdal, durante la entrevista.

Al-Ahdal, durante la entrevista. Nieves Díaz

Y es que el camino hasta este momento en el que se le reconoce, una vez más —no es el primer galardón que gana—, su defensa de la infancia ha sido cuando menos arduo. "La vida después de que mi tío consiguiese mi custodia no fue fácil", confiesa muy a su pesar.

"Los medios de comunicación nunca nos dejaron solos. Los mensajes amenazantes y de muerte hacia mí y hacia mi tío tampoco cesaron nunca", cuenta Al-Ahdal. Y lo justifica: "Mi comunidad me veía como una oveja negra y me decían que por qué no había aceptado mi destino como cualquier otra niña yemení".

Lo que no entendieron en aquel momento —y aún algunos no comprenden— es que ella huyó de una muerte segura, y no de una tradición a la que le quisiese faltar al respeto. La situación se volvió insoportable, por lo que ella y su tío decidieron irse de Yemen, coincidiendo con el estallido de una guerra que todavía hoy dura.

La activista durante su conversación con ENCLAVE ODS, junto al galardón de la Fundación Zaballos.

La activista durante su conversación con ENCLAVE ODS, junto al galardón de la Fundación Zaballos. Nieves Díaz

Así que allí estaban Al-Ahdal y su tío, pensando que iba a aterrizar en un lugar seguro, solo para encontrarse con una milicia del ISIS. "Estuvimos 14 días secuestrados, y mi tío y yo sabíamos que del ISIS no hay escapatoria, que o desapareces para siempre o te asesinan". Aunque, por suerte para ella, cuenta, "volvió a nacer". 

"Cuando estábamos secuestrados, Al Qaeda asesinó al gobernador de la ciudad en la que estábamos, así que hubo redadas y el ISIS tuvo que moverse rápido y huir. Por suerte, a nosotros nos dejaron, con los ojos vendados, en mitad de la carretera", continúa. 

En ese momento lo tuvieron claro: tenían que irse para no volver. "Cogimos un autobús y nos fuimos a la frontera con Arabia Saudí. Estuvimos ocho días viviendo en campos de refugiados intentando salir del país". 

La defensora de los derechos de las niñas durante la charla.

La defensora de los derechos de las niñas durante la charla. Nieves Díaz

Y añade: "Solo quería ir a un lugar seguro porque Yemen no lo era desde que era pequeña". Finalmente, el Gobierno de Arabia Saudí la reconoció por su vídeo viral y la invitaron a quedarse en el país. "Durante dos años estudié allí, continué con mi lucha para que en Yemen se acabase el matrimonio infantil, porque la vida me había dado dos oportunidades; era mi deber".

Salvar a las niñas

Al-Ahdal explica que no solo alzó la voz por sí misma, sino porque sentía que era su "deber ser la voz de otras chicas", pues ella tenía las plataformas —como sigue haciéndolo ahora— para dar a conocer lo que significa el matrimonio infantil. "Así que me reuní con el anterior primer ministro yemení, que vino a Arabia Saudí, y fue él el que me animó, con su patrocinio, a crear la Fundación Nada".

Juntos crearon varios programas en Yemen para "salvar a las niñas del matrimonio infantil y la violencia de género, que consistían en refugios para ellas". También iniciaron cursos de inglés gratuitos en seis ciudades diferentes, con el que educaron a más de 600 niñas. Además de un programa de concienciación y sensibilización para las familias.

Nada Al-Ahdal habla con ENCLAVE ODS.

Nada Al-Ahdal habla con ENCLAVE ODS. Nieves Díaz

Después de que la Fundación Nada fuese reconocida por Naciones Unidas, los premios por su trabajo empezaron a llegar. "Fui a Londres a recoger uno, solicité el asilo y lo conseguí en seis meses", cuenta orgullosa. "No podía volver a Yemen, la guerra había empeorado y no tenía nada allí para mí".

Ahora, su organización tiene sede en el país británico desde donde, dice, puede llegar a muchas más personas, tanto de Occidente como del sur global. Porque, recuerda, "no hay ningún solo país del mundo donde las mujeres estemos libres de violencia". 

En Reino Unido, la Fundación Nada sigue apoyando a niñas y jóvenes víctimas de matrimonio infantil o que podrían estar en riesgo de esta práctica también son un "refugio para las que sufre violencia machista". 

Cuestión de ignorancia

Al-Ahdal tiene claro que los motivos tras el matrimonio infantil son puramente culturales: "Es una tradición que viene del desconocimiento de los peligros físicos y psicológicos que entraña para las niñas", apunta.

Y matiza: "Vale que la pobreza y la guerra tienen que ver, empeoran la situación, pero si una familia entiende que su hija puede aportar si sigue en casa estudiando, y puede mejorar la situación familiar, no la casarán".

Por eso, pone tanto énfasis en la educación. Esa es, dice, la herramienta esencial para acabar con esta lacra que afecta a 765 millones de menores en todo el mundo, según UNICEF. Las niñas son las que más sufren esta práctica ilegal en la mayor parte de países: 1 de cada 5 mujeres de entre 20 y 24 años se casaron antes de cumplir 18 años, en comparación con 1 de cada 30 hombres.

El trabajo de Al-Ahdal no solo ha dado frutos de puertas para afuera. Su propia familia ha cambiado: "Tuve que hacer pedagogía con ellos, pero al final lo entendieron", afirma. "Ninguna de mis hermanas pequeñas está casada; lo he conseguido", dice ilusionada. Y añade: "Están estudiando, una de ellas fue la mejor de su clase el pasado año".

Porque, insiste, la educación de las mujeres y las niñas es la única vía para que los países prosperen y tengan futuro. "¿Cómo vamos a ser la generación que mejore las cosas si somos niñas criando a niños? Tenemos que formarnos para que cuando tengamos hijos, sea porque queramos y podamos educarlos".